Texto publicado por Ma. Guadalupe Hernández Méndez

satisfacciones

¿quien no ha tenido alguna satisfacción en su vida?

Está amaneciendo, me lo dice el canto de los gallos, la noche ha sido larga, muy larga, fría y obscura. Uno vive sin pensar en estos momentos y cuando se presentan duele mucho, no, ya no lloraré mas. Solo hace unos días reíamos felices al recordar aquel baile de ensueño, el salón lleno de flores adornando cada una de las esquinas iluminadas con mucha fantasía desde las fuentes que en vez de agua daban haces de luz solo de vez en cuando. El candelabro en forma de telaraña colgado en el centro de salón reflejaba las sombras de forma tenebrosa en algunos momentos y graciosa en otros. Los cisnes puestos en los centros de las mesas me recordaban la fina elegancia de las fiestas en algún palacio medieval ¡Y los trajes usados aquella noche!, ¡espectaculares! ¡Maravillosos!, ni en el cuento de la cenicienta pudieron poner unos mejores. Luego la música que en el clímax de la noche, el alcohol y la alegría, interpretaba los mejores valses para recordar tiempos pasados, fue en ese preciso momento cuando me pediste que fuera tu esposa, creo que brinqué cual gacela por todo el salón y llené con mi grito cada rincón al decirte que si. Todo pasó tan rápido como un sueño y mi vida se deslizó como el agua entre los dedos, fueron días llenos de perfumadas tardes por los prados mas exuberantes que haya visto el ojo humano y aquellas noches cargadas de estrellas que solíamos ver desde la puerta de nuestra cabaña. ¿Recuerdas la primera vez que me llevaste al río? ¡yo no podré olvidarla!, tus ojos se engrandecieron cuando quedando desnuda por completo me tiré en él, tu boca enmudeció de susto y no me advertiste de aquellos terribles pececillos que me hicieron salir de un salto cuando empezaron a morder mis piernas. ¡menudo susto me llevé!, casi me pongo a llorar del miedo y tu, cínico, descarado, solo reíste como un loco, aunque ME consolaste diciendo que aquellos peces solo hacían cosquillas, que yo exageraba.
Así entre risas, sustos y besos pasó la primavera, vinieron luego los días lluviosos del verano, tuve que refugiarme en la calidez de nuestra cabaña mientras esperaba tu regreso, las horas se me hicieron mas largas y cuando por fin aparecías tras de ti llegaba la luz y el calor de nuestro amor. ¡fueron los días más fantásticos y maravillosos que hubo en mi vida! Y cuando siento tanta tristeza, como hoy, para animarme cierro los ojos y los miro volviendo a vivirlos.
Llegó el invierno y con él tú traslado a otro lugar, yo no quería abandonar aquella cabaña pues en ella se quedaba parte de mí y de ti, pero el destino es inexorable y lo que ha de pasar pasa. La ciudad con sus muchas distracciones logró que nos alejáramos un poco, yo no toleraba tanto ruido, autos, contaminación… así que apenas podía, tomaba mi auto para buscar la tranquilidad de los campos, si, ya sé, eso te molestó mucho desde un principio y provocó muchas de nuestras peleas, pero era inevitable, mi espíritu acostumbrado a la libertad solo anhelaba volar hasta donde el agua fluyera dejando escuchar su canto para formar melodías en las que el viento la acompañaba. La ciudad me asfixiaba, no soporté mas estar encerrada entre esas cuatro paredes y sola la mayor parte del tiempo. Las almas afines a la mía podrán entender el sentimiento que me embargaba cada vez que mis ojos buscaban un pájaro o alguna mariposa, pues en las ciudades grandes son escasos o simplemente no existen.
Todo esto aunado a la soledad, provocó que aquella noche en la que no llegaste a casa, después de mil pensamientos, yo tomara la decisión de ir a buscar refugio en la cabaña para sentirme amada de nuevo, solo que la vida, o dios, o el destino, no se detienen y lo que escribieron, escrito está.
Lo recuerdo bien, el sol apenas clareaba, las lágrimas nublaban mis ojos, la carretera casi vacía me alentó a subir la velocidad, una curva… un tráiler… no supe más de mí, hasta hoy que he despertado en este hospital en medio de una terrible oscuridad… al principio no entendí los tecnicismos y las medias palabras. los médicos dicen que fue un golpe en la cabeza y nunca mas volveré a mirar… la discapacidad es un billete de lotería que todos tenemos en la mano y solo la vida sabe cuando hacerlo efectivo. Ya pasé varias noches igual, sin poder conciliar el sueño, aún no puedo resignarme a vivir con la obscuridad como mi mejor compañera, he gritado al cielo pero nadie me escucha. He rogado a Dios y pienso que también me quedé muda pues nadie me responde… ¿seré invisible para las personas? Pero lo peor es ser invisible para mi Señor… ahora la pregunta surge desde las entrañas cual volcán en erupción, ¿me amarás igual?... ¿te quedarás conmigo?
Nadie que haya clamado a la misericordia de Dios, desde el fondo de su corazón, ha dejado de ser escuchado, yo, no fui la excepción… por eso, después de algunos años, estoy aquí, en este instituto para discapacitados apoyando a uno por uno, a fin de que ninguno se sienta invisible. La fuerza para combatir el mal, está dentro de cada quien y la felicidad no donde mas que de uno mismo. fin
Marilupis.