Texto publicado por Toten Dos punto Cero

25ª edición – Deseo ser tu deseo

Toten Publicaciones presenta:

TOTEN Y LA REVANCHA VIRULENTA DE LOS ESPASMÓDICOS PITUFOS EXCESIVAMENTE MALDITOS DE LAS GALAXIAS RECIENTEMENTE IMPLOSIVAS DEL INFIERNO ESPANTOSO

25ª edición – Deseo ser tu deseo

Holaaaaaaaaaa!!!!!!!

Alguno que venga leyendo estos artículos de antaño, sabrá que soy de los que nunca se van pero siempre vuelven. ¿Cómo les va? Hacía bastante no acercaba mi hocico por estos rincones de mi ser, quiza me daba ya demasiada culpa escribir tanta boludez en tan poco tiempo, y que la gente sufriera mis penosos y estresantes articulitos.
Bueno, resulta que ya no me dá culpa ni mierda, si les causa estrés, pues vayan al psicólogo, hagan terapia grupal o salgan a la calle a patear tachos de basura. Hoy, empujado por nuevos vientos, pienso derramar pensamientos en simples palabras, inútiles como ya saben, pero palabras al fín, y no hay Edesur ni tendinitis que se opongan a esto.
En el presente, me referiré al deseo. ¿Cuál deseo? Ese deseo que nos mueve todo el tiempo. ¿El deseo de qué? Pues el deseo de todo. ¿Y cuál es ese deseo? Pues el deseo de ser el deseo del otro. Aaaahhhh, no entiendo.
Cosa hermosa ser deseado por otro. Nos mueve a hacer cosas, nos lleva a decir otras cosas, nos empuja a pensar diferentes cosas, en resumen, nos convierte en unos preciosos y adorables pelotudos. Porque se podría decir que eso es el amor, desear que el otro te desée, y cuando lo lográs… ¡zas! Sos el rey o la reina del mundo. De pronto tenés derecho a gritarle a los cuatro vientos lo imbécil que úno puede llegar a ser bajo el efecto del deseo del otro, y como suele suceder, como respuesta úno recibe el eco de su propia voz.
Es importante tener en claro cual es el deseo de úno mismo, me refiero a aprender a descifrar que es lo que realmente nos mueve a seguir. Esto implica dejar de cargar sobre los hombros el deseo de los demás, deshacerse lenta y delicadamente de lo que los “otros” pretenden de nosotros, y comenzar a llevar como bandera, el emblema de nuestro propio deseo.
Menos mal que la falta siempre existe, y menos mal que siempre tenemos la ilusión de que podemos colmarla. El problema es cuando úno crece y no se le permite izar la bandera de su propio deseo, porque completud de deseo es úno aún para el otro, y se achican las opciones, y si no se hallan respuestas con las palabras, se hallarán con el cuerpo.
Termina siendo como un ida y vuelta de ilusión-desilusión constante. Primero somos todo y uno con el pecho de quien cumpla nuestra función materna, luego nos dicen: “Ooooole, ¡la teta no sos vos!”. Luego somos la completud del otro, hasta que llega la “ley del padre” que nos dice: “¡Ooooole, ¡vos no sos todo para tu mamá!”. Posteriormente, nuestro fantasmita nos recuerda todo el tiempo de que no tenemos la más remota idea por qué nunca sabemos que garompa quiere el otro de nosotros: “¿Qué pretende usted de mí?” diría la señora portadora de esos dos voluminosos objetos predilectos de nuestra fase oral. Es así, andamos todo el tiempo pensando por qué nunca podemos llenar al otro, y por qué el otro nunca llena nuestro deseo.
Esto acontece porque el objeto de nuestro deseo está ausente. Sabemos que deseamos, pero nó lo que deseamos. La inscripción de nuestro deseo lleva el sello de un espacio vacío, que jamás encontrará un encastre perfecto. Si no fuese así, no habría motor que nos movilice a seguir buscando eso que no existe, pero que necesitamos buscar, porque algo internamente, nos arrastra a hacerlo.
Finalizando, deseando que este artículo sea de su agrado, sea deseo de su atención, deseando que sea deseo de su deseo, me despido antes que mi fantasma me diga que ya no me van a desear y que Silvita desée más cosas fuera de mí, y me obligue a recordar que nunca voy a poderla completar.

¡¡¡¡adiós!!!!!