Texto publicado por Fer

La computadora de juguete (tercera parte)

¡Cómo andan, niños y niñas!
Como vieron, les dije que esperen muy pronto la tercera parte, y última, pero al final esperan muy luego, y no va a ser la última aunque posiblemente la anteúltima. La verdad que Javier y Milena me dieron muy buenas ideas y yo como el autor siento que estoy viviendo todo esto con ellos al escribir, incluso cuando no escribo pienso en ellos imaginándolos, así que espero que Javier y Milena les haga pasar un lindo rato y los diviertan un poco!
Sin más, a leer!

Javier no fue a ningún trabajo. Simplemente se limitó a ir hasta su casa, un departamento que alquiló y tenía todo lo que necesitaba para mantenerse a sí mismo, y tal vez pasar unos lindos días con alguna compañía extra. Una vez dentro, prendió su ordenador, entró a google a buscar sobre computadoras de juguete, o computadoras infantiles, era lo mismo. Entre tantos resultados, uno de los primeros le llamó la atención. Era un video de YouTube titulado “La importancia de las computadoras didácticas en el ámbito educativo. Entrevista a Javier Danielus”.
“¿Qué” –pensó Javier.
Cliqueó en ese enlace y miró todo. Se vio a sí mismo en la oficina de Samanta Stringer, integrante de la secretaría de educación municipal de Monstruocity, hablando sobre estas computadoras infantiles y sobre su valor educativo para los niños. Incluso tenía una, que llevó para hacer una demostración. Sí, ¡la misma que tuve hacía más o menos una década!
“¿Pero qué? ¡Si hace años que ya no la tengo y nunca grabé ni tuve esa entrevista hasta donde me acuerdo!” pensó Javier demasiado confundido.
-Entonces, Javier, ¿qué pensás sobre la inclusión en el aula de estas computadoras? –le preguntó Samanta.
-Yo digo que son una herramienta muy efectiva, no sé si inclusión en el aula, eso lo entiendo como que entrar a la escuela con estos juguetes no es la mejor idea, -decía Javier en la entrevista, -pero pueden remplazar a la escuela de una manera muy divertida, y digo que con esto los niños que las usan, aprenden, tal como lo harían con los juegos educativos que hay para computadoras de verdad.
-¿Conocés alguno de estos juegos? –preguntaba Samanta.
-Sí, en el mercado hay un montón, yo traté especialmente con juegos educativos para personas con deficiencia visual, la mayoría realizados por la ONCE, y para los niños de 3 o 4 años en adelante son muy entretenidos y sobre todo efectivos…
Javier estaba cada vez más confundido aunque le gustaban sus propias respuestas, de hecho él como analista de sistemas conoció software de este gremio, tanto audiojuegos como videojuegos accesibles, desde un amigo con ceguera total que tuvo desde hace muchos años, y una de las personas que lo motivó a desarrollar aplicaciones accesibles para las diferentes discapacidades y adaptaciones de cada uno.
Siguió un poco más la entrevista.
-Contanos un poco de los juegos que te gustaban sobre estas computadoras didácticas.
-¡Huy! –decía Javier poniendo carita de nostalgia, -tenían tantas cosas, te digo que simulaban muy bien a una compu de verdad en caso de una que tuve más que nada, tenía 60 juegos en español y 10 en inglés, tenía un mouse, tenía una tarjeta que simulaba las tarjetas de memoria, la misma computadora físicamente era como las de verdad, ¡hasta protector de pantalla tenía!
-¿Recordás alguno de esos juegos?
-Sí, tenía juegos de deletrear, ordenar palabras, tenía juegos musicales muy buenos con sonido midi y todo… -y en seguida se escuchó agregando, -tenía juegos para adultos, ya sabés, de índole erótica, tenía juegos de mafia…
“¡No! ¡No puede ser! ¡Eso no es verdad!” pensaba Javier, mientras la entrevista seguía. Escuchó que Samanta parafraseaba y retocaba un poco lo que Javier iba contando, haciendo especial hincapié en los juegos eróticos. Al escuchar nombrarlos, Javier se confundió más de lo que ya estaba.
“No puede ser, esto es un montaje, aparte esos juegos que yo nombré son audiojuegos para ciegos, no los incluyen nunca estas computadoras.
-¿Te parece que una persona con discapacidad visual puede utilizar estas computadoras? –preguntaban.
-Exactamente. No todo, pero sí la gran mayoría, porque hablan, en los juegos que estudian el lenguaje, o los juegos musicales sobre todo, porque incluso al tipear suenan las letras, y hasta las palabras ya escritas, los musicales solo hay que elegir una canción, o tocar con las letras o los números, varía en cada una… Pero, por supuesto, existen juegos en los que quienes no ven no pueden jugar como los demás, ya que más allá de decirse cada actividad se muestra su contenido en pantalla, y pueden ser dibujos. Un amigo ciego que tengo jugaba igual conmigo estas cosas, me dijo que hacía memoria o adivinaba qué tipear.
Mientras Javier hablaba la diminuta computadorita se convirtió en la famosa “Oregon Scientific”, y Javier siguió haciendo una demostración de cada uno de sus juegos y actividades. En tanto, Javier en su casa y en la vida real, por decirle de alguna manera, estaba perplejo mirándolo todo, estando seguro de que jamás realizó esa entrevista pero encantado de lo que escuchaba y veía, a excepción de los supuestos juegos eróticos y mafiosos, y las mezclas con audiojuegos.
-¿Cuál y cómo fue la primer computadora didáctica que conociste?
-Yo era re chiquito, ni siquiera sabía lo que era, tendría 3 o 4 años. Mi primo tenía una computadora pero no tenía un teclado como tal, sino teclas del 0 al 9, otra para encenderla, otra para apagarla, y otra más en otro extremo que repetía la actividad o inciso actual. Simulaba más o menos a una notebook, iba a 4 pilas. Tenía la famosa tapita que se abría y se cerraba, pero no tenía una pantalla. En cambio venía con un número enorme de tarjetas, de cartón creo que eran. Había que introducirlas dentro, por supuesto de a una. Cada cual tenía sus actividades tratando de un determinado tema cada una, y tenían dos caras o superficies, y en cada una se proponía una actividad diferente.
Javier vio como la ahora Oregon scientific, se convirtió de pronto en la computadora que él mencionaba, que de hecho la tuvo en la realidad, siendo propiedad de su primo, y robándosela años más tarde. Javier vio y escuchó como él mismo apretaba, en la parte inferior derecha, un pequeño botón redondo que la encendía, dándole la bienvenida en una melodía de guitarrita.
“¡Hola! ¡Vamos a jugar!” decía luego una voz seguramente femenina, pero sin duda sintética, o no del todo humana.
“Introduce, una tarjeta. Dame, una tarjeta. Elije, una tarjeta.” Repetía esa voz cuando Javier tocaba cualquier otra tecla. Nuestro amigo, por supuesto en la entrevista, abrió un pequeño contenedor que se hallaba en el lateral derecho, que contenía todas las tarjetas, en un cartón impecable, con unas perforaciones que harían contacto con la máquina una vez introducidas, lo cual a pesar de ser raro como todo, le encantó a nuestro amigo, a que hasta los últimos años de vida de esa computadora, y hasta que la regaló con todos los juguetes, todas, absolutamente todas las tarjetas estaban destrozadas. En ese caso a lo mejor la computadora tiraba una actividad al azar. Ya no las podía leer correctamente pero las reconocía de todas maneras al ser introducidas.
Luego en la entrevista empezaron a hablar sobre aplicaciones didácticas, tanto para computadoras de verdad como para móviles, pero Javier además de no volver a aparecer, siguió mirando los demás resultados, que resultaron demos de algunos modelos, ventas en Mercado Libre, y demás. Apagó la computadora, la guardó y volvió a la casa de Milena, con la mente a penas con el control suficiente para conducir su convertible, regalo de su papá. El resto de su mente estaba cada vez más confundido, Javier no sabía quién subió el video puesto que el nombre del canal se compuso de lenguaje 1337, y la fecha era muy reciente. Pero a Dios gracias, llegó manejando como pudo a la casa de Milena, a quien una vez dentro y luego de haber saludado a su mamá y a Ariel, fue a saludar a su cuarto, donde nuestra amiga se encontraba jugando con su pianito monofónico.
-¡Javi! –chilló Milena.
-¿Qué pasa mi amor?
-¡Le saco las pilas al pianito y anda igual! ¡Aprieto algunas teclas con el pianito apagado y se prende solo! –chillaba ella.
“¿Otra vez?” pensó Javier. “O todos los pianitos están embrujados o no sé…”
-¡Mi amor, largalo!
Nuestra amiga chilló un poco y lo metió en un cajón de juguetes que tenía.
-¿Y la compu? –preguntó Javier.
-Ahí estuve jugando casi todo el día mientras no estabas. –dijo Milena.
-Me acaba de pasar algo rarísimo, ¿podés creer que según YouTube hice una entrevista a la municipalidad?
-¿Entrevista de qué?
-Sobre estas computadoritas…
-¿Pero la hiciste o no?
-No, es lo más seguro, jamás tuve esa oportunidad ni se me pasó por la cabeza, ¡y ahí está! ¡Colgada en YouTube! ¡Tiene que ser un montaje!
-¿Qué es un montaje?
O sea, le digo montaje a algo que hace uno a propósito para joder al otro…
Mónica, la mamá de Milena entró al cuarto tal vez alarmada.
-¿Están bien, chicos?
-Sí, Moni, tranquila…
-¿Pasó algo, mi amor? –le preguntó a Milena.
-El pianito…
-Che, o están todos los pianitos embrujados o no sé… -dijo Javier.
-¿Otra vez? ¿Supiste que hace 2 años nos pasó eso con un pianito que nos encontramos tirado en la calle?
Javier le guiñó un ojo a la mami de Milena.
-Yo les voy a contar una cosa a las 2. ¡Vamos a la cocina!
Nuestros amigos se encaminaron a la cocina, Mónica mirando a Javier, Milena mirando a Javier, Mónica mirando a Milena, Javier mirando a Milena, y nuestros amigos principales mirándose y mirándose hasta quedarse más quietos en un rincón con una mesada, cerca de la heladera, donde a veces Milena comía y jugaba un poco.
-Mi amor, -le dijo Javier a Milena, -no vamos a ir a patinar mejor, presiento que vas a morir en el intento…
-¿Qué, Javi? Dijiste que ibas a tener cuidado… -dijo la mami de Milena.
-Sí, pero no se puede. No es por mí, es porque… ¿Cómo les explico?
-Pero Javi, ¡voy a ir con cuidado! –protestó Milena.
-Mi amor, yo también quiero que vallamos a patinar, pero va a pasar algo peor…
-¡Pero yo quiero ir a patinar!
-Escuchen, les voy a tratar de contar un poco. ¿Viste, Mile, ayer cuando me llamaron al celu?
-¡Sí! –chilló ella.
-Y bueno, yo estaba en una banda de metal.
-¿Cómo que una banda de metal? –preguntó Milena.
-Estaba en una banda de rock pesado, a vos no te gusta.
-Nooo… -dijo ella.
-¿En serio? ¡Qué bueno! –dijo su mamá.
-Na, qué bueno ni qué bueno. –dijo Javier.
-¿Por qué?
-Porque te cuento, me llamó el baterista, éramos 5 chabones. Fabián, el líder principal que era el que cantaba, Mauro, el bajista, Gonzalo, el baterista que fue quien me llamó, Kevin que es el corista, y un productor y hacker de miércoles, y yo…
-¡Una banda muy armada! ¿Vos qué tocabas? –preguntó Mónica.
-El teclado, como te podés imaginar… Pero bueno, yo ayer los dejé colgados y me estaban esperando para ensayar. ¿Pero además saben qué pasa? Son gente muy oscura, con un alma muy negra, de hecho no me tendría que haber juntado con ellos.
-¿Son malos? –preguntó Milena.
-Sí mi amor, hay gente mala por todas partes y ellos son re malos. Y bueno, me llamó Gonzalo, estaban estos 3 en el estudio, Kevin todavía no, y como yo les dije que estaba cuidando a una amiga me dijeron de todo, que… emmm… bueno, Moni, esto te lo tengo que contar a vos porque…
-No, ¡quiero saber! –dijo Milena.
-Y bueno mi amor, me dijeron insultos, que me pasé al otro equipo, que ahora soy una niñera, un montón de cosas….
Javier volvió la vista a Mónica, que estaba llorando, apunto de ponerse a llorar desconsoladamente.
-¡No llores! –le dijo Javier con voz dulce dándole algunas palmadas en la espalda.
-Lo sabía… -dijo ella sollozando. –No quiero que estés obligado a cuidar a Mile, tenías que ir a ensayar, la trataba de cuidar yo y listo… no te quiero cargar con tantas responsabilidades…
-Pero, a ver, yo estoy acá, o sea estuve ayer acá, primero porque quería jugar con Mile, segundo por la computadorita que le regalamos, y bueno, esto me gusta mucho más que tocar una música que no me gusta con gente de auras que tampoco me gustan…
Mónica seguía llorando.
-¿Y ahora me quieren matar o algo así? –preguntó Mile aterrorizada, y en seguida su mami empalideció también con todo el pánico.
-¡No! ¡A mi hija nooooooo! –gritó ella desesperada.
-Chicas, tranquilas, al que quieren matar más posiblemente es a mí…
-¿Y cómo saben de nosotros?
-Porque bueno, ¿viste que les nombré a Kevin? Este pibe sabe rastrear, hackear y espiar lo que sea, y me encontró, sabe de ustedes, sabe todo lo que hago, sabe cómo me muevo…
-¡Qué gente más chota! –dijo la madre indignada. -¿Cómo sabés que te están siguiendo? ¿te dicen?
-No, no, eso no es todo. Mauro, el bajista, también es no sé si satánico, ocultista o qué carajo, pero tiene un muy buen pacto con el diablo y la Santa Muerte…
-¿Quéeeeeeeee? –preguntó Mónica aún más aterrada y nuevamente llorando!
-¡Nooooo! ¿El diablo va a venir acá? –preguntó Milena, y Javier le guiñó un ojo.
-No sé, chicas, no olvides Mónica que puedo percibir de más allá, y yo también conozco muy bien al diablo y a la Santa Muerte, mejor ni se metan en esto, pero bueno. Encabezados por Mauro, estos pelotudos a noche me hicieron magia negra, y Mauro le pidió a la Santa Muerte que de a poco me fuera llevando con ella y de las maneras más siniestras, tipo película de terror, pero…
-Javi, ¿vos te inventás todo esto y nos querés asustar?
-No, no, yo lo supe a todo esto porque mis seres de luz me lo hacen saber, de hecho estoy luchando contra la maldición que me lanzaron estos tarados, a mí solo me está costando…
-¿Pero nos van a matar a nosotras? ¡No tenemos nada que ver! –explotó Mónica.
-Es que no tienen nada que ver, es que son unos resentidos del carajo y agarrándoselas conmigo solo porque los dejé colgados nos quieren hacer la vida imposible, me caigo y me levanto. Pero bueno, Mile, no vamos a salir a patinar, porque o vos te vas a matar de un porrazo, o el que se va a matar soy yo, o e skate se va a partir tirándonos a la mierda, y yo no quiero haber comprado esto para que se rompa en seguida, menos por culpa de estos pendejos…
-La boca, Javi, estás con una menor –dijo Mónica.
-Estamos hablando en confianza, que ella no repita lo que digo y listo…
-¡Mejor no salgamos! –chilló nuestra amiga.
-¡Ah, ahí me gusta más. –suspiró Javier aliviado.
-¿Pero ya te hicieron algo? –preguntó Mónica.
-Pero miren lo que me pasó hoy, ¿viste que me fui? Y bueno, fui a buscar por Internet, y evidentemente se puede ver en YouTube una entrevista que me hicieron a mí sobre las computadoras de juguete.
¿Cuándo te la hicieron? –preguntó Mónica.
-¡Es que nunca me la hicieron! O sea…
-O sea, decís que te hicieron una entrevista pero que nunca te la hicieron? –preguntó Mónica sin saber si reír o ponerse histérica.
Javier le lanzó una mirada muy contraria a la dulzura que transmitía normalmente, y Mónica dejó de mirarlo como si Javier la regañara por mirarlo a los ojos.
-Mirá, nunca hice una entrevista. O no que yo recuerde, pero es lo más seguro que jamás la tuve, ni se me pasó por la cabeza tener una sobre eso. Pero la cosa es que me encontré con ese video, y me tomó por sorpresa… ¿entienden ahora?
-¿Y de qué hablabas? –preguntaron madre e hija.
-Sobre estas computadoras, pero decía cualquier disparate que nunca se me había ocurrido… Por eso digo que esto debe ser un montaje, pero sonaba mi voz, se veía mi cara…
-¿Vamos a verla? –preguntó Milena.
-Véanla ustedes, yo ya la vi una vez, no quiero pasar por esto de vuelta, yo voy a hacer algunas cosas en la compu y luego, Mile, nos vamos a comer algo para festejar el día del niño, ¿dale?
Saliendo de la cocina, y con un chocolate Ávila que iba comiendo Milena, se encaminaron al comedor, donde Ariel estaba en Facebook.
-Ari, ¿nos dejás un toque la compu? Necesitamos ver una cosa…
-¡Ahora estoy yo! –gritó este, poniendo cara de “no me rompan las pelotas” y mirando a su madre de mala manera.
-Ari, un ratito nomás, ya te dejamos de vuelta… -le dijo Mónica poniendo cara de la típica madre que ya no sabe defenderse ante su hijo adolescente y a punto de romper a llorar otra vez, de manera que Ariel la miró con un gesto un poco más relajado, se levantó y se encaminó a la Play Station, tirada en un rincón frente al televisor.
-¡Javi! –llamó Ariel a nuestro amigo.
-¡Qué! –gritó Javier a la distancia desde el cuarto de Milena.
-¡Vení! –le dijo Ariel en un tono autoritario.
Javier llegó a donde los demás.
-Aguantame un toque, ahora jugamos. Le dijo a Ariel. Camino a la computadora, abrió el navegador, puso exactamente los mismos términos de búsqueda en Google, y como primer resultado lo esperaba su supuesta entrevista, a la que clickeó. Luego de omitir un anuncio típico de YouTube, la entrevista comenzó, tal como Javier la había visto. Él no miró más, dejó a nuestra amiga y a su madre mirando y se fue a jugar con Ariel a Street Fighter, juego que a Javier mucho no le gustaba, pero al cuál Ariel jugaba luchando como todo un guerrero.
Milena y su madre miraban perplejas la entrevista.
-¿Nunca hiciste esta entrevista entonces? –le preguntó Mónica mirándolo a los ojos.
-No, o no lo recuerdo, pero tengo que estar demasiado mal de la cabeza para no recordarlo, así que no la hice seguro…
De pronto Javier sabía que llegaría la parte donde se mencionan los supuestos juegos eróticos, por lo que él para evitar que madre e hija lo escucharan, corrió a intentar sacar el video, cuando una patada eléctrica le hizo perder el conocimiento. Entre tanto, Milena y Mónica ya no escuchaban ni miraban más, y Mónica en seguida cerró el navegador, alarmada por el extraño desmayo de Javier. Intentó acariciarlo para tratar de reanimarlo, y una descarga eléctrica le hizo sacar la mano y ponerse a llorar de preocupación, dolor físico, miedo…
Javier despertó un rato después, y las mujeres, madre e hija, se calmaron. Por tanto, Ariel ni se inmutó, siguió jugando como si Javier no existiera.
-¿Qué te pasó, Javi? -preguntó preocupada y aún llorando Mónica.
-Quise sacarles la entrevista y me di un patadón de electricidad…
-Huy… ¿y desde cuándo da corriente esto?
El supuesto experimento que estaban por hacer Ariel y Javier al final no se realizó.
-Mi amor, -dijo un rato después nuestro amigo a Milena, -¿vamos a comer?
-¡Wiiiiii! –chilló ella.
-Y después volvemos a casa, presiento que si te dejo afuera toda la noche…
-¿Te la vas a llevar a comer? –preguntó Mónica.
-Exactamente.
-¿Puedo ir con ustedes?
-Sí, cómo no…
-¡Yo no! –gritó Ariel a lo lejos.
-¡No, vos no vas! –gritó Milena.
-¿Dónde vamos? –preguntó Milena, sentada en el asiento de atrás del auto de Javier, y su mami en el asiento del copiloto, al lado de nuestro amigo.
-A la nieve, ¿querés?
-¡Pero yo quiero ir a MC Donals!
-Na, no jodas, vamos a la nieve, quiero que pruebes las pizzas que hay ahí.
-¡Pero yo quería ir a MC Donals…
-Mi amor, -le dijo su mami, -vamos a ir a conocer lugares nuevos…
-Sí, Mile, si vamos todos los días a MC Donals nunca vas a conocer nuevas comidas y se pone muy monótono, a mí me interesa que comas nuevas cosas, -dijo Javier.
Milena aparentemente comprendió y se convenció. Llegaron a la nieve, consagrada y considerada la pizzería número uno de Monstruocity, ya que en ella además de haber las mejores pizzas, se incluía una gran variedad de masas, de sabores y contenidos. Incluso a la mejor calidad se podía pedir a domicilio. Era la pizzería favorita de Javier, donde consumía empanadas, Bollos, Fatay, Marcianitos, tostados de diversos sabores, y por supuesto las mejores pizzas. Incluso se podía consumir pasta italiana, ravioles, sorrentinos, lazañas, canelones, ñoquis. Y todo ello con diferentes salsas, cremas y condimentos para ponerle arriba. En la entrada se hallaba esculpido un enorme muñeco de nieve con una pizza gigante, tallado en mármol blanco y reluciente, con una inscripción “La nieve. Las mejores pizzas de la comarca, exclusivas y de la mejor marca”.
La nieve estaba lleno de gente. Pizzas, empanadas, tartas y demás corrían, recién salidos de la cocina, de mesa en mesa mientras los comensales charlaban, bebían y reían a la espera de poder hincar el diente a aquellas delicias totalmente caseras y de la mejor calidad.
-Te va a encantar la pizza de acá. –le decía Javier a Milena.
Pidieron un montón de cosas, entre los tres comerían lo que quisieran, lo que les gustara y lo que les entrara en la barriga. Como entrada pidieron dos Zepelin, uno de verduras y especias, y otro de morrón, huevo y Salmón. Una vez acabados, y luego de hacer un pequeño impaz para que baje la comida, pidieron tres fatays, para Javier y Milena picantes, y para Mónica un Fatay suave. Los tres contenían verduras y carne, entre otros condimentos.
-¿Te gusta? –le preguntaba Javier a Milena.
-Síiii, ¡son muy ricos!
-¿Viste que tenés que probar cosas nuevas, cabeza de choclo?
Por último llegaron dos enormes pizzas. Una contenía la mitad de mozzarella y la otra mitad de anchoa, y la otra tenía mitad ajo al óleo y mitad rúcula. Javier y Milena fueron quienes más comieron, en tanto Mónica se limitó a comer un poco de todo, y no quedó nada, puesto que Javier, si una de ellas dejaba siquiera una miga, se la terminaba comiendo. A nuestros amigos no les entraba nada más en la panza, pero Javier quiso comprar algunas cosas para llevar y comer luego. Compraron bollos, bollos de jamón y queso, bollos con verduras, compraron también algunas empanadas árabes, un cuarto de chipá. Todo eso se lo llevó Javier. Hasta que llegara el mozo que los atendiera a traerles la cuenta (pagada generosamente por Javier) nuestros amigos hablaban un poco, Mónica emocionándose y dejando salir constantemente su lado sensible, Javier hablando un poco sobre el timbre mecánico por el cual los antiguos celulares monofónicos reproducían melodías, les contaba un poco sobre cómo reproducían los ringtones los primeros celulares polifónicos hasta que llegaron los rue Tones, remplazando a las secuencias musicales por archivos digitales ya grabados. Recordaba con Mónica (ya que Milena era bebé e incluso no había nacido) los ringtones de canciones populares, y cómo él se divertía componiendo y componiendo, la mayoría de las veces melodías infantiles o fáciles y las cuales luego sonaban como timbres para llamadas y mensajes.
-Javi, ¿y cómo sonaban los celus de antes? –preguntó Milena.
-¿Los monofónicos? Era un pi pi pi pi pi re molesto que hacía cada melodía, mirá, yo después mañana o por ahí te alcanzo un antiguo celular que tengo por ahí guardado, para que veas lo que eran antes. ¿Dale?
Luego hablaron un poco de que hoy día todo es táctil, todos se enganchan en Facebook y WhatsApp, hoy todos muestran sus estados mediante fotos y los ringtones de los celulares de ahora son insoportables.
-Solo espero que Mile cuando sea más grande no se me ponga con eso como muchas chicas adolescentes, -decía su mamá.
-No, es más, yo me voy a encargar de que no se envicie mucho con eso, que use un poco las redes pero que no se valla al carajo… perdón.
Luego Javier les contó un poco a Milena y a su mamá sobre la diferencia de los teclados o sintetizadores analógicos con los digitales, o polifónicos.
-Piensen que esos teclados, como el que tenés vos, Mile, o el que te encontraste en la calle, ¿vieron? Son polifónicos. Se pueden dar cuenta fácilmente, los sonidos vienen de muestras grabadas, y ahí suenan todos los instrumentos que quieras, hasta con batería y todo. Con un piano analógico no es igual, es un sonido sintético pero tiene una ventaja aunque pequeña para mi gusto sobre los sintetizadores digitales, y es que con los analógicos tenés a partir de un sonido acústico una infinidad de variantes de instrumentos para crear, podés simular guitarra, flauta, piano eléctrico, hasta podés hacer sonidos con efectos raros, cosa que con los digitales así nomás no se puede, salvo que esté ya grabado ese efecto, que no es lo mismo, o después editarlo apropósito.
-¿O sea que los pianos analógicos suenan diferentes? ¿Y se puede tocar más de una nota? –preguntó Milena.
-Sí, no necesariamente son monofónicos. Yo después te voy a llevar a mi casa y te voy a mostrar un piano eléctrico de tapa, de esos que se enchufan, ¿viste? Y bueno, ese es analógico.
-Javi, me encantaría que me toques alguna melodía en el piano o en el arpa, que me comentaste que sabés tocar, pero algo bien dulce y relajante, porque las melodías infantiles son muy cansadoras… -dijo Mónica.
-Sí, yo encantado, si querés después en casa toco un poco en el teclado de Mile, ¿dale?
-Che, Javi, -preguntó Milena, -por qué a mi mami, a mi papá y a otros adultos le molestan las melodías de los juguetes?
-No creas, a mí también me hincha las pelotas. Lo que pasa que te cuento, ¿te acordás que ayer te conté un poco de cómo el chip contiene como mucho 2 canales de audio, uno hace la melodía y otro hace las notas de acompañamiento, porque todo es monofónico?
-¿De cuáles hablan? –preguntó Mónica.
-De los pianitos que te hinchan las pelotas. Y bueno, yo te cuento un secreto, Mile, el oído como todo el cuerpo crece y evoluciona. ¿Viste que tanto un hombre como una mujer cuando es bebé tiene una piel, una carita, hasta unos ojitos, y a medida que crece todos estos rasgos físicos cambian? O sea, pensá que yo por ejemplo, cuando era bebé tenía una piel muy suavecita además de ser yo muy chiquitito de tamaño, y ahora en cambio tengo pelos, barba, todas cosas que cuando era niño no tenía. Vos también vas a crecer, tu mami tiene cosas que vos ya las vas a tener más de grande. ¿Viste? Y bueno, con el oído pasa lo mismo, los niños tienen un oído como más… agudo, creo que los preadolescentes también, pero ya al menos de la adultez o la adolescencia para acá la cosa cambia. En el caso de estos pianitos a nosotros es como que nos quedan chicos, o sea tienen unas frecuencias de audio muy agudas…
-¿Sonido muy agudo?
-Sí, ponele que algo así. Y bueno, a muchos adultos les rompe las pelotas, porque las frecuencias que se acostumbra a recibir el oído son como más… ¿cómo te explico? O sea, si yo a tu mami le pongo una cajita de música capaz que le encanta, ¿verdad?
-Sí, las cajitas de música me encantan, -dijo esta.
-Bueno, porque tienen una frecuencia suave, en cambio si te pongo un pianito de los que usa Mile te vuelve loca…
-Sí… -dijo Mónica.
-Bueno, a mí también me vuelven loco algunos chichitos, no se crean, no olvides Mile que tengo dos hermanitos… Los propios juguetes al ser chiquititos tienen un sonido más agudo, y bueno…
-¡Ayer me volvían loca con la computadorita y hoy Mile también! –dijo Mónica.
-Bueno, la compu también usa ese mismo pianito, y el muñequito aquel que habla te digo que a mí también me rompe un poco las pelotas hoy día, pero en aquella época cuando tenía tu edad eran lo más…
-Yo quiero que Mile le dé más bola al piano, y que toque en un polifónico o en un piano de verdad…
-¿Entendiste lo que es?
-De hecho es increíble, ¡no sé cómo hacés para saber todo eso! Para mí, chino básico, ya te digo. –dijo Mónica.
-Mile, yo te voy a llevar a casa (a mi casa) y te voy a mostrar mi antiguo piano de cola, ¿querés?
-¿Cómo es el piano de cola?
-Es tipo el que tiene tu abuela, ¿viste? Así de tapa y todo, pero con una gran cola o especie de cola en la base, o sea la forma del piano. Ya te voy a mostrar bien, ¡además suena mucho más hermoso!
-¡Awwwwwww! ¿Y se enchufa?
-No, Mile, es incluso más antiguo que los pianos como ya conocés, es todo acústico pero está muy bien afinado, te digo que me mata de armonioso que está…
-¿Y por qué el de la Yaya suena todo desafinado?
-Porque los pianos, ¿ciste que dentro tienen cuerdas, unos martillos que las golpean al pulsar las teclas y qué se yo qué más? Y bueno, al mudar un piano, y con lo grande y pesado que es, es como que se va desafinando, por eso existen los afinadores de piano, pero ellos tienen un oído que me supera…
-¡Mirá cuánto sabe, por el amor de Dios! –dijo Mónica.
-¿Viste? Eso es porque investigo, son todas cosas que me interesan, investigo a fondo, hago pruebas con chips y cosas internas, y bueno…
-¡Sos una enciclopedia excelente para Mile! –dijo Mónica. –De hecho deberías darle clases de piano también…
-Si ella quiere, yo quiero que ante todo sea niña, disfrute, aprenda nuevas cosas, que aprenda estas curiosidades, ¿no, Mile? ¡Yo quiero que cuando seas grande alguien que no sepa te pregunte cómo se hace un teclado polifónico, o uno analógico, o un pianito monofónico de juguete y le contaras todo el procedimiento!
-Bueno, pero el que sabe sos vos, yo no sé si voy a llegar a tanto –dijo Milena. De pronto Javier empalideció.
Entre tanto, en una mesa lejana, la banda metalera casualmente había ido a cenar esa noche a la nieve. Aparentemente, no sabían que Javier se encontraría ahí, pero muchas veces las apariencias engañan. De hecho, quien propuso ir a la nieve, fue Kevin, quien por su parte había espiado hasta el último movimiento de Javier, valla a saberse con qué tecnología.
En este momento estaban comiendo dos grandes pizzas. Una entera de provenzal, y otra, como la que nuestros amigos comieron, mitad de Mozzarella, mitad de anchoa. También sobre la mesa había dos botellas grandes de cerveza negra, y algunos porros de marihuana. De hecho ellos estaban incumpliendo una de las reglas, ya que afuera se podía leer claramente un cartel que dice “Prohibido fumar”.
Ellos, con sus relucientes aros por todo el cuerpo, hablaban, gritaban, insultaban y se reían locamente. De repente Fabián, con aquellos gritos que sabía dar al cantar, gritó:
-¡Acá estáaaaaaaaaaaaa! –su grito resonó por toda la pizzería y llamó la atención de más de uno. Sus compañeros se dieron vuelta, y Milena, su madre y un radiante Javier charlaban encantados, y evidentemente, fuera de este mundo.
-¡Acá está el hijo de puta! –gritó un poco más despacio Mauro.
-¡Pero cómo se puede ser tan imbécil! –gritó Kevin sonriendo triunfante. Y entre los 4 empezaron a gritar cosas indescifrables cambiando una banda de rock pesado por un quinteto de alaridos.
Ahí fue cuando Javier empalideció. Ese griterío llamó su atención, se dio vuelta y… aterrado, vio y volvió a ver a la muerte acercándose a él. Por la cara que puso, Milena y su madre, o al menos esta última, se dieron una idea de qué ocurría. Javier no se puso a llorar, pero estuvo muy cerca. En su lugar decidió sacar al hombre opuesto a una niñera que llevaba dentro, y enfrentar a aquellos pusilánimes como tal.
-¡Estos son los metaleros! –dijo en un hilo de voz. Mónica los miró, percibió la negatividad, la oscuridad, la hipocresía y hasta la misma muerte en los rostros de aquellos monstruos del rock.
-¡Te tenemos! –gritó a lo lejos Fabián.
-¡Te hemos encontrado! –gritó Kevin.
-¡Ya no podés escapar! –sentenció Mauro, largándose a reír maquiavélicamente, en una risa siniestra que estremeció a nuestros amigos de terror.
-¡Noooooooo! –intentaba gritar Javier, pero su voz no fue escuchada ni por él mismo.
“Sé hombre, Javier, demostrales que no te pasaste al otro equipo y ellos están equivocados”, decía una voz celestial en su interior. Como quien no quiere la cosa, Javier se acercó a eso mismo, a la oscuridad, al rock, al heaby metal, al agujero negro maloliente, y con cara de pocos amigos gritó.
-¡Qué hacen ustedes acá!
-¿Qué hacés vos, truxi! –le dijo Kevin a los gritos.
-¿Creían que yo no estaba enterado de nada?
-¿De qué mierda hablás, niñera? –gritó Mauro.
-De que sé que vos, forro, (señalando a Kevin) me venís rastreando como el choto que sos, y que vos, pedazo de pelotudo, me querés acercar a la muerte, ¿o creen que soy tan pelotudo como ustedes?
-¿Y cómo coño lo sabe? –preguntó Mauro en su interior.
Javier que incluso pareció leer ese pensamiento de Mauro, añadió.
-¡Y lo sé porque yo también tengo habilidades espirituales, pelotudo! ¡Espero que tu propio diablo te enseñe que la luz es más fuerte y poderosa que la oscuridad!
-Al revés, forro, con la muerte yo te mato y no volvés más, en cambio la luz no te puede matar…
-No tengo por qué matar, solo quiero que se vallan al carajo y me dejen vivir en paz y…
-A ver, pelotudín, -dijo Fabián, -¿vivir en paz vos? ¿y pasarte al otro bando sin más? ¿Vivir en paz y ser una niñera? ¿En qué mundo estamos, man?
-Fabi, chicos, ¿podemos arreglar esto amigablemente y dejarnos de insultos, hackeos y eso?
-No, no, no. No jodas, esa fórmula de mierda no funciona con nosotros. Intentala con todo el mundo pero con nosotros amigablemente no vas a arreglar un choto, perdiste tu oportunidad, ya no te queremos más, ¡es hora de que empieces a morir! ¡Y a morir de miedo y de terror! ¡Te queremos matar y hacer realidad las películas más siniestras de terror! –gritaban los metaleros desaforados.
-Chicos, a ver, si no me quieren más, ¿por qué no siguen sus vidas y me dejan seguir mi vida a mí?
-¡Porque no la merecés y te lo acabamos de decir!
-Perdón, ¡los que no la merecen son ustedes! ¡Y ahora vámonos de acá que nos vamos a cagar en problemas todos!
-¡No! –gritó Mauro! -¡Te encontramos acá, te vamos a cagar a palos acá, y vas a morir acá!
-¡Nooooooooo! –gritó Javier.
-¡Síiiiiiiiiiii! –gritaron los metaleros y se abalanzaron contra Javier, entre tanto, en la mesa Milena chillaba de terror, y la madre sin palabras lloraba, lloraba y lloraba. Pero, Javier, gracias a la luz y a algún ser milagroso del más allá, fue más rápido y les dio un puñetazo en el estómago a Kevin que gruñó y vomitó en el piso, una patada en el trasero a Fabián que también gruñó y calló de bruces muy cerca del vómito de su compañero, agarró con furia a Mauro y lo zarandeó con violencia para finalizar con una patada en la cara que lo tiró al piso y lo dejó sin aliento, y Gonzalo…
Gonzalo agarró a nuestro amigo del cuello y comenzó a acogotarlo. Javier después de algunos intentos se lo logró sacar de encima. En pocos segundos los metaleros gruñían y gritaban como animales salvajes heridos.
-¡Nos las vas a pagar, puto! –gritó Fabián.
-¡La van a pagar ustedes, forros de mierda! –dijo Javier agarrando uno de los aros de Kevin que llevaba en la oreja y tirando de él para hacerlo sufrir de dolor.
-¿Pero para qué perdés tiempo pegándonos, pelotudo? –dijo Mauro, -¡vos nos pegás pero nosotros te vamos a matar y sin violencia física! Vamos, ¿no era que vos también tenés tus poderes?
Aparecieron dos policías del personal de seguridad.
-A ver, a ver, a ver, muchachos. Un poco de orden, carajo. -¿Qué pasa acá? –preguntó el que parecía tener el mando, barbudo como Javier, tal vez en sus 40.
-Maestro, -dijo Javier, -ellos me conocen, me encontraron acá y me atacaron.
-Disculpe, ingeniero, pero le vi agrediendo a los muchachos…
-Sí, para defenderme, amigo.
-Bien, -dijo el otro policía, -déjense revisar uno por uno…
Y comenzó el examen policial. Entre tanto Mauro seguía encomendándose a la muerte para acabar con Javier de todas formas.
-¿Usted con quien llegó a la pizzería, ingeniero?
-Con esta nena y su madre, -dijo Javier señalando a Milena y a la madre, que continuaban llorando y chillando.
-¿Es usted el hermano?
-No, soy su amigo y su…
-¡Su niñeeeeeeraaaaaaaa! –gritaron los metaleros provocando un gran escándalo acabado en una carcajada bien infernal. El color de la cara de Javier, admitió lo dicho por los metaleros.
-¿Su propia madre no la cuida? –preguntó el oficial.
La mencionada madre de Milena salió de su soponcio en sentido de llanto, terror e histeria, y se adelantó al policía.
-Oficial, lo que ocurre es que Javier, él, (señalándolo) la cuida porque yo estoy prácticamente sola y trabajando gran parte del día, y la cuida porque quiere…
-¡La cuida porque se nos pasó al otro equipo! –gritaron los metaleros histéricos. -¡Nos traicionó! ¡Se cagó en el buen rock y el buen metal la niñera! –seguían gritando.
-Muchachos, un poco de orden. –dijo el oficial barbudo retirando los porros de marihuana. –Ahora retírense todos del restaurante, y ustedes desde ahora serán rastreados, y en la próxima que entren con productos ilegales y prohibidos, van a ser deportados. ¿Se entendió? –dijo mirando a los metaleros. –Usted, la niña y su madre pueden retirarse, -dijo volviendo a nuestros amigos. -¡Que no se vuelva a repetir en nuestras instalaciones!
Antes de salir, Javier que se sentía a salvo porque creyó haber perdido a los metaleros de vista, pagó la cuenta y se retiró pidiendo disculpas por la escena sucedida.
Nuestros amigos enfilaban, ya en el convertible, hacia la casa de Milena, seguían charlando mientras Milena y su mamá trataban de calmarse después de lo ocurrido, cuando un Ferrari se les fue acercando peligrosamente. Javier aún no podía ver quien o quienes lo conducían. Unos bocinazos empezaron a sonar desde el Ferrari y desde otros autos. Javier los vio de pronto, los metaleros avanzaban en sentido contrario peligrosamente.
-¡Pónganse los cinturones, joder! –gritó Javier asustado. En la parte delantera del Ferrari se podía apreciar una calavera pintada con una inscripción, “La muerte es la que conduce”. El Ferrari se seguía acercando cada vez más peligrosamente. Javier tomó un carril a la derecha, alejándose por ahora del Ferrari de la muerte, avanzó también peligrosamente, hasta el punto que milena chillaba, y ya tenía al Ferrari solo unos 5 metros a su izquierda, más adelante. Javier siguió avanzando, pero Fabián, el conductor del Ferrari, quien no era ningún boludo, dobló hacia donde estaba Javier para volver a tenerlo en frente y finalmente tocarlo, pero este se desvió, empezó a acelerar, doblando y ya conduciendo como si jugara al GTA, para terminar casi perdido fuera de la zona de combate automóvil. Pero en seguida el Ferrari le dio alcance. Javier, como quien no quiere la cosa, corrió, con la joya móvil y convertible acelerando y ronroneando enfurecida, con Milena chillando y con su madre llorando, corriendo ya a 240 km por hora como un energúmeno, siguió corriendo con el Ferrari ya a 4 metros de distancia, y de tanto aumentar la velocidad ¡al fin logró pasarlo!
Javier volvió a doblar hacia la izquierda, sin dejar de correr, intentando volver a tomar el camino que debía ubicar, y al mismo tiempo tratar de pasar a los metaleros, o en todo caso alejarse.
De pronto, cuando ya parecía que Javier iba a chocar o matar a alguien, el Ferrari de la muerte desapareció de la vista de nuestros amigos. Javier volvió a ubicarse, y tomando la calle Petrini, siguió hasta su casa, unas 20 cuadras más allá, conduciendo por si acaso a 180 por hora. A mitad de cuadra un policía lo paró.
-¡Bájese un cacho, carajo! –le gritó un policía gordito con gafas oscuras, que se fumaba un porrito.
-¿Qué pasó, amigo? –gritó Javier bajando.
-¿Dónde va tan apurado, colega?
-¡Huy, carajo, no me di cuenta, maestro! ¿Iba tan rápido?
-Tan rápido no, coño, parecía que iba en un avestruz a motor, carajo. ¿Qué está corriendo carrera por estas zonas, ingeniero?
-Uh, qué pelotudo. Pasa que un Ferrari me está siguiendo…
-¿Quién lo conduce?
-¡La muerte, carajo! –gritó Javier con una voz aterrada.
-Bueno, doctor, súbase que nos vamos.
-¿A dónde?
-¿A dónde cojones le parece?
-No puedo, tengo a esta nena y a su mamá, -dijo Javier señalándolas dentro del auto.
-Pero usted estuvo incumpliendo la ley del orto, amigo, hay que llevárselo a la puta comisaría, man.
-¡Entonces métase la ley por el culo, oficial! ¡Las leyes son una cagada! ¡Somos colegas en esto!
El oficial sonrió dándole otra chupada al porrito de marihuana.
-Qué ojete tiene usted, ingeniero.
-Sí, a este mundo vinimos a romper la ley, cagarnos en la ley, y mandar a la puta que lo parió a la ley.
El oficial seguía riéndose pero en seguida le susurró a nuestro amigo:
-¡Shhh, carajo! ¡No diga esas cosas tan alto que por ahí anda mi jefe y si me escucha conspirando con usted me hecha a patadas en el orto!
-Y bueno, maestro, ¿podemos arreglarlo amigablemente?
-Muestre sus documentos de los cojones, tío.
Javier sacó un documento falsificado que mandó a hacer desde que tuvo permisos de conducir, para cuando lo detuviera la policía, aprovechando que su casa quedaba muy cerca de La Nación de Monstruocity, el periódico más leído, pero que Javier detestaba como a todos los demás periódicos.
-Ah, la puta madre, así que usted es periodista, ¿eh?
-Sí, estaba yendo para el periódico a entrevistar a estas dos, -nuevamente señalando a nuestra amiga y a su madre, -y usted sin atreverse a romper la ley del carajo, viene y nos detiene, la puta que lo re parió, con todos mis respetos.
-Huy, carajo, perdone entonces, siga nomás.
-¡Gracias, maestro!
-Y conduzca más despacio que si se le acerca el Ferrari de la muerte lo llevamos en la patrulla del diablo, carajo.
Sin más peligro, nuestros amigos llegaron finalmente a la casa de Milena. Mónica le pidió a Javier que se quedara a dormir, pero este quiso volver a su casa. Mónica le insistió un poco, sin duda por lo último que había acontecido esa noche, pero Javier una vez más se rehusó argumentando que mañana debería levantarse re temprano a trabajar y hacer una banda de cosas, lo cual era verdad a medias. A Dios gracias, nuestro amigo, luego de dar un beso de buenas noches a Milena y darle cuerda a la cajita de música de nuestra amiga, y saludar a su mamá, salió y se volvió para su casa, cerca del centro. Para entonces eran las 10 y media de la noche. Javier se estaba acercando, ahora manejando a velocidad moderada, cuando de pronto el Ferrari de la muerte, y sin previo aviso explotó en un bocinazo infernal corriendo a mil por hora en dirección contraria, asustando a Javier y con intenciones de chocarlo y acribillarlo, sin duda. Javier no se quería meter en más líos, pero esta vez la velocidad del Ferrari fue superior a la otra vuelta, del mismo unas guitarras agresivas reventaban los parlantes del estéreo, y nuestro amigo, como quien no quiere la cosa y como alma que lleva el diablo, aumentó la velocidad a 810 por hora, a riesgos de explotar su convertible, y a toda velocidad avanzó, indiferente a semáforos, transeúntes y más. Ahora ambos autos corrían casi de igual forma, aunque en sentido contrario, a riesgos sin duda de destrozarse entre ellos. Javier hizo saltar el auto, aun sabiendo el accidente que estaría por suceder, avanzó más, ya tenía el Ferrari solo a 2 metros, saltó una vez más, lo alcanzó, Fabián que lo conducía se desvió a propósito, Javier imitó el desvío saltando por encima, chocándolo y haciéndolo volar, mientras vio por el retrovisor cómo la calavera que tenía pintada el Ferrari le sonreía sin dientes y lo miraba fijamente con cara de pocos amigos muertos. El Ferrari voló, deshaciéndose y tirando a los metaleros afuera, pero Javier no vio más. Los pisó, sin fijarse a qué o a quien, más o menos a ciegas, y cuando sintió que ya muchas cosas se quebraban, los alaridos y hasta las guitarras rabiosas habían dejado de sonar, sin bajar la velocidad siguió, como alma que lleva el diablo, huyendo del crimen, indiferente a sirenas que en la lejanía empezaban a sonar insistentemente, y también indiferente a semáforos y transeúntes aterrados.
Las sirenas de ambulancias, policías y bomberos alborotaban la noche, pero Javier ya había guardado su convertible en la cochera, aprovechando que estaba desierta, y sin perder tiempo se puso a limpiar y lavar muy bien todas las evidencias, que no eran pocas.
“¡De este crimen salgo bien parado!” pensó Javier.
Nuestro amigo se fue a dormir. Milena entre tanto en la casa, no dormía, jugaba con la computadorita.
“Cómo se deletrea la palabra, pato.” Decía el muñequito. Milena tecleaba. P, a, t, q. Equivocado, inténtalo otra vez.
“¿Pero qué? Yo apreté la O!” pensó Milena.
A los 2 intentos restantes sucedió exactamente lo mismo. Volvió a prenderla y apagarla por las dudas, pero cuando Milena apretaba una letra, la computadorita la engañaba respondiendo con otra. Se aplicaba lo mismo para las melodías y otras actividades. Incluso se sorprendió apretando las flechas de lo que sería el mouse, y estas que originalmente no deberían hacer nada, respondían con algunas letras. Milena se asustó, no sabía cómo contarle a Javier, además ella no la había roto y hasta donde sabía, la cuidó muy bien en este corto tiempo, y es que Javier le dijo que la cuidara muy bien y ni se le ocurra romperla.
La madre le gritó desde su cuarto que la apagara y que se duerma, y eso hizo. Ya en plena trasnoche, Milena dormía plácidamente soñando con un teclado muy moderno que le regaló Javier, pero de pronto se despertó sobresaltada. Algo, o alguien la atacó, se le subió encima, dio algunos saltos sobre ella y finalmente cayó en su cuerpo dejándola inmóvil. Milena creyendo que se trataba de una pesadilla, chilló, intentó despertarse, pero no. O era una pesadilla difícil de despertar, o era la mismísima realidad. Milena seguía chillando, eso que quiera que se le haya subido vibraba un poco. De pronto sintió que algo se alargó sobre ella la sujetó y la dio vuelta en la cama. Milena abrió los ojos, estaba incluso más oscuro que lo que dejó ella al apagar la luz. Iba a ir a prenderla, pero esa cosa encima suyo no la dejaba moverse. La cosa en respuesta alargó algo que podría ser una pata, o una garra, y la agitó sobre el cuerpo de la niña amenazadoramente.
-Buenas noches, Milena. –dijo esa cosa en una voz irreconocible, y por fin prendió la luz.
¡A esperar la cuarta parte!