Texto publicado por TifloFernando

Rene Laennec, un genio de la Medicina y un buen hombre...

Muy buenas amigos y amigas lectores y lectoras habituales de mis Publicaciones en BlindWorlds:

Me voy a permitir compartir con todos vosotros, una Publicación (Post) extraída de un Blog que os he recomendado en otras Publicaciones mías anteriores:

"Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre"...Blog de la Médico Especialista en Cuidados Intensivos Ana De Pablo Quien hace suyo el Principio Fundamental del Médico.

En su Blog, nos ofrece,un Espacio dedicado a la Historia de la Medicina e Historia de las UCI, que ha llamado:

"A hombros de gigantes"...Dedicado a resaltar la figura de un Médico, de cualquier Especialidad, a quien la autora del Blog considera que debió ganar el Premio Nobel de Medicina en su Epoca.

En esta ocasión, Ana De Pablo nos ofrece una Biografía que resalta la capacidad investigadora y la curiosidad, imprescindibles para cualquier Investigador...:

"René Laennec: un genio de la Medicina, un hombre bueno"

Hacía algún tiempo que no curioseaba yo por el Blog de la doctora de Pablo; Y no compartía sus interesantes Posts con vosotros...

Y un ratejo libre que tuve, me hizo reencontrar su interesante Serie de Historia de la Medicina, Tema que me ha entusiasmado desde hace años y que en varias Publicaciones mías, he compartido mi afición con vosotros.

Es indudable que cualquiera de nosotros, a lo largo de muchos años, hemos sido visitados por Médicos o Enfermeras...

Pienso que un Médico suele ir casi siempre acompañado de un Instrumento de trabajo, denominado "Fonendoscopio", que hemos escuchado llamar de mil y una maneras...

Pero que hemos sentido recorrer nuestro tórax a fin de escuchar nuestros pulmones y nuestro corazón, en algún momento de nuestras visitas al Galeno.

Es en parte a Laennec, a quien se debe el haber desarrollado el instrumento tan útil que se describe en el Post que comparto con vosotros.

Con un inmenso cariño, TifloFernando.

..

Curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre
(http://curaraveces.wordpress.com)

Blog personal de Ana de Pablo; Médico Especialista en Medicina Intensiva y Master en Bioética.

Medicina, cuidados intensivos, bioética y más...

René Laennec: un genio de la Medicina, un hombre bueno

por ana de pablo

Publicado el 12 de septiembre de 2015

“He podido escuchar muy claramente el latido del corazón de un hombre. Quien sabe si fuese posible descubrir los movimientos de las partes internas de los cuerpos por los sonidos que emiten”.

Robert Hooke (1635-1703)

El próximo año se cumplen 200 años del nacimiento del estetoscopio. Su inventor, uno de esos genios de la Medicina del siglo XIX, dotaba a los médicos de un instrumento imprescindible y cambiaba el diagnóstico para siempre. Y, a pesar de su genialidad, sus contemporáneos lo recordaban, sobre todo, por haber sido “un hombre bueno”.

René Théophile Hyacinthe Laennec nació en Quimper (Francia) el 17 de febrero de 1781. Cuando contaba solo seis años, su madre falleció de una probable infección puerperal. Su padre envió entonces a su hija con una tía, y a los dos hijos primero con su abuelo y, años más tarde, con su tío Guillaume Laennec, médico, lo que propició la naciente vocación de René.

Estudió Medicina en París gracias a una beca, ya que su padre, que desaprobaba su elección, se negó a pagarle los estudios. De hecho, René llegó a suspender temporalmente su carrera para dedicarse al griego y a la literatura. Pero su insaciable ansia de conocimiento le llevó de nuevo al camino de la Medicina.

En 1803 se graduó, y obtuvo además dos de los cuatro premios del concurso nacional de Medicina. Como curiosidad, en el examen de cirugía en el que obtuvo uno de los premios, tuvo que efectuar la amputación de un brazo bajo la supervisión de Dupuytren. Como examen fin de carrera no estaba nada mal…

Un año más tarde defenderá su tesis titulada “Proposiciones sobre la doctrina de Hipócrates en relación con la Medicina práctica”. Siendo aún estudiante había publicado ya sus primeros trabajos científicos, sobre temas tan diversos como la amenorrea, la peritonitis y las enfermedades hepáticas, y colaborado como editor del Journal de Medecine.

Terminada la carrera, la falta de un mecenas le impidió optar a una plaza hospitalaria, por lo que se dedicó durante un tiempo a la práctica privada. En 1814 fue reclutado para atender a los soldados bretones que participaban en las campañas napoleónicas.

Poco después de su vuelta, en 1816, fue nombrado médico jefe del hospital Necker.

En la entrada del hospital, una placa conmemora el descubrimiento de la auscultación. Exactamente no se inventó en el hospital…

Ese mismo año atendería el caso que le llevó a inventar el estetoscopio. Según su propio relato, debía atender a una joven embarazada con lo que parece ser una miocardiopatía periparto. Hasta entonces, los médicos podían utilizar la palpación, la percusión o la auscultación directa, apoyando directamente la cabeza en el pecho del paciente (la técnica de auscultación inmediata que ya había descrito Hipócrates). Pero esto último podía resultar incorrecto al tratarse de una joven, y poco práctico debido a lo avanzado del embarazo. Laennec entonces recordó un fenómeno acústico que había notado viendo jugar a unos niños: uno de ellos ponía en su oreja el extremo de un palo de madera y oía los ruidos que sus amigos hacían rascando el otro extremo con un clavo. Presa de una repentina inspiración, Laennec enrolló unos papeles y los apoyó sobre el tórax de la paciente. Probablemente él fuera el primer sorprendido al notar con cuánta claridad oía los ruidos cardiacos al acercar su oreja al otro extremo.

Tras esta experiencia, que reprodujo al poco tiempo ante sus alumnos del hospital, Laennec construyó su propio estetoscopio con un cilindro de madera de 25 cm. Más tarde, tras haber experimentado con diversos materiales y tamaños, se decidió por uno de 30.5 cm, desmontable en tres piezas. También llegó a la conclusión de que los ruidos cardiacos se auscultaban mejor con un cilindro macizo, mientras que la presencia de un conducto central permitía escuchar mejor la voz y los ruidos respiratorios. Muchos años más tarde, los fonendos son huecos pero se fabrican con una membrana (similar al cilindro macizo) yuna campana (como el hueco).

El estetoscopio de Laennec se conserva en el Museo de la Ciencia de Londres (foto: Science Museum London)

Desde ese instante, la obsesión de Laennec será correlacionar esos sonidos que escucha con tanta claridad con la patología de los enfermos. Con admirable minuciosidad, realiza la autopsia a todos sus pacientes fallecidos, y llega a caracterizar la semiología del enfisema, edema de pulmón, bronquiectasias, neumonía, neumotórax… y también la afectación extrapulmonar de la tuberculosis. Suyos son los términos estertores, roncus, crepitantes, frémito, soplo… que seguimos utilizando hoy en día. Mucho menos éxito tuvo, sin embargo, a la hora de explicar el origen de los ruidos cardiacos.

Laennec también acuñó el concepto de “auscultación mediata” y el término estetoscopio (de stethos, tórax, y skopos, examen), aunque él lo llamaba muchas veces simplemente “el cilindro”.

En 1819 publicó su obra “Tratado de la auscultación mediata”, en la que se referirá a su invento (y a su propia vida) con estas palabras: “la parte más importante de un arte es ser capaz de observar con atención”. Como curiosidad, en un simpático 2×1, con la compra del libro se recibía también un estetoscopio. En 1821 el propio New England Journal of Medicine habla de la auscultación mediata, pero a pesar de ello muchos médicos de la época la seguirán rechazando durante décadas.

Aunque centrado en la neumología y, especialmente, en el estudio de la tuberculosis, el legado de Laennec abarca muchos otros campos de la Medicina: sugirió el nombre de cirrosis, (de kirrós, amarillo), motivo por el cual se sigue llamando cirrosis de Laennec a la de causa alcohólica, describió adherencias y falsas membranas, caracterizó la ascitis como consecuencia de un proceso inflamatorio… También el término melanoma es cosecha suya, a la vez que describía las metástasis pulmonares de este tipo de tumor. En la creación de todos estos neologismos influyeron, sin duda, los conocimientos de griego que Laennec debía al empeño de su padre.

En las biografías de la época se destaca que era un ferviente católico, admirado y querido por sus estudiantes y por los más desfavorecidos, por los que se preocupaba constantemente. Se decía que su lema en la vida era evitar a toda costa causar problemas a nadie.

Murió de tuberculosis en 1826, probablemente contagiado mientras realizaba una autopsia a uno de sus pacientes. Había vivido apenas 45 años. Cuenta la tradición que se diagnosticó él mismo e, incluso, que llegó a ensayar sobre sí mismo algunos tratamientos.

En el testamento, dona a su sobrino su propio estetoscopio, describiéndolo certeramente como “el mayor legado de mi vida“. El legado de un médico admirable, el legado de un hombre bueno.

Esta entrada fue publicada en A hombros de gigantes.

Construye un sitio web con WordPress.com