Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

La gramática del amor.

José María  de Pereda.
La gramática del amor
 
Introducción
 
El amor verdadero no reconoce límites ni obedece más que al corazón.
El amor florece en todas las estaciones, en los más diversos climas y en casi todos los corazones.
Sólo no cabe en los egoístas.
Nace como las flores y se desvanece como el humo.
El amor es impalpable, pero visible, y de esto apelo a mis lindas lectoras.
Tiene el don de las transformaciones; engrandece, anima y embellece los corazones do se anida.
Es todopoderoso.
Da por veces talento, y otras muchas le quita.
Intimida en ocasiones a los más valientes, y en otras da valor a los cobardes.
Roba el juicio a los más prudentes y suele volvérselo a los locos.
Conduce los pobres a la riqueza, y arrastra los opulentos a la miseria.
Manda al ciego que vea; al sordo, que oiga, y el milagro se cumple.
Convierte en esclavo al hombre libre y en libre al esclavo.
Consuela al afligido y hace llorar al que ríe.
Es, a veces, edificante.
Los mortales son todos juguetes suyos.
Inspira las más nobles acciones y es causa de los mayores crímenes.
Manda, ordena y seduce; es Dios, en fin; es el amor.
El amor tiene su aurora, su sol, su crepúsculo y su noche.
Dichosos aquellos para quienes ha lucido el sol claro del amor.
¡Ay de los que sólo han visto su oscura noche!
Sólo las mujeres saben amar.
El hombre que ama no tiene otra ambición que la de agradar al objeto de su amor.
Quien aspira a adquirir gloria, riquezas u honores, no sabe amar.
El amor es niño ligero y alado; es exigente hasta el infinito, y quiere que todo se le sacrifique: talento, juventud y fortuna.
Hay muy pocos hombres que lo hagan, porque son muy pocos los que saben amar. Ninguno merece el amor de una mujer; sin embargo, en todas las acciones humanas
juega siempre alguna mujer.
Cada ministro, general, embajador o millonario, presentes o futuros, deberán su elevación a una mujer, que aspirarán a colocar sobre un alto pedestal de
mármol o de bronce.
En Rusia e Inglaterra se ama poco.
En Francia y Alemania, mucho.
En Turquía, nada.
En España e Italia, apasionadamente.
Las mujeres, por lo general, son coquetas, sobre todo cuando son bonitas, y los hombres, falsos; pero a veces es tan grato dejarse engañar, que se lo perdonan
mutuamente.
El amor requiere misterio y soledad. Por eso, donde más se saborean sus placeres es en el campo o en el retiro de los bosques.
Se ha criticado muchas veces aquel dicho «tu amor y una choza»; pero son las primeras y más sentidas palabras que arrancan el amor de la boca de los amantes.

El amor tiene sus horas favoritas, y el amante debe saber aprovecharlas.
Tiene el amor algunos síes que significan no, y algunos nos que quieren decir sí.
El hombre no ama, en realidad, sino a los veinticuatro años. Hasta esta edad, no hace más que aprender el lenguaje del amor y adquirir alguna experiencia.
Se cometen torpezas imperdonables o se hace alarde de una osadía que retrae o asusta al verdadero amor.
Rara es la vida que cuenta más de un amor.
El segundo podría matar.
A veces, teniéndolo próximo, vamos a buscarlo lejos.
Sin fe no se puede amar ni ser amado, pues el amor es una religión.
El amor es la existencia de la mujer.
Es, a un tiempo, su principio, su savia y su perfume.
La mujer menos despierta sabe siempre amar, mientras que el hombre de más talento hace, a veces, un pobrísimo amante.
El hombre que no ama es un b...
El amor es un talismán divino que ennoblece y purifica cuanto toca.
En el gran poema de la Creación todo es amor.
El hombre, como el pájaro y como el insecto, todos aman y tienen necesidad de amar.
El amor es el lazo santo que une las familias, los pueblos y la Humanidad.
Ante el amor desaparecen todos los privilegios de la Tierra.
Siempre se da preferencia a ciertas horas del día o de la noche, a ciertos sitios, cielos, aires, perfumes, colores, calles o ventanas, y tales preferencias
no son sino un recuerdo del objeto adorado.
El amor gusta de los obstáculos y tiene un lenguaje suyo propio, pero muy sutil.
Una mirada, una seña o una sonrisa, un apretón de mano, una flor, una cinta o un mechoncito de pelo saben abrir los más pesados y complicados cerrojos
y adormecen los más vigilantes y despiadados carceleros.
Esta gramática, pues, contendrá diez capítulos, que serán, por su orden, el sustantivo, el artículo, el adverbio, el pronombre, el verbo, el participio,
el adverbio, la preposición, la conjunción y la interjección.
 
(De La Abeja Montañesa.)
28 de febrero de 1858.
 
 
La gramática del amor.
José María  de Pereda.