Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

¡las cosas claras!

¡LAS COSAS CLARAS! 

El protagonista de este histórico suceso, me lo refirió tal cual; copio literalmente su relación:

"Tras largas horas de vigilia a la cabecera de uno de mis compañeros de escuela, gravemente enfermo, llegué a mi casa, muy cerca del amanecer, y ya casi
iba a meterme a la cama, cuando recios golpes en la puerta de la calle, me hicieron acudir presuroso a inquirir la causa.

"Quien tan precipitadamente llamaba era la esposa de un excelente y buen amigo, de origen español, dueño de la pulpería y taquilla de la esquina opuesta
al Palacio Episcopal. La pobre señora, acongojada y llorosa, me manifestó su apuradísima situación: su hombre se había desedido en el maldito trago y armado
riña con un gotera, vago de profesión, enguarao, que hacía horas lo venía jorobando; y agotada la paciencia, se había salido a la calle, revólver al cinto,
y después de unas cuantas pescozadas, a su hombre se le había ido la albarda a las verijas y, acogotando a su contrario, sacó el revólver y le descerrajó
un balazo que por fortuna no dio en el blanco; que el otro, asustadísimo, se dejó caer al suelo y creyéndose bandiao se puso a pegar más gritos que chancho
atorao en un portillo; y que llegó la autoridá y se llevó a los dos al Cuartel de don Masimino; y que ella me suplicaba que fuera sin perder tiempo a ver
qué se podría hacer paira que no acriminaran a su hombre.

"—Iré, mi señora; váyase tranquila a su casa; ya le informaré cómo van las cosas.

"Y volví a vestirme y me largué al Cuartel de Policía a interpelar a mi cliente.

"Las cosas, según los datos recogidos, eran lisa y llanamente un caso de homicidio frustrado; al agredido todavía no le llegaba la camisa al cuerpo y vociferaba
que le iba a echar abogado a la causa y juraba por los güesos de sus antepasados que el españolillo ese los chicharrones le iban a jeder a puro sebo.

"Mi cliente, ya bastante calmado y evaporada la juma y comprendiendo su metida en un berengenal, me relató el hecho con franqueza, atribuyó el percance
al puñeterísimo trago. Que juraba no volver ni a oler lo en el resto de su vida, y me suplicó hiciera cuanto fuera posible para sacarlo sin presidio y
que estaría dispuesto a pagar la multa que se le impusiera.

"El sargento de guardia me mostró el arma: era un revólver SW Cal. 38.

"Regresé a mi casa cuando ya el sol teñía las espaldas del Irazú de rojo, amarillo y violeta. Al llegar a la esquina Suroeste del cruce de las calles del
Laberinto y de la Soledad, ocupada por la antiquísima casa de adobe de la familia Frére, en la acera de la cual la cosa había ocurrido horas antes, me
detuve a examinar detalles en preparación de mi plan de defensa.

"Allí estaba clarísima, mejor dicho, oscurísima, una perforación circular con resquebrajaduras estrelladas; como tres pulgadas adentro del boquete, sondeando
con mi cortaplumas logré extraer un pedazo de plomo, la bala del SW de mi defendido. La bala desaparecía, pero quedaba el agujero acusador a cerca de dos
varas de altura del suelo. Con los pies y con un trozo de periódico, limpié la acera de cales y terrones denunciadores y pasé en seguida a dar cuenta de
mis gestiones a la atribulada consorte de mi cliente, a quien dejé llena de esperanzas y encargada de hacer llegar a mi casa en cuanto se presentara, al
viejo amigo Molina, modestísimo zapatero que tenía su taller en la esquina del suceso.

"Y ya en casa, un buen baño y un abundante refrigerio me pusieron de nuevo, como nuevo. Llego Molina, se tomó una buena copa de Manzanilla, se fumó un
sabroso Tropical; se tomó otra copa; me tomó la medida para un flamante par de zapatos de cabritilla charolada que habría de hacer a su entero gusto, pues
les hice comprender que no había aún dado con zapatero que me calzara al mío; y después de contarme sus trabajos, sus congojas, sus proyectos irrealizables
por la escasez de numerario, etcétera, etcétera, se fue con el pecho ensanchado, con tamañas esperanzas entre pecho y espalda, con otra copa de Manzanilla
más abajo de las esperanzas, con una media docena de Tropicales aromosos, con una estaca punteada, hija legítima de un viejo palo de escoba y con mis instrucciones
al respecto.

"Cuando a eso de mediodía, de paso para mi oficina llegué al locus delicti, en el mentado agujero estaba la estaca, en la estaca unas fajas de cuero con
ojetes amarillos, y en las fajas de cuero un cartón reclinado a la pared, en el que se leía: A 4 ríales.

"Al lado derecho de la puerta, en la esquina formada por la jamba y el dintel, estaba clavada una varilla de fierro que mantenía colgante un mezquino rótulo
en el que con letras azules se anunciaba al público la Zapatería de R. Molina y en cuyo centro el pintor, con una especie de sapo con una hilera de puntos
blancos en el costado, quiso representar una linda bota femenil.

"—Adiós, maestro, no se le olvide... mi par de zapatos.

"—No, señor, esta misma noche estarán listos, pierda cuidado.

"Me fui a ver a mi cliente con quien conferencié una media hora. Ya había sido trasladado a la Cárcel Pública y el juez seguía la sumaria por homicidio
frustrado.

"En la tarde se tomó al acusado su declaración indagatoria; el hombre sobrio y listo, muy cortésmente y con verdadera emoción, declaró que estando pasado
de tragos, se había agarrado a golpes con un señor a quien llaman Pirinola, de apellido que no conoce, pues sólo así lo ha oído llamar y que es muy molesto
y anda cogiendo goteras en cuanta venta de licores encuentra y que ultraja a quienes no quieren pagarle los guaritos; que él como dueño del establecimiento
le ordenó retirarse, que le habló por las buenas; que el otro lo insultó; y que entonces lo sacó a la fuerza y con violencia; que el tal Pirinola es gordote
y fuerte y el declarante es pequeño y vio que la cosa no le era muy favorable, y entonces sacó su arma, solamente para darle un susto a Pirinola, y para
eso disparó un tiro por un lado hacia arriba y que Pirinola, creyendo que lo había herido, se dejó caer en el desagüe y llamó a gritos a la policía.

"Muy otra había sido la denuncia del "muerto frustrado". Durante el lance no apareció ningún testigo ocular.

"El juez, claro está, quiso ver más claro entre aquella oscuridad en que lo dejaban las dos declaraciones, pues la del policía era tal cual te la relato:

"Dijo: que como entre dos y tres de la mañana del miércoles dieciocho del corriente, estando el declarante corriendo línea desde la esquina de la tienda
de don Pepe Durán hasta la Placita de La Soledad, y cuando ya iba por la Iglesia de los Protestantes, a media cuadra del Seminario, oyó un disparo de arma
de fuego y en seguida unas voces pidiendo auxilio, que venían del lado de arriba; que el declarante, cumpliendo su deber, echó a correr hacia donde se
oían las voces y que cuando llegó a la poca luz del farol que está en la esquina del Palacio del Obispo, vio que en el caño de la casa de las niñas Fréres
estaba un hombre revolcándose y dando gritos; que- habiéndosele acercado y preguntado qué le pasaba, que N . . . (mi defendido) quiso matarlo y le disparó
en la pura cara con un revólver; que estaba herido y que lo llevara pronto a una botica para que lo curaran; que el declarante pitió y llegó el policía
que corre la línea del Laberinto, Ruperto Vindas; que entre los dos llevaron al herido a la botica de Carit a pocos pasos; que el Dr. Carit les abrió y
a la luz de la lámpara vieron que el hombre no estaba herido de bala, aunque sí tenía un ojo hinchado y la nariz con hemorragia de sangre (? ); que el
doctor le lavó la cara con una medicina y dijo que pronto estaría bueno; que el declarante y Vindas fueron a la casa de N ... y allí lo hicieron preso,
pues estaba en la puerta muy tomado de licor y alegando con la mujer, quien quería meterlo entre la casa; que pasaron a la botica por el ofendido que estaba
en la grada poniéndose un trapo mojado en el ojo y que los condujeron al Cuartel; que es cuanto puede declarar, agregando que no le comprenden las generales
de la ley con ninguna de las partes".

"De modo que el juez, queriendo ver bien claro, ordenó "para mejor proveer" constituirse al día siguiente en el lugar del suceso para practicar una "vista
de ojos", acompañado de su secretario y de dos peritos "expertos en el uso de armas de fuego".

"Como yo me había apersonado ya en la causa y el Agente Fiscal era parte, de común acuerdo nombramos los expertos (?), a quienes ofrecimos presentar al
juez oportunamente.

"A las once de esa noche, Molina resolvió colocar un poco más abajo su rótulo, probablemente para que caso de que las autoridades y personas de significación
pasaran por su establecimiento, pudieran admirar con mayores detalles la obra maestra del pintor, y posiblemente decidirse a encargarle un bonito par de
botas como la tan magistralmente representada por el artista. La moldura del rótulo mostraba una astilladura fresca en la dirección del agujero viejo.

"La "vista de ojos" se practicó en la tarde del día siguiente; los expertos en armas de fuego, colocados en el lugar en que el policía dijo haber encontrado
al "muerto frustrado" y alternativamente fingiéndose ofendido y ofensor, encontraron que si el disparo hubiera sido horizontal, habría la bala pegado en
las inmediaciones del cartón A 4 reales y allí no había más perforación que la ocupada por la estaca de las fajas.

"El fiscal llamó a Molina y le preguntó:

"—¿Desde cuándo está clavada aquí esta estaca?

"—Ya lleva su buen año, señor, no le podría decir la fecha exacta.

"—¿No cree usted que está demasiado baja y que puede hacer daño a los transeúntes?

"—Hasta ahora nadie se ha quejado y yo por no abrir más huecos, aproveché uno que había ahí cuando alquilé este local; además, así los que pasan se fijan
mejor en las cosas qué cuelgo para vender; de tres docena de fajas que puse a la venta hace mes y medio, ya no quedan más que esas cuatro. . .

"Aprovechando esa coyuntura, Molina preguntó al fiscal:

"—¿Quién me va a pagar el daño de mi rótulo? Una cuarta le pagué a Alejo Mora por ese rótulo, y no es justo que yo que soy pobre tenga que. . .

"—Allá quien hizo el daño, yo nada tengo que ver con eso.

"En cambio, si el disparo había sido como decía el acusado, la bala pudo haber hecho la perforación que se notaba, clarísima, como a un palmo más arriba
del rótulo de la zapatería y a su paso haber desastillado la moldura de esa obra de arte; allí clavaron sus miradas de lince los "expertos"; con una escalera
graciosamente prestada por las señoritas Frére y armados de una larga lezna que les facilitó Molina, sondearon el agujero y lograrán extraer de su fondo
un cilindro de plomo, el cual, en su base, ajustaba perfectamente al casquillo vacío de la cápsula de Smith & Wesson, Calibre 38 que obraba en autos.

"La maraña quedó en perfecta claridad; limpia de la criminosa acusación la reputación de mi cliente, puesto en vergüenza el calumnioso Pirinola y amplísimamente
satisfecha la Vindicta Pública.

"El juez sobreseyó en la causa mandando poner en libertad al acusado y pasó los autos a quien correspondía para que se le juzgase por portación de arma
prohibida y disparos en poblado.

—"Hombre, me he quedado admirado de ver cómo llegaron ustedes con tanta seguridad a descubrir la bala y a resolver el problema ...

—"Es que cuando se toma en cuenta el calibre del arma, la calidad del explosivo, la forma del proyectil, la velocidad inicial, la inclinación del eje del
cañón, la distancia entre la boca de fuego y el objeto y la deriva o ángulo de desviación, se puede deducir matemáticamente la trayectoria y encontrar
el punto de impacto. En el caso concreto. . .

—" ¡Ah, ahora comprendo! ¡Está perfectamente claro! "

27 de febrero de 1930

(Magón)