Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

El nazareno de Nancite Dulce.

El  NAZARENO DE NANCITE DULCE                                                            Mario Cañas Ruiz. 

Al pie de unas lomas panorámicas, se destaca la soleada  llanura, contorneada de frondosos guanacastes, de robles y espabeles gigantescos y de potreros
pintorescos. Allí, como soñando en un algo lejano, levantan sus techumbres las casas del bonito caserío de NANCITE DULCE habitadas por sencillos moradores,
trabajadores y empeñosos en las faenas campesinas. De labios de estos esforzados labriegos llaneros,  la débil luz de una tarde de verano, escuché esta
mística  leyenda que paso a relatar, para que perdure en las almas que habitan nuestra región y en los intelectos que aman la cultura  por doquier.

Era el viernes de Dolores, calor sofocante que impregnaba el ambiente lleno de verdadera santidad, allá en un ranchito pajizo del viejo ñor Jesús, se celebraba
por tradición  el rezo de Jesús de Nazareno. Acudían al rancho, gentes de todas partes, venían con ofrendas y primicias para la venerada  imagen. Lindas
guarias confundían sus sedosos pétalos  entre la túnica de Cristo; las guirnaldas de siemprevivas coquimbos de sacanjuches guindaban del camarín del Nazareno
dejando un perfume exquisito por todas las estancias, y  de las ventanas y puertas de las casas colgaban las flores del coyol y la rosada flor de avispa...
Al avanzar la noche daba  comienzo al rezo. Todos devotamente pronunciaban lo que el viejo rezador iniciaba.

Terminado aquel acto de santidad ritual, ya muy tarde de  la noche, la concurrencia, bien bebida de chicheme, de pozol y de café con rosquillas, regresaba
satisfecha de su deber  cumplido con el santo Nazareno...

Transcurrían los años y la costumbre se mantenía en toda su plenitud... Los años volaron en el jinete fugaz del tiempo, sin perder el hábito del pomposo
rosario, a la venerada imagen. Un día de tantos se corrió por el pueblecito la triste noticia de la muerte de ñor Jesús, desde cuya fecha no se volvió
a celebrar el santo Rosario al Cristo Nazareno. 

Corrieron los comentarios en boca de los buenos moradores... el pesar inundaba a todas las almas; en cada fecha se recordaban los santos rezos y se invocaba
el nombre de ñor Jesús, para que los protegiera siempre... Así pasaban los años... hasta que una vez, al llegar la fecha, durante las noches, se ve cruzar
una sombra por el quieto poblado y entrar al rancho pajizo donde habitara ñor Jesús... Y en el solitario silencio nocturno, dejan oírse sollozos que se
escuchan entre plegarias… después la sombra sale del ranchito, lentamente, llevando una imagen en los brazos hasta que se pierde en la última callejuela
del lugar... Es la sombra fina y lánguida; es la sombra misteriosa que perdió su tradición; es el alma del viejo rezador que llega a purgar sus penas en
el rancho solitario, donde en otros años vivió la vida terrenal plena de encantos y de amores y donde siempre tuvo felicidades y dulzuras...

Es el alma campesina que pregona luz y paz y es la fuerza espiritual que venera su gloriosa tradición...