Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

El bastón blanco de Noemí.

El bastón mágico de Noemí.
 
 
Las clases habían terminado por ese día. Ya estaba oscureciendo pero todavía no se habían encendido las luces de la calle y el cielo presentaba un color
gris plomizo.
Olía a humo de chimenea y el viento soplaba suave pero frío, muy frío como solía suceder en los primeros días de noviembre.
Noemí González salía de su aula con una carpeta bajo su brazo izquierdo y un bastón blanco en su mano derecha que se iba moviendo a medida que la joven
caminaba avanzando despacio por la acera rodeando el edificio del instituto por la parte de fuera.
 
- ¡Noemí! ¿Quieres que te acerque a casa? -la voz de Mónica mientras se subía en su coche sacó a Noemí de sus pensamientos. La chica se volvió hacia donde
había oído la voz y dijo:
 
- No, muchas gracias; prefiero ir dando un paseo. El viento es fresco pero así me ayudará a refrescarme.
 
Noemí había perdido la vista hacía muchos años, cuando todavía era casi un bebé a causa de una infección mal curada. Sin embargo su orientación era excelente
porque en su familia siempre habían procurado que no se achicase ante ningún obstáculo.
Practicaba montañismo y senderismo y hasta hacía muy poco también solía salir en tándem con su hermana Verónica pero aora ella no podía por estar embarazada
y Noemí seguía buscando mientras tanto un guía que quisiera acompañarla a una de esas escapaditas en bici que tanto le gustaban.
 
Antes de tomar rumbo a la calle principal, Noemí decidió entrar en una cafetería a la que solía acudir con los compañeros de clase a desayunar por lo que
ya la conocían los dueños. Le apetecía tomar un chocolate bien caliente pues las manos se le habían quedado agarrotadas de frío y era difícil manejar el
bastón en esas condiciones.
- Hola Noemí. ¿Qué va a ser?? -preguntó el señor calvo que había detrás de la barra:
 
- Hola Matías. Un chocolate por favor -respondió ella.
 
En la cafetería sonaba la radio y en ese momento las noticias hablaban de un peligroso violador y asesino que estaba en busca y captura y que merodeaba
el barrio de la Flor, barrio donde se encontraba en ese instante Noemí.
 
- No tardes en regresar a casa chiquilla que ya ves los pendejos que andan sueltos por ahí -dijo el dueño de la cafetería mientras le servía el chocolate.
 
- No te preocupes Matías. Con una pobre ciega no se va a meter nadie. Esos salvajes van en busca de otro tipo de mujeres -repuso la joven mientras apuraba
la taza de la reconfortante bebida.
 
- ¿Cuánto es? -dijo sacando su cartera.
 
- Por ser tú te lo dejo en un euro -contestó Matías.
 
Caminó un rato largo por una solitaria calle. Ya había oscurecido casi por completo y sus pasos resonaban con un eco atronador que hasta a ella misma le
sobresaltaban.
 
Al girar la esquina de la última calle antes de entrar en la avenida principal, oyó pasos a su espalda. Se paró y los pasos cesaron también. Quedó paralizada
escuchando un momento y quien quisiera que fuera la persona que la seguía también se había detenido.
 
El bastón sin embargo parecía de pronto que tenía vida propia y se agitaba nerviosamente en la mano de Noemí.
 
- ¡Vamos Noe, vamos! Le estoy viendo desde lo alto de la empuñadura y es él, el asesino del que hablan en las noticias -dijo el bastón ante la sorpresa
de su propietaria.
La chica se quedó boquiabierta pero su instinto de supervivencia le izo seguir al bastón que iba tirando con fuerza de ella. El perseguidor echó a correr
hacia la joven avalanzándose sobre ella y levantándola en volandas acorralándola en un callejón oscuro y sin salida.
Noemí comenzó a gritar y enseguida se percató que había perdido la carpeta de clases y el bastón.
Si eres buena todo será rápido y te podrás marchar... En cambio, si te resistes, no volverás a tu casa jamás -la voz rasposa y agresiva del individuo hacía
temblar a Noemí.
 
- ¡Socorro, socorro! -gritó pero el hombre le tapó la boca y comenzó a tratar de desvestirla.
 
En ese preciso instante, algo se precipitó no se sabe de dónde y le golpeó en la cabeza con tal violencia que el hombre cayó al suelo, ocasión que aprovechó
la chica para salir corriendo de allí agarrada con fuerza a su fiel compañero el bastón blanco que sin saber cómo ni qué fuerza le impulsaba, había tenido
vida propia durante unos minutos que le sirvieron para salvarle la vida a su joven usuaria.
 
El violador fue detenido pues estando todavía inconsciente acertaron a pasar por allí unos muchachos que avisaron a la policía pues se habían fijado en
los carteles con su foto que se veían por toda la ciudad.
 
Cuando Noemí se recuperó del susto, quiso contarle a todo aquel que quisiera oírla, que estaba viva gracias a su querido bastón blanco y claro está, nadie
la creía cuando comentaba que se había movido el sólo y la había defendido dándole su merecido a ese sinvergüenza.
 
Fin.
 
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Enviado por: "Silvinka" <