Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Un árbol.

UN ÁRBOL

Siento la savia dormir en mis raíces.

Siento la mano helada del invierno que me desnuda y tiemblo.

Estoy despojado de hojas verdes y amarillas, no puedo refugiarte.

Enamorado: ¿Sobre qué tronco apoyarás tu espalda para escribir tus versos?.

Tengo tantas historias en mis ramas como nudos se hallan en mi tronco. Historias... de amores olvidados que las guardo por si alguna vez las buscan, de niños vagabundos, de duendes, de madres sin consuelo, de perseguidos ebrios, de mujeres que guardan sus secretos de amor, aunque les pesa el vientre.

Caminante, si te detienes por un segundo, aunque no tengo sombra, ni puedo refugiarte, quizás encuentres entre mis ramas somnolientas de invierno, una nostalgia que se te parezca.

II LO CONTÓ UN ÁRBOL

Hace tiempo padezco una vibración extraña que recorre mi tronco y hace temblar mis ramas. “Que viejo es,” escucho que musitan al pasar y esta vibración desconocida, que no es la savia, porque duermen mis raíces, que se asemejan a antiguos soles, antiguas primaveras, de nidos con pichones, de duendes en otoño, surgiendo de mi tronco, de duendes del verano danzando en mi follaje, es la melancolía de ver cómo se apagan los soles de la tarde.

III

Caminante te entrego parte de mi vida en este recuerdo que tú harás leyenda.

Era una mujer exótica, bella, con el pelo dorado como son doradas mis hojas en otoño.

Con los ojos verdes, como verdes son las hojas de mis ramas pintadas por la primavera.

Era una mujer hermosa y misteriosa que se acercó a mi, llorando, quiso abrazarme y me estremecí al sentir su pecho blando.

Lloraba sin consuelo. Sus lágrimas tibias corrían por mi tronco hacia mi raíz cautiva por la tierra.

Los sollozos la golpeaban contra mi cuerpo áspero y quise abrazarla como lo hacía ella, guardarla, protegerla y dejé caer mis ramas pletóricas de hojas, de pájaros, de mariposas sobre su cuerpo dulce, ciñéndola con pasión hasta absorberla.

IV
Los árboles cantamos por las noches.

La mujer cabellos de otoño camina descalza por mis ramas desentrañando el enigma de la noche, con sus ojos verdes, y a veces canta.

Hoy ha subido por mis ramas quejumbrosas de invierno y se ha sentado en la copa, majestuosa, impenetrable y un sueño invencible me domina... y no puedo terminar la historia.

BETTY CAPELLA Julio de 2003