Texto publicado por Fer

Las aventuras chocolateras en Habanna: Cap. 1, Sir George

Llegó a mi casa. Yo estaba muy inquieto por, finalmente, conocerlo en persona, tenerlo a mi lado, tener su cuerpo, abrazarlo, tocarlo, acariciarlo, saber que existe y es real, y si es posible, pasar un día entero juntos hasta el día siguiente.
Pero claro, lo primero era lo primero, debería pasar por lo principal que era recibirlo en mi casa, para que mi vieja lo conozca, porque la idea principal era otra. Alojarme, al menos temporalmente y por un día con él, ya que (y de esto estoy totalmente seguro) tendría muchísima más privacidad que en mi propia casa, donde no la tengo, porque yo desde que lo conocí hace 2 años por los rincones virtualinos donde baila y se menea mi víbora brava, lo fui queriendo cada vez con más intensidad, ni bien lo iba conociendo, y estaba muy seguro de lo que quería hacer.
Finalmente, y por supuesto con indicaciones mías llegó, habiendo bajado del bondi y sorprendentemente bien, hasta mi casa. Yo pensaba, y de hecho siempre quise en el mejor de los casos, pasar un momentito y solo un momentito en mi casa, lo justo y necesario para que mi mamá lo conozca, e irnos luego a tomar algo y darnos un tiempo para nosotros, hasta que ya no se pueda. Un día entero no me podría quedar con él, mi vieja se negaba rotundamente y por una cuestión lógica, pero logré lo que quise principalmente, que fue, ante todo, conocerlo personalmente, abrazarlo, acariciarlo y sentir sus toques cariñosos.
Luego de que Sir George y mi vieja se conocieran y nos quedáramos charlando de algunas cosas, finalmente mi vieja nos acompañó hasta el Habana, escenario principal donde se desarrollan mis aventuras de esta serie. Acá en Monstruocity tenemos, como punto muy destacable, aparte de los ya conocidos químicos (comestibles y bebibles) el chocolate de la famosa fábrica Habana, chocolate que con solo sentir su aroma desde lejos, te inunda por completo.
A propósito de ese aroma demasiado chocolatoso según mi sentido del olfato, ya nos esperaba, porque saltó con toda su intensidad ni bien entramos, bajando del tutú de mi vieja.
Para ese entonces, el Jor y yo ya hemos estado hablando y ambos re contentos por las ganas de conocernos que eran muy fuertes.
-Bueno, yo los dejo, -dice mi mami, -luego los paso a buscar.
Yo no se lo dije, pero por dentro "ojalá no nos pases a buscar nunca, yo a él después lo devuelvo a su alojamiento." Pero claro, no sé ni donde se alojó ni para donde queda ni nada, así que ese pensamiento se desvaneció en menos de un segundo.
Llegamos, ya estábamos George y yo solos, ¡yo todavía no lo podía creer! Tenía a mi bro, a mi peque, acá al lado, estábamos por chocolatear y charlar juntos y solitos...
El jor me decía (tal vez debe ser costumbre) "acá tenés la silla". "Acá está la carta", "acá está la mesa", "Acá tenés la servilleta", un groso, aunque yo también, por supuesto, me daba cuenta rapidito, porque tengo unas manitos demasiado inquietas y demasiado curiosas.
Ordenamos la chocolateada así:
Yo me pedí un café, el que venía (cada uno) con una galletita deliciosa, y por supuesto chocolatosa, de ese mismísimo chocolate Habana. El jor pidió un café con leche. Junto a cada uno vendría un vasito de soda. De comer, pedimos gemelitas, que consisten en una especie de galletitas (pueden tener un parecido con la famosa tita) igualmente cuadraditas como las ya mencionadas titas, aunque un cacho más grandes. Sí, ¡galletitas chocolateras!
Hablando de chocolateros, me enteré, primero en mi casa y luego ahí charlando conJor a solas, que él sí ve, ¡y yo creía que era ciego total igual que yo! Pero sí, ve bastante con un ojo, fue perdiendo la vista a los 18 añitos a causa de la diabetes. A pesar de la Diabetes, la cual aún hasta el día de hoy no sé cómo evolucionó a lo largo de suvida, se pidió aquella delicia de galletita chocolatera conmigo. La camarera, además, era un bombón, un chocolate más de toda la habana. Nos atendía totalmente atenta, solícita y servicial, y como todo camarero, admirándome con el arte de llevar toda una bandeja, llena de nuestros pedidos, tan derecha de manera de llevar todo sin que se caiga una gota líquida fuera, arte que, seamos sinceros, me gustaría muchísimo aprender.
Ya devorando a las víctimas tanto en esta historia como en toda la serie, al menos la víctima principal de color marrón, tanto blanco como negro, nos pusimos a charlar y charlar, de todo un poco. Me cagó a pedos un rato (bromita jijiji) porque como bien le dijo mi vieja, y como lamento no haberle mostrado ni bien me conoció desde la Internet, recién estoy aprendiendo a moverme sola y a tener autonomía, y por otro lado soy bastante vago atorrante. Él, como mi bro del alma que es, no paró de darme consejos mientras me daba unos golpecitos y unos masajitos tan dulces en los hombros... Y además, me hablaba con una determinación y una seguridad propia en sí mismo, que hizo que no me cansara de hacerle preguntas. Todo eso mientras el chocolate y el café se confinaban al mismo tiempo en mi organismo.
Además, nos pusimos a hablar de nosotros, nuestros amigos y amigas en común de BlindWorlds, red de donde nos conocimos, y de donde me alegro y sigo re orgulloso de haberlo sacado para estar a mi lado, en persona, siendo uno de los pocos amigos blind que de Internet conocí en persona, y hablamos de alguna que otra amiga en común a quien pronto voy a llevar a chocolatear de la misma manera conmigo al Habana.
Todo mientras el chocolate ya recorría mi aparato digestivo y ya tenía todo mi cuerpo endulzado, y mi peque George por suerte se había traído la grabadora digital, con la cual grabamos un pequeño saludo juntos a todos aquellos changos y changas de BlindWorlds, como regalito de nuestro encuentro.
Pero de repente, aunque con un ánimo muy alto por parte de ambos, se acabó tanto el chocolateo como nuestro mismísimo encuentro, aunque esto último estaba todavía llegando a su fín, porque mi vieja nos pasó a buscar. Pagamos la cuenta, y nos fuimos, charlando con mi vieja en el tutú, yo con una cara enorme de felicidad por haber conocido en persona a uno de mis pequeños "bros" del alma, y un bro muy especial, que con solo haber viajado hasta Monstruocity a conocerme, sin querer pero tal vez en el fondo queriendo, produjo un gran cambio muy positivo en el resto de mis días, y así nos despedimos, llevándolo hasta su alojamiento, y volviendo sin poder dejar de pensar en lo feliz que me hizo. Estoy cada vez más seguro de que, si mi autonomía sigue avanzando como en los próximos capítulos se puede ver (o tal vez no) él va a volver a Monstruocity, volveremos a juntarnos, y ahí sí, sin depender un mínimo de mi vieja ni de nadie, vamos a pasar un día juntos y tal vez hacer lo que queremos hacer que deben ser muchas cosas juntas.