Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Fábula del canario y la gallina.

FABULA DEL CANARIO Y LA GALLINA
Erase un canario de lujo. Amarillo como el sol y vanidoso como la luna. Desde lo alto de una jaula veía todos los días el mundo y cuando algo le gustaba empezaba a desgranar sus trinos. El dueño y su familia lo mimaban y le daban de comer los más ricos granos, comprados especialmente para él.
Erase también una gallina. Sin mucha belleza en el plumaje, sin can-tos que entonar, sin jaula de oro, y cuya comida consistía en los gusanillos que tenía que irse buscando por todo el patio, porque el amo apenas le tiraba algunos granos de maíz cuando le daba la gana. Además, siempre tenía que andar en carrera porque los vecinos, o su propio dueño, le perseguían por patios y cercados, tratando de agarrarla.
Un día, no pudiendo aguantarse más, el canario le dijo: Qué criatura más rara sos. Siempre picoteando la tierra. Cuando te buscan salís de un lado para otro, haciendo grandes bullas y tirando plumas por todo el patio. No le agradecés al amo que te dé albergue y que de vez en cuando te tire grandes granos de maíz, o que te deje poner los huevos en el gallinero. No aprendés de mí: Vivo aquí en lo alto, encerrado en una jaula, trino sólo cuando me gustan las cosas y no puedo andar como vos de lado en lado. Creo que deberías ser más amable con nuestro amo y más cariñosa con tus vecinos.
La gallina se quedó viéndolo, allá en lo alto, amarillo como el sol, vanidoso como la luna, brillando desde la alta ventana y entonces le dijo: iYdiay, hermano! Tal vez tengás razón. Pero has visto alguna vez que sirvan canario asado?
(Alfonso Chase)