Texto publicado por Fer

La computadora de juguete (segunda parte)

El resto de ese día transcurrió con nuestros amigos, Javier y Milena, jugando juntos. Han cocinado unos bizcochitos muy fáciles mientras Javier le enseñó a Milena a prepararlos, han seguido jugando otro rato con la computadora de juguete, han tocado el teclado de Milena, ella solo tocaba algunas melodías infantiles que sabía con la mano derecha, y él tocaba con las dos manos, enseñándole a Milena a hacer algunos acordes, de las notas más frecuentes, y ella aprendiendo a duras penas con sus pequeñas y cortas manitos que no llegaban a más de una octava y media, han jugado con el mismo teclado a intentar juntos componer una canción desde cero, resultando una mezcla de música infantil y reggae, ambos usando sus habilidades de improvisación, las cuales a Milena se le daban de alguna manera. Luego Javier y Mónica, la madre de Milena han preparado perros calientes, y panqueques de postre, los cuáles devoraron y disfrutaron hasta no quedar más. Ariel, el hermano de Milena no estaba, se había ido a jugar con sus grandulones amigos.
-Javi, siento que no es suficiente y es muy poco lo que te doy a cambio, merecés mucho más… -decía la madre de Milena. -¿Querés que te pague por cuidar a Mile?
-Naa, ¿para qué me pagarías? –decía Javier.
-Es que… hacés tanto por ella y la cuidás con tanto amor que… me quedo chica…
-Pero para nada, Mónica, no lo hago por trabajo ni mucho menos, lo hago porque la quiero a Mile y los quiero a ustedes, lo hago porque sale de mi corazón…
-Siempre supe que tenés un corazón enorme –dijo la madre de Milena con los ojos húmedos por la emoción, levantándose con intención de abrazar a Javier fuertemente, quien a su vez le hizo un gesto para que se detuviera.
-Gracias, ahora luego de comer te abrazo si querés…
-Pero es que siento que al lado tuyo soy un poroto…
-No digas eso, Moni, por el amor de Cristo. Vos sos la madre, y Milena sabe mejor que nadie cuánto la amás y cómo necesitan amor de la una a la otra mutuamente…
-Lo sé… pero, si no fuera por vos, ¿cómo la veo a ella con tantas ganas de jugar y aprender y sonreír tan feliz? Sabés que Ariel se pone muy rebelde y no nos dedica siquiera un tiempo de vínculo familiar ni a ella ni a mí…
-Sí, Mónica, lo sé, pero te cuento, yo lo hago a esto no exactamente porque lo tenga que hacer, sino porque en lo más hondo de mi alma junto a otros sentimientos hermosos está el de cuidar de Mile que es un pan de Dios, y efectivamente necesita mucho afecto, que gracias a Dios no le falta, necesita a alguien que la saque, la haga divertirse y la haga conocer nuevas cosas, y desde que nos conocemos aquella vez en la esquina me di cuenta la niña que lleva dentro… O sea que ya sabés, lo hago de corazón por amor o cariño a ustedes, como mejor quieras verlo, y por lo tanto no me debes ni una monedita de 5 centavos…
-¿Seguro? Te juro que hasta sos lo que su padre biológico nunca fue… -dijo Mónica quebrándose y volviendo al llanto, sin duda aún desbordada de dolor, un dolor que desde que su marido partió a las montañas no hubo terapia que lo sanara.
-Mile, -dijo Javier volviendo a la vista a la carita tierna de Milena, -¿la querés a tu mamá?
-Sí, mucho. –respondió ella.
-¿La amás? –insistió Javier mientras la mamá seguía como congestionada.
-Sí… -dijo Milena en un hilo de voz. La mamá estuvo nuevamente impulsada a abrazar a alguno de nuestros amigos, o por qué no a ambos, y sin que Javier la detuviera abrazó llorando a Milena que estaba a medio terminar uno de los últimos perros calientes.
-Mi niña, te cuento que mamá está muy sensible, cuando seas adulta vas a conocer un poco sobre los sentimientos que a lo largo de la vida tenemos que enfrentar, pensá que tu viejo se fue y la destrozó como para toda la vida…
-¿Nunca más te vas a curar, mami?
-Mi amor, es que esto me supera, el corazón que tiene Javi es gigante… -dijo su mamá aún llorando.
-Yo les digo algo. Podría ser su segundo papá, pero bueno, también tengo mi vida, mi familia y mis compromisos sociales y laborales…
-¿Qué dice, mami?
-Digo que tengo que trabajar, tengo una novia, tengo a mi familia, tengo mis quilombetes, ya sabés… Soy ante todo tu amigo, tu mejor amigo, tu compañero de vida, Mile, tu compañero de juegos, como quieras verlo, y estoy acá porque te adoro y siento un cariño muy profundo por vos, y vos, Mónica, quedate tranquilo, yo a los niños sobre todo si llevan un ángel dentro y son tiernos, y no se vuelven insoportables, los puedo llegar a querer mucho y cuidarlos como cuido a Mile, y sé que por otra parte vos estás muy destrozada y tenés otro hijo en plena adolescencia que te quiere cuando te quiere, y sé que vos no podés dedicar todo el día para la pobre…
-Pero no quiero que te sientas atado a nada, Javi…
-No, para nada. Obviamente, van a haber tiempos en los que me parece muy importante que Mile empiece a hacer amigos en el colegio o en la zona, o que juegue con sus juguetes un poco, porque yo siempre no puedo estar, y cada vez que pueda, y tenga tiempo y ganas voy a pasarla a buscar y hacerle pasar un lindo rato juntos, y todo totalmente gratis. A mí ser niñero… niñera… emmm… bueno, eso no es algo que forme parte de mi vocación pero…
La madre sonrió y se puso un poco roja como si algo le diera vergüenza, pero Javier continuó: -sí, lo que pasa que hoy tuve algo que después te voy a contar. Digo, si querés ofrecerme algo voluntariamente, bueno, ¡gracias! Pero no me parece indispensable y nunca te lo tendría ni que reclamar ni siquiera pedir…
-Dios, Javi, es como que caíste del cielo…
-Mami, qué es pedópilo? Preguntó de pronto Milena, y en seguida Javier le guiñó un ojo.
-Pedófilo, mi amor, con f de forro, -dijo Javier.
-¿De dónde sacaste eso, Mile? –preguntó su mamá.
-Me acuerdo cuando recién lo conocía a Javier que le dijiste que ojalá no fuera un pedópilo.
-Pedófilo, ¡con la f!
-Bueno, pedófilo –repitió Milena.
-Ah, ahí me gustó más.
-¿Pero es un insulto?
-No, -dijo la mamá de Milena mirando a Javier.
-¿Qué es? –preguntó Milena.
-Bueno, es cuando un adulto… emmm… bueno… esteee… es cuando un adulto tiene… -se trababa la mamá de Milena.
-Mi niña, -le dijo Javier, -en unos años lo vas a saber bien, por ahora pensá que un pedófilo es un adulto, por ejemplo yo que tengo 21 años, que quiero… emmmm… hacer cosas para adultos con vos, ¿viste?
-¿Cosas como qué?
-Ya sabía que íbamos a llegar a esta pregunta –le dijo Javier a la mamá en un susurro.
Mientras seguían hablando, Javier había corrido a la cocina a retirar los panqueques, el dulce de leche y un par de cucharitas.
-Mi amor, un pedófilo mayor de edad hace con un niño lo que hacíamos tu papá y yo cuando éramos felices, en unos años lo vas a aprender… -dijo su mamá nerviosa.
-¿Pero Javier es pedófilo o no?
Javier, llegado a esta pregunta podría haber sentido el golpe, pero en su lugar comprendió que todo venía de la inocencia de Milena.
-No, Mile, gracias a Dios no, de lo contrario tu mamá ya me hubiera echado a patadas desde que nos conocimos.
La mamá de Milena suspiró de alivio, y en seguida se pusieron a hablar de música.
-Yo toco el piano desde muy pendejo, -le dijo Javier a la madre de Milena, -también fui aprendiendo a tocar un poco la batería, pero me encanta el arpa, ponele que desde el año pasado la estoy aprendiendo a tocar…
-¡Ay, pero qué hermoso, Javi!
-Síii, ¡dicen que el arpa es el instrumento de los ángeles! ¿A vos te parece?
-Sí, totalmente… ¡Después decile a Milena que te toque algo en la flauta!
-Sí, me mostró algo, igual te digo que en el colegio le enseñan a tocar cada pedorrada…
-Dios… pero es lo que hay –dijo su mamá suspirando.
-A mí me gusta la flauta, pero si suena despacito, afinada y dulce, si suena así re fuerte y chiflada, vendito sea Dios…
-Yo también sabía tocar un poco la flauta cuando era chica –dijo la mamá.
-Yo habré aprendido algunas notas pero no es mi instrumento, otra cosa que hago es hacer mecanismos con las cajas de música…
-¡Qué bueno! ¿Y eso en qué consiste?
-¿Viste que dentro tienen unos cilindros que se mueven mecánicamente? ¿Y tienen unas… plaquitas de metal?
-Claro…
-Y bueno, un mecanismo especial hace que toquen la canción que suena en cada una, y bueno, yo tenía una a la que más o menos desarmaba pero sin romper, para experimentar con esto, pero pensá que hay que hacerlo con muuuuuuuuuuuuuucho cuidado…
-¡Sos un groso entonces!
-¿Le cambiarías la melodía a mi cajita de música? –dijo Milena emergiendo de su cuarto.
-Mi amor, mejor no, acabo de contarle un poco a tu mami del proceso…
-Y apenas entendí –agregó ella instantáneamente.
-Y hay que hacerlo con mucho cuidado, si no después no suena más como debería o puede llegar a dejar de moverse.
-¿Se mueve?
-Sí, las cajitas de música también son mecánicas, el motor que tiene dentro se mueve y gira con otras cosas que tiene dentro.
-Son re dulces las cajitas de música, -dijo la mamá. –Mile cada vez que duerme le da cuerda a la que tiene…
-Sí, me contaba…
-Escuchame Javi, pero vos te dedicás a algo de informática, creo, ¿no?
-Sí… quise ser programador o ingeniero pero ahora soy analista en sistemas…
-Vendito sea Dios, yo de informática apenas sé usar el Facebook…
-Sí, ya traté con mucha gente en las mismas, no te preocupes. Si te dieras una idea de lo que hago…
Y un rato después, Milena se acostó a dormir, mientras Javier volvía a su departamento, prometiendo volver al día siguiente para el día del niño.
-Quedate a dormir con nosotras –le ofreció la mamá de Milena.
-Na, gracias, mañana vuelvo…
-Pero dale Javi, nos sobran dos camas…
-¿Segura? Yo porque no las quiero joder…
-Pero no, Javi, no nos jodés para nada…
Tras pensarlo un momento, Javier aceptó quedarse, y dormir en el cuarto reservado a las visitas al lado del que compartían Milena y su hermano, y cuarto al que a veces Ariel entraba a dormir por no soportar más a la niñez.
Entre tanto, desde un par de horas atrás, la banda metalera en la que estaba Javier, aún en su estudio inició su venganza contra Javier por haberlos dejado colgado.
-¡Qué forro que es! ¡Se pasó al otro bando! ¡Me decepcionó! –gritaba Fabián, guitarrista, vocalista y líder principal.
-Yo sabía, coño, yo sabía que este tío llevaba un Justin Bieber dentro… -gritó Mauro, el bajista, quien también era ocultista y practicaba la magia negra.
-Y para colmo el pelotudito no tiene los pantalones de agarrar el telefonito ese de mierda que tiene, no sé para qué carajo, y llamarnos y decir que no puede venir, y listo… -dijo Gonzalo, el baterista.
Kevin, corista y productor, experto en diseño web y piratería informática, por su parte añadió:
-Changos, entre los 4 tenemos que montar un operativo para mandarlo bien a cagar, tenemos que ser todos testigos de que se cague encima para siempre…
-¡Síiiiiiiiii! –chillaron a coro los tres restantes.
-Hackealo, ¡por enfermo! –gritó Fabián, eufórico.
-Eso vamos a hacer. Puto cagón, ¡no sabés la que te espera! ¡Fallador! ¡Incha de Riber! ¡Reggaetonero! ¡Homosexual!
-Yo a este pelotudo le voy a mandar a un muerto para que se lo coma vivo, -dijo Mauro.
Un rato después estaban hackeando absolutamente todo lo que pertenecía a Javier, y cada uno creía escuchar en su interior la voz de Javier diciendo, ¿Qué les parece que van a ganar hackeando como los enfermos que son?
-¡Sacar la información de por qué carajo sos tan puto! –gritó en voz alta Gonzalo.
-¿Qué? –dijo Mauro sorprendido. -¿También escucharon la voz de este tarado?
-No puede ser… titubeó Kevin.
-No me digan ahora que este tarado sí tiene poderes paranormales, yo no le había creído un carajo, incluso estaba seguro de que no llegaría ni cagando al ocultismo…
Fue cuestión de unos pocos minutos, y ya estaban espiándolo todo.
-¡Miren qué mentiroso que es! –gritó Fabián. -Le miente a una amiga con que escucha Épica, Rata blanca, qué se yo… ¡no escucha un carajo!
-Ni hablar, man, te aseguro que le preguntás cuál fue el tema más exitoso de Épica y no lo sabe… -dijo Kevin.
-Sí, y a otra amiga le miente con que sabe tocar lo básico del bajo, ¡del bajo no sabe un carajo! ¡yo fui testigo de cómo lo agarraba! ¡no sabe ni qué nota es cada cuerda! –gritó Mauro.
-Y a otro amigo le dice que le gusta Ebanescence… ¡chamuyero de mierda! ¡A este solo le gusta el reggaeton y la cumbia villera! –gritó Gonzalo.
-Que se lo coman los negros entonces, -gritó Kevin.
-Chicos, -dijo Mauro, -esta noche entre todos vamos a hacerle magia negra en equipo, así a partir del día siguiente se va acercando a la muerte de a poco, ¿qué les parece?
-¡Síiiiiiiiiii! –chillaron y silbaron los cuatro como si fuera una inchada de fútbol.
-Ya sé lo que le pasa a este tarado, -dijo Kevin, -ayer se fue a una juguetería con una tal Milena Martínez, se compraron una computadorita de juguete, de esas bien pedorras, y por eso el pelotudo quedó tan colgado…
-Bien, pues vamos a hacer que la computadorita se le rompa o desaparezca por arte de magia, o se la vamos a embrujar, ya me dirá mi diablo todopoderoso, y si quieren les complicamos más allá de eso la vida a los dos… -dijo Mauro.
-Pero pobre pendeja… -dijo Gonzalo.
-¿Qué pobre ni pobre? –dijo Fabián.
-Pero man, el pelotudo es él, él es el colgado, por qué nos la vamos a agarrar con la pobre pendeja…
-Les apuesto mil demonios que Javier se la quiere coger, pedófilo de mierda también. –dijo Mauro.

Milena estaba durmiendo plácidamente, pero a eso de las 5 de la mañana una pesadilla la invadió. Estaba jugando sola con la computadorita, de repente le descubrió nuevas funciones que ella no había visto el día anterior, y en un momento el muñequito que evidentemente hablaba con aquella voz femenina, apareció en vivo y en directo, la miró fijamente con una mirada monstruosa de odio, la sujetó diciéndole a gritos algo que ella no logró entender, y de repente… el llanto de Milena despertó a Javier. Adormilado y como quien no quiere la cosa, se levantó vestido únicamente con una remera naranja de manga larga para dormir, ya que hacía mucho frío, y sus flamantes calzones rojos, se encaminó a la habitación de la pequeña, prendió la luz, se acercó silenciosamente a la cama, comprendió que Milena estaba soñando tal vez una pesadilla, apagó la luz, salió y volviose a acostar. Se durmieron ambos amigos nuestros enseguida. Milena tuvo un lindo sueño con la Oregon Scientific de su prima, soñó que su prima se la regalaba, y ella se adueñaba de aquella computadora, se la llevaba a su casa y no dejaba de usarla conectada a la corriente. Pero en seguida se despertó, la Oregon Scientific ya no estaba, y comprendió que una vez más había soñado, aunque este sueño le encantó. Entre tanto Javier había soñado algo, fue a Top Toys, se compró una computadorita similar a la que tenía Milena, aunque un poco más grande, también se compró un pianito monofónico (aunque en la realidad estos solo le gustaron en su niñez) también se compró una guitarra eléctrica de juguete con muy buenos sonidos digitales, todo lo pagó en efectivo en un total de 680 pesos, se encaminó a una tienda cercana de videojuegos, se compró un tetris, una gameboy portátil, una PS” portátil que en la realidad jamás había visto y lo tomó por novedad, un viejo Sega usado y pirata que estaba en oferta, una famicom también vieja, usada y pirata, y todo, incluido los juguetes los cargó en una caja enorme hasta su casa. Cuando llegó, fue a abrir en seguida cada consola y juguete que había comprado, pero de pronto todo desapareció, y Javier se encontró en la cama del cuarto de visitas de la casa de su pequeña amiga, sin juguetes, ni consolas, ni nada de lo que en sus sueños hubiera ocurrido. Había pasado el tiempo y ya eran las nueve y media de la mañana. Javier se vistió, se desperezó, se levantó, fue al baño a hacer sus necesidades como siempre, y una vez estuvo impecable, salió y se dirigió silenciosamente a la cocina. Allí estaba Mónica, lavando y limpiando trastos, restos y rastros.
-Hola Javi ¡buen día! –dijo la mamá acercándose a abrazar a nuestro amigo.
-¿Cómo estás, Moni? –dijo abrazándola también.
-Bien, dentro de lo que se puede, ¿cómo dormiste?
-Excelente, gracias, ¿y ustedes?
-Yo como pude, ya sabés, el insomnio de mierda… -dijo Mónica.
Yo te voy a dar una pequeña receta para el insomnio, ¿querés?
-¿Síiiiii? ¡dale!
-Bueno, no va a haber problema porque te gusta la cocina y sos muy buena para esto, pero es algo que si no se hace con precaución te puede matar…
-Ah, entonces mejor no.
-¿Y Mile? ¿Durmió bien?
-Debe seguir durmiendo, te cuento que chilló un poco y me despertó…
-Corazón, ¿querés café? –preguntó la madre de Mile.
-¡Dale, gracias!
-Sí, mi pequeña creo que tiene muchas pesadillas a menudo… -dijo su mamá.
-Sí, la fui a ver y estaba re dormida pero se agitaba como si le hicieran algo en el sueño…
-Espero que tenga un lindo despertar porque es el día del niño y quiero comerla a besos como todos los años, -dijo su mamá.
-Es tu hija, o sea que por mí hasta te la podés comer viva, escupirla de vuelta, y comértela una vez más, ¡pero nunca tragarla! –y la mamá se rio por la ocurrencia de Javier. –Salió de tu vientre, y esto garantiza que puede volver a tu interior, volver a salir, y si lo querés imaginar, renacer…
-La que quiere renacer soy yo… es muy complicada esta vida te digo…
-De hecho, ella tiene toda una vida por recorrer y en la que aprender una banda de nuevas cosas, ni hablar, yo también quiero renacer, te digo que la adultez es brava…
-La niñez es la mejor etapa, acá nada es difícil, pero desde que uno se hace adolescente…
-Por eso yo le digo a la pequeña, que disfrute cada día como un día único que nunca volverá, y que disfrute ahora que es una niña, más que nunca. Porque la niñez se termina, y bueno…
La madre de Milena sacó el café del microondas, y se lo ofreció a Javier.
-¿Querés azúcar?
-Yo le pongo, ¡muchas gracias!
-Dale Javi, hoy quiero malcriarte como si fueras uno más de la familia…
-¿Segura?
-Yo encantada…
-No olvides que por supuesto voy a seguir ayudándote en alguna cosa de la casa como hasta ahora, ¿sí?
-Dios te bendiga, Javi, un corazón de oro te dio el señor… Hablando de eso, ¿están rezando Mile y vos?
-Sí… -mintió Javier.
-¿Todos los días?
Esta vez Javier se sinceró.
-Mirá, yo rezo solo con Milena porque también quiero guiarla por el camino del bien, pero lo mío es la espiritualidad y es lo que practico más a diario…
-Ah,cierto…
Un chillido infantil puso a ambos adultos en alerta. Milena correteaba hacia la cocina.
-¡Feliiiiiz día del niiiiiiñoooooooooooooooo mi hermooosaaaaaaaaaaaaa! –decía su mamá abrazándola y llenándola de besos con tanto amor y ternura, con la típica voz que se les suele poner a los niños.
-¡Feliz díaaaaaaa mi pequeñaaaaaa! –dijo Javier abrazándola también. -¡vení que vamos a abrir los regalitos!
-¿Me trajeron los 2?
-Síii mi amor, sí –dijo su mamá.
-Yo también Mile, vamos a abrirlos.
Se encamenaron al comedor, y en un rincón yacían algunos paquetes de regalo, sin duda algunos para Milena, y otros para su hermano, que no había regresado.
-Tomá, mi amor, para vos. –le dijo la mamá a Milena. Era una cajita bastante grande y ancha, envuelta, al abrirla, también envuelto había un pianito rosa con un montón de dibujos de las princesas de Disney.
-¡Waaaaaaawwwwwww! –decía Milena encantada. Javier lo prendió y no arrancó.
-Ah, debe haber que ponerle pilas, -dijo la mamá.
Al fondo de la caja había una cajita con tres pilas que habían venido incluidas, y otra cajita como la de un remedio que traía un micrófono para conectarle.
Le pusieron las pilas, llevaba tres, lo prendieron, y resultó ser un pianito monofónico con sonidos de animalitos, un montón de melodías infantiles, algunas grabaciones de guitarra eléctrica que se hallaban en algunos botones al costado, y hasta algunos sonidos de instrumentos diferentes, pero no era digitales, sino grabaciones como se solían hacer con los sonidos de animales para que cantaran, tal como Javier le explicó ayer. Un pianito de esos era el que ahora su mami le había traído de regalo.
-Bueno, Mile, abrí esto. –javier le entregó una caja enorme y alargada.
-¡Huuuy! ¿Qué será esto? –dijo Milena.
-Ábralo, mijita. –dijo Javier.
Milena, ayudada por Javier rompió el envoltorio. Efectivamente una caja enorme y muy alargada (por supuesto no era como la de un televisor o una computadora) se encontraba también envuelta en un nailon. Abierta la caja, apareció… ¡un juego de patinaje! Había un skate, más pequeño que los que se suelen usar de verdad pero de madera, un par de patines, unas rodilleras, ¡todo seleccionado personalmente por Javier!
-Javi, pero se va a matar de un porrazo…
-No, tranqui, yo le voy a enseñar…
-Pero tengo miedo que se caiga y se parta algo…
-Tranquila Moni, te prometo que voy a tener cuidado. ¿Te gusta, Mile?
Milena estaba atónita y miraba el juego de patinaje encantada.
-¡Síiiiiiiiiiiii! ¿Cómo sabías que me encanta patinar?
-¿Te acordás que me contaste una vez? Y bueno, yo te voy a enseñar así después vas a patinar con tus amigas, ¿querés?
-¿No me voy a caer?
-No, cariño, es un miedo muy lógico de tu mami, yo te voy a enseñar con mucho cuidado. ¿Qué probamos primero?
-Vallan al quincho, acá no porque me van a rayar todo el piso –dijo la mamá.
Nuestros amigos fueron a un diminuto garaje, pero con suficiente espacio para practicar, solo estaba el convertible de Javier aparcado en un rincón.
Milena se sacó los zapatos rosados, y enseguida Javier le puso los patines, uno en cada pie y se los ató muy bien. Por tanto, Javier iba a subir al skate y patinar con ella.
-Vamos a hacer una cosa. Dame la mano, poné bien los pies. No, así no, este talón más para atrás. Bien, ahora mantené el equilibrio, dame la mano, y yo despacio te llevo con el skate, vos no te muevas y dejate llevar por los patines.
Así fue que Milena, de la mano de Javier patinó unos metros, primero suavemente.
-¡Yujuuuuuuuuuu! –gritaba Milena encantada.
-¿Te gusta, mi niña?
-¡Síiiiiiiiiii!
-¿Otra vez?
Y nuevamente patinaron otros metros.
-¡Wiiiiiiiiiiiiiiii! –gritaba Milena encantada.
-¿Te gusta?
Dieron la vuelta, ya que el espacio del garaje se limitaba, Javier se aseguró de acomodar bien a Milena con los patines, y ahora un poquito más rápido Javier le hizo dar una vuelta entera sin detener ni el skate ni los patines de Milena.
-Bien, ahora, sacate los patines y te pongo los zapatos de vuelta, te voy a llevar con el skate.
-¡Wiiiiii! –chilló Milena.
-Me encanta que sientas la emoción mi pequeña, es la idea, pero tratá de no gritar mucho porque quiero que nos concentremos, el skate es un cacho más… ¿cómo te digo? Bien, parate en el skate como te dije. Apollá bien los talones. ¡Duro ese equilibrio! Bien, ahora yo me subo adelante tuyo, agarrame las manos.
Una vez ubicados, Javier echó a andar el skate, con mucho cuidado y suavemente. Milena se aferraba fuerte a su mano, por miedo a perder el equilibrio.
-¿Te gusta, Mile?
-¡Me encanta!
Javier aumentó solo un poco la velocidad del skate.
-Equilibrio, cariño, equilibrio. Agarrame bien. ¿Te gusta? Yo hoy a la tarde si querés te llevo al campo de deportes acá a la vuelta y patinamos al aire libre, ¿querés?
-Dale, Javi!
-Y ahí te voy a poner las rodilleras, voy a estar seguro de que no te caigas nunca pero mejor que estés bien armada…
-Sí, ¡quiero aprender!
-Te cuento, Michael, mi hermano mayor patinaba. Tenía una patineta chiquita de plástico, un skate como este, un skate grande de verdad, mucho más grande que este, que lo usa como medio de transporte, unos rollers que ni a mí me entran y las últimas veces que los usé me dejaron los pies hechos mierda, son como los patines pero más gruesos y cancheros, tienen cordones y todo. Todo eso pasó a mis manos, aprendí a patinar cuando tenía 6 o 7 años, me encantaba, y a partir de ahí me volví fan del patinaje. Pero, por supuesto, hubo veces que me partí la madre a golpes. Y lloré y todo, pero de igual modo el patinaje siempre me gustó.
-¡Es re divertido! –dijo Milena.
-Sí, ¿viste? Una vez incluso fui a patinar en hielo, ¿viste? Pero esto sí no me salió, y me terminé cayendo de ojete. Además de los sueños que te dije que tengo, aparecen un skate pero más grande que este, un par de patines pero de mi talla, o sea para los pies que tengo ahora, tipo los que tenés vos, y hasta un monopatín, tuve pero siempre me costó patinar con un solo pie y muchas veces me caía. Pero yo no usaba ni rodilleras ni nada…
-¿Por qué?
-Por boludo que debía ser… -dijo Javier sonriendo, -pero gracias a Dios nunca me quebré un hueso, aunque mi hermano sí, incluso el pobre ha terminado hospitalizado. Así que, Mile, con mucho cuidado, vamos a tocar pianito juntos, vamos a jugar a la compu de juguete juntos, y vamos a patinar juntos. ¿Qué te parece?
Un rato después, mientras Milena estaba mirando la tele y Javier haciéndola una vez más de empleada doméstica después de unas deliciosas hamburguesas que Javier hizo, nuestro amigo se fue al cuarto de Milena a saludarla.
-Mi amor, me tengo que ir un rato a resolver algunas diligencias, a la tardecita vuelvo y vamos a cenar, ¿querés?
-¿Pero por qué te vas, Javi?
-Tengo que resolver unos asuntos de trabajo, necesito mi computadora y no la traje, ¿viste?
-¿Y por qué no la trajiste y lo resolvías acá?
-Mi amor, intervino la madre en auxilio de Javier, -Javi tiene cosas que hacer, esta tarde vuelve, ¿sabés?
-Bueno… -dijo Milena con carita triste que a Javier le recordó a él cuando un amigo o amiga se iba para otro lado.
Javier se fue saludando con un beso en la mejilla y un abrazo a cada una, con palmaditas cariñosas a Milena, y con un gran abrazo a Ariel, que se encontraba jugando a uno de los tantos juegos de Dragon Ball que tenía en la Play Station.
-Che, Javi, cuando vuelvas dejala a Mile y jugamos nosotros acá a algo, ¿querés?
-¡Dale! –dijo Javier. –De hecho estaba pensando que hagamos un experimento con Mile cuando vuelva, ahora me voy.
-¡Puto cagón! ¡Sensible y llorón! –gritó Fabián desde su estudio.
-¿Saben que lo vi llorar? ¡Se le humedecieron los ojos cuando vio por la tele un homenaje a Spinetta! –dijo Kevin.
-Dejate de joder hermano, llorar… ¡las nenas lloran! –dijo Fabián.
-¡Y los niños también! ¡Javier se volvió un puto, una nena, una niña, de todo menos el hombre metalero que dijo ser!
-Es un traidor de mierda, pero el diablo lo va a poner en su lugar –dijo Mauro.
-¡Él se caga en nosotros porque somos grises, oscuros! ¡Me re cago en la luz y la gente iluminada, coño! –gritó Fabián.
-Chicos, -dijo Kevin, -esta tardecita creo que se van a ir a patinar al campo de deportes, miralo al pelotudo regalándole un skate a la pobre criatura, ¡se va a matar de un golpe!
-¿Entonces hacemos que se mate de un golpe él? –preguntó Gonzalo.
-¡Exactamente! –gritaron los demás.
-¡Y no olviden que hay que romperles, o mejor embrujarles la computadora pedorra y los demás chiches del demonio! –gritó Mauro mientras una sonrisa perversa se dibujaba.

Espera la tercera y última parte, muy pronto.