Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

La leyenda de la piedra blanca.

LA LEYENDA DE LA PIEDRA BLANCA                                                Clodomiro Picado Lara.

Hoy no se halla en estas comarcas gente anciana indígena que pueda referir alguna tradición o leyenda de los primitivos habitantes. Algo que tiene visos
de leyenda es lo que me refirió una india que frisaba en los 80 años al preguntare yo cómo se explicaban los indios la formación del mundo del hombre y
es lo siguiente: Una ave inmensa, alimentada con frutas celestiales por todos los dioses, volaba en el espacio y defecaba continuamente y de sus deyecciones
se formó la tierra con sus continentes y mares y montañas y bosques; un pedazo de fruta celestial que se le cayó al ave, pudrióse en la tierra y entonces,
aparecieron los primeros indios y después todos los demás animales; una mujer apareció más tarde traída por el ave o pájaro a la tierra y los indios eran
alimentados y vestidos por ella, pero ellos no podían verle el rostro, solo sabían que era mujer por su luenga cabellera negra que caía hasta sus talones
y por delicado timbre de su voz. Vivían los indios felices sin pensar en trabajar para alimentarse, pues la mujer, cuyo rostro solo podían ver los dioses,
les daba cuanto necesitaban volviendo ella los brazos hacia atrás, donde estaban implorando los pedigueños. Una vez un joven atrevido, enamorado de aquella
mujer, se adelantó para verle el rostro y al momento la mujer desapareció con la choza que habitaba empezó a formarse una gran laguna con la lluvia que
caía en aquel lugar. Dicen que existe esa laguna en territorio de Talamanca y en medio de la laguna una piedra blanca y encima de la piedra un pájaro pardo,
que sirve a los indígenas de señal de buen o mal tiempo pues cuando el pájaro está vuelto hacia el norte es señal de verano y cuando esta vuelto hacia
el sur es señal de lluvia o mal tiempo. Cuando nace entre los indios un niño con la mano izquierda apuñada, hay que llamar al cacique y al "suquia", pues
únicamente ante la suprema autoridad de la tribu y a las evocaciones del sacerdote aquel niño abre la mano y muestra una piedrecita blanca, pequeño fragmento
de la piedra blanca de la laguna, que los buenos dioses introdujeron en el vientre de la madre en el tiempo de la gestación como regalo u ofrenda celestial:
la piedrecita blanca del niño la guarda el sacerdote o "suquia" para entregársela al mismo niño cuando esté grande, como amuleto precioso o insignia mágica
de su poder maravilloso pues aquel niño será más tarde un nuevo "suquia".      

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