Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Humor gallego y vengativo.

La venganza de los gallego
Aquí va un anticipo de su venganza.

1. El médico y la enfermera en el hospital gallego contemplaban a los

recién nacidos que dormían en la cuna. Entre todos estos recién

nacidos, hay uno cuyos padres son argentinos.

- ¿Usted sería capaz de adivinar cuál es el párvulo argentino, enfermera?

- Pero doctor, no hace falta adivinar. El infante argentino es aquél.

El primero de la segunda fila.

- ¡Qué notable! ¿Y cómo lo ha sabido usted?

- ¡Hombre, sencillísimo! Es el primero que me cagó.

2. El chico llegó casi llorando del colegio:

-¿Qué te pasa, niño?

-Mamá, en el colegio me dijeron que si era judío no era argentino.

-No, mi vida. Vos sos judío y argentino.

-Bueno, pero entonces necesito saber qué soy más, ¿argentino o judío?

-¿Cómo qué sos más?

-Sí... qué soy más, y...necesito saberlo!

-¿Para qué?

-Hay un chico que me quiere vender una bicicleta. Por eso quiero saber

qué soy más.

-No te entiendo.

-Si soy más judío, voy y le regateo el precio, pero si soy más

argentino, salgo esta noche y se la afano, ¿entendés?

3. Adivinanzas:

-¿Cómo llaman a los argentinos en Galicia?

-Ni idea.

-Espermatozoides.

-¿Por qué?

-Porque sólo trabaja 1 de cada 3.000.000

4. Anécdota urbana:

La ambulancia llegó velozmente a la escena del accidente de tránsito.

Bajaron los enfermeros con una camilla. El médico se acercó al

argentino que acababa de chocar y le dijo:Cálmese. Pronto lo

curaremos.

-¡Mi Mercedes! ¡Mi pobre Mercedes! ¡Cómo ha quedado mi Mercedes nuevo!

-Pero, ¡déjese de joder, hombre! Olvídese de su auto. ¡Su brazo

izquierdo ha quedado aplastado!

-¡Oh, no! ¡Mi Rolex! ¡Mi pobre Rolex!

5. Un argentino llevaba ya 20 años viviendo en La Coruña. Un día

decide visitar al psicoanalista.

-Mire, doctor, lo mío es muy grave. Siento que perdí la identidad

argentina. Siento que soy gallego.

-¿Cómo lo afecta esto?

-Y… me afecta muchísimo. Cuando escucho un tango, me paro a bailar y

termino bailando una muñeira. Si, por ejemplo, tengo ganas de comer un

asado, termino pidiendo pulpo…

-Pierda cuidado. Esto tiene fácil solución.

-¡No me diga!

-Sí. En media hora estará usted curado.

-¿Y cómo va a hacer, doctor?

-Lo hipnotizaré.

-¡Gracias, doctor! ¡No sabe cuánto se lo agradezco! ¡Gracias, gracias!

Con habilidad, el psicoanalista lo hipnotizó y le hizo repetir:

-¡Soy argentino! ¡Soy argentino! ¡Soy argentino!

Exactamente media hora después lo sacó del estado hipnótico.

-Veamos, ¿se siente usted bien ahora?

-¿Y a vos qué mierda te importa, gallego pelotudo?

6. El argentino intenta comprar en Galicia unos cigarrillos.

-Bueeeenas. ¿Vos sos el dueño de este quiosco?

-Buenos días tenga usted, señor. Verá: esto no es un quiosco, aquí lo

llamamos estanco.

-Esteeeeee, a ver, dame cigarrillos de…

-¡Que no los llamamos cigarrillos! Los llamamos pitillos.

-Bueno, y dame también unos fósforos.

-Aquí no los llamamos fósforos, sino cerillas.

-Está bien. Dame unos encendedores.

-Que aquí no los llamamos encendedores. Los llamamos mecheros.

-Decime viejo, ¿y cómo llaman aquí a los hinchapelotas?

-No los llamamos. Vienen solos desde Buenos Aires por Aerolíneas Argentinas...

7. EL TAXISTA

Un hombre vuelve de un viaje de negocios, un día más temprano de lo previsto.

Es tarde y toma un taxi.

Cuando está llegando a su casa le pregunta al chofer si quiere ser

testigo de lo que va a encontrar, ya que piensa que su mujer lo

engaña, y que en este momento está con su amante.

El chofer, que es argentino, acepta ser testigo a cambio de 100 dólares.

Entran sin hacer ruido, abren silenciosamente la puerta del

dormitorio, el marido enciende la luz y corre de un tirón las sabanas

de la cama. Y tal como lo imaginaba descubre a ambos, mujer y amante,

a galope tendido.

Fuera de sí saca su pistola y coloca el cañón en la sien del amante,

pero la mujer grita:

-No, no dispares,¡ no dispares, por favor ! ¡ Te mentí! ¡ Nunca recibí

una herencia de mi tía! Fue él quien pagó la 4 x 4 que te regalé,

nuestro yate, también nuestra casa en el lago, nuestras vacaciones y

el colegio de los niños. Hasta paga nuestras compras en Carrefour

El marido, fuertemente impactado por esa revelación, baja la pistola,

se vuelve hacia el taxista y le pregunta:

-Y Ud., en mi lugar, ¿qué haría ?

- Yo volvería a taparlo... ¡ no sea cosa que se resfríe !