Texto publicado por Urria Gorria

España, "Antes morían muchas por los abortos ilegales y vamos a ir para atrás"

Abortos ilegales
"Antes morían muchas y vamos a ir para atrás"

Amparo y su hija Blanca casi se desangran tras abortar clandestinamente. La primera estuvo a punto de terminar entre rejas. Ahora temen, como Karmele, que interrumpió su embarazo en Londres, que la ley reavive escenas del pasado.

Un reportaje de Arantza Rodríguez - Domingo, 23 de Febrero de 2014 - Actualizado a las 06:02h

Amparo mira por la ventana mientras Karmele y Blanca conversan.

NADIE diría que Amparo Bedia, con sus 85 años cincelados en el rostro, tuvo antecedentes penales. Y mucho menos que casi pisa la cárcel por abortar clandestinamente. Sentada en un sillón, en su domicilio de Barakaldo, las piernas cubiertas con una manta de cuadros, parece dispuesta a contar un cuento. Pero no. Lo que relata Amparo tiene poco de fábula y mucho de cruda realidad. "Antes morían muchas mujeres y vamos a ir para atrás como los cangrejos", lamenta, tras soltar alguna que otra lindeza contra Gallardón. Ella misma estuvo a punto de desangrarse, al igual que su hija, Blanca Pangua. Karmele Ozaita, que interrumpió su embarazo en Londres, corrió mejor suerte. Las tres temen que el anteproyecto de ley del Gobierno español reavive escenas del pasado.

Amparo empezó a trabajar a los catorce años detrás de la barra de un bar y no paró hasta los cincuenta y tantos. Cuando tuvo a su primera hija, su madre, con la que aún vivía, le puso las cosas claras. "Me dijo: Esta te la tengo yo, pero si tienes más, tú verás lo que haces. Entonces yo hacía lo imposible por no tener más". Incluso poniendo en riesgo su salud. "Venía una señora a casa, te hacía el aborto y ya no quería saber nada. Si tenías problemas, no podías contar con nadie", explica. El temor a ser descubiertas era tal que solo pedían auxilio en caso de extrema urgencia. "A mí me daban hemorragias. Cuando me hice el primero, mi madre estaba ingresada muy grave. Dio la casualidad de que el día que le dieron el alta, vino a casa y me desmayé porque había perdido mucha sangre. En el hospital me preguntaron a ver qué había pasado y les dije que no tenía ni idea, que había empezado a perder, a perder... No me dijeron nada".

En aquellos tiempos, explica su hija Blanca, se interrumpían embarazos a domicilio con lavativas de jabón Chimbo disuelto o por medio de un pinchazo en el útero. "Lo pasabas fatal. Era una situación horrible por el miedo a qué iba a ser de ti, a cómo podías ir a un hospital si te pasaba algo...". Ellas, al menos, pueden contarlo. Otras ni siquiera eso. "Yo conocí a mujeres que murieron. Había complicaciones. Si tenías hemorragias, te tenías que aguantar hasta que perdías el sentido. No te atrevías a ir al hospital", corrobora Amparo. Las comadronas que les practicaban los abortos no regresaban ni para cobrar las deudas. "La primera vez una chica que había abortado me dijo lo que costaba. Metí el dinero en una hucha de barro y cuando me lo hicieron a mí resulta que había subido. Digo: Jolín, pues no tengo más, pero viene otro día y se lo doy. Me dice: No, no, a mí no me llames para nada. Te dejaban ahí abandonada", lamenta.

"Me dijo que no tenía perdón, que había cometido un crimen"

Día sí, día también, Amparo veía subir a la Policía por las escaleras para detener a algún vecino acusado de "rojo". Así que su boca, ahora generosa en detalles, permanecía sellada. "No podías comentar que habías abortado con nadie porque enseguida te cogían". Para una vez que se sinceró, no halló consuelo. "Fui a confesarme y el cura me trató fatal. Me dijo que aquello no tenía perdón y que había cometido un crimen. No me dio ni la absolución". Finalmente se la dio un fraile, primo de una amiga suya, que le puso de penitencia recorrer todo Gasteiz, donde entonces vivía, cantando Ave, Ave María, madre de Dios... Amparo entona la canción y le da la risa. "Fíjate tú qué vergüenza. Se enteraba todo Cristo de que habías hecho algo. Yo le dije: ¿Y voy a ir sola? Me dijo: No, no se preocupe, que hay muchas".

También hubo muchas sentadas junto a Amparo en el banquillo de los acusados. Corría el año 1962 y la mujer que le había practicado en Barakaldo su tercer y último aborto fue arrestada. "Se conoce que cantó todos los nombres porque vinieron a detener a mi madre y en el juicio había cantidad de mujeres. La mayoría tenían antecedentes por haberse hecho más abortos y las llevaron a la cárcel. Mi madre se libró porque no la habían denunciado nunca", relata Blanca. Durante dos años Amparo tuvo que ir cada quince días a firmar a Bilbao. "Le hicieron ficha. Tenía antecedentes penales", apunta su hija.

Saltar del fogón o introducirse perejil eran dos de los métodos caseros para abortar que corrían de boca en boca, aunque a Amparo no le dieron resultado. "A mí no me funcionaron. Mi hijo dijo: No lo vas a conseguir y acabó viniendo", cuenta. Amparo relata su historia sin dramatismo. Eran otros tiempos. "Mi marido era creyente y lo pasaba fatal, pero no podíamos cargarnos de hijos porque teníamos que trabajar los dos. Franco quería que tuviéramos todos muchos hijos. Que ya nos ayudarían, decían. No sé que ayudas daría, pero yo veía que vecinas mías tenían siete u ocho hijos y cómo los tenían. No ayudaría Franco tanto tampoco". Ahora, cuando ve en la tele a los dirigentes del PP defender el anteproyecto de Gallardón, le hierve la sangre. "Me pongo enferma cuando les veo hablar. Vamos para atrás. No hemos adelantado nada".

"Estuve dos meses muy grave, temía que me detuvieran"

Blanca sabe bien de lo que habla su madre. Ella también ha pasado por ello. Poco después de tener a su único hijo, con 18 años, se volvió a quedar embarazada. "Nuestra situación era mala. Yo vivía con mis padres, mi pareja no trabajaba y decidí no tenerlo". Recién estrenada la década de los 70, le practicaron un aborto con jabón y, cinco meses después, otro con una aguja. "Estuve dos meses en la cama muy grave. Me estuvo cuidando mi madre porque tenía tanto miedo a que me detuvieran... Lo pasamos fatal, ¿verdad, ama?". Amparo asiente desde su sillón y Blanca revive, a sus 63 años, el amargo episodio. "Nada más meterme la aguja la señora, ya empecé con dolores. Dije: Pero qué daño, qué horror. Me dijo: Bueno, bueno, te tomas una aspirina y a mí no me conoces, ¿eh? Te encuentras perdida. Me quedé en los huesos y aguantando, aguantando, salí adelante. Si no llego a tener el reposo que tuve, yo creo que me habría muerto porque perdí muchísima sangre", asegura.

Cerrado este capítulo de su vida, con la conciencia tranquila porque tiene "clarísimo" que ella decide lo que quiere hacer con su cuerpo, lo que le preocupa ahora a Blanca es que otras mujeres sufran ese calvario. "Si se aprueba esta ley, volvemos a la clandestinidad. El otro día estaban diciendo en la tele que en Portugal y en Londres se estaban frotando las manos. Las personas que tengan poder adquisitivo se podrán ir a donde les dé la gana y las demás, con la situación económica que hay hoy en día, volveremos a los tiempos de antes, a que la vida de la mujer peligre por decidir una opción de ella", denuncia. Y no lo hace solo a los cuatro vientos, también se lo dice a la cara a quien considera oportuno. "El otro día estuve hablando con una concejala del PP de las de antes y le dije: No son las leyes, ni las discusiones en el Congreso, es la libertad de la mujer lo que tenéis que mirar. Los políticos no tienen por qué decidir por nosotras. Abortáis las del PP, abortamos las de izquierdas, aborta todo el mundo. Lo que tienen que hacer es regularlo. Hay mujeres que quieren tener hijos y no pueden y la sanidad pública les ayuda a tenerlos. Hay mujeres que en momentos de nuestra vida no queremos tener hijos, que nos ayuden también", reivindica.

"Va a tener que haber una red clandestina de financiación"

En lugar de "en cualquier cama o en cualquier cocina", Karmele Ozaita interrumpió su embarazo en una clínica de Londres a la que le remitieron, allá por 1983, desde un módulo psicosocial. "Cogimos el avión en Sondika y fuimos una cuadrilla de mujeres, la mayoría jóvenes. Pasamos una noche en un hotel, porque esperaban por si había consecuencias, y a la mañana siguiente regresamos. Ni sangrado, ni dolor, ni nada", afirma. El precio, hace memoria, oscilaba entre las 30.000 y 50.000 pesetas de las de entonces. "Yo trabajaba, tenía posibilidades, no tuve ningún problema", dice. Pero Karmele tiene muy presentes a las mujeres que no tienen recursos y está convencida de que el anteproyecto de ley de Gallardón les perjudica. "Va a ser más clasista. Va a seguir habiendo abortos de primera y de segunda y muertes de mujeres por los de tercera. En vez de una red clandestina de comadronas, va a tener que haber una red clandestina de financiación para que todas las mujeres puedan abortar en condiciones", censura Karmele, quien pide al Gobierno vasco que "sea insumiso a esa ley", que les obliga a tener que exigir de nuevo que "el aborto sea libre, gratuito y en la Seguridad Social". Blanca la mira y reflexiona en alto. "Fíjate el tiempo que llevamos las mujeres luchando. A mí me resulta hasta absurdo estar hablando de esto después de tantos años. Es que es increíble". "Y los que pasarán", musita Amparo, la voz de la experiencia. "Si sigue mandando la derecha... Dicen que va a salir otra vez este tío".

fuente: deia
http://www.deia.com/2014/02/23/sociedad/euskadi/abortos-ilegales-antes-m...