Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Las desventuras de Olaf 5.

Martes, 28 de julio de 2008 0:54

Gracias al carpincho.

Durante el mes de Noviembre en este valle se festeja la fiesta del día de la Tradición.

La fiesta dura 4 días con destrezas criollas, comidas típicas, artesanías, danzas folclóricas y desfiles de carruajes.

Me encontraba en el pueblo y el cura me invitó a participar, y comenzamos a caminar hasta llegar por el camino con mucho barro que lleva al campo del fogón
de los gauchos, donde  se organiza el evento.

Yo había llegado con mis botas de goma, porque hacía tres días que llovía y todos los caminos estaban hechos una sopa de barro, pero tenía en mi mochila
zapatillas, las  que llamamos alpargatas, tela con suela de yute.

Mi guía, el cura me informa que delante va caminando una joven vestida muy tradicionalmente, que seguramente participaría en las danzas folclóricas.

Ella se detuvo porque comenzaba el camino que era de un gran fango destruido por los camiones dejando una gran huella, difícil de caminar con sus zapatos.

¿Qué te sucede? -le preguntó el cura.

No puedo seguir con estos zapatos, padrecito, y me están esperando para el baile.

Yo no puedo ayudarte mucho, dijo el cura, tendría que cargarte, y es que no puedo pues  tengo que llevar del brazo a este señor.

Está bien, padre, pero ¿Cuando lleguen podrán informar, que me busquen?

Entonces le ofrecí mis botas de goma. Al primer momento no aceptó, le pedí que se las ponga que yo seguiría con las viejas alpargatas, y se las puso nomás.

Con bastante dificultad cruzamos el barrial los tres, y al llegar nos agradeció muchísimo.

Al cabo de un rato cuando comenzaron los bailes una voz suave y con mucho respeto me pide que la acompañe a bailar, que ella me va a dirigir. Era la princesa
del barro que quería agradecer mi gesto.

No bailamos bien pero Bailamos muy divertidos y fuimos agasajados con muchos aplausos y un premio.

La joven comentó nuestra embarrada caminata a los organizadores, y ellos decidieron darme un premio por ser "el gran gaucho de la fiesta", unas lindas
y suaves alpargatas de carpincho que las uso como si fueran un gran trofeo.

Aviso que el carpincho es el más grande de los roedores, los adultos pesan más de 50 kilos.

El asunto es que ese día me sentí muy contento y ahora con esas alpargatas nuevas camino feliz por la vida, gracias al carpincho.

Saludos y unabrazo.

Olaf