Texto publicado por Miguel de Portugalete

La tecnología reemplaza a los salarios altos no a los bajos

La tecnología reemplaza a los salarios altos no a los bajos
Josep Fontana, historiador; autor de 'Por el bien del imperio'
Tengo 81 años: hay piezas que ya no me funcionan igual, pero uso las otras.
Nací en Barcelona. En religión soy irrecuperable. Y en política: milité en
el PSUC, cuando tenía gran capacidad de movilización, pero la sacrificaron y
me fui. Colaboro con la Fundació Alfonso Comín.

Aprender sin sueldo.

El futuro es un país extraño, titula Fontana. ¡Y tan extraño! Nada que ver
con el que nos prometía la tecnoutopía neoliberal. En ese futuro que ya está
aquí, los muchos estudios conducen a los malos empleos o a la emigración.
Porque las nuevas tecnologías no están sustituyendo a los conserjes, sino a
los ingenieros a quienes pagan sueldos que rechazarían los conserjes de
antaño. En ese futuro, además, todos somos extranjeros, porque sociedades
soliviantadas cambiarán fronteras de sitio. Ante un CCCB repleto, Fontana
demuestra que ni interpretar la historia ni estudiar ni aprender nos sirve
ya para ser mejor pagados, pero siempre nos servirá para ser mejores.

¿Cómo explicarán los historiadores mañana qué pasa hoy?
Asistimos a la demolición del Estado de bienestar que empezó a erigirse en
Europa para evitar el avance del comunismo.

¿Por qué avanzó con el comunismo?
Porque el poder sólo aceptó hacer esas cesiones sociales como vacuna contra
el contagio del comunismo a todo Occidente.

¿Nos dieron pensiones y hospitales para evitar que nos hiciéramos todos
rojos?
Y por eso tales concesiones sólo duraron hasta los años setenta. Entonces
empieza a ser evidente el fracaso comunista y que la guerra fría era una
farsa. En realidad, ni la OTAN ni el Pacto de Varsovia querían invadirse.
Sólo lo simulaban para mantener la unidad de los estados dentro de cada
bloque.

Pero sí se enfrentaron en guerras periféricas: Corea, Vietnam, Nicaragua...
Porque tenían que impedir que el otro bloque llegara a controlar recursos
económicos vitales. Pero llega un momento en que el poder financiero
comienza a preguntarse si no estará siendo demasiado generoso aceptando el
Estado de bienestar frente a un comunismo que ya sólo era un tigre de papel.

Thatcher empieza a desmontar sindicatos y pensiones antes de los ochenta.
Y la reacción ultraliberal avanza hasta los noventa y se impone y acelera
después de la caída del Muro, que libera a los países emergentes de los
bloques. Entonces empiezan a competir con Occidente con sus bajos salarios.

Nosotros podemos competir con innovación y no sólo bajándonos los sueldos.
Pero lo que le interesa al poder es bajar salarios y prestaciones sociales
para aumentar y concentrar sus enormes beneficios. Mire la estadística de
concentración de riqueza y sabrá por qué quienes mandan de verdad están
encantados con la recesión.

¿El uno por ciento cada vez más rico?
El mismo que ahora cree que puede llegar al trabajo total: la división
social del trabajo a la manera de las plantaciones esclavistas.

Pero si hay demasiada desigualdad, el sistema se colapsa: Stiglitz lo
demuestra.
Eso no está demostrado. Porque en estos momentos en que la desigualdad ha
aumentado en EE.UU. también se ha incrementado la productividad.
Compruébelo.

Sin la formación y complicidad del empleado una empresa hoy no funciona.
Por eso están estallando las relaciones de producción en el seno de las
empresas. Y por eso, en vez de las plantillas de antaño, cada vez
externalizan más tareas. Y hay más autónomos: los convenios son papel
mojado. La formación y complicidad del empleado se obtiene así por menos
salario.

¿Dónde lo nota usted?
Lo nota todo el mundo. En las editoriales, por ejemplo, que conozco bien,
más que el tecnócrata corporativo sobrevive quien tiene firma y marca
personal. Porque esa marca personal no es reemplazable, aunque se le paga
sólo según su éxito en el mercado.

Los nuevos empleos exigen formación.
Al contrario. Las nuevas tecnologías han sido pensadas para sustituir
precisamente a los técnicos especializados y sus altos sueldos. Se nos
quiere hacer creer que la tecnología sólo reemplaza a los peores empleos y
sueldos. Pero es al revés: reduce sueldos.

¿Y si no logras una marca personal?
Eres reemplazable y reemplazado igual que una hoja de cálculo sustituye al
contable.

Pero la estadística aún muestra que a mejor educación, mejor sueldo.
Pues mire bien la estadística y verá también que los fast food de EE.UU. se
están llenando de empleados con muchos títulos.

España fue different, pero también construyó su Estado de bienestar.
Aquí Franco con mano dura nos mantenía a todos a raya por cuatro duros. Así
que apenas construyó un Estado de bienestar. Y el que se empezó a erigir y
completar después de la dictadura ya se está desmontando ahora con esta
tremenda recesión.

¿Y Catalunya?
Tiene históricamente una red asociativa y una sociedad civil más madura y
vigorosa, pero aquí lo están desmontando igual. El auge del independentismo
es precisamente la reacción de una sociedad más cohesionada ante el
desmantelamiento de su bienestar.

¿No lo ve manipulado por el Govern?
Al contrario, los partidos lo quieren cabalgar, pero no lo pueden controlar,
porque el independentismo surge desde abajo y se une a sentimientos
identitarios en un cóctel explosivo que puede llegar a acabar con el estatus
actual. Y el lado español contribuye a ese malestar, porque no entienden
nada. Tienen el reloj histórico muy atrasado.

Madrid a veces crea independentistas.
Pero el independentismo también es una reacción regeneracionista contra el
sistema autonómico, que copió los defectos españoles a escala catalana:
tanto CiU como el tripartito. El independentismo hoy pide un borrón y cuenta
nueva. Y eso preocupa. Más que el 2014, me preocupa el 2015. Si se frustran
esas ilusiones, ¿qué pasará después?

¿Y qué pasará?
Hay muy pocos casos de naciones que logren la independencia sin conflicto. Y
ninguna sin una lucha muy larga.

Lluís Amiguet.
LaVanguardia