Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Una navidad en el bosque.

Una Navidad en el bosque.

Érase una vez un bonito pueblo en medio de un frondoso y colorido
bosque habitado por unos alegres animales. Cada año, con la caída de
las primeras nieves
y la llegada de las estrellas de luz, se reunían en torno al Gran
Árbol para preparar la Navidad y conocer una de las noticias más
esperadas de la temporada:
el nombre del ganador del concurso de teatro, que se encargaría de
dirigir la función de Nochebuena.
En aquella época, todas las actividades que realizaban tenían como
objetivo la convivencia, el fomento de la amistad y la diversión. La
exhibición de cocina,
organizada por la Señora Ardilla, hacía las delicias de los más
comilones, pues los platos presentados eran degustados al finalizar la
competición. Los
más pequeños participaban en la tradicional Carrera de Hielo, que
tenía lugar en el lago helado y acudían cada tarde a los ensayos de la
Señorita Ciervo,
la directora del coro que alegraba con sus villancicos todos los
rincones del bosque. Y, por supuesto, estaba la mejor noche de todas:
la Nochebuena, en
la que se representaba la obra ganadora, que seimpre tenía como $tema
central la amistad.
Cada año, el Señor Búho, como director de la escuela de teatro,
seleccionaba una pieza de entre todas las que enviaban los animales
aspirantes a ser los
elegidos para llenar de paz los corazones de los habitantes del
bosque, pero ese año.
-Bienvenidos todos a la reunión preparatoria de la Navidad -dijo el
Señor Búho posado en la rama más robusta del Gran Árbol. Este año, la
elección de la
obra ha estado muy reñida porque todas las propuestas eran de gran
calidad, pero había que elegir un ganador. Así que sin más dilación
demos un aplauso
al Sr. Conejo, autor de la obra Salvemos el bosque, que podremos ver
en Nochebuena.
-Gracias, gracias, es un honor para mí -exclamaba Conejo entre vítores
y aplausos.
-Bien, pues ya sabéis que mañana a las diez darán comienzo las pruebas
de selección de actores. Rogamos puntualidad a los interesados
-concluyó el Sr. Búho.
Al día siguiente, a la hora convenida, había una considerable cola a
la entrada del teatro. Al ser un musical, las pruebas se centraron en
las habilidades
de canto y baile, pues eran requisitos imprescindibles. La obra
contaba la trama de un guardabosque que debía salvar la flora de un
malvado leñador, obsesionado
con cortar un árbol milenario y arrasar todo lo que se pusiera en su
camino. En su lucha por preservar el entorno natural, el guardabosque
contaba con
la inestimable ayuda de sus fieles amigas, un girasol y un lirio que
ponían su astucia al servicio de la noble causa.
Tras varias horas, los papeles quedaron repartidos de la siguiente
manera: el Sr.Oso haría de guardabosque, Castor sería el vil leñador,
la Sra. Pata representaría
al girasol y la Sra. Lince, al lirio.
Al principio todo marchaba estupendamente, los actores estaban
contentos con sus papeles y trabajaban duro para perfeccionar sus
actuaciones, dejándose
la piel en escena, hasta que hizo su aparición el peor y más temido de
los fantasmas: la envidia.
-No sé Conejo, creo que Castor tendría que tener un poco más de
protagonismo. El papel del leñador está lleno de matices y podríamos
crear unos espectaculares
efectos especiales que dejarían al público boquiabierto -dijo el Sr.
Búho en uno de los ensayos.
-Sí Búho, puede que tengas razón y deba retocar el texto para darle
más peso a Castor y proyectar toda la fuerza del personaje. Podemos
hacer un juego de
luces y sombras cada vez que aparezca y realzar su papel.
Ante estas palabras Castor se puso muy contento, pues estaba muy
ilusionado con la obra, pero Oso no lo vio con los mismos ojos. Si a
Castor le daban más
protagonismo, eso significaba que él dejaría de ser el protagonista
absoluto y eso no le gustó nada. Es más, pensó que Búho y Castor lo
estaban haciendo
a propósito.
El ensayo del día siguiente fue un caos. En lugar de avanzar, daban
pasos hacia atrás. Oso no colaboraba y Castor, que se había dado
cuenta de lo que estaba
pasando y de que Oso quería boicotear su actuación, estuvo muy arisco.
Por si fuera poco, el vestuario también había sido fuente de
conflictos entre las chicas. La Sra. Pata consideraba que el vestido
de la Sra. Lince era más
llamativo y que debían haberlo echado a suertes.
-No entiendo por qué el traje del lirio tiene que ser más bonito que
el del girasol. ¿Quién ha elegido el vestuario? No estoy de acuerdo
-chillaba Pata.
La tensión en el escenario se podía cortar y desastre no se hizo
esperar. Así, durante el ensayo de la escena final, que reunía a todos
los actores en el
escenario para interpretar el número final, comenzaron a empujarse
unos a otros con tal brío que parte del decorado se rompió y el árbol
se vino abajo.
-Orden, orden, pero bueno ¿qué pasa? -preguntó Conejo encolerizado.
Habéis echado a perder el trabajo de varios días y de todos los que
han colaborado en
la puesta en escena. Quedan sólo dos días para Nochebuena, pero si
tuviéramos más tiempo os echaría a todos de la obra. Se acabó el
ensayo por hoy. Fuera
todos de mi vista.
Conejo estaba rabioso, no entendía nada. Pero ¿cómo podían pelearse
por una cosa así? Era Navidad, había que estar alegre y demostrar que
eran amigos.
Al día siguiente los habitantes se despertaron siendo testigos de un
acontecimiento terrible: la nieve había desaparecido y las estrellas
de luz se habían
apagado. ¿Cómo era posible? Asustados, los animales se congregaron
alrededor del Gran Árbol, en busca del sabio consejo del Sr. Búho.
-Queridos habitantes del bosque, el espíritu de la Navidad se ha ido
-sentenció Búho.
-¿Y cómo podemos hacer que vuelva? -preguntó asustada la Sra. Ardilla.
-Oh, no, nos vamos a quedar sin Navidad -sollozó un lobezno.
-Hoy es un día muy triste para nuestro bosque. La envidia ha desatado
unas reacciones negativas en cadena. La nieve se ha derretido, las
estrellas han dejado
de lucir y la obra de teatro peligra -advirtió Búho.Oso estaba
escuchando tras un arbusto y tenía miedo a salir porque sabía que era
el desencadenante
de la situación, pero había que ser valiente y afrontar las
consecuencias de los propios actos, así que se decidió a salir, aunque
tímidamente.
-Eh, amigo, lo siento mucho. Estoy arrepentido de mi comportamiento.
Si hay algún culpable, ése soy yo. Me cegó la envidia. ¿Qué puedo
hacer para enmendar
mi error?
-No, no tienes por qué cargar con las culpas tú sólo, yo también he
contribuido con mi mala conducta. Si sirve de algo yo también lo
siento. No quería que
pasara esto -se lamentó Castor.
La Sra. Lince se acercó a la Sra. Pata, que estaba con sus patitos muy
cerca de ella, y le dijo:
-Si te hace ilusión, te cambio el vestido, me importa más tu amistad
que un trozo de tela. Somos amigas y nuestros pequeños juegan juntos
-exclamó la Sra.
Lince dándole un abrazo a la Sra. Pata.
-¡Mirad, está nevando! -gritó con entusiasmo una voz.
-Sí y parece que en el cielo brillan de nuevo las estrellas. El
espíritu de la Navidad ha vuelto -se oyó.
Ese año, la Navidad se vivió con mucha más intensidad en el bosque, al
fin y al cabo estuvieron a punto de perderla para siempre. Pero habían
aprendido
la lección y ahora sabían que la envidia cegaba y tenía unos efectos
muy negativos que no se podían controlar.
Los animales habían ahuyentado la Navidad con su conducta, aunque en
ellos mismos residía también el poder de resucitar su alma. Así que
para que no se
les olvidara nunca aquel susto y a partir de ahora prestaran atención
a sus comportamientos con los demás, construyeron un gran cartel de
madera que colgaron
de una de las ramas del Gran Árbol, en el que se podía leer la
siguiente inscripción:
«El tesoro más valioso que posees es la amistad, cuídalo todos los
días y crecerá».
Fin
©Helena López-Casares Pertusa