Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Microrrelatos.

Oscar Mendoza Camino
Cada año la misma vaina. Los Reyes Magos sólo me dejan un Pito. Lo peor
es que siempre se trata del mismo Pito. Por más que lo escondo cada 5 de
enero, antes de irme a la cama, siempre los Reyes lo encuentran. Si no
fuera por el sueño que tengo, esta noche los esperaría despierto y le
caería a palos, para quitarle todos los juguetes. Ahora debo callarme,
pues ya viene Sor Carmelita a lavarme el Pito. Tienen mucho control en
este asilo, y ella dice que el Pito es para que yo pueda llamar cada vez
que me da la taquicardia. Tiene que estar loca, pero yo le sigo la
corriente. Je Je... Piii Piii...

El equilibrio del mundo
Ginés S. Cutillas

Del único hijo que estaba seguro era del pelirrojo. A los otros dos no
los había visto en mi vida. Tras mucho pensar, llegué a la conclusión de
que al salir del supermercado, con la confusión del gentío, me los
habían cambiado. No me importó. Los cuidé durante tres años, confiando
que otros harían lo mismo con los míos. Hasta el día del parque de
diversiones, que con tanto crío me cambiaron al pelirrojo y al mayor de
los extraños por una niña y un negrito. A éstos los crié durante casi
diez años pero un día, al volver de la universidad me llegaron
transformados. La chica por un joven que hablaba inglés y el que más
tiempo había pasado conmigo por otro con lentes y que parecía autista.
Aún así, y pensando que la vida era esto, consentí pagarles los estudios
hasta el final.
El día que se casaba el inglés, los padrinos –que iban a ser sus
pseudohermanos- fueron sustituidos por dos chicas gemelas. Nada feas a
decir verdad.
Ahora, ya en el lecho de muerte, espero cada vez que se abre la puerta
de la habitación y entran tres jóvenes extraños, que sean mis hijos, los
de verdad, los primeros, para poder despedirme de ellos y de este mundo
que ya no entiendo.