Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Historia de como nació la danza.

DE COMO FUE QUE NACIO LA DANZA
En un principio los indios no tenían danzas. Después del trabajo se echaban a reposar y se ponían a hacer collares, a tallar madera o a trabajar pequeñas piedras para hacerse adornos.
Las gentes se aburrían mucho porque la música los hacía sentirse muy tristes y no participaban de las notas musicales, sino que éstas pasaban por sus cabezas, les alborotaban el pelo y se les metían por los oídos, haciéndoles sentirse muy raros, como si tuvieran animalillos por todo el cuerpo.
Un día un indito se levantó de donde estaba trabajando y empezó a brincotear, al compás de la música. Algunos de sus otros compañeros lo imitaron pero al final todos se cayeron, porque no lograban unir los movimientos con la música. Luego de este chasco, los indios se quedaron queditos, trabajando en silencio, cantando a veces canciones improvisadas, pero no se les volvió a ocurrir volver a brincar al compás de las musiquillas.
Sibú, que es el Viento, los observaba siempre, porque tenía la facultad de aparecer cuando nadie lo llamaba y era un dios muy curioso, que se estaba entre los árboles o se escondía entre las piedras, pues era muy amigo de andar oyendo todo, de ver las cosas buenas y malas de las gentes y que le gustaba dar ideas, para que el mundo fuera cambiando de lo aburrido hacia lo alegre, de lo malo hacia lo útil. Era un dios que siempre estaba viendo como cambiar las cosas. En verano empujaba al sol sobre los campos, tostaba las mazorcas y doraba la piel de los indios. A medio año hacía que las lluvias llegaran, fuertes y terribles, y nacieran los brotes, los abejones y las mariposas. Le gustaba que la gente no se estuviera quieta sino que estuviera inventando algo, por lo que se llegaba hasta el oído de las personas y les daba ideas. Y en las noches, se metía en los sueños de los muchachos y las muchachas y les decía cosas que luego se transformaban en relatos de muchas cosas que las gentes no creen que sean ciertas, pero que viven en el mundo de los sueños, que no es tan oscuro como muchos afirman. Sibú es el viento que llega en noviembre y todo lo mueve, que llega del este y se encuentra con el que viene del oeste y se pone a combatir, amistosamente, porque es la única época del año en que se encuentran y luego se ponen a contar las historias de todo lo que vieron —o hicieron— durante todo el año.
Por aquella época Sibú estaba esperando que al hombre se le ocurriera inventar algo que tuviera relación con la música, que uniera la melodía con el cuerpo y por la cual el hombre y la mujer pudieran expresar muchas cosas que tenían adentro. Pero el hombre estaba muy ocupado tejiendo esteras, o tallando figurillas, y la mujer sólo pensaba moler el maíz o teñir las telas. Y Sibú entonces se dejó llegar en forma de zopilote, con un lindísimo collar en el cuello, todo hecho de cuentas de colores, que significaban las diferentes formas del movimiento del cuerpo. Nadie sabe por qué tomó la forma del zopilote, pero Sibú tenía muchas veces predilección por los anima-les que nadie vuelve a ver o que no son tan malos como cree la gente. Y llegó el zopilote y los indios empezaron a tirarle piedras porque creían que los zopilotes son de mal agüero o que por ser negros y picudos infunden miedo a los niños.
el zopilote no se iba sino que sobrevolaba a las gentes, que le tiraban piedras y muy molestos dejaron de trabajar la tierra o tallar la madera o teñir las telas y se pusieron a perseguir el zopilote con palos y flechas y cuando todos los habitantes del pueblo estaban afuera de sus casas, sin hacer ningún oficio, niños, jóvenes, ancianos, todos brincando detrás de él, y entonces, empezó a cantar una canción que las gentes empezaron a repetir sin pensarlo mucho, hasta que el zopilote logró unir la palabra y la música, cantando:
Ejené, ekujé
El vino como un hombre
Ejené, ekujé
y antes era un zopilote
Ejené, ekujé
con un collar en el cuello
Ejené, ekujé Ejené, ekujé
El vino del aire a darnos el movimiento
(Alfonso Chase)