Texto publicado por Carinosanto

INVIDENTE URUGUAYO Y EL CANTO DE LAS AVES

Uno de los sonidos más impresionantes que ha grabado en su vida, lo encontró en Colombia. Estaba en una gruta en Ríoclaro, Antioquia, cuando escuchó los guácharos y tuvo la sensación de que había regresado millones de años en la máquina del tiempo.

“Los guácharos son unas aves nocturnas que viven escondidas en cavernas y el sonido que emiten es como si uno se devolviera 60 millones de años y escuchara a los dinosaurios; es un sonido bastante jurásico, muy asustador para algunas personas”, dice Juan Pablo Culasso, el joven uruguayo grabador de sonidos de la naturaleza, en especial, del canto de aves.

Esta experiencia no dejaría de ser normal si Culasso fuera biólogo, ornitólogo, ambientalista o algo así, pero él no es nada de eso y a la vez es todo eso: es experto en grabaciones de alta definición de esa música que la naturaleza le regala al ser humano y que a veces no escucha por el ruido de la civilización.

Pero lo extraordinario es que Juan Pablo es invidente total de nacimiento. Un escaso 2 % de visión le permite adivinar los rayos del sol, pero no distingue una pluma, solo oye trinos. A sus 29 años dicta conferencias sobre cómo realiza su pasión -no es un trabajo- de grabar y distinguir los pájaros a través de su canto... y más insólito aún, es que lo enseña a público vidente, en su gran mayoría.

Esta historia la compartirá en la Feria Internacional de las Aves Colombia 2016, el domingo 13 marzo a las 7:00 p.m. en el Club Campestre de Cali, al cierre del evento que pondrá a volar a expertos y aficionados entre el 11 y el 13 marzo próximo.

Gran parte de su carrera la desarrolló en Brasil, donde vivió diez años.

¿Cómo ver las aves escuchándolas? La naturaleza produce música y las aves son su principal instrumento, explica Juan Pablo con una voz pausada, casi aterciopelada, como el trino de un ave en reposo, al otro lado de la línea telefónica desde su casa en Uruguay.

“Todo el mundo puede ver con sus ojos un ave y dice: ah, tiene una pluma naranja, tiene el copete amarillo, y siempre que ven esa especie, van a ver los mismos colores”, explica. Pero cada ave tiene cinco o seis cantos distintos, aclara. Algunas poseen muchos más.

“Veo las aves y me divierto más porque un día pueden cantar de una manera y al día siguiente cantan de otra totalmente distinta, esos sonidos me dicen qué ave es”, añade con naturalidad, como si los ciegos fuéramos nosotros, los que creemos ver.

Hijo de una artista plástica y de un ingeniero de sistemas, desde niño afinó su sentido del oído, sin saber que le serviría para la pasión que lo mueve hoy. Su padre lo llevaba a las fincas de sus amigos, el niño se deleitaba con el trino de los pájaros y su papá se los describía. Nueve años de educación musical, tocando piano, le ayudaron a afinar más el tímpano: así como leía e interpretaba nota por nota, así lee la melodía, la armonía en los cantos de las aves.

Antes de terminar su educación media, Juan Pablo intentó estudiar Relaciones Internacionales, pero abandonó por alzar vuelo detrás de las aves. En 2003 participó en una investigación científica de voces de aves neotropicales con Santiago Claramunt, Ph. D. de la Universidad de Louisiana, Estados Unidos. El doctor le soltó un día una grabadora de alta tecnología y le pidió que registrara sonidos de una especie, con una única indicación: “Este es el botón REC (de grabar)”. Desde entonces, Juan Pablo anda con una grabadora a cuestas y no suelta esa tecla.

Con la visión clara de que esa era su pasión, en 2005 emigró a Brasil. Hizo cursos en técnicas de grabación y edición de sonidos de la naturaleza y otras tecnologías, mientras realizaba una pasantía en el quinto laboratorio de sonidos del mundo.

La publicación de doce discos de guías sonoras con los cantos de 700 especies de aves que ha registrado hasta ahora, le permitieron desde 2013 dictar conferencias en las que narra cómo un invidente hace tan singular labor.

Y un año después, ese oído entrenado le permitió triunfar en el concurso Supercerebros de National Geographic (NatGeo), que buscaba la mente más brillante de América Latina 2014. Juan Pablo se impuso a 20 participantes que desafiaban la inteligencia con retos asombrosos. Él identificó 15 especies -pero puede hacerlo con 500- en cuatro rondas hasta la final con oír unos segundos sus trinos.

Ese premio de US $45.000 le permitió adquirir equipos de grabación de sonido de alta definición y proyectarse en Colombia, Ecuador, Argentina, Chile, Estados Unidos.

Asistió como alumno a un curso con la Universidad de Cornell, Estados Unidos, y terminó de instructor. Cornell repitió el curso en Brasil y le pidió que lo dictara él. Logro muy importante, viniendo de “los gurúes de las grabaciones en el mundo, cuentan con un laboratorio con más de 200 mil voces y que me hayan dado esa confianza, habla muy bien de mi trabajo”.

Tanto Cornell como la Universidad Estatal de Campinas, Uruguay, guardan en sus archivos las colecciones de los cantos de pájaros grabados por Juan Pablo. Todo un honor para él y todo un documento para la ciencia y la historia, ante la amenaza de extinción que padecen tantas especies.

Donde trina un pájaro, ahí llega él. Su primera grabación, recuerda, la hizo en Ushuaia, Tierra del Fuego, Argentina. Es la ciudad más austral del mundo y la hizo en un sitio que siempre soñó: en un velero. “El capitán no entendía nada del sonido hasta que le puse los auriculares y cambió totalmente su actitud. Hasta hoy me conmueve eso”, evoca.

Historias así contará en Cali, ambientadas con sus grabaciones, en las que desglosa detalles del sonido que “a simple vista” no se percibirían. “Mi idea es despertar en las personas esa sensibilidad y esa parte emocional por medio de sonidos que pueden aplicar a otras cosas de la vida. Desde mi experiencia como grabadorista de sonidos, quiero despertar esa sensibilidad que está faltando hoy en día”, dice.

Justamente, le parece que las personas son prisioneras del sentido de la vista y no se permiten recibir otro tipo de sensaciones. “El mundo está hecho más de sonidos y sensaciones táctiles, y quienes tienen todos sus sentidos, se restringen mucho a la vista”, comenta.

Muchas veces le ha pasado avistando aves con más personas que escuchan el canto, pero se lamentan: ‘ah, pero no la vi’. “Son prisioneras de su vista y aunque hayan escuchado su canto, no se conforman”, sentencia él.

De ahí que esta profesión no sea muy común, no todo el mundo se dedica a avistar pájaros y menos a grabar sus cantos y mucho menos, si es invidente. La proporción que él hace es de un grabador de cantos por cada mil fotógrafos de imágenes de la naturaleza. En Latinoamérica son muy poquitos, dice, pero tiene la certeza de ser el único discapacitado visual en el continente que es oidor de pájaros. Y en el mundo no tiene registro de que alguien haga lo que él hace.

La paciencia es la mejor ayuda de un observador de aves. En Estados Unidos Juan Pablo debió esperar muchos días para grabar al macá, un ave que existe hace más de 70 millones de años. Es una especie impredecible, no se sabe cuándo va a cantar y en esa expedición que duró un mes, la pudo captar en los últimos días. “Sentí una emoción indescriptible”, dice, “cada sonido que grabo, siento que la naturaleza me lo regaló; me siento privilegiado de haberlo podido captar”.

También los pájaros lo han llevado más arriba de Minnesotta, en la frontera con Canadá. Hace cinco días regresó de una excursión maravillosa en Antártida (Polo Sur), donde se le escapó un sonido que sueña captar hace mucho tiempo, los cetáceos o ballenas bajo el agua, porque si se inició grabando aves, fue ampliando la diversidad de sonidos que registra.

“La tecnología ayuda muchísimo a las personas ciegas, hace que un invidente pueda competir a la par con una persona que ve. Mi computadora tiene un programa que habla todo lo que aparece en la pantalla, el teléfono igual”, explica.

Es que el oidor de pájaros también toma fotos con un celular que le dice si tiene uno o dos objetos enfocados, al centro, a la izquierda o la derecha. Eso le da alguna noción de lo que tiene al frente y hace clic, pero solo por hobby, le parece divertido.

¿Cómo imagina cada ave que graba? Al visitar el Museo de Historia Natural en Uruguay y el de Brasil, pudo tocar las pieles, los picos y las patas de las colecciones de aves. “Cada vez que hay una guacamaya, una lechuza o una gaviota, sé cómo son porque las toqué, es memoria táctil. La imagen de un pájaro que nunca toqué en mi vida sí es muy complicado abstraerla y hacerme una imagen”, confiesa.

Juan Pablo reconoce que sí hay cierta comunicación en el canto de las aves, pero no se entiende todavía: “Tienen algunos sonidos de alimentación o de salvaguarda de territorio, pero no vamos más allá de esos aspectos básicos”.

No obstante, de ellos ha aprendido que cuando uno está con la naturaleza, es un mero espectador. “El ser humano cree que es el principal engranaje del universo, pero en realidad lo hacemos extremadamente mal”, opina.

Por ello, cuando sale a grabar sonidos, Juan Pablo intenta no interferir la naturaleza. “No utilizo técnicas para molestar a las aves, no hago que se espanten para que canten mejor o más cerca. Trato de tener una relación armónica con la naturaleza”, afirma. O sea, ninguna grabación de canto es más importante que el ave en sí misma.

“Cuando voy a grabar, acudo más como espectador, como ser proactivo de la naturaleza; espero que ella me traiga los sonidos y así los puedo captar. No estoy corriendo todo el día detrás de ellos, ahí se complica, queriendo grabar mucho, termina un grabando nada”, concluye el oidor de aves, que en cada canto de pájaro escucha, siente y ve, un mensaje de paz y de libertad.

Juan Pablo Culasso aún no ha cruzado el Atlántico con sus micrófonos, pero es un proyecto que está intentando y requiere una logística muy grande. El sueño más inmediato es grabar en África.

En la búsqueda de cantos de aves ha ascendido montañas de hasta a 3000 metros de altura, pero escaló los 4800 metros del Nevado Santa Isabel. Meta que se impuso para una experiencia que él califica de “increíble”.

En esas expediciones lo acompaña su padre, Juan José Culasso, quien toma las fotografías, que ilustran sus audios de pájaros y es quien alimenta la página web de Juan Pablo.

“El equipo que utilizo no tiene nada qué envidiarle a los de grandes sonidistas de Estados Unidos. Estoy de igual a igual en tecnología y eso hace que sea utilizado para videos de la BBC, entre otros”, cita él.

Escuche los cantos de pájaros grabados por Juan Pablo Culasso, con sus nombres científicos y comunes en su página web www.jpculasso.net