Texto publicado por SUEÑOS;

El Mundo, y su forma de ver;

Primera,
Un hombre ya maduro contrató una secretaria.
Era una mujer joven, ingeniosa, gentil y, sobre todo, muy hermosa.
Un día, mientras tomaba dictado, notó que su jefe tenía la bragueta abierta.
Terminó el dictado y se dispuso a salir de la oficina cuando, antes de cerrar la puerta, dijo:
-Por cierto, señor, la puerta de su cuartel está abierta.
El hombre no entendió el comentario; no obstante,al poco rato se dio cuenta de que el cierre de sus pantalones estaba abajo.
Al hombre le hizo gracia la manera en la que su secretaria se había referido al pequeño incidente y decidió aprovechar la oportunidad para coquetear un poco, por lo que la llamó a su oficina:
-Dígame, señorita, cuando vio que la puerta de mi cuartel estaba abierta, ¿por casualidad no vio también a un soldado en posición de firme?
-¡Oh, no, señor! Lo único que vi fue un veterano de guerra sin fuerzas echado entre dos viejas mochilas de campaña

Segunda,
La niña ciega
Qué ciego es el mundo, madre,
qué ciego los hombres son,
piensan, madre, que no existe
más luz que la luz del sol.
Madre, al cruzar los paseos
cuando por las calles voy,
oigo que hombres y mujeres
de mí tienen compasión,
que juntándose uno a otro
hablan bajando la voz
y que dicen: ¡Pobre ciega!,
que no ve la luz del sol.
Más yo, no soy ciega, madre;
no soy ciega, madre, no;
hay en mí UNA LUZ DIVINA
que brilla en mi corazón.
El SOL que a mí me ilumina
es de eterno resplandor;
mis ojos, madre, son ciegos...
pero mi espíritu...no.
Cristo es mi Luz, es el día
cuyo brillante arrebol
no se apaga de la noche
en el sombrío crespón,
tal vez por eso no hiere
el mundo mi corazón
cuando dicen: ¡Pobre ciega!,
Que no ve la luz del sol.
Hay muchos que ven el cielo
y el transparente color
de las nubes, de los mares
la perpetua agitación,
más cuyos ojos no alcanzan
a descubrir al SEÑOR
que tiene leyes eternas que
sujeta a la Creación.
No veo lo que ellos ven,
ni ellos lo que veo yo;
ellos ven la luz del mundo
yo veo la LUZ DE JESÚS.
Y siempre que ellos murmuran:
¡Pobre ciega! (digo yo)
¡Pobres ciegos!, ¡que no ven
más luz que la luz del sol!...

Tercera,
No es necesario golpear
para hacer daño
Una palabra duele
Un silencio duele
Una traición duele
Un desprecio duele