Fichero publicado por Germán Marconi

Amigos, cena, trago y libro ... ¿algo más se puede pedir?

Sábado en la mañana, despierto temprano, más por costumbre que por necesidad.
Hoy viene la señora a limpiar la casa, imprescindiblemente, ya que tengo planes.

Preparo un té de naranjas y durazno, unas galletas de cereal y miroteo el diario, mientras la ropa da vueltas y vueltas en la lavadora.
a las 10, puntual como sólo ella sabe serlo, aparece Estela, que entra a casa y le invito a compartir el desayuno.
Luego vamos a por manteca, leche, galletas y un rico vino. Hoy será un merlot patagónico.

Paso por la agencia de lotería, pues tengo un pálpito, una intuición, y no debería dejarla pasar, así que no lo hago.

Tres pasos más acá está la verdurlería.
de allí, con las bromas entre el dueño y yo, me traigo manzanas, peras y naranjas, un poco de zanahorias y acelgas enormes y fresquísicmas. y también unos frescos tomates y un ramillete enorme de fragante hierbabuena, o menta, como le decimos por aquí.

Con todo esto encima, pasamos por la pollería, donde compro algunos cuartos de pollo, que aquí llamamos pata-muslo, y por fin a casa.

A eso de las nueve de la noche llegan Andrés, Romina y los niños, mis amigos e invitados de hoy. cada quien a lo suyo, con mucha conversación como de costumbre.

Joaquín, el mayor de los niños y mi ayudante en jefe en la cocina, prepara diligentemente las dos ensaladas, mientras el padre calienta unos purés y yo preparo el restante, en tanto que en el horno crepita la carne tomando temperatura, porque todo lo cociné más temprano. Alfonsina, la pequeña del grupo , va y viene entre papá y mamá, siempre con algo para ir degustando por el camino.

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La cena ha estado maravillosa, hemos charlado con mi amigo, y colega, de trabajo, de gente que no quiere trabajar y nos complica, de los alumnos y de los cambios que se vienen.

También de los chicos - sí, son tema obligado, porque son sus hijos y son mis sobrinos del corazón y del alma - de la comida - que parece haber gustado a todos - de los proyectos y las ideas. Del futuro, que los grandes esperamos mejor para los que vienen detrás nuestro.

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La esposa de mi amigo preparó el postre, un lujurioso ensamble de chocolate, dulce de leche, crema y café. Ofrezco algo caliente para acompañar esta obra de arte, pero todos, riéndonos, acordamos que abandonar al merlot a estas alturas no tendría perdón, y no somos gente que nos guste cargar con culpas.

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... Se fueron a su hogar pasada la una y media de la madrugada, y yo me serví un gin-tonic, que me venía prometiendo desde hace días. Saqué la barra grande de chocolate de cocinar y corté varios trozos, y me traje todo al lado de la computadora. Y abrí el libro que me tiene atrapado.

El trago fue insuficiente para llegar a un punto que me permitiese suspender la lectura, así que inauguré un té de anís y vainilla. Cuando el primero de los aromas tomó vuelo, ese que nos alcanza instantes después de que el agua caliente despierta al duende dormido en las hebras, volví por un momento al lado de mi madre, cuando mis hermanitos eran todavía muy peques.

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El libro llegó a su fin tal cual había comenzado, de un modo maravilloso, como una crema con sabor a chocolate y frutas, una textura mantecosa y ácida a la vez, despertándome unas sensaciones que quisiéra eternizar, pero que he aprendido a disfrutar más allá del breve tiempo en que viven.

Porque, como se dice en el libro, la comida no es algo que llega y se va, sino que permanece en nosotros para siempre.
Este libro es así, y espero que lo disfruten como yo lo he hecho.

Ger, especialmente dedicado a Rubí, la dama de los aromas y los sabores.
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