Texto publicado por Fer

Casarse para morir

A Kevin lo vi por última vez aquella noche que fuimos a cenar a Habana y él fue devorado por el hombre de los chocolates, pues gracias a mí había incumplido su promesa de no tocar nunca más aquella delicia tan dulce que al mundo le fascina. Desde entonces no volví a saber de él. Juraría que, presenciando ese horror, él murió devorado y quemado, puesto que nadie supo contarme después qué sucedió.
Sin embargo, hace un par de semanas me llamó. Sí, recibí una llamada sorpresa. El júbilo me pudo, la alegría de saber que Kevin aún estaba vivo también, de tal manera que no logré darme cuenta lo que se escondía detrás de aquella llamada.
Kevin, gran amigo que siempre estuvo para mí como yo lo estuve para él, tan leal y confiable como pocos hombres, me había llamado para invitarme a su boda.
“Me cachis en la mar” pensé, porque lo mío con las bodas es contradictorio. Si bien me encanta la fiesta en sí, el ambiente, la comida, el baile y demás, me pone nervioso el motivo principal por el que se celebran. Pero claro, yo soy (o era) un gran amigo suyo y no iba a dejarlo solo, no iba a desairarlo. Así fue como me invitó, me pidió que vaya, que se casaría con Giannete, su flamante novia. Recuerdo vagamente haberla conocido. Es más, estoy seguro de que más que un saludo no crucé. Pero sí, la he visto y era una linda chica, parecía una chica angelical, capaz de hacer feliz a mi amigo… Pero yo personalmente no me esperaba que Kevin se fuera a casar. Juraría, de hecho, que al igual que a mí, la idea del compromiso con una novia, esposa o lo que fuera le causaba un inevitable rechazo, asco, repulsión, de todo menos amor y ganas.
Pero ahí estaba él llamándome e invitándome. No me decía nada, pero yo le oía una voz perturbada, atemorizada. ¿Será la traumática experiencia con el hombre de los chocolates de la que no pudo recuperarse? ¿Le aterrará casarse?
Pero claro. Como todo buen amigo, leal en las buenas y en las malas, le dije que sí (disimulando mi angustia) que iría a acompañarlo. Eso sí, que iría directamente a la fiesta, porque a la iglesia no pensaba ir ni de la mano de mi diosa particular, donde la pareja declararía ante un sacerdote afeminado un amor incierto que, no nos engañemos, acabará tan pronto como empiece.
La semana pasada, más precisamente, aquel sábado a la noche se casarían los novios. Jazmín gracias a Dios me acompañaría, y yo lo prefería porque para ir solo… Ains, no lo soportaría.
Durante el transcurso del día, mientras yo me bañaba, afeitaba entre otras cosas, me sorprendió que Kevin, tan fuerte y ganador como el tipo de amigos que me gusta tener, me mandara mensajes casi desesperadamente. En ellos se percibía el temor, la necesidad de que yo vaya a acompañarlo. Me dijo que le daba miedo, pero que sería fuerte. Le dije que le mirara el lado positivo. A Kevin siempre le gustó mi positividad y fuerza interior. Me contó que Giannete le dio dos opciones: Casarse con él, o morir. No me di cuenta yo entonces que ese comentario encerraba una oscura verdad. Más bien, pensaba que ella le hizo una broma, tal vez de enamorada que estaba, pero al decírmelo Kevin sonaba como si me relatara una pesadilla.
A la fiesta Kevin me dejó invitar a Milena, una nena que cuido, y a Dani y Dekyo, otros dos grandes amigos míos a los que quiero muchísimo. Ninguno de los tres se prendería… Dani en un principio nos acompañaría a Jazmín y a mí, pero luego tuvo otras cosas que hacer. Dekyo no tenía ganas, estas fiestas no le agradaban (lo mismo que a mí) y Milena prefería permanecer en su casa con su mamá, puesto que la fiesta sería hasta bien entrada la mañana.
Así pues, Jazmín y yo partimos esa noche a la fiesta. Jazmín esa mañana había ido al juzgado, yo no quise ir.
En el gran salón de fiestas, volví a ver a la familia de Kevin. Su mamá se puso re feliz por volver a saber de mí. Estaba muy llorosa, como era de esperarse. También saludé a Guillermo, su hermano mayor. Hacía años no lo veía. Estaban igual el papá de Kevin (yo no lo conocía) y el padrastro, que me cae muy bien. El salón relucía en todo su esplendor. Los invitados llegaban re felices sin tener idea, al igual que yo, de lo que se avecinaba. Ellos en su lugar creían que todo era un casamiento de amor, convencional, tradicional.
Pasó el tiempo, hasta que en un coche muy lujoso llegaron los novios. Ella, radiante, con un precioso vestido de novia lleno de perlas que brillaban y la hacían brillar a ella. Él, vestido con un traje que lo hacía muy guapo. Me encantó el chupín que llevaba, si bien yo con los chetos no es que me lleve muy bien, pero esta ocasión lo hacía especial. Y el coche se acercó. ¡Era una limusina! No me había percatado. Los novios entraron y… Bueno, lo que es habitual. Aplausos, abrazos, besos, lo que ya conocemos. Y entonces me tocó saludarlos. Saludé a Kevin con un gran abrazo. Él estaba muy contento de haber asistido yo.
- ¿Qué pasó que no fuiste a la iglesia, pedazo de puto? -me susurró entre risas.
Jazmín y él se conocieron, y mientras tanto yo saludé a Giannete. Tenía a su novia muy cerca. Podía mirarla a detalle, y eso hice rápidamente y con sigilo, ya que tenían a mucha gente que saludar. Así vi entonces, que tras aquella novia tan guapa se escondía una sombra de… Algo que yo no sabía a ciencia cierta. Algo levemente oscuro, algo que no me terminaba de cerrar. No… Tal vez sea una impresión mía… ¿Por qué Kevin no se dio cuenta? Pero preferí callarme y disfrutar (lo que es mucho decir) de la fiesta.
Mirando a Kevin bailando con la novia y otras personas, pude ver que detrás de esa luz que irradiaba se escondía una sombra de tristeza. Tal vez se reflejaba el miedo en sus ojos… Tal vez no quería casarse… Recordé la frase de su chica. “Tenés dos opciones. Te casás conmigo, o te morís”.
Mientras tanto Jazmín y yo no bailábamos casi en ningún momento, charlábamos lo más que podíamos y le enviábamos tanta luz como nos fue posible a Kevin. En determinado momento yo me estaba haciendo pipí encima. Para colmo el chupín me ajustaba demasiado, lo que me hacía tener que ir más urgentemente a hacer mis cosas. Después de una larga cola de pibes y hombres más grandes (cola que llegó a los empujones) me metí al escusado. Estaba haciendo pipí tranquilamente cuando unos golpes algo perturbados llamaron a la pequeña puertita, que yo tenía cerrada con el pequeño pestillo.
-Ocupado -dije con mi habitual voz cantarina.
-Abrí, boludo, soy yo -dijo Kevin.
-Pará, estoy meando -le repliqué.
-Pero dale boludo, no te voy a mirar, abrí.
Terminé, me subí la ropa y abrí. Entró, yo me eché para atrás como por reflejo, él volvió a cerrar y echar el pequeño pestillo. El olor a mierda era insoportable.
- ¿Qué pasa, guachín?
-Me cago de miedo, boludo -dijo con esa voz misteriosa y perturbada que ponía él si estaba por contarme algo aterrador. -Hasta ahora que estábamos bailando como unos giles, no sabés… Vi en ella algo de lo que no me había dado cuenta…
El corazón se me paró por unos instantes.
- ¿Qué? -yo ya me estaba asustando igual.
-Es como que… -Kevin hablaba en susurros. Se empezaba a bajar la ropa y yo cerré los ojos. -Creo que me estoy mandando un moco tremendo al casarme con la Giannete, boludo.
Lo más raro es que hasta la mamá de Kevin, es decir, suegra de esta chica, parecía adorarla.
- ¿Pero por qué decís eso?
-No sé cómo explicarte, boludo, es como que empiezo a darme cuenta de que tiene un lado oscuro o algo así…
-Huuuy, ¿pero vos estás seguro de que querías casarte con?...
-Javi, yo no quería… Ella… ella… me obligó… me amenazó de… -y no pudo terminar la frase. Unos fortísimos golpes en la puerta nos sobresaltaron. Fuera el alboroto era impresionante.
- ¡Dejen entrar, la puta que los re mil parió! -gritó un corpulento hombre de voz profunda y con tono tan autoritario que Kevin se encogió, se subió rápidamente la ropa (yo no vi todo eso) y se le podía ver con un pavor semejante a quien está a punto de ser asesinado.
- ¡Ya va, carajo! -grité lo más fuerte que pude. Y entonces, en respuesta, la puerta se abrió de un gran golpe y ese hombre salió disparando hacia el escusado, llevándose por delante a Kevin que cayó de bruces. Lo quise ayudar a levantarse y casi me gané un portazo en la cara, si no fuera porque lo supe esquivar, mientras el hombre gritó - ¡Correte, pendejo!
Kevin se levantó y salimos corriendo de ahí, él con el terror visible en toda la cara y sus movimientos, yo algo bloqueado y aturdido por la situación. Y entonces para nuestra sorpresa del piso energía Giannete, gateando hacia nosotros. Yo no la escuchaba a causa del bochinche fiestero, pero emitía unos gruñidos guturales, sobrenaturales. Cogió a mi amigo de las piernas con posesión, y antes de que me diera cuenta los dos habían desaparecido. Aturdido y con ganas de irme a la mierda de ahí, busqué a Jazmín. Estaba en nuestra mesa, ensimismada mientras un chico cercano le hacía ojos insistentemente y ella le ignoraba con olímpico desprecio. Mirábamos para una mesa donde ahí estaban los novios. Él con un pánico nada disimulable, ella sonriéndole como todo un demonio.
No sé cómo transcurrió la fiesta. Yo me sentía incómodo y Jazmín no opuso resistencia. Saludé sobre todo a Kevin, le dije que muy buena la fiesta, pero tenía que rajar.
- ¡Te vas a perder la mejor parte!
Probé a susurrarle que su novia me daba miedo, él evidentemente me escuchó porque asintió comprensivo, y saludó a Jazmín. Me saludó Giannete, me lanzó una mirada feroz, me dio un beso corto, pegajoso, gruñó, dijo algo que no entendí. Jazmín y yo nos fuimos. Volvimos a casa, hicimos nuestras cosas.
Al día siguiente yo aún estaba durmiendo cuando mi móvil se puso a sonar consecutivamente. Maldiciendo para mis adentros fui y miré la pantalla. Eran diez mensajes sin leer de Kevin. Me pedía desesperadamente que vaya a su casa, que estaba solo. Vivía en el centro de Monstruocity y cerca de una galería a la que yo iba a comprar muchas veces, así que me fue fácil ubicar su vivienda. Era una casa sorprendentemente grande. Por fuera se la veía encantadora. Sin embargo, cuando Kevin me abrió, vi su rostro demacrado y aterrado y puse un pie dentro, sentí que todas mis fuerzas me abandonaban allí mismo. Kevin tenía un labio partido y la cara manchada de sangre. Me explicó que la noche anterior Giannete le había estampado un florero y él no le había hecho nada. Eso no fue todo, me contó más. No había conocido esta casa antes, Giannete había hecho toda la compra y arreglos de la casa y le había dicho que no la pisarían hasta haberse casado, es decir, esta mañana apenas terminó el casamiento. Una vez aquí, ni bien entraron lo agarró con posesión, lo desnudó a la fuerza y le obligó a hacerle el amor. Kevin en ese momento estaba asustadísimo, indefenso, sin fuerzas. Giannete le dio dos opciones. Hacerle lo que ella le pidiera, o no salir vivo de aquí. Kevin trataba de no gritar, no chillar, no resistirse, pues en caso contrario ella le estampaba cosas o le golpeaba con una regla de metal que yo vi y estaba manchada de sangre. Qué horror lo que tuve que ver y escuchar…
Kevin se lamentaba por haberse casado, por haberse enamorado, por no haberse dado cuenta, y entre lamentos de repente una figura apareció como brotada del suelo. Se podía ver lo que pudo ser una mujer, mostrando una dentadura manchada en sangre fuertemente roja y con unas afiladas garras igualmente ensangrentadas. Esa cosa saltó sobre Kevin. Vi cómo le clavó aquellos colmillos, agitó una suerte de aleta que tenía y un objeto que no reconocí le fue estampado a mi pobre amigo. Él gritaba horrorizado. Yo también, y eché a correr. No llegué muy lejos, intenté abrir la puerta, no pude. Intenté otra vez. Nadie se resistía del otro lado. Kevin ya no gritaba… ¿habrá muerto? Y entonces me llegó un sollozo agudo. Se acercaba cada vez más a mí. Me di vuelta y, mientras recibía una descarga eléctrica en la mano derecha donde sostenía el picaporte, algo peludo se enroscó en mi cogote. Saqué la mano, la puerta cayó al suelo dándome en la cabeza y caí yo también, inconsciente.
Un tiempo después desperté. Estaba en una camilla de hospital, tenía una sopa delante. Jazmín estaba a mi lado. Tenía cables conectados. Era una máquina en un hospital. Pero entonces, de repente, todos aquellos sucesos fueron cobrando vida y regresando a mi mente… ¡Qué horror! No tenía el móvil conmigo… ¿Estará bien Kevin?
Desde aquel siniestro momento en su nueva casa no supe más nada. Por eso estoy acá, traumado, sintiendo que perdí algo, sintiendo que la parte racional de mi cerebro dejó de funcionar. Por eso Jazmín me prestó amablemente su Tablet y escribo esta historia. No sé si Kevin murió, no sé si se dieron cuenta de la verdadera cara de su flamante esposa, y me preocupa muchísimo esto… Me siento culpable…
Eso no fue todo. Accedí a una página donde se registran los videos más siniestros en Monstruocity, y ahí pude ver a Giannete infligiéndoles grandes torturas a Kevin, ella cambiando de forma constantemente. Él gritando, agonizando, pidiendo auxilio, y yo cagándome en un gran repertorio de cosas.
Por eso es por lo que jamás quiero casarme con vos. Porque sé que serás oscura y siniestra como Giannete, y yo voy a sufrir y tal vez morir como Kevin.