Texto publicado por Miguel de Portugalete

Si estás hiperconectado es más fácil ser un radical

Si estás hiperconectado es más fácil ser un radical

Matthew Jackson, economista; investiga en India y Stanford.
Tengo 51 años: la ventaja es que aún recuerdo los tiempos en que no había
internet. Nací en Chicago. Dos hijas lejos, pero felices investigando: una
en Australia y otra en Boston. Creo en la humanidad, así que soy muy
optimista. He impartido la Lección de Economía de la UPF.

Correr para no caer.

Jackson estudia al tiempo la prosperidad californiana y el despegue indio, y
explica cómo las redes sociales aceleran la globalización. Y eso es bueno
para los más pobres del planeta, porque, al poder acceder con mayor
facilidad al conocimiento, cada vez lo serán menos. Y para los más ricos,
porque, si todo el mundo prospera, ellos más todavía. A la clase media, en
cambio, ese acceso universal al conocimiento -Jackson está entusiasmado con
los cursos universitarios on line- le obliga a formarse y competir cada vez
más con más humanos y sólo para poder mantener su estatus: "La clase media
tendrá que correr cada vez más para poder quedarse en el mismo sitio".

Los más jóvenes ya no miran la tele, sino sus redes: todo el mundo se pasa
el día frente a pantallas enviando mensajes.
Nunca estuvimos tan conectados: cierto. Vivimos hiperconectados.

¿Hiperconectados somos mejores?
Somos diferentes. Estar todo el día enviándonos mails, SMS, watsap y
mensajes colectivos en Twitter, Facebook, LinkedIn y otras redes tiene un
lado bueno y otro malo.

Empecemos por el lado oscuro.
A cada persona le gusta estar con los que son como ella. Es un instinto
evolutivo.

Birds of a feather flock together (equivalente a 'Dios los cría y ellos se
juntan').
Porque nos es más fácil y grato frecuentar a quienes son y piensan como
nosotros que enfrentarnos a la diversidad. Nos gusta ir en rebaño, pero el
nuestro. Y la hiperconectividad en redes hace posible que día y noche
estemos conectados con los más similares.

¿Dónde está el problema?
Pues en eso mismo: en que estamos perdiendo nuestra capacidad de ser
transversales y de convivir con la diversidad de identidades, de pensamiento
y gustos con otras personas de las que podríamos aprender.

¿Por qué cree que eso es malo?
Porque un radical del Tea Party, por ejemplo, puede levantarse conectado a
su red social extremista, oír su radio ultra mientras se afeita, leer a su
columnista derechista de cabecera (incluso retuitearlo) y seguir todo el día
conectado a su comunidad ultra.

Y cada día más convencido el tío.
Lo llamamos homofilia, el amor sólo por los que son como tú. Y muchos
sociólogos creen que las nuevas tecnologías de la hiperconectividad la
propician. Y que, por eso mismo, la sociedad norteamericana se ha polarizado
de forma preocupante.

Es una autosegregación.
Antes en Stanford, los alumnos tenían que convivir al llegar con otros
estudiantes de otras razas, religiones o gustos, pero hoy, ya antes de
venir, se conectan en red con sus tribus y no se interesan por nadie más.

Los medios en España tienden cada vez más al frentismo político y
territorial.
Porque es más cómodo seguir al rebaño que piensa como tú que hacer el
esfuerzo de aceptar a otros que cuestionan tu opinión.

¿Es lo que está usted investigando?
También estudio cómo las redes sociales permiten introducir inventos e
ideas. Experimentamos en pueblos de India, por ejemplo, que no conocen aún
los bancos...

Casi diría que viven más tranquilos.
Pero necesitan microcréditos para su despegue económico. Y hemos estudiado
cómo lograr que los acepten y los pidan. Cómo ayudarles con las redes a que
se desarrollen.

¿Cómo?
Si usted tiene que vender una idea o un producto o un líder a una comunidad,
la clave del éxito es elegir bien a los primeros del pueblo a quienes les
venderá su producto.

¿Por qué?
Porque las ideas y hábitos no se extienden de forma horizontal uniforme de
tú a tú.

La comunicación social es vicarial.
Por eso, hay que buscar a los líderes de opinión, los superhubs
(superconectores), de cada comunidad. Y empezar con ellos.

¿Son los que mandan? ¿Los caciques?
No. Los superhubs son los que necesitan quienes mandan para poder mandar.

¿Cómo localizar en una sociedad, comunidad o pueblo a esos superhubs?
Son tan importantes para la supervivencia de los humanos que la evolución
nos ha dotado de mecanismos para reconocerlos instintivamente en nuestra
comunidad. Lo hemos demostrado en esos pueblos indios.

¿Cómo?
Preguntando a la gente a quién preguntan cuando quieren mejorar algo en sus
vidas o tienen un problema. El resultado es apabullante: en un pueblo con
mil habitantes, más de 500 responden con el mismo nombre. Y apenas hay dos o
tres superhubs más. Son ellos los que hablan con los hubs de cada barrio,
familia, subcomunidad.

¿Para difundir y extender el hábito de pedir microcréditos hay que
ficharlos?
Es lo que hacemos. Porque tras preguntar a la gente por los superhubs de su
pueblo y localizarlos, hemos cartografiado las relaciones sociales y las
conexiones de cada habitante con los demás. Y coinciden exactamente en esos
nexos, los que nos han dicho al preguntarles: todas las conexiones nos
llevan a los mismos superhubs.

¿Qué ha pasado en los pueblos después de que se introdujera la banca en
ellos?
Hemos cartografiado las relaciones sociales antes y después de la banca en
75 pueblos indios. En 42 de ellos ya se ha introducido. Y modifican las
relaciones humanas.

¿Cómo?
Antes se pedían dinero entre ellos y eso les mantenía relacionados. Porque,
además de quien pide y quien da crédito, hacen falta testigos del trato. Por
eso la banca propicia el desarrollo, pero menos comunitario.

Aquí ya somos muy poco comunitarios.
Pero déjeme decirle lo mejor de las redes sociales: han aumentado la
efectividad de la investigación científica, que hoy es definitivamente on
line y en red.

Lluís Amiguet.
LaVanguardia