Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

¿Que opinaba Borges sobre el tango.?

Borges tanguero: revelan audios inéditos en los que critica a Gardel.
 
Son cinco horas de una conferencia de 1965 en la que hasta canta.
 
Por Martín Rodríguez Yebra.  LA NACIÓN.
 
    MADRID.- Jorge Luis Borges se ríe de sí mismo después de tararear un tango orillero. "Creo que he sido lo suficientemente desafinado; correctamente
desafinado, históricamente desafinado."
 
La ironía tapa los aplausos tímidos del auditorio que lo escucha cantar. Casi 50 años después, rescatada del olvido, la voz temblorosa, inconfundible,
del autor de "El Aleph" desgrana los orígenes del tango, recita poemas en el argot del novecientos, entona estrofas barriobajeras, homenajea a los guapos
y a los compadritos, recuerda la Buenos Aires mítica que hubiera querido conocer. Y se presenta sin miedo como un detractor de Carlos Gardel, al que acusa
de convertir el tango en un cantar "quejoso y llorón".
 
Todo está contenido en cinco horas de grabaciones inéditas presentadas ayer en Madrid, a donde llegaron después de un peregrinar que empezó en algún lugar
desconocido del Palermo donde Borges disertó en 1965 durante cuatro tardes sobre la historia de la música que, en sus palabras, "hizo perceptible a la
Argentina en el mundo".
 
"Es emocionante escucharlo hablar como era él, tan natural, sencillo y a la vez capaz de explicar el mundo entero a partir de algo particular, en este
caso el tango", dijo María Kodama.
 
Acceda al audio de la conferencia 
 
La viuda de Borges estuvo presente ayer durante la primera reproducción pública del material, y agregó que analiza editar un libro con la transcripción
de las charlas.
 
Según comentó, estaría acompañado por la versión digitalizada de las viejas cintas que donó a la Casa del Lector el escritor vasco Bernardo Atxaga. Las
había recibido de un amigo que a su vez las obtuvo del gallego Manuel Román Rivas, el hombre que grabó de manera rudimentaria las disertaciones de Borges.
Atxaga las tuvo consigo 10 años, atrapado por el misterio de las cintas, pero sólo decidió hacerlas públicas cuando pudo consultar a Edwin Williamson,
biógrafo de Borges, y constatar su autenticidad.
 
Distendido, locuaz, siempre erudito y de a ratos pícaro, Borges describe su pasión por el tango de la vieja guardia y por la milonga, desprovistos del
rasgo de tristeza y nostalgia que se popularizaría luego.
 
Zorzal quejoso
"Gardel tomó la letra del tango y la convirtió en una breve escena dramática, en la cual un hombre abandonado por una mujer se queja. O en la que se habla
de la decadencia física de una mujer", relata Borges, entre ruidos de bocinas y frenazos de fondo que permiten imaginar la precariedad del escenario donde
se explayaba.
 
A él le disgustaban las letras en que el cantor "simula alegrarse de que la mujer lo haya dejado por otro, pero al final la voz se le quiebra en el sollozo".
Dice: "Los temas de rivalidad el compadrito los resolvía al viejo estilo: duelo criollo, sin testigos, a cuchillo y muerte. Luego llegaron los tangos quejosos".
Y recuerda, con una risa pícara: "Un malevo que me honró con su amistad me dijo una vez: «El hombre que piensa cinco minutos seguidos en una mujer no es
un hombre, es un maricón»".
 
"Las cinco horas de grabaciones tienen un valor incalculable, por la posibilidad que nos da de acercarnos a la visión de este genio acerca de algo tan
caro a los argentinos como es el tango", indicó ayer César Antonio de Molina, director de la Casa del Lector.
 
En aquellas tardes de Palermo, Borges teorizaba sobre el origen etimológico de la palabra tango: "A mí me suena a africana, como milonga. Lugones propone
como etimología la palabra latina tangre. Me parece muy inverosímil que la gente que frecuentaba las casas malas de la época fueran humanistas y tomaran
palabras del latín. No creo en la erudición de los compadritos de la calle Chile".
 
Primero, en París
Al retratar el Buenos Aires de 1900, Borges habla de los "casinos de baja estofa de Once y Constitución, donde los compadritos bailaban la milonga". También
de las "casas malas" donde surge el tango: los burdeles de la calle del Templo, hoy Viamonte, y del "barrio Tenebroso", en Junín y Lavalle.
 
Pero en su relato desmitifica la idea de que el tango fue una imposición de las clases populares a la alta sociedad. "Ocurre exactamente al revés. El tango
tiene esa raíz infame, en las casas malas, y luego los niños bien, los patoteros, lo llevaron a París. Y cuando el baile fue aprobado y adecentado en París,
entonces el Barrio Norte lo impuso al resto de Buenos Aires."
 
En su conferencia, Borges intercala descripción histórica con versos que recita con entonación rea: "Acordate de la cruz/ que te regaló tu hermano/ y del
huevo de avestruz/ sobre la mesa de luz / que era un cajón de Cinzano". Se ríe.
 
No le teme al ridículo y tararea: "El carrero, que es de vista, le tira una puñalada, / y a las dos o tres paradas, le manda un tiro al cochero / que si
éste no es tan ligero, y en el aire lo aventaja / media barriga le raja como una sandia costera / y le saca sin permiso los chinchulines pa'juera".
 
Kodama recordó que esas rimas primitivas le resultaban fascinantes, auténticas. "Siempre decía que el tango había dejado de interesarle desde que se convirtió
en una escena dramática", señaló ayer la viuda del escritor.
 
Tiempos bravos
Borges celebra la "épica de las orillas" que reflejan los tangos primigenios. "En esos tiempos bravos unos asesinos podían hacerse famosos durante un año
por matar a un comerciante de la calle Bustamante. Ahora, en esta época pacífica, tenemos asaltos de bancos, robos de millones, bombas, incendios... y
todo eso dura lo que dura la lectura del diario de la tarde."
 
Entre sus tangos favoritos rescata "El choclo". Tararea la letra de Discépolo, aunque advierte que no es la original que él conoció, "una versión inefable
que no podría repetir aquí". Canta otra vez: "Caranfanfunfa se hizo al mar con tu bandera / y en un pernó mezcló a París con Puente Alsina...".
 
Borges sintetiza sus cuatro tardes de reflexiones con una frase improvisada, pero con aires poéticos: "El tango fue un símbolo. Hay algo de él en el alma
argentina, algo salvado por esos humildes y a veces anónimos compositores de las orillas. Algo que volverá".