Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

La leyenda de las águilas.

                                   LA LEYENDA DE LAS AGUILAS   Carlos Gagini.

En la cima de una montaña había un palacio de piedra, pavimentado con lajas, en el cual vivía una pareja de águilas que hacían cruda guerra a los indios,
con cuya carne alimentaba a sus polluelos. Los Bribrís celebraron entonces una conferencia con sus "suquias" para discutir los medios de poner remedio
al mal.

Capturar o flechar las poderosas aves era imposible, porque no lo permitía la rapidez con que atacaban y huían con su presa. Un indio se ofreció entonces
a sacrificarse por los  demás, a condición de que éstos no le olvidasen y pusieran de su parte para ayudarle en la empresa.

Bajo su dirección fabricaron los indios siete canastos de bejucos muy fuertes y de tamaño tal, que cupieran uno dentro de otro. En el más adentro se encerró
el indio con su macana, lanza, víveres y una cuerda. Dejaron los canastos en lugar visible y a la noche vino el águila y trató de sacar lo que estaba adentro;
pero no pudiendo romper la envoltura se llevó el fardo hasta su nido, que distaba siete días del pueblo. Durante el viaje se elevó tanto el ave, que el
pobre indio se estaba derritiendo con el calor del sol, y al través de las rendijas de su encierro vio por primera vez el mar a lo lejos y  le pareció
tres veces más grande que la tierra. El águila depositó su carga en el suelo del palacio, bañado con la sangre de los indios sacrificados. A media noche
salió sigilosamente el indio y con su macana dio muerte a los polluelos del águila y atravezó a ésta con su lanza y la despeñó. Luego ató la cuerda en
una roca y comenzó a bajar; pero era tan alta la montaña que no pudo llegar sino hasta la mitad del acantilado. Entonces tocó su caracol (bocina)  y le
 contestaron de abajo los compañeros, que habían venido hasta alli en su auxilio. Con mil dificultades lograron trepar hasta donde estaba y bajarlo al
llano. Allí fabricaron un rancho y como tenían víveres y gran cantidad de chicha preparada, celebraron una gran fiesta y cantaron, bailaron y bebieron
hasta caer rendidos.

A la mañana siguiente advirtieron que faltaba el valiente indio. Se lo llevó la otra águila. Ni ésta ni el indio volvieron a aparecer nunca.