Texto publicado por Elías Ellurence

para triunfar "solo falta empesar"

“¡YA LLEGARÁ!...”

Hay veces que nos dedicamos a esperar en la vida. Para ser más exactos nos dedicamos a “esperar a ver qué pasa” (¿les suena esa frase?). Y nos quedamos en esa espera sin fecha, ni horario, ni día sin empezar y mucho menos concluir algo; en el calendario de nuestros días, como se diría coloquialmente. La pregunta en muchos casos es ¿qué estamos esperando? En algunos casos se espera que otro tome la decisión que estamos evadiendo. Que alguien lo haga por mí…
También esperamos que el problema se diluya, se olvide o desaparezca por arte de magia. Aunque en el fondo sabemos que esto último no va a pasar. Los cuentos mágicos, son un evento del hombre soñador, no de los capacitados para enfrentar el inconveniente y salir adelante.
Pero, claro, con la ayuda de nuestra mente, es más fácil esquivar, huir de las responsabilidades o de los episodios que pueden resultar complicados o dolorosos. Pero al final sufrimos mucho más del dolor que evadimos.
Uno sabe cuándo algo no está bien. Es más, de alguna manera reconocemos las posibles consecuencias que puede traer la no toma de ciertas decisiones importantes. Sin embargo, y a pesar de tener mediana idea de lo difícil del panorama, preferimos hacerle “el quite” y “esperar a ver qué pasa”. Hay ocasiones en que la espera es válida. Pero es muy diferente la espera activa, la que arroja frutos, la que más adelante nos permitirá ver los resultados; a esa espera en la que buscamos que otros (llámelo Dios, pareja, destino, el cosmos, amigos, familia, un golpe de suerte, o lo que sea) nos resuelvan lo que nosotros no queremos.
No tomar las decisiones que nos corresponden, nos someten a la voluntad y el capricho, de otros y a perder el control de nuestra vida presente y mucho más grave porque nos condiciona el futuro. Nuestra existencia no es eterna y se pasa muy rápido. Es por eso que muchas de nuestras decisiones sí deben tener una fecha o un límite.
De ahí la importancia de luchar contra nuestros miedos, aceptar lo que nos Sucede y tener el valor para afrontar nuestra realidad. Todo está en una palabra, en un paso, en la voluntad. Vale recordar que “la voluntad movió, mueve y moverá el mundo”.
No dejes para mañana, lo que puedes hacer hoy. Mejor empieza ahora mismo.
Se dice que la templanza es la moderación de los placeres de los sentidos, que constituye una de las virtudes cardinales y se refiere principalmente a no cometer excesos aplicando la moderación y la continencia. La palabra templanza proviene del latín templar, templo. Los griegos edificaban sus templos o lugares sagrados en las partes más altas de las montañas porque les permitía tener una visión completa del paisaje y contemplar sin mayores esfuerzos, lo que sucedía en su entorno.

El temple se aplica también al proceso que sufren los metales y algunos cristales al ser sometidos a temperaturas extremas para determinar su fortaleza y así mejorar sus propiedades físicas exponiéndolos a temperaturas muy altas y enfriándolos después bruscamente en tinajas de hielo. En Japón, los grandes guerreros templan sus espadas sometiéndolas más de quinientas veces al cambio de un rojo incandescente provocado por el fuego para después sumergirlas en una vasija de agua helada. Con este proceso tan extremo sus espadas, son fuertes y muy cortantes.

La templanza es una condición por la que todos pasamos en el proceso de aprendizaje en cualquier etapa de nuestra vida. Al igual que los metales, la templanza nos permite someter nuestras capacidades a pruebas muy fuertes en las que ponemos de manifiesto nuestro estado emocional, intelectual, físico y espiritual. Cada acto en nuestra vida puede ser una prueba de templanza, nuestra personalidad es como una espada que está siendo templada por el fuego y el hielo de la vida hasta encontrar el punto del justo equilibrio en el que el filo de nuestro espíritu sea uno solo e indivisible.

Cada uno de nosotros encontrará el punto exacto de templanza en su vida, lo vamos aprendiendo le vamos dando elementos para saber equilibrar las circunstancias que se le presentan. Templar el alma es acumular la energía, la luz y la fuerza interior que nos proporciona los atuendos para entrar al amor verdadero.