Texto publicado por Ana López

Yukionna, la mujer de la nieve

Hace mucho tiempo en un pueblo perdido en la montaña,
vivían de la caza Mosaku y su hijo Minokichi.
Un día a finales de otoño, Mosaku y Minokichi salieron de caza a la montaña.
Pero por algún extraño motivo, no conseguían dar con presa alguna.
Así que, poco a poco, se adentraron en la montaña.
Hijo Minokichi: ¡Padre, está nevando!
Padre Mosaku: Puede que sea una tormenta. Más vale buscar una cabaña
El clima cambia rápidamente en la montaña.
Cuando apenas había pronunciado aquellas palabras, se levantó un viento y empezó a nevar con fuerza.
Pronto llegó la tormenta, y la nieve lo cubrió todo de blanco.
Mosaku: Por fin entramos en calor. Esta noche dormiremos aquí.
Quizá se debiera al cansancio pero aunque su padre ya se había dormido, Minokichi, que seguía escuchando el fuerte viento, por algún motivo, no podía dormir.
Cuando Minokichi abrió los ojos, allí estaba, a su lado, aquella hermosa joven.
Asombrado, quiso preguntar: <<¿Quién eres?>>
Pero al intentar alzar la voz, no consiguió pronunciar una palabra ni mover un músculo.
La joven se acercó a su padre, y le lanzó a la cara su blanco aliento.
Minokichi, sin poder moverse, no podía hacer nada, salvo limitarse a mirar.
Mujer de la nieve: Jamás le dirás a nadie lo que has visto hoy aquí. Si lo cuentas, perderás la vida. Ya que aún eres joven te permitiré conservarla por ahora.
Una ráfaga de viento atravesó la pequeña cabaña, desapareció la joven.
Minokichi: ¡Padre!, ¡Padre!, ¡Padre!.
Y así falleció el padre de Minokichi.
La gente del pueblo ayudó a Minokichi, y, entre lágrimas le dieron sepultura.
Siempre vivieron los 2 solos, así que, ahora que su padre había muerto, Minokichi empezó a llevar una vida muy solitaria.
Entonces, pasado un año, una noche...
Yuki: Estoy de paso, pero me he perdido. Por favor, ¿puedo pasar aquí la noche?
Minokichi: Vaya, pobre muchacha. Pero yo vivo solo y no estaría nada bien. ¿Puede preguntar en otra casa? ¿Qué le ocurre?
Yuki: Gracias, estaba muy bueno.
Minokichi: Ah, menos mal. Sólo necesitabas comer un poco. Menos mal...
La muchacha se llamaba Yuki.
Pronto recuperó las fuerzas, y ya más relajada, le habló de su vida.
Así supo Minokichi que la pobre no tenía a nadie.
Entonces Minokichi le propuso matrimonio, y ella se convirtió en su esposa.
Trajeron al mundo a muchos hijos, y la felicidad llenó sus vidas.
A pesar de haber dado a luz a tantos niños, no perdió la figura, y seguía tan hermosa como el día que llegó.
Y así, bendecido con tan buena esposa, Minokichi se adentraba cada día en la montaña, esforzándose por ser un mejor cazador.
Entonces, una vez más, llegó al pueblo la época de las tormentas.
Minokichi: ¡Menuda tormenta! Acabo de recordar algo. Lo de aquella noche.
Yuki: ¿Lo de aquella noche?
Minokichi: La noche que murió mi padre. Estábamos los 2...
Y Minokichi, después de tantos años, empezó a relatar, por primera vez, lo ocurrido en aquella cabaña.
Minokichi: Pero es muy extraño. La mujer que apareció en la cabaña aquella noche, era idéntica a ti, Yuki. La cara blanca, como la nieve. Una larga melena negra recogida a la espalda. Y los labios, rojos. Aún me pregunto: ¿no sería la mujer de la nieve?
Yuki: Al final has tenido que contarlo. A pesar de que te dije que no lo hicieras.
Minokichi: ¡Yuki! ¿No serás...?
Yuki: Tú lo has dicho, soy la mujer de la nieve. Ahora están los niños y no puedo llevarme tu vida, pero tenemos que despedirnos.
Minokichi: ¡Yuki! ¡Yuki! ¡Yuki! ¡Yuki!
Y así desapareció Yuki junto con la tormenta.
Nunca más volvió a aparecer ante Minokici o sus hijos.
En el exterior, lo único que les esperaba era la temible tormenta.