Texto publicado por Daniel Ayala, El testigo

¿Vemos como ve Dios las bebidas alcohólicas?

HACE unos veinte años, los arqueólogos llevaron a cabo unas excavaciones en un antiguo edificio de adobe cerca de la ciudad de Urmia (Irán). En él encontraron una vasija de cerámica que, según los científicos, tiene miles de años de antigüedad, y la dataron del tiempo de algunos asentamientos humanos muy antiguos.
Hace poco se utilizaron las últimas tecnologías para analizar la vasija. Los científicos se sorprendieron al encontrar dentro la prueba química más antigua de la elaboración del vino.

La Biblia también deja clara constancia de que el vino, la cerveza y otras bebidas alcohólicas se consumen desde tiempos antiguos.
(Génesis 27:25; Eclesiastés 9:7; Nahúm 1:10.)

Como ocurre en el caso de otros alimentos, Jehová nos da a cada uno la posibilidad de elegir: consumir o no bebidas alcohólicas.
Jesús bebió vino en las comidas muchas veces; en cambio, Juan el Bautizante se abstuvo de las bebidas alcohólicas.
(Mateo 11:18, 19.)

La Biblia prohíbe beber en exceso. La borrachera es un pecado contra Dios.
(1 Corintios 6:9-11.)

Por este motivo, los testigos de Jehová no permiten que sigan formando parte de la congregación cristiana los borrachos que no se arrepienten. Los miembros de la congregación que deciden tomar bebidas alcohólicas deben hacerlo con moderación.
(Tito 2:2, 3.)

Un modo de verlas contrario al de Dios
Hoy día, mucha gente no ve las bebidas alcohólicas como Dios las ve. Es fácil darse cuenta de que Satanás está fomentando el mal uso de este antiguo producto.

Por ejemplo, en algunas islas del Pacífico Sur, es costumbre que los hombres se reúnan para beber grandes cantidades de una bebida fermentada elaborada en casa. Puede que estén bebiendo durante varias horas, y se reúnen con ese fin frecuentemente, en el caso de muchos hombres, todos los días.
Algunos lo consideran simplemente parte de la cultura. En ocasiones consumen cerveza y licores en lugar de la bebida casera del lugar o junto con ella. A menudo todo acaba en borracheras.

En otro lugar del Pacífico, es casi inaudito el que los hombres consuman alcohol con moderación. Como norma general, cuando beben, lo hacen para emborracharse.
Es costumbre que el día que reciben su sueldo, un grupo de hombres se reúnan y compren varias cajas de cerveza, cada una con veinticuatro botellas. Dejan de beber solo cuando se acaba la cerveza. Por consiguiente, es muy común ver a gente embriagada en público.

En los países africanos se toman tradicionalmente bebidas fermentadas, como el vino de palmera y otros brebajes autóctonos. En algunas comunidades la tradición dicta que para agasajar a los huéspedes debe ofrecérseles alcohol.
Es costumbre que el anfitrión hospitalario dé a cada visitante más alcohol del que puede consumir. En una zona suelen poner doce botellas de cerveza delante de cada visitante.

Muchas empresas japonesas organizan viajes en autobús para sus empleados. En estas ocasiones se llevan grandes cantidades de bebidas alcohólicas, y se tolera la borrachera. Algunas de estas excursiones duran dos o tres días.
Según la revista Asiaweek, en Japón “se mide tradicionalmente a los hombres, desde los cultivadores de arroz hasta los políticos ricos, por la cantidad de bebidas fuertes que consumen”.
En otros países asiáticos se observan tendencias similares. Asiaweek declara que “los surcoreanos ingieren en la actualidad más licor por persona que los habitantes de cualquier otro lugar del mundo”.

En los recintos universitarios de Estados Unidos se ha generalizado la costumbre de que los estudiantes se reúnan para beber sin moderación. Según The Journal of the American Medical Association, “la mayoría de estos bebedores inmoderados no se consideran alcohólicos”.
No debería extrañar este hecho, pues en muchos países la propaganda que aparece en los medios de comunicación presenta el beber como una actividad diferente, elegante y sofisticada. Muchas veces esta propaganda se dirige especialmente a los jóvenes.

En Gran Bretaña, el consumo de cerveza se duplicó en un período de veinte años, y el de licores fuertes se triplicó. La gente comienza a beber más joven, y ha aumentado el número de mujeres que toman alcohol.

En los países de Europa occidental y Latinoamérica se observan tendencias similares. Estas tendencias se ponen de relieve con el aumento proporcional de las tasas de alcoholismo y de las víctimas en los accidentes de circulación causados por el alcohol.
Evidentemente, hay un claro aumento del abuso del alcohol en todo el mundo.

¿Cuánto es demasiado?
El punto de vista bíblico sobre las bebidas alcohólicas es equilibrado.
Por una parte, las Escrituras dicen que el vino es un don de Jehová Dios “que regocija el corazón del hombre mortal”.
(Salmo 104:1, 15.)
Por otra, cuando la Biblia condena el abuso emplea las expresiones “beber con exceso”; “excesos con vino, diversiones estrepitosas, partidas de beber”; “dados a mucho vino”, y estar ‘esclavizados a mucho vino’.
(Lucas 21:34; 1 Pedro 4:3; 1 Timoteo 3:8; Tito 2:3.)

Ahora bien, ¿cuánto es “mucho vino”? ¿Cómo puede determinar un cristiano lo que es ver las bebidas alcohólicas como Dios las ve?
No es difícil reconocer la borrachera. En la Biblia se describen sus consecuencias con las palabras:
“¿Quién tiene el ¡ay!? ¿Quién tiene desasosiego? ¿Quién tiene contiendas? ¿Quién tiene preocupación? ¿Quién tiene heridas sin causa? ¿Quién tiene deslustre de ojos? Los que se quedan largo tiempo con el vino, los que entran en busca de vino mezclado. [...] Tus propios ojos verán cosas extrañas, y tu propio corazón hablará cosas perversas”.
(Proverbios 23:29-33.)

Beber demasiado puede causar confusión, alucinaciones, pérdida del conocimiento y otros trastornos mentales y físicos. Bajo los efectos del alcohol, las personas puede que pierdan el control de su conducta y se causen daño a sí mismas o lo causen a los demás.
A los borrachos se les conoce por su conducta ridícula, ofensiva e inmoral.
Beber hasta emborracharse, con las consecuencias antes mencionadas, es claramente beber demasiado. No obstante, pudiera manifestarse falta de moderación sin presentar todas las señales típicas de la borrachera.
Por lo tanto, es discutible qué se considera beber demasiado. ¿Dónde se encuentra, pues, la línea divisoria entre la moderación y el abuso?

Salvaguardemos la capacidad de pensar
La Biblia no fija unos límites suministrándonos los porcentajes de la concentración de alcohol en la sangre o alguna otra manera de medir cuánto bebemos.
La tolerancia al alcohol varía de una persona a otra. De todos modos, los principios bíblicos son aplicables a todos los cristianos y pueden ayudarnos a llegar a ver las bebidas alcohólicas como Dios las ve.

El primer mandamiento, dijo Jesús, es “amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente”.
(Mateo 22:37, 38.)

Como el alcohol tiene un efecto directo en la mente, abusar de él dificultará nuestra obediencia a este mandamiento, el mayor de todos. Puede afectar seriamente el buen juicio, la capacidad de resolver problemas, el autodominio y otras funciones importantes de la mente.
Las Escrituras nos aconsejan: “Salvaguarda la sabiduría práctica y la capacidad de pensar, y resultarán ser vida a tu alma y encanto a tu garganta”.
(Proverbios 3:21, 22.)

El apóstol Pablo suplicó a los cristianos: “Presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo, acepto a Dios, un servicio sagrado con su facultad de raciocinio”.
(Romanos 12:1.)

¿Sería un cristiano “acepto a Dios” si bebe alcohol hasta el punto de perder su “facultad de raciocinio”?
Por lo general, quien bebe en exceso desarrolla una tolerancia gradual al alcohol. Esa persona puede pensar que, en su caso, aunque bebe mucho, no llega al umbral de la borrachera.
Sin embargo, bien pudiera estar desarrollando una dependencia enfermiza del alcohol. ¿Pudiera tal persona presentar su cuerpo como “sacrificio vivo, santo”?
Para el cristiano, beber alcohol hasta el punto de que se vea afectada su ‘sabiduría práctica y su capacidad de pensar’ es beber demasiado.

¿Qué determina su manera de ver el alcohol?

Los cristianos deben evaluar si las tendencias o tradiciones actuales están influyendo en su punto de vista sobre la bebida. En lo referente a las bebidas alcohólicas, no hay duda de que no deberíamos tomar nuestras decisiones en función de las tendencias culturales ni de la propaganda de los medios de comunicación.
Cuando evaluemos nuestra actitud, preguntémonos: ‘¿Me influye lo que es aceptable en la comunidad, o gobiernan los principios bíblicos cuánto bebo?’.

Aunque los testigos de Jehová no están en contra de la cultura de los pueblos, se dan cuenta de que Jehová odia muchas prácticas que hoy se aceptan ampliamente. Algunas comunidades toleran el aborto, las transfusiones de sangre, la homosexualidad o la poligamia.
Los cristianos, en cambio, obran en conformidad con lo que Dios dice sobre estas prácticas. En efecto, el ver las cosas como Dios las ve motivará al cristiano a odiar tales prácticas sin importar si se aceptan en su cultura o no.
(Salmo 97:10.)

La Biblia habla de “la voluntad de las naciones”, que incluye “excesos con vino” y “partidas de beber”. La expresión “partidas de beber” transmite la idea de reuniones que se organizan con el propósito expreso de consumir grandes cantidades de alcohol.
Parece que en tiempos bíblicos, algunas personas que se jactaban de su supuesta capacidad para aguantar la bebida, trataban de demostrar que podían beber más que otros o de competir para ver quién bebía más.
El apóstol Pedro se refiere a esta clase de conducta como un “bajo sumidero de disolución” del que ya no participan los cristianos arrepentidos.
(1 Pedro 4:3, 4.)

¿Sería razonable que un cristiano pensara que no importa en realidad dónde, cuándo o cuánto bebe, mientras no se emborrache?
Preguntémonos: ¿es así como Dios lo ve?

La Biblia dice: “Sea que estén comiendo, o bebiendo, o haciendo cualquier otra cosa, hagan todas las cosas para la gloria de Dios”.
(1 Corintios 10:31.)

Puede que no todos los hombres que se juntan para beber grandes cantidades de alcohol en público se emborrachen, pero ¿trae gloria a Jehová su conducta?
La Biblia advierte: “Cesen de amoldarse a este sistema de cosas; más bien, transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios”.
(Romanos 12:2.)

No hagamos tropezar a otros
Es curioso que muchas veces las mismas culturas que toleran el abuso del alcohol, lo desaprueban cuando quien bebe mucho dice ser un ministro de Dios.
En una pequeña comunidad del Pacífico Sur, un observador dijo: “Los admiro. Ustedes predican la verdad. El problema que vemos es que los hombres de su religión beben demasiado grog”.
Aquellos varones no se emborrachaban, pero ese detalle no estaba tan claro para muchos miembros de la comunidad. Es posible que los observadores concluyeran fácilmente que los Testigos se emborrachaban al igual que la mayoría de los demás hombres que se reúnen para beber.

¿Pudiera un ministro cristiano que se reúne con otros para beber durante un largo rato mantener una buena reputación y efectuar su ministerio público con franqueza de expresión?
(Hechos 28:31.)

Un informe de un país europeo indica que a veces, cuando algunos hermanos y hermanas llegan al Salón del Reino, su aliento huele mucho a alcohol. Esto ha molestado la conciencia de otras personas.
La Biblia aconseja: “Es bueno no comer carne, ni beber vino, ni hacer cosa alguna por la cual tu hermano tropiece”.
(Romanos 14:21.)

Ver las bebidas alcohólicas como Dios las ve impulsará a los cristianos maduros a tener presente la conciencia de los demás, incluso si eso significa no tomar alcohol en algunas circunstancias.

Los cristianos son inequívocamente distintos
Lamentablemente, este mundo ha hecho mucho para ofender a Jehová al usar mal sus buenas dádivas a la humanidad, incluidas las bebidas alcohólicas.
Todos los cristianos deben esforzarse por evitar las ideas imperantes contrarias a las de Dios. Así la gente podrá ‘ver la distinción entre uno justo y uno inicuo, entre uno que sirve a Dios y uno que no le ha servido’.
(Malaquías 3:18.)

En lo que tiene que ver con las bebidas alcohólicas, la “distinción” entre los testigos de Jehová y el mundo debe ser inequívoca.
La vida de los cristianos verdaderos no se centra en consumir bebidas alcohólicas. Ellos no experimentan con los límites de la tolerancia al alcohol, acercándose peligrosamente a la borrachera; tampoco permiten que las bebidas alcohólicas perjudiquen o afecten de alguna manera su servicio a Dios con toda el alma y una mente despejada.

Los testigos de Jehová en conjunto ven las bebidas alcohólicas como Dios las ve.
¿Es así en nuestro caso?
Cada uno de nosotros puede contar con la bendición de Jehová al seguir la instrucción bíblica de “repudiar la impiedad y los deseos mundanos y [...] vivir con buen juicio y justicia y devoción piadosa en medio de este sistema de cosas actual”.
(Tito 2:12.)

[Nota]
“Se considera bebedor inmoderado al que consume cinco o más bebidas seguidas, en el caso de los hombres, y cuatro o más seguidas, en el caso de las mujeres.” (The Journal of the American Medical Association.)

[Ilustración y recuadro de la página 28]
Escuche a sus seres queridos
Con frecuencia, quien bebe en exceso es el último en darse cuenta de que tiene un problema.
Los parientes, los amigos y los ancianos cristianos no deberían titubear en ofrecer ayuda a estos seres queridos que no tienen moderación. Por otra parte, si nuestros seres queridos expresan su malestar por lo mucho que bebemos, probablemente tienen buenas razones para ello.
Prestemos atención a lo que nos dicen. (Proverbios 19:20; 27:6.)

Fuente de consulta:
jw.org