Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

La bruja Sara Echandía.

LA BRUJA  ZARA  ECHANDIA

 M. Acevedo Arrastry

La temible y poderosa bruja Zárate, Zara o Echandia vivía cerca de la plaza, que entonces era maleza y matorrales y sitio de su conjuro con Satanás. Cuentan
de su venganza, la cual hizo recaer sobre una hija y su yerno por haberla despreciado un domingo en que recibieron unas visitas de San José. Estos eludieron
en toda forma presentar a sus amigos a Zara; ella se dio cuenta de que los avergonzaba y así se los gritó en la casa y sentenció:

"Tendrán siete hijos y los siete serán monstruos y morirán siete días..."

Diciendo esto huyó hacia el sur y se internó en La Piedra Blanca(*) ...Al pie de su palabra, la sentencia recayó y el hogar maldito por ella tuvo siete
hijos monstruosos que murieron a los siete días de haber nacido...

La Zárate jamas volvió, pero suele aparecer entre las alturas de la Piedra Blanca, en forma de niebla, de un gallo que canta a media noche, de voces, viento
y en el ruido de chapaleo, como si existiera un lago en la cumbre de la montaña. Igualmente se escuchan lamentos y cantos mezclados con la neblina que
lo extravían a uno en el bosque cubierto de musgo... Algunos obtuvieron monedas de ella... Otros fueron vapuleados por manos de un ser que más que ser,
era un ogro, y no faltó quien la identificara como una rubia, pero con algo de Lucifer...

Zara era mestiza, contaba el pasado y presagiaba el futuro de cualquier persona. Dominaba la nigromancia y sus bebedizos hechiceros eran capaces de volver
a una persona completamente loca. Hacía milagros adivinando por medios quirománticos, las costumbres más íntimas de cualquier persona; su cabalística indígena
poseía el funesto poder de Luzbel. Aunque de facciones monstruosas, era visitada por gentes de todas partes, y según se sabe, descendía de casta de brujas
y hechiceros Usekras, cruzados con español.  

1* La Piedra Blanca es un cerro cercano a la ciudad de Escazú

LA LEYENDA DE LA VIEJA ZARATE
Y LOS TESOROS ESCONDIDOS
Tradicional

No puede precisarse con certeza el origen del nombre de este cerro del Espíritu Santo. Es mucho más antiguo que el de Naranjo. Aparece ya en los documentos
por los cuales se otorga titulo de propiedad a quienes, como don Judas Tadeo Corrales, hicieron los denuncios y solicitaron al presidente Carrillo que
se extendiera a su favor la respectiva carta de propiedad, de estas tierras que ellos mismos bautizaran con el nombre de "Los Naranjos", por haber encontrado
en el bosque, varios árboles de naranjo, en el lugar que hoy ocupa el parque. Eso fue cerca del año 1835. El nombre del cerro, tiene más de un siglo. También
la parroquia que entonces se llarnó "filial de Piedades de Grecia", ostentó por algUn tiempo el nombre de "filial del Espiritu Santo".

LAS LEYENDAS. Como casi todas las montañas, tiene esta del Espiritu Santo sus leyendas. La misma de la dueña de los montes "la Vieja Zárate" la poseedora
de los tesoros ocultos en las entrañas de los cerros de Escazú, Aserrí y otros lugares. En el interior de nuestro cerro, según nuestros abuelos, tenía
su habitación y sus riquezas esta "india de los encantos". Por eso se oyen a menudo, sobre todo en las noches silenciosas, el canto de los gallos de pasión,
el tañido de ocultas campanas y el tintineo de las monedas que la Bruja Zárate lleva y trae por el interior de los montes.

EL VOLCAN. Todos en Naranjo hemos oído desde pequeños la leyenda del volcán. Cuando esta población era apenas un grupo de casitas dispersas vieron un día
con horror, que de lo alto del cerro empezaban a salir llamas, que un volcán con todas sus características, empezaba a formarse con grave amenaza para
la incipiente aldea. Como los retumbos no cesaban y los ruidos subterráneos menudeaban, se reunieron todos los habitantes en la pequeña ermita y desde
allí salieron en peregrinación, acompañados de unos "misioneros" que habían llegado y entonces "bautizaron" el cerro. Y terminó el volcán. Eso dice la
leyenda. Lo cierto es que no hay ningún indicio geológico que pudiera dar lugar a la suposición de que el cerro fuera volcán en algún tiempo.

EL INDIO MARTIN. Hace muchos años (como dicen los cuentos de mi tía Panchita), vivía en Naranjo un indio legítimo llamado Martín. Era experto curandero.
Conocía muchas yerbas medicinales y varios secretos de sus antepasados. Era descendiente directo de uno de los caciques güetares que moraron en el valle
de Candelaria de Naranjo, lugar en donde se han encontrado varios entierros. Allí encontró don Carlos Aguilar hace muchos años una aguilita de oro y varias
insignias de las que enterraban con los caciques. Pues bien, Martín hacía frecuentes visitas al cerro y consultaba con la vieja Zárate. Los viernes santos
eran los días preferidos por Martín, quien regresaba siempre trayendo algunas plantas y un envoltorio que no enseñaba nunca. Varias noches se pasaba en
vela después de sus excursiones. Un día de tantos se ausentó Martín el indio, y no volvió... 

LOS TESOROS. No pocas excavaciones se han hecho en el cerro en busca de supuestos tesoros escondidos. Unos buscaron tal vez los de la bruja. Otros los
objetos de oro que desde hace mucho tiempo se suponían enterrados. Una viejecita centenaria contó antes de morira quienes andábamos en busca de datos para
la historia de la localidad, que en el cerro había enterrados cálices y custodias de oro, atriles de plata y varios objetos de valor y que dentro de un
copón enterraron también una sagrada forma... Que varias personas, en las noches de luna, habían visto levantarse algunos metros sobre el cerro, una hostia
blanquísima de gran tamaño...

UNA VERSION.  Segúm nos dice el Padre del Olmo que bien podría ocurrir que los vecinos de la ciudad del Espíritu Santo o Esparza, huyendo del asalto de
los piratas llegaran desde su lejana población hasta este cerro y que por estar aislado de otras cordilleras, lo escogieron para enterrar los tesoros que
deseaban salvar de la rapiña. Si así fuera quedaría encontrado el verdadero origen del nombre puesto que sería muy explicable que aquellos pobladores le
dieran al cerro el mismo de su ciudad y habría algún dato verídico sobre el enterramiento de los tesoros.