Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Cuentos y leyendas: La victoria de Kákach.

La victoria de Kákach.

Tierra del Fuego está en una punta del país, bien al sur. Es un lugar
con campos fríos barridos por el viento, pero donde también hay muchos
bosques llenos de árboles altos. y en los bosques siempre se siente el
golpeteo del pájaro carpintero, que en esa zona es negro y tiene la
cabeza roja, con un copete. anda siempre trepando a saltos por los
troncos, dándoles picotazos. y cada tanto larga un grito que parece una
risa loca. los viejos selknam, aborígenes del lugar, lo llamaban Kákach
y contaban una historia que explica por qué ese pájaro es así y hace las
cosas que hace.
Parece que muchos años atrás, Kákach fue un hombre. Era más menudo que
otros, pero muy fuerte y, sobre todo, decidido y corajudo. y gran
guerrero, porque además de ser valiente se portaba con prudencia, ¡buena
combinación! Por eso, la gente solía pedirle ayuda.
Un día, desde el norte y por el mar, llegó una especie de giganta, un
ser hembra muy raro. la descubrió un hombre que andaba por la playa,
justo cuando ella estaba saliendo del agua. Era grandísima, alta y ancha
como dos o tres personas juntas, pero tenía la cabeza muy chiquita. El
pelo, muy largo, enredado y desprolijo, le llegaba hasta las rodillas.
Sacudió el cuerpo como si fuera un perro parado en dos patas, para
sacarse el agua, y después se fue por el campo dando zancadas.
El hombre que la había visto corrió a avisar a su gente. Muchos no
creyeron lo que les contaba, pero un viejito que se llamaba Kauj y sabía
muchas cosas, meneó la cabeza preocupado y dijo:
–Esa es taita. ¡Mala noticia! Es de lo peor.
Un grupo de hombres, con Kákach a la cabeza, fue a ver qué pasaba.
Encontraron las huellas en la playa y las siguieron por el campo.
Caminaron y caminaron dos días enteros, hasta que el rastro se metió en
un bosque. ahí, algunas ramas rotas mostraban el lugar por donde había
pasado taita.
El cerco de Taita.
Como en ese bosque parecía que no iba a molestar, la gente volvió a su
casa. ¡Pero sí que iba a molestar, y mucho! Porque en esa época no había
ríos y toda el agua buena para beber estaba en una sola laguna. Cuando
taita tuvo sed, olfateó el aire, sintió el olor del agua y se fue
derechito para allí.
Después de darse el gusto, decidió que nadie más iba a beber ahí, y se
puso a hacer un cerco alrededor de la laguna. Para eso, sacó un cuchillo
muy grande que traía, hecho todo de piedra blanca, pesado y filoso, y
empezó a cortar árboles y más árboles. ¡Con cada tajo hacía caer uno!
después, en medio de la tierra pelada que había dejado, los fue clavando
en el suelo uno al lado de otro, formando un cerco altísimo que rodeaba
la laguna. Había solamente una entrada y ahí se sentó.
El primero que llegó a buscar agua, se encontró con esta novedad. y
apenas se acercó un poco, taita lo sacó corriendo, amenazándolo con el
cuchillón. lo mismo les pasó enseguida a todos los demás que fueron por
ahí. En un par de días, la gente tenía la boca reseca y estaba
desesperada. algunos tomaron agua del mar, pero era muy salada y les
hizo mal.
–¡Nos vamos a morir de sed! –se quejaban. Entonces Kákach se decidió:
–¡No puede ser! ¡yo voy a acabar con esa bruja! ¿Quién me acompaña?
Nadie quiso. todos le tenían miedo a taita.
–¡Qué cobardes! –dijo–. Me voy a tener que arreglar solo.
¿Cómo haría para llegar hasta donde estaba ella? Kákach pensaba y
pensaba. al fin tuvo una idea. lo primero que hizo fue pintarse toda la
cabeza con tierra roja, como se acostumbraba siempre que alguien iba a
la guerra. después, cuando vino la noche, se restregó todo el cuerpo con
polvo de carbón, para que no lo vieran en la oscuridad, y se fue solo
hacia donde estaba la enemiga. Entonces, se arrodilló y, con paciencia,
empezó a abrir una zanja hacia el corral de taita. Sacaba la tierra con
las manos y, siempre de rodillas para esconderse, así fue avanzando
agazapado, poco a poco.
Ya amanecía cuando la zanja de Kákach llegó cerca de taita.
Desde ahí, él asomó apenas la cabeza y la vio. Estaba parada casi al
lado de él y había clavado el cuchillo en el suelo. Entonces, sin perder
más tiempo, el hombre dio un salto, la agarró de los tobillos por atrás
y de un tirón la hizo caer. Cuando ella rodó por la tierra, Kákach se
abalanzó sobre el cuchillo de piedra y lo levantó; le costó bastante
porque era muy pesado, pero se lo alzó sobre la cabeza y corrió,
tambaleándose por el peso, para golpear a la otra.
Iba todo bien, parecía, pero entonces tuvo un problema. Porque desde el
suelo taita manoteó para atajarlo y pudo prendérsele del pelo con una
mano. y cuando él abrió la boca para gritar de dolor, ella le agarró la
lengua con la otra mano y empezó a tironear. tiró y tiró y la lengua se
hizo larga larga. taita se reía y se reía, y seguía tirando. después,
abrió mucho la boca llena de dientes filosos para darle un mordisco,
pero en ese momento Kákach reaccionó y pudo darle con toda su fuerza
uno, dos, tres, cuatro golpes de cuchillo como hachazos a la gigantona,
que se quedó inmóvil para siempre.
El pobre Kákach fue hasta la laguna, tomó agua y juntó lo que pudo en
una cáscara de caracol, que era lo único que encontró, para llevar a los
demás. después, volvió a los tumbos, alumbrado con los primeros rayitos
del Sol. Estaba dolorido y tembloroso por lo que había pasado.
–¿Trajiste agua? ¿Eso nomás conseguiste? –le preguntaron los demás, que
seguían muertos de sed.
–¡Bastante hice! –les contestó, fastidiado–. taita casi me ha matado.
¡Miren cómo me dejó la lengua!
–Y el pelo te quedó todo estirado para arriba –le dijo otro.
–Sí, casi me lo arranca –explicó Kákach–. Pero esa ya no va a molestar a
nadie más. Vayan a tomar agua, tranquilos.
Todos salieron corriendo para la laguna, nada tranquilos sino
atropellándose y cayéndose. Se apretujaron y empujaron para pasar por la
puerta del corral de taita y después se tiraron sobre la laguna. En un
momento, el agua quedó toda turbia por los pisotones de la gente.

El búho y el carpintero.
Entonces llegó Kauj, aquel viejito sabio que había anunciado que taita
era un ser malo, y vio lo que estaba pasando. “Esto no puede ser”,
pensó. “El agua tiene que estar en todas partes, para que no se armen
estos líos y para que nunca más pueda venir alguno como taita y
agarrársela para él solo”.
y como Kauj, además de ser sabio, podía hacer cosas de magia, fue a su
casa y volvió con una honda. Se paró junto al agua de la laguna, mojó
una piedra, la puso en la honda y la revoleó. la piedra fue lejos por el
aire y, al caer, abrió una rajadura en la tierra y por ahí empezó a
correr agua. ¡Se había formado un arroyo! después agarró una piedra más
grande, la mojó y la tiró para otro lado, y donde cayó hubo un lago. y
así siguió, tirando piedras mojadas, chicas y grandes, y donde pegaba la
pedrada aparecían un río, o un arroyo, o una laguna, o un lago.
Cuando acabó, llamó a la gente y le repartió toda la tierra del Fuego.
Cada familia iba a tener su parte para vivir, con su agua propia. y
cuando terminó, se convirtió en búho.
Kákach no quedó bien después de su pelea con taita. le dio por hacer
cosas raras, se subía a los árboles, golpeaba los troncos y después se
reía. Hasta que un día se transformó en pájaro carpintero. todavía hoy
sigue teniendo la cabeza pintada de rojo para la guerra, el cuerpo negro
como el carbón, la lengua larga y el copete parado. y cuando canta,
parece que se ríe, sin que sepamos de qué.