Texto publicado por Miguel de Portugalete

humor parodia sobre cincuenta sombras de grey no recomendable para menores

hola:
he puesto que no es recomendable para menores, para que sirva de orientación a los padres. en esta parodia se usan tancos y terminología que igual para ciertas personas, puede ser desagradable. yo personalmente me he reído con algunas cosas.
aquí va:

50 SOMBRAS DE LUISI (capítulo de la novela "La Luisi". Ángel Sanchidrián)
Salgo de musicoterapia y voy a tomar algo con las amigas. Con todas menos con Reme, que le ha dado la ciática en la conga y se ha marchado a casa. Vamos
a un sitio nuevo que conoce Virtudes que por dos euros te ponen una caña y un pincho así de grande, que con un par ya has cenado.
Allí la Marce nos cuenta que se está leyendo el libro ese de darse azotes. Por lo visto es de un señor rico que coge a una chica jovencita y en vez de darle
besos y hacerle arrumacos la toma por una piñata y la escaralla. Es lo que se lleva ahora en el sexo. Claro que a ella le debe gustar porque vuelve a por
más, como la gata flora, que si se la metes grita y si se la sacas llora.
El caso es que de camino a casa no dejo de darle vueltas al tema y me sorprendo a mí misma pensando en hacer algo parecido con Manolo, que es lo que tengo
disponible. No es que a mí me guste que en la cama me traten como a una yegua, pero a lo mejor así resucitamos nuestra vida sexual, que lleva muerta desde
que empezó a tener más tetas él que yo.
Llego a casa y me doy una ducha de las esmeradas, poniendo especial énfasis en frotar el peluche y aledaños, que quede apetitoso. Luego voy al salón en
ropa interior, apoyo una mano en el marco de la puerta y le digo a la cosa esa que hay despatarrada en el sofá que me acompañe a la habitación.
Él no entiende nada pero obedece, por no discutir y porque el tema pinta retozón, que no acostumbra. Así que se pone en marcha y cuando pasa junto a mí
le suelto un manotazo en el culo y un “que te como, pirata”. Crece su extrañeza.
- Luisi, ¿has bebido?
- Calla, señor Bermúdez, y tira que te voy a dar la paga -. Le doy otro azote mientras avanzo detrás de él.
Manolo en estas cuestiones muy exquisito no se pone. Cuando cruzo el pasillo y le doy alcance, él ya está con los calzones por los tobillos diciendo “rápido,
que empieza el Pasapalabra”. Pero no le hago caso. Hoy no va a ser el “aquí te pillo, aquí te mancillo” de siempre.
Le digo que se tumbe boca abajo y pienso. Necesito un látigo, que es muy erótico, que me lo ha dicho la Marce, pero en casa no tengo de eso así que cojo
un cinturón, uno con la hebilla de golfi. Así, en bragas y con un antifaz de cotillón, le arreo un latigazo en la espalda. Manolo se caga en mis bisabuelos,
en mi gazpacho y en el ministro de hacienda.
Hay que pensar otra cosa porque la dominación con latigazos no ha dado los resultados esperados. Manolo sigue retorciéndose intentando que la mano le alcance
la zona donde le he atizado para aliviarse el escozor. Así que ahora me tumbo yo en la cama y le pido que me dé azotitos. A la segunda hostia que me suelta
en el culo con la manaza abierta, que la tiene como una peineta de berenjenas, estoy empotrada contra el cabecero de forja toledana. Esto parece un rodeo
americano. Así tampoco.
- Te voy a estimular el punto ge - le digo con sensualidad, pasándome la lengua por los labios. Quizás haya exagerado un poquito el matiz sexy y haya parecido
una vaca bebiendo, pero bueno, ya está hecho.
- Eso - dice él -. Bájate a los columpios que tengo la mazorca a punto de hacer palomitas.
Para mí que este no se ha enterado muy bien de lo que le voy a hacer. Me humedezco un dedo con saliva y le pongo la banderilla. Manolo clava las uñas en
las sábanas, aprieta los dientes y su voz se vuelve aguda. Su cara ahora mismo es como dos huevos fritos con labios.
- Hiiiiiija de puta…
Saco el dedo deprisa. Ya no sé ni por qué sombra voy, pero a las cincuenta me da a mí que no llegamos. Voy a pasar al erotismo verbal. Esto no puede fallar
porque lo he visto en un montón de películas españolas y siempre funciona.
- Manolo, dime cosas feas
- Guarrilla
- Eso es
- Putita
- Así, sigue, dime más
- Cotilla, histérica, eres como tu madre, todo el día tocando los cojo…
- Pero qué hablas, borracho
- Yo a esa señora no la quiero más aquí en Nochebuena
- Mira, Manolo, mi madre vendrá a esta casa cuando ella quiera. No empecemos otra vez con lo mismo, te lo pido por favor.
- Bueno, pero hay mandanga o no hay mandanga
- Ya por no oírte, hijo mío
- Venga, ponte boca arriba, a ver si me da tiempo de ver el rosco, que hay casi un millón de bote
- ¿Ya estás dentro?
- Qué cabrona eres
LUISI BALBOA (capítulo de la novela "La Luisi". Ángel Sanchidrián)
Me he apuntado al gimnasio municipal con la Marce, que nos hacen descuento. Manolo no viene porque dice que está hecho un toro. Esta mañana se ha subido
a la báscula y me ha dicho “mira, de cero a cien en dos segundos, como un Ferrari”. Discutir con este hombre es como hacerle cosquillas a un alemán. Yo
ya no le digo nada.
Nos vamos las dos solas. Mientras la espero en la calle la estoy viendo venir de lejos y parece el cojín de una gitana. La madre que la parió el chándal
que me trae. Enfilamos calle arriba y llegamos al gimnasio. Qué tufo a choto.
Cuando nos han enseñado las instalaciones nos metemos en clase de Taichí. Dice el profesor que vamos a empezar estirando, que nos toquemos los pies con
la punta de los dedos. A la que nos agachamos a la Marce se le escapa un cuesco de los que van con salsa, hasta las moscas le aplauden, pero ella no se
pone roja ni nada. Se incorpora y dice “eso pal que barre”. Marcelina es un espíritu libre.
Por fin empieza lo que es el cunfú. El profesor hace cosas raras con las manos, como si estuviera andando a oscuras por casa buscando el interruptor de
la luz. De repente me mira y mueve los brazos en círculo, que yo supongo que eso será una invitación al combate, así que suelto la pierna hacia delante.
A mí nadie me había explicado que en Taichí no se pegan patadas en los cojones. Qué angustia el pobre, ahí en el suelo retorciéndose. Se forma a su alrededor
un círculo de alumnas que le observan y comentan.
- Dejadle respirar, que le estáis atosigando
- Yo creo que está pidiendo agua
- A ver si es que le has dado en el hueso de la risa…
- Pues dicen que una patada ahí duele como un cólico frenético, que lo tuvo Eusebio, el del estanco
La clase se ha terminado por hoy, pero han sido cinco minutos muy bien aprovechados, el Taichí relaja mucho. Por lo menos yo me he quedado muy a gusto.
Y como se han tenido que llevar al profesor entre dos al vestuario, han adelantado la clase de Zumba Fitness, que también nos hemos apuntado, aunque la
Marce dice que a ella el cuerpo le pide que le den sólo zumba, sin fitness. Esta mujer…
Resulta que a esto se ha apuntado también María Dominga. Yo la conozco del bingo de los jueves pero nunca he hablado con ella, aunque cada vez que canta
línea le da un puñetazo a la mesa que me saltan todas las fichas y ya no sé qué números han salido. Le pone mucha pasión a todo: al bingo, a los portazos
que da, a meter el puño en el café para mojar la porra, a fostiarte el brazo mientras te habla.
La monitora lleva unas mallas que se le marcan hasta las picaduras de mosquito. Cuando se agacha se le debe rizar el pelo de la nuca. Nos pone una canción
a todo volumen de estas que escuchan ahora los jóvenes que han venido nuevos con la gorra de lado, una que dice “dale mamita, lo rompe, lo gosa, que tu
papi te da su poronga golosa” o algo así, y luego “hiueputa, gonorrea”, creo. La profesora baila como si estuviera enfadada y hace como que se da azotes
a sí misma mientras nos grita.

- ¡Vamos! ¡Dale! ¡VENGA TODAS! ¡Más fuerte, venga todas ya! ¡Arriba, una vez más! ¡Arriba, abajo, arriba, abajo!
Ahora mismo tengo una teta en el hombro y otra debajo del brazo, me las voy a traumatizar. A mi lado María Dominga, por cómo suena, se está dando los azotes
de verdad. Va a despellejarse el muslo. Qué pasión la de esta mujer, no me cansaré de decirlo. Las demás ya vamos cada una por nuestro lado porque a la
loca esa no hay quien la siga. Tiene a una que a la segunda flexión ya se ha quedado en el suelo, las de la última fila van tres o cuatro pasos de baile
retrasadas, la Marce está pegada a la cristalera haciendo gestos a los chavales que hacen pesas y yo estoy escojonadita de dar saltos. Cuando se acaba
la música no queda una en pie, qué escabechina.
Creo que mejor me ducho en casa con tal de salir de aquí cuanto antes. La Marce va tan fresca porque se ha pasado la Zumba a sus cosas, acosando a chiquines,
pero yo voy andando medio despatarrada sin poder ni doblar las rodillas. Me va a costar a mí esto de ponerme en forma.
AUTOSERVICIO (capítulo de la novela "La Luisi". Ángel Sanchidrián)
Dice la Marce que una mujer de hoy en día se tiene que dar placer a sí misma porque tú conoces mejor que nadie tu propio cuerpo y tus zonas de marisqueo.
Así que me ha regalado el vibrador “Lady parrús” - que por lo visto es lo mejor que hay ahora mismo en menaje del hozar - para que me explore yo a solas
el fruti di mare. Esto lo hacen ahora mucho las famosas que tienen blog.
Aprovecho que Manolo está en el sofá rompiendo la barrera del ronquido para quitarle las pilas al mando del Gol TV y probarlo. Esta Marce siempre me anda
liando, quién me mandará a mí… Vamos a ver: en la caja pone que tiene cinco velocidades y un botón de 4x4 para las que ya han ganado rallies. Yo despacito
al principio que no quiero salir en las noticias. Además esto mide, a ojo, como dos manolos contentos, y es dorado así que lo mismo deja cerco verde.
El cuarto de baño es el sitio más seguro para empezar las prospecciones. Una vez echado el pestillo, me arrimo el vibrador a la juanola y lo pongo en marcha.
Creo que he arrancado en 5ª porque el culo me rebota contra la taza del váter y los dedos de los pies me hacen “los cinco lobitos”. Acto seguido me sube
un escalofrío desde el pomelo hasta la nuca que me quedo bizca y con la boca abierta.
Esto es una cosa loca de gustito, no puedo negarlo. Como el chorro de la piscina pero sin que las bragas te hagan pompas. Al final va a tener razón Marcelina.
- Luisi, ¿qué haces? – oigo gritar a Manolo desde el salón.
- Naaaaada – la voz también me vibra. Vibro toda.
Con el escándalo he debido despertarle, que ya es difícil. Me imaginaba que este chisme sonaría como el cepillo de dientes, no como la Black&Decker. Como
venga me va a pillar con una pierna subida al lavabo, las bragas colgando del tobillo y agarrada al grifo del bidé para no volcar. Aquí desbrozando, fina
y coqueta.
Cuando salgo del baño voy por el pasillo despatarrada como una iguana porque si junto las piernas el willywonka se va a poner a dar palmas. Qué tembleque
llevo en todo el cuerpo. Manolo me sale al encuentro y me mira con cierta desconfianza, probablemente por la sonrisa de coneja de peluche que debo llevar
en la cara.
- ¿Estás bien?
- Yo divinamente.
- No estarías taladrando los azulejos…
- No, los azulejos no – me da la risilla tonta.
- Qué es eso que tienes ahí.
- La baticao.
- Luisi…
- Oye, Manolo, que digo yo que a ver si aprendes a meterla tiritando.
- A ti te tiene que ver un especialista, te lo digo de verdad
DÍA DEL ORGULLO LUISI (capítulo de la novela "La Luisi". Ángel Sanchidrián)
(Domingo 17 de mayo. 17:55 h. En una aglomeración de gente muy risueña y jacarandosa.)
Resulta que hay una cabalgata en el centro y me he llevado a mi sobrino, Ramiro, a ver si vemos a Bod Esponja y a Mini de Pu. Aquello está de gente que
falta la holgura, sobre todo de chiquines jovencitos que van medio en pelota, por el picor del sol de mayo. Unos muchachos muy alegres me regalan un abanico
con un arcoíris, muy colorido todo, muy para los niños. Me quito un poco la calorina abanicándome y Ramiro me tira de la mano.
- ¡Mira, tita, una carroza!
Qué bien, ya llegan. A ver esta cuál es. Me figuro que es la sirenita porque se ven… ¡Oyoyoy! Esto no es la sirenita. Virgen del amor hermoso. Veinticuatro
tetas colgando de la barandilla llevo contadas, así a ojo, sin usar los dedos. Ramiro aplaude y pega saltos.
- ¡Mira, tita, mira!
- No, si lo estoy viendo, cariño - me abanico con más ímpetu.
- ¿Son hadas?
No, las hadas no se aplauden así la pezuña. Y esa qué hace ahora con una botella… ¡Ay mi madre! Si eso tiene que escocer hasta con el tapón puesto.
- ¡Tita, otra carroza!
Esta llega llena de señores con bigote vestidos de cuero pero con el culo al aire. Y qué culos, San Ignacio, prietos y redondos. Lo mismito que el culo
de Manolo, que es como dos globos llenos de alubias.
- ¿Qué son, tita?
- Son gladiadores romanos. - Bendita edad de la inocencia.
- ¿Y las espadas?
- Las espadas déjalas quietas donde están.
Hay un muchacho que es un gozo ternasco, con el pecho tupido como un encinar bellotero, que se ha subido a caballo encima de otro y le está dando con la
fusta en los solomillos pero con duende. Qué manejo del látigo, qué cuajá de hostias. Y el otro encantado, relinchando y con el mondongo haciéndole péndulo.
Menos mal que Bod Esponja no anda por aquí porque iba a llegar bonito a su casa.
(18:38 h. Metida en un barullo de gente que es un desmadre esto.)
Siguen pasando carrozas con la música a toda castaña. Los jóvenes están diciendo que es musicote y temazo, pero a mí me retumban hasta las muelas, aunque
Ramiro está en su salsa pegándose sus bailoteos. En un momento que me he descuidado se ha quitado la camiseta y la está agitando en el aire gritando “¡musicote!”.
Qué seis años tiene y lo que se parece a la familia de Manolo, el enano bandarra.
- ¡Tita Luisi, los gormitis!
Los “gormitis” son las travestis del carnaval, que llegan finas. Hay una que debe de venir borracha como una tarta porque sólo le asoman los tacones por
el autobús descapotable. El resto de ella tiene que estar tirado por los suelos. Claro que las demás van como Pocholo en el camión de la Cruzcampo. Estas
no llegan de pie a la meta.
- ¡Vamos a coger caramelos! – grita Ramiro dando brincos. Qué subidón lleva este niño, no se cansa nunca. Los caramelos que quiere coger son los condones
de sabores que están lanzando desde las carrozas.
(19:03 h. Por fin hemos encontrado un poquito de sombra.)
Un chiquín delgadito, vestido con unas sandalias y un tirachinas en los melindres, pasa a mi lado y me suelta:
- ¡Aúpa tu chocho, maricón! ¡Viva el orgullo!
Y se marcha desfilando a golpetazo de cadera, tan pancho, chascando los dedos como la más chunga de Nueva York.
- Tita, ¿qué es el chocho maricón?
- Un pescado.
- ¡Yo quiero cenar chocho maricón!
Mi cuñada me va a matar. ¿Pero a qué niño le gusta el pescado?
- Tú vas a cenar macarrones.
- ¡Con chocho!
Y vuelta la burra al trigo. Más me vale que se le olvide la frase antes de llegar a casa. Y a la próxima cabalgata que le traiga su madre.
- ¡Ramiro, los caramelos ahora no que luego no cenas!
Me mira fijamente, con la mano en la cadera.
- Aúpa tu chocho…