Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Solidaridad ciudadana, o justicia social.

        SOLIDARIDAD CIUDADANA O JUSTICIA SOCIAL 

Zóser caminaba en la noche de un frío invierno por las calles de un barrio situado a las afueras de una gran ciudad. La crisis reinante había hecho que
el bar que regentaba cada vez tuviera menos clientela y estuviera condenado al cierre, y la baja temperatura no hacía más que aumentar su mal humor. 

En medio del silencio imperante pudo percibir lo que parecían una serie de lamentos y golpes secos. Agudizó el oído para tratar de ubicar el ruido y, caminando
sobre las puntas de los pies se dirigió hacia donde creía detectarlo. A un par de calles de distancia se hizo más audible. Dobló a la derecha en una esquina
y aceleró el paso. Cuando llegó a la esquina siguiente se frenó en seco. Se retiró un par de pasos de la pared y volteó la cabeza. Lo que vio le dejó paralizado.
Un hombre de unos treinta años sujetaba a una joven de unos veinte en el suelo, desnuda casi en su totalidad, a la que estaba propinando golpes a intervalos
irregulares, ora con un cinturón de cuero, ora con una fusta de las que se usan para los caballos. 

- ¡Zorra! ¡No te lo repito más! ¿Dónde está el resto de la recaudación? 

- No, por favor... No tengo maáaaaahhhhh...! 

- ¡Mientes! ¡Dime dónde está el dinero o será la última vez que ves este mundo! 

La sangre de la chica se mezclaba con la tierra de un alcorque cercano, pero sus lamentos cada vez más débiles no hacían sino enfurecer más a la bestia. 

Tras la conmoción inicial, Zóser examinó su entorno buscando algo. En la esquina por la que había pasado anteriormente, localizó una cabina telefónica.
Se encaminó hacia allí para llamar a la policía. Pero se lo pensó mejor. Los minutos que tardaría él en avisar y los que tardara la policía en llegar iban
a ser decisivos para la vida de la chica. Siguió buscando y detrás de una furgoneta divisó los contenedores de basura. Corrió hacia ellos y buscó en el
correspondiente al vidrio. Con ayuda de una tabla de madera se hizo de una botella de cerveza a medio romper y volvió sobre sus pasos. Cuando volvió a
posar su mirada en el engendro y su víctima, observó que éste depositaba la fusta en el suelo, agarraba a la chica del pelo y procedía a levantarla para
propinarle otro golpe. 

Aquello fue demasiado para él. Lleno de furia, se lanzó contra el agresor, cogió la fusta con la mano derecha y con toda la fuerza de la que fue capaz
la estampó contra la nuca de aquel salvaje. Chica y engendro cayeron al suelo. Sin perder tiempo, Zóser comenzó a clavarle el vidrio de la botella a aquel
bicho putrefacto, desgarrando su ropa y mutilando su cuerpo. A continuación le quitó el cinturón de la mano y se lo ató fuertemente al cuello, aunque por
aquellos momentos yacía ya sin vida en la calzada. En un último arrebato de ira, le introdujo la fusta por el ano y apretó hasta que le dolieron las manos,
dejándosela clavada como recuerdo de su profesión pasada. Acto seguido fue hacia donde estaba la chica tirada en la acera y le taponó sus heridas, cubriéndola
después con sus ropas, que encontró no lejos de allí. Incorporándose, se dirigió a la cabina telefónica y marcó un número: 

- 1 1 2, ¿dígame? 

- Buenas noches. En la calle Libertad, esquina Avenida de la Esperanza, hay dos cuerpos tirados en el suelo. Por el hombre no se puede hacer nada, pero
la chica necesita urgente atención médica para salvar la vida. Envíen una unidad lo antes posible. 

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Muy buenas tardes, señoras y señores, y bienvenidos al Telediario de mediodía. Esta noche, en la calle Libertad, esquina Avenida de la Esperanza, han sido
hallados el cuerpo destrozado de un hombre de unos treinta años y el de una joven de alrededor de veinte. Según nos informan fuentes del 112, gracias a
la llamada de un ciudadano anónimo, la chica, de origen subsahariano, se recupera de las múltiples heridas infligidas por la paliza recibida, aunque su
vida no corre peligro. El hombre, que según ha podido conocer esta redacción era el proxeneta de la joven y respondía a las iniciales H. D. P., fue salvajemente
torturado hasta la muerte. Una vez más, la solidaridad ciudadana ha quedado patente y se ha podido salvar la vida de una mujer y rescatarla de las garras
de la delincuencia internacional. El jefe superior de la policía ha calificado este hecho ciudadano como “justicia social”, aunque recomienda a la ciudadanía
tener mucho cuidado con estas acciones, porque “nos movemos en el mundo del crimen organizado”.     

Fin.