Texto publicado por SUEÑOS;

Semilla Del Corazón;

LOS SIETE PECADOS CAPITALES DEL CARÁCTER

Como dicen por ahí, nadie es perfecto y todos tenemos defectos o aspectos
que debemos mejorar de nuestra personalidad para lograr una mejor calidad de
vida y cercanía con los demás. Por lo general, se nos dificulta
reconocerlos o a veces ni siquiera nos damos cuenta de que los tenemos, pues
siempre es más fácil ver los de los demás. Entre todas esas fallas
podríamos escoger siete de ellas que nos complican la vida más que otras,
llamadas los siete pecados capitales del carácter.

El psicólogo Juan Carlos Posada explica que "cuando una sola persona lleva a
cuestas varios de estos pecados, ve muy afectada su vida social. Las
relaciones sentimentales no funcionan bien, ya que todo el tiempo están
atacando a su pareja. En el trabajo, casi nunca están de acuerdo con sus
superiores y están compitiendo con los compañeros, y hacen el ambiente
laboral más pesado". Para evitar estas situaciones, la psicóloga María
Elena Restrepo opina que es importante revisar nuestro comportamiento e
identificar cuáles son nuestros principales defectos, para así empezar a
mejorar cada uno de ellos poco a poco.

Juan Carlos dice, también, que lo mejor, luego de reconocerlos y tener la
decisión de cambiar, es pedir la ayuda de un profesional para empezar a
trabajar y a fortalecer los aspectos de nuestra personalidad que cuando
están débiles se convierten en grandes defectos. Estos son el autoestima,
que es cómo me veo; la autoimagen, que se refiere a cómo creo que me ven los
otros; la autoeficacia, que significa lo que yo creo que soy capaz de hacer;
y el autoconcepto, que es lo que yo creo de mí.

Analice estos siete pecados capitales del carácter y considere de cuál o
cuáles se arrepiente.

Querer tener siempre la razón:

Las personas que poseen esta característica siempre tienen miedo a perder en
las discusiones con los demás y a veces en medio de su desesperación por
ganar y convencer, hasta llegan a argumentar sus puntos de vista con el
llanto para así hacerlos más contundentes. Por lo general ni siquiera
escuchan las razones de las otras personas y las califican de mentiras. Se
sienten solos e incomprendidos por el resto de la gente y sus frases más
comunes son: “nadie me cree y nadie me entiende”. En la mayoría de los
casos, son así porque desde que estaban pequeños les siguieron todos los
caprichos. La única forma de convencerlos de que no siempre tienen la razón
es mediante la evidencia, y muchas veces a pesar de tenerla enfrente siguen
alegando que sí la tienen.

Echarle la culpa a otro

Aquellos que optan por echarle la culpa a los demás de todo lo que les pasa,
se creen perfectos y piensan que nunca se equivocan con nada. Por lo
general, no son sujetos buenos para realizar trabajos en equipo, pues
desconfían de la eficiencia de sus compañeros y piensan que en cualquier
momento cometerán errores que los perjudicarán a ellos también. Llevan una
vida sin compromisos y no son capaces de asumir las responsabilidades que se
les delegan. Todo para no correr riesgos. Por otra parte, siempre creen que
se les está acusando de algo, aunque no sea así o aunque ellos sepan que no
lo hicieron, ya que por su condición de culpar a los demás sufren de cierto
delirio de persecución, y cuando saben que sí son responsables de lo
sucedido, nunca lo aceptan ante los demás.

Hacerse siempre el mártir

Son aquellas personas que buscan que los demás siempre piensen que están mal
y que les tengan lástima y sientan compasión por su situación. Les gusta
sufrir y son masoquistas, para que en realidad les crean y les manifiesten
algún tipo de afecto. Estos seres manipulan a la gente a través del llanto
y del pesar y siempre están pensando que el resto del mundo es cruel y que
se ensañó contra ellos. Además de que se proyectan como mártires ante la
sociedad, inconscientemente también lo hacen con ellos mismos y por eso la
mayoría son hipocondríacos, pues necesitan sentir compasión por ellos todo
el tiempo. Por otra parte, creen que son inferiores al resto y como
supuestamente siempre les pasa algo malo, buscan que los demás les ayuden en
todo y a veces llegan al punto de pedirlo por caridad.

Poner una excusa para todo

Existen personas que siempre buscan agradarles a los demás y se comprometen
con todo, pero como luego no están en capacidad de cumplir, se ven obligados
a inventar razones para justificarse y no quedar mal. Siempre responden que
lo intentaron por todos los medios, pero que les fue imposible y buscan la
excusa perfecta para quedar como reyes. Estas personas, se acostumbraron a
que desde niños tenían una buena explicación para que no los reprendieran.
Además son pésimos para aceptar sus errores, pues siempre le encuentran
razones para justificarlos.

Siempre en tono negativo

La gente que es pesimista por naturaleza, constantemente piensa que todo le
va a salir mal, y así sucede. No tienen esperanza y no hacen planes para el
futuro, ya que no creen que puedan llegar a realizarlos de forma
satisfactoria. Normalmente exageran el realismo y son crueles y
castigadores con ellos mismos y con quienes los rodean. Nunca se ponen
metas porque no las ven viables y todo lo que les pasa o lo que tienen es
malo por donde lo miren. Pocas veces le reconocen el lado bueno a algo o a
alguien. Son seres llamados tóxicos. Lo que compran o lo que les dan siempre
les parece inadecuado o insuficiente. Llegan a tal punto de criticar que
aunque no les parezca malo, se les convierte en un terrible vicio y no son
capaces de reconocer cuando algo es bueno o cuando alguien hace las cosas
bien.

Ser intolerantes

Las personas con poca tolerancia se enojan con facilidad y comienzan a
sentir que todo el mundo los ofende aunque no sea verdad. Son muy
susceptibles a los comentarios o a las molestias de los demás, aunque se
trate de asuntos insignificantes. Son impacientes. No soportan el fracaso,
las equivocaciones o las fallas naturales de los demás. Son normativos y
todo tiene que salir como ellos quieren, porque de lo contrario de enfadan.
Son muy exigentes y esperan que el resto del mundo gire a su alrededor.
Cuando se molestan pueden ser rebeldes y se niegan a colaborar con los
demás. Tienden a guardar rencores por mucho tiempo y no perdonan
fácilmente. Cuando están muy enfadados pueden decir cosas hirientes, aunque
verdaderamente no lo sientan.

La desconfianza anda por ahí

Estas personas son paranoicas y sienten que cualquier otro puede ser su
enemigo, aunque no lo conozcan. Por lo general, consideran que todo el
mundo tiene malas intenciones y que les hará daño en algún momento.
Desconfían de lo que comen, de lo que compran y cualquier asunto o persona
es susceptible de despertar su sospecha. Tampoco creen en ellos mismos,
demuestran inseguridad ante los demás y falta de confianza en lo que pueden
hacer. Les cuesta mucho trabajo enamorarse o mantener por largo tiempo una
relación estable. Son celosos y siempre están pensando que su compañero (a)
los va a dejar de un momento a otro. A todo lo que ven le buscan la falla
para demostrar que en efecto es malo. Utilizan frases como “de eso tan
bueno no dan tanto”, “la gente nunca es tan buena”, “ya verá lo que pasa” o
“yo se los advertí”.

Manuela Bernal González