Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera
Nocturno de vida y muerte.
Nocturno de vida y muerte
A veces –en la noche- extiendo uno la mano
y se la moja toda
como si las estrellas cayeran hechas agua.
Busca uno la luna con ojos asustados
y solo encuentra el hueco
donde una vez estuvo desnudamente blanca.
Entonces –si uno acerca el oído a la sombra-
oye largos quejidos como de niños muertos,
como de dulces novias sangrando sin motivo
como de ángeles tímidos que estuviera gimiendo.
Si estira uno los ojos en medio de la noche,
ve rostros desolados, manos encallecidas,
brazos de arcilla seca, enfermos retorciéndose,
gentes pobres aullando de abandono,
injusticias rugiendo como grandes panteras…
Y ve también lujosas residencias,
y hombres millonarios durmiendo francamente,
mujeres millonarias barajando los naipes,
sacerdotes contando discursos de alegría,
comerciantes soñando con chequeras, etcétera,
como si todo fuera de miel sobre la tierra.
Es entonces que a uno le sangran las pupilas,
le protesta el amor como anciano colérico,
y sueña con granadas y cristos vengadores,
y ve ríos de guerra desbordarse de cólera,
arrasar los palacios, despedazar monedas
y arrancar de la tierra el hambre y la miseria
con navajas, fusiles, cuchillos y esperanzas.
Levanta uno los ojos viento arriba
y no encuentra una estrella ni una luna ni nada…
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Óleo negro
Mi corazón es un madero amargo.
Apretujado y solo se me encoge
-debajo de los huesos-
como un pan olvidado en el armario.
Y es que mi corazón todas las noches
bebe leche de muerte, oye quejidos
de soledad como si aullaran todos
los lobos de la tierra, come trozos
de miseria y sus ojos están llenos
de fotos desoladas de mujeres con hambre,
de ancianos encorvados como troncos,
de niños arrastrados como palos.
Nunca encuentra un rincón donde esconderse.
Y el pobre, tembloroso, tiene que estarse quieto
escuchando quejidos de naufragio
en todas las bahías, retorciéndose
de angustia, impotencia y desamparo.
Si usted viene –a mitad de cualquier noche-
le encontrara tirado en media vida
como un anciano muerto
al pie de su caballo.
(Jorge Debravo)