Texto publicado por José Luis Rios

La historia de un beso

La calle siempre habla, sólo hay que querer escuchar. En el Bogotá de estos días, dolorosamente militarizada y con voces diversas que llegan desde el campo pidiendo mejores condiciones de vida y protestas contra los dolores que impone el TLC para el mundo campesino. Extraña conversación en que algunos en vez de semilla y comida, ofrecen policía y balín. Se murmura que la “primavera” llegó en el campo colombiano. Pero la intensidad también está en las ciudades. En estas calles en que la violencias -con la “s” nunca mejor usada- tiene expresiones diversas, históricas y complejas para una pasajera ocasional. Entre seminarios y hotel, un graffiti me atrapa: el de un beso. Un beso de grandes proporciones que se arranca entre los edificios y el cemento. Me agarro del hilo y empiezo a buscar la madeja que siento me atrapa en una historia, o entre varias como suele ocurrir. Me cuentan de un alcalde que decide dejar espacios de la ciudad para los graffitis. Me entero que este en particular es reciente y que lo hizo un tal Jade, en colaboración con Vértigo graffiti y MDCrew, un equipo que lleva varios años haciendo grandes producciones en Colombia. Sigo escuchando y preguntando. Me cuentan que se llama “El beso de los invisibles” y que es la representación de una fotografía de Héctor Favio Zamora, un reportero gráfico del diario El Tiempo. Mi hilo se vuelve lana, lana de ruana en estos días en que el hashtag #yotambienmepongolaruana va agarrando vuelo por twitter.
Hernán y DianaHernán y Diana
Me imagino la cara de mis hijas cuando les cuente esta historia, que al final es siempre lo mejor que uno se trae de los viajes. Historias que se van volviendo nuestras. En la foto que motivó este graffiti se encuentran Hérnan y Diana en medio del que ahora es un eterno beso y el mural más grande de Bogotá por estos días. En la foto una pareja de personas en situación de calle aparecen besándose. Tal vez desplazados, que junto a mujeres viudas con sus hijos, son siempre pobres. “Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba”. Escucho este microcuento de Galeano “Los Nadie” desde un material maravilloso que es el Reel de La Maleta Afro, patrimonio audiovisual afrocolombiano dirigido por Marlon Fidel y coordinada por Marina Arango Valencia que se presentó en el marco del X Encuentro Nacional de Archivos Audiovisuales de Colombia. Se entretejen las historias y son esos mismos “nadies”, esos hijos de los nadies, que ahora están visibles para todos los que no los quieren ver en el graffiti del beso. Por las calles de Bogotá, sigue fluyendo la primavera. No hay duda, en todas partes la gente sueña.

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