Texto publicado por starchild

(Relato propio) Traspasando barreras físicas. Capítulo 7. Tras una pista.

me volvió la inspiración. Aquí os dejo la séptima entrega de esta pequeña saga. Un saludito.

Traspasando barreras físicas.
Capítulo 7. Tras una pista.

David deslizaba suavemente los dedos por aquel teclado de ordenador, y cada vez que lo hacía, le invadía un sentimiento de culpabilidad, a pesar de que no era la primera vez. Sabía que Melina ya estaría trabajando con su portátil, diablos, hasta eso sabía. Pero ya no podía parar, había descubierto algo que no le dejaba dormir.
El procedimiento era muy sencillo. Melina era universitaria, bastante estudiosa y comprometida siempre con el ambiente que la rodeaba. Por ello, tenía alojado en su portátil un servidor Web experimental el cual estaba en pleno desarrollo por el departamento de informática de la Universidad Politécnica. En pleno desarrollo quiere decir que no estaba finalizado, y eso, por fuerza, conllevaba muchos errores y fallos que pulir. Entre ellos, errores de seguridad y puertas traseras, como el módulo que permitía acceder al sistema de archivos del ordenador, por el cual David se estaba colando en estos momentos. En un tiempo atrás solo le hizo falta conseguir la clave de la vecina, y correr un scanner de puertos contra su ordenador para descubrir de qué manera se podría entretener con ella a sus espaldas. Todo era por diversión y morbo nada más, y jamás pensó que se toparía con lo que se iba a encontrar.
Melina estaba siguiendo pistas de una supuesta empresa que exportaba productos hacia otros países. Sacaba la información de algún sitio que David no conseguía averiguar su fuente de procedencia. Pues siempre que melina establecía comunicación con determinados servidores, la información se encriptaba hasta límites insospechados. Casi todo lo que melina examinaba era informes de trabajadores, cambios repentinos de puestos de trabajo, y algunas comunicaciones relativas a soldados, prisioneros o sujetos. Esta era la parte que más inquietaba a David, y seguramente, también a su espiada vecina.
Sin saber por qué, hoy quería ir un paso más. El sabía que podía ejecutar código Arbitrario en el ordenador de Melina, hasta tal punto de controlarlo en determinados aspectos y capturar información en tiempo real. A pesar de todo, le preocupaba la seguridad de su vecina, aunque realmente ni si quiera hubieran cruzado unas pocas palabras entre ellos. Pero bueno, el no era quién en decidir el destino de cada cual. Aunque sí se sentía quién para observarlo.
Activó la cámara del ordenador de la vecina y Melina apareció ocupando gran parte de su pantalla. Tecleaba con seriedad, y al mismo tiempo, parecía preocupada, ya que no dejaba de menear la cabeza de un lado a otro, como buscando algo o queriendo evadirse de lo que estaba viendo. David tenía que hacer algo, no podía perderse lo que Ella estaba viendo por tener que observarla en vivo.
Se giró y encendió otro de los monitores que se encontraba en una mesita a la izquierda de su escritorio. Como lo llamaba él, el monitor auxiliar. Realmente los dos conectaban con el mismo ordenador, así que, solo tendría que desviar la salida de información que el ordenador de Melina le estaba proporcionando hacia el auxiliar, y dejar la salida de vídeo en el principal. No tardó mucho en hacerlo, y descubrió que lo que la chica estaba visualizando eran una serie de coordenadas satelitales.
“Por dios, Melina, estás llegando demasiado lejos…” –Pensó David, mientras observaba como la chica cogía el teléfono móvil y anotaba cuidadosamente la información. Acto seguido, volvió al ordenador e introdujo una serie de comandos de texto.
De nuevo el ordenador comenzó a conectar a diferentes servidores y descargar información completamente ilegible. Sin previo aviso, Melina se levantó y se dirigió al fondo del cuarto, donde tenía el armario de la ropa.
“Va a salir” –Pensó para sí mismo, así que respetando la intimidad de la vecina, desconectó la cámara.- “La esperaré fuera”.

Melina se arreglaba apresuradamente. Sabía que no tenía prisa, pero una cierta ansiedad le recorría por todo el cuerpo. Era una chica de piel morena, alta, y de pelo castaño, lo suficientemente joven para no andar complicándose la vida con este tipo de cosas. Pero su curiosidad y su afán por siempre descubrir la verdad, la estaban llevando hacia un laberinto seguro.
Terminó de prepararse y abandonó el cuarto de baño, el cual quedaba un poco desordenado a simple vista. El pasillo que daba entrada a su casa la recibió nada más abandonar la habitación anterior, e inmediatamente se fijó en el guarda llaves que había al lado de la puerta que daba al portal. Extrajo la correspondiente y se dispuso a abrir para salir de la casa.

David alcanzaba ya el portón que daba a la calle. Unos potentes rallos de sol indicaban que era poco más de las doce del medio día. Escuchó unos pasos apresurados, que retumbaban por el eco de aquel bloque, e instintivamente volvió la vista atrás, por su puesto, era ella.
--Buenos días –Dijo él con una amplia sonrisa.
--Hola –Respondió ella sin volverse y acercándose a la puerta de salida.
David esperó a que la chica cruzara la puerta y se alejase unos pasos para acto seguido, ir de tras de ella. No podía perderse esta oportunidad, tampoco se imaginaba en que lío podría estar metiéndose. Al fin y al cavo, ambos ya habían cometido bastantes imprudencias.
La calle estaba solitaria, aunque bien iluminada debido a las horas que caminaban. Solo el sonido del tráfico ocasional, y los ruidosos tacones de Melina, mantenían a David ensimismado y concentrado en no perder rastro, ya que la chica, no caminaba precisamente lenta. Abandonaron la zona residencial y se encontraron en una calle algo más concurrida, con lo cual David tenía que hacer esfuerzos para no perder a la muchacha.
Tras varios minutos andando, Melina se detuvo en una marquesina de autobús y tomó asiento, para esperar. David aguardaba detrás de la misma, procurando no ser visto.

--Despertad… -La maléfica y al mismo tiempo dulce voz de Luna, llegó suavemente a los oídos de Roberto, el cual habría lentamente los ojos. Todo seguía como estaba, el frío metálico de la jaula en su espalda, el mismo lugar, y a su lado, Lucrecia, la cual Despertaba pausadamente.
--La verdad que ahora que lo pienso, hacen muy buena pareja, ¿Verdad? Me da la sensación que van a hacer muy buen equipo. Serán unos de nuestros mejores soldados.
--Déjanos ir… ¡Aaaah! –la voz de Roberto quedó interrumpida por una potente descarga que recorrió su coronilla.
--Callá y Escuchá. Creo que no estás en muy buenas condiciones de replicar ahora mismo. Aunque creo que vos, y ella, ya han ganado el merecer saber en qué se convirtieron. Comenzaré.
La verdad que es increíble como la ciencia ha avanzado en estos últimos tiempos. No se pueden imaginar, cuanto. Neurotransmisores, estimuladores del hemisferio derecho, transportes espaciotemporales. En fin, cosas que volverían loco a cualquiera si salieran a la luz. Pues sí, amigos, todo eso son ahora, todo en uno. ¿Qué les parece? Capaces de atravesar el espacio sin recorrerlo, manipular objetos a distancia… La máquina perfecta metida en un cuerpo humano. Creo que tienen suerte, o probablemente no, no lo sé, ya que, conocemos personas que se le han anulado sus sentimientos para ser más eficientes. Pero bueno, esa no es nuestra política. Ya que de ser a sí, Roberto no hubiera venido acá. ¿Verdad, amor?
--No me llames amor… -El chico volvió a retorcerse de dolor.
--Limitate a responderme lo que yo quiero oír. Siempre ha sido así. No va a cambiar ahora, ¿Verdad? –Luna sonrió levemente y miró fijamente a los ojos al chico.
--hoy quiero llegar con vosotros un poco más lejos. Siento que robertito se perdiera la primera clase. La recordás, ¿Lucrecia?
--Sí. –La chica se limitó a responder tímidamente.
--¿Viste Roberto? Eso si que es un auténtico ejemplo de obediencia. En fin, puede que estén listos para probar un transporte a media distancia. No se preocupen, no saldrán del edificio. Muy inmaduros todavía para fiarme de ustedes. Bien, todo listo… -Dijo esto último riendo levemente y volviendo a sacar de su bolsillo aquel diminuto mando.
Accionó uno de los botones del dispositivo y la cabeza de los jóvenes volvió a iluminarse. Acto seguido, todo cambió.
Roberto y Lucrecia se encontraban sentados en el suelo de la sala anterior, donde se encontraba el hombre de avanzada edad. Este, miró hacia arriba y habló.
--Todo correcto lunita, podés venir a por ellos.

David observaba como melina miraba frenéticamente el móvil. Ella ya había mirado varias veces a su dirección, con lo cual, él ya se tenía que dejar de sorpresas. Esta fijó sus ojos una vez más en él.
--Dentro de dos paradas me bajo –Dijo ella fríamente.- Así que si dejas de seguirme, seguramente pueda seguir con mi investigación.
--no sé de qué me estás hablando. Yo bajo en la misma parada.
--¿Cambiaron tu empresa de sitio? Porque si vas a trabajar en un polígono semi abandonado, las cosas no deben ir muy bien.
--Bueno, realmente no es eso.
La chica rió ligeramente.
--Claro que no es eso. David, me estoy especializando en auditora de seguridad, aunque eso imagino que lo sabrás. Ahora quiero que uses un poco el sentido común, ¿No piensas que lo primero que hubiese hecho al instalar software experimental en el ordenador hubiera sido lógicamente buscar vulnerabilidades en el mismo? ¿No crees que hubiera sido más fácil arreglar el módulo de exploración de archivos? Solo hay que editar unas cuantas líneas de código. –La chica volvió a reír levemente.
--Vaya… -Se limitó a titubear el vecino.
--Tengo que reconocer que al principio me divertía mucho. Quería ver hasta donde eras capaz de llegar, aunque agradezco que por lo menos, respetases mis momentos de intimidad, quizá por eso ahora estamos manteniendo esta conversación. El problema, es que la situación está empezando a molestarme.
--Melina… ¿Estás segura de lo que vas a hacer?
--Si tú no lo estás, bájate ya. –Dijo esto la chica mientras señalaba una de las puertas laterales del autobús, que se comenzaba a abrir haciendo un sonoro siseo.
--Si no lo estuviese, no habría llegado hasta aquí, al igual que tú, supongo.
--Entonces hazme caso, aunque sea una sola vez. –La puerta volvió a cerrar y el vehículo se puso en marcha.- Voy a dejar que me acompañes, me ayudarás si quieres. Pero tienes que prometerme que no vas a investigar por tu cuenta.
--De acuerdo. Dejaré que seas tú la que te encargues de todo.
--La situación es complicada. Si te descubren, dejarás de ser tú. Pero bueno, seguimos hablando cuando lleguemos. –La chica se acercó divertida al oído de David y susurró.- Hay mucha agua.

La luz mortecina de un pasillo en penumbra recibía unos pasos de suelas que se acercaban poco a poco por aquel suelo metálico. Una figura oscura recorría sigilosamente la estancia de una punta a la otra. Se acercó a una puerta metálica al fondo del pasillo y su cabeza envuelta en una capucha negra, se fijó con especial interés en un aparato alojado en la parte frontal. Era un lector de huellas dactilares. Una suave mano asomó de sus vestiduras, sujetando entre los dedos lo que parecía un dedo humano recién cercenado, a juzgar por las pequeñas motas de sangre que quedaban aún en el corte. Acercó la yema del mismo al lector, y este dio un pitido favorable. La puerta automática se abrió y el sujeto, pasó por ella.
Se cerró tras él. Se encontraba en otro pasillo igualmente amplio con suelo metálico por el cual comenzó a caminar apresuradamente, casi corriendo, haciendo algo más de ruido. No había nadie allí. Cuando llegaba al centro del pasillo giró su vista hacia arriba. Un pequeño dispositivo daba vueltas en el centro, controlándolo. Era una cámara de seguridad, la cual tras unos instantes, dejó de girar, sin vida alguna.
La oscura figura continuó esta vez corriendo por el pasillo, y jadeando levemente. Al final ya se localizaban las negras puertas de un elevador. Tras alcanzar el mismo, pulsó el botón de llamada y este abrió instantáneamente. El sujeto entró y tras cerrar de nuevo, pulsó un botón en el panel del bien iluminado elevador y este comenzó a ascender. Miró hacia arriba y una cámara que le enfocaba directamente estalló silenciosamente.
El ascensor abrió sus puertas y la figura encapuchada salió del mismo. Se encontraba al final de una sala rectangular, la cual apenas estaba iluminada por la poca luz que entraba por la puerta situada justo en el centro de la pared enfrentada al ascensor. Rápidamente, el sujeto se fue para una de las esquinas.
--¿Quién anda ahí? Dijo una potente voz.
--Osvaldito, ¿ya está haciendo de las suyas? No mames huebón. –Se oyó otra voz más joven, acompañada de pasos de dos corpulentos guardias que entraban en la sala.
--Qué diablos… Gag, ¡Ag.! –Eso fue lo único que les dio tiempo a decir, interrumpidos por el sonido de un silenciador. Los cuerpos cayeron al suelo mientras la sangre brotaba rápidamente de la parte baja del pecho. Arma en mano, la figura pasó rápidamente por encima de ellos y atravesó la puerta. Se encontraba en la recepción, un habitáculo bien iluminado y pequeño, el cual daba directamente a la calle por una puerta que se encontraba entreabierta.
--¿Chicos? –Dijo una dulce voz a la izquierda del encapuchado. La recepcionista, sentada en su escritorio, solo tubo tiempo de suspirar de horror, cuando pocos segundos después su materia gris ya se estaba desparramando por el mostrador, a causa de un certero disparo. La figura volvió la vista a la entrada y corrió rápidamente para atravesarla, guardando el arma entre sus vestiduras. Salió a la calle. Todo alrededor era calma. Era un edificio bastante apartado, alejado de la periferia urbana. Se permitió el lujo de parar, destaparse la capucha y respirar fuertemente el aire del exterior. Sus marcados rasgos de chica joven fueron poco a poco eliminando la cara de angustia y arrojando una breve sonrisa de complacencia. No perdió tiempo. Volvió a taparse y comenzó a alejarse rápidamente del edificio.

--Donde está Rosaura. –Dijo Walter seriamente desde su despacho a un corpulento guardia de seguridad que se encontraba en la puerta.
--Señor, ha escapado de su prisión, no hemos podido evitarlo.
--¡Maldita sea! –Dijo este con una potente voz.- Escúchame, como sabes Rosaura es el sujeto mejor preparado. Monten un equipo de rastreo por el edificio, al mismo tiempo preparen una guardia perimetral, si ha huido del edificio no irá muy lejos. Vamos, ¡En marcha!.
El joven guardia salió apresuradamente de la sala mientras Walter volvía preocupadamente la cabeza hacia su pantalla de ordenador.
--Pinches… -Se limitó a decir, cortando inmediatamente sus palabras.

Rosaura llegó a una pequeña concurrida plaza. Ya no estaba encapuchada, no iba a provocar alarmas sociales entre la muchedumbre. Se acercó rápidamente a varios agentes de policía que aparentemente hacían guardia.
--Discúlpenme. –Dijo tímidamente.
--Qué se le ofrece, ¿Joven?
--Verán, se que les puede resultar raro lo que les voy a pedir… ¿me podrían acompañar hasta el camión más cercano?

La puerta se abrió ruidosamente y dos guardias de rostro alto entraron a la celda bruscamente. miraron hacia un grupo de chicas que se sentaban en corro.
--¿Vieron a Rosaura aquí? Dijo uno de ellos.
--no señor.- Respondieron todas al unísono. El guardia miró hacia una de las chicas que parecía despistada y acto seguido alzó la pierna.
--¡Mírame cuando te hablo! –Dijo esto mientras su bota se estrellaba contra el pecho de la chica y esta caía hacia atrás. Acto seguido se reincorporó y comenzó a girar nerviosamente la cabeza entre lágrimas.
--¿No vas a hacerme caso? –Dijo el guardia.
--Señor –Dijo otra chica que estaba a sulado tímidamente.
--Que quiere. –Dijo este mirándola fijamente.
--Señor, Celia es ciega. No te puede mirar.
--Ah sí, lo olvidaba –Dijo este poniendo una mueca de asco.- Bueno, Rosaura no ha estado con vosotras, ¿no?
--no señor.
--De acuerdo. –Acto seguido abandonaron la estancia y cerraron. Celia se puso a llorar desconsoladamente mientras sus compañeras la arropaban.
--Tranquila, todo va a estar bien… Tranquila.

--Por favor os lo pido. –Dijo Rosaura un poco alterada.
--Verá, amiga. Nos resulta un tanto… Sospechoso, que una chica vestida completamente de negro, sin venir a cuento, nos pida que la acerquemos a una parada. Teniendo en cuenta, que usted tiene brazos, piernas y boca. Es autosuficiente, ¿No?
--Sí. –Dijo ella nerviosamente- Ya se lo que va a pasar. Ustedes van a hablar con sus otros hombres, ellos vendrán, me agarrarán y me tendrán retenida hasta que alguien me reclame. Son solo cinco minutos de protección. ¿Tanto cuesta? –La chica giró la cabeza hacia atrás y su cara cambió rápidamente a angustia de nuevo.- Ahí vienen, chinga tu madre…
Uno de los guardias de Omicron se acercaba rápidamente a la plaza portando un radiotransmisor.
--Walter, la estoy viendo. Está con agentes de la ley.
--me vendrá bien –Dijo él.- Recupérala.
--Vaya –Dijo el policía.- Ahí están tus amigos.
--Disculpe, buen hombre. Esta chica está bajo nuestra jurisdicción, espero que lo entiendan.
--Claro, como no –Dijo el agente sonriendo.
--Esto no va a acabar así. –Dijo ella con una voz de desesperación. Todo alrededor se iluminó y hubo una fuerte explosión. Escombros, gente gritando, y los cuerpos carbonizados de los agentes de policía. Ni rastro de Rosaura.
Estupefacto, el guardia de seguridad cogió el radiotransmisor.
--Walter. Se ha autodestruido. Lo he visto con mis propios ojos.

--Como que se ha autodestruido… Era nuestro mejor sujeto y se ha autodestruido. ¿Sabes lo que significa?
--Me imagino –Dijo uno de los guardias que acompañaban a Walter.
--Tenía todas sus capacidades desarrolladas. Podía manipular el espacio y el tiempo. Era la máquina perfecta y se ha autodestruido. –El anciano hombre suspiró.- Preparen a Romina. Es la siguiente.

Rosaura se recuperaba en aquel callejón trasero a su casa. Había calculado bien el viaje por lo que parecía. Aunque el esfuerzo le hacía que la cabeza le doliese demasiado. Confiaba en que el efecto hubiese sido lo suficientemente creíble. A pesar que había hecho el salto justo a tiempo, su pierna derecha quedó levemente chamuscada por la explosión.
--Soy libre. –Dijo ella con un asombro de incredulidad en su voz.- Hay que acabar con esto, esto no puede quedar así… -Y haciendo un último esfuerzo, realizó un pequeño salto para atravesar el muro de hormigón y materializarse justo dentro de su casa. Vivía sola, y su casa estaba desalojada.
--Si realmente piensan que me he autodestruido, aquí no me buscarán.