Texto publicado por Urria Gorria

Gijon, es muy duro ver llorar a tus 3 hijos porque no tienes nada de comida para ponerles en la mesa

Gijón
>«Es muy duro verlos llorar porque no tienes nada que ponerles en la mesa»
27.01.14 - 07:26 - AZAHARA VILLACORTA | GIJÓN.

Odris Rodríguez debe alimentar a sus tres hijos, de entre 2 y 8 años, con unos ingresos totales de 726 euros
«No llego, no llego, no llego». Odris vive con esa sensación encima: la de que no llega. La de que se asfixia y tiene que «hacer malabares» para llegar a fin de mes con 726 euros, la cantidad a la que ascienden sus ingresos mensuales, de los que debe restar 425 para pagar el alquiler del piso en el que vive con sus tres hijos: Luis Miguel (8 años), Kenia (3) y Vanesa (2). Porque «un adulto se arregla de cualquier forma, pero todo cambia cuando tienes niños a tu cargo. Y es muy duro verlos llorar porque no tienes nada que ponerles en la mesa».

Odris Rodríguez nació en Nicaragua y tiene 33 años, pero lleva doce residiendo en Gijón tras casarse en su tierra natal con un gijonés, también de nombre Luis Miguel, del que se separó recientemente y que le pasa 300 euros al mes por los tres críos, a los que suma los 426 del subsidio de ayuda familiar para desempleados con responsabilidades familiares. En total, 726 euros. Ni uno más ni uno menos.

Ella es la cabeza de una de esas familias que, según un crudo informe presentado esta misma semana por Izquierda Unida, tienen a su cargo menores para los que una alimentación equilibrada no está siempre garantizada. Según ese documento, elaborado a través de encuestas realizadas en trece centros públicos y dos concertados, el 37% de los profesores advierten de que ha habido bajas en los comedores escolares por las dificultades económicas de las familias; el 34%, que ha disminuido la alimentación complementaria del recreo; el 11%, que el almuerzo colegial es la única comida decente de la jornada y el 6%, que los pequeños se meten la fruta en el bolsillo del mandilón para llevársela a casa.

El equipo de Gobierno municipal ha respondido que ya existe un protocolo claro por el que los centros educativos están obligados a alertar en caso de que detecten cualquier indicio de desnutrición entre el alumnado y hasta el momento no lo han hecho, así que resta credibilidad al estudio, pero lo cierto es que, defiende Odris, «estas cosas no son fáciles de percibir, hay mucha gente que las esconde por vergüenza». Ella misma conoce «a muchos» en su situación. «Incluso a gente que no tiene luz en casa porque no pueden pagarla».

Ese sería su caso si no contase con la ayuda de la que hasta hace poco era su suegra, que se encarga de darles de comer a los cuatro cuando no hay nada en la despensa o los fines de semana, y del Voluntariado Vicenciano, donde se han volcado con ella y sus tres pequeños. Pero, sobre todo, con el comedor del Patronato San José, el centro educativo al que acuden sus dos hijos mayores, a pocos metros de su casa, el mismo que «tiene unos menús que están muy bien» y que les garantiza que «van a hacer, por lo menos, una comida al día con tres platos».

«Menos mal, porque en casa sólo puedo darles uno», cuenta. Hoy en el cole tocan garbanzos, pescado con ensalada y un postre, mientras que en su piso de Ceares hay semanas en las que sólo puede ofrecerles pasta o arroz. «Y olvídate del pescado y la fruta de postre».

Pero todo se complica si se tiene en cuenta que, con «tres enanos», Odris, que tiene experiencia como camarera, no puede ni pensar en trabajar, algo que está «deseando». Es lo que esta mujer que se obliga a sonreír y a «tirar para adelante» todas las mañanas llama «la serpiente que se muerde la cola»: «Solicité plaza en una escuela de 0 a 3 pero no me la concedieron porque no estaba trabajando, pero no puedo trabajar porque tengo tres niños».

«Con niños, todo es gasto»

Pese a ese círculo vicioso, ella no se rinde y prepara desayunos, meriendas y cenas con lo que tiene a mano, intentando no desesperarse con los imprevistos. «Por ejemplo, el otro día el mayor me perdió las gafas, algo con lo que no contaba. Y Kenia, que tiene los pies planos, necesita unas plantillas que cuestan 75 euros. Ya se sabe que, con niños tan pequeños, todos son gastos».

Un buen ejemplo es la factura de la luz. «Yo trato de ahorrar y ando apagando por aquí y por allí, pero con ellos siempre hay algo que lavar o que planchar».

De todos estos episodios, de andar «a trancas y a barrancas», no llega noticia alguna a Nicaragua. «Sobre todo, no le cuento nada a mi madre, para no preocuparla». Pero en el piso de Ceares, Luis Miguel, el mayor, ya ha empezado a darse cuenta de algunas cosas. «Intento hablar mucho con ellos y les explico que esto es lo que hay y que no pueden tener todo lo que piden cuando me reclaman que les compre esto y lo otro. Que hay niños que todavía lo están pasando peor en África. Yo también me crié así. En una familia humilde, pero con mucho amor. ¿Porque cómo les dices que no tienes para comer?».

fuente: el comercio
http://www.elcomercio.es/v/20140127/gijon/duro-verlos-llorar-porque-2014...