Texto publicado por Miguel de Portugalete

Estamos ante un peligro planetario sin precedentes

Estamos ante un peligro planetario sin precedentes

Stephen Emmott, doctor en Neurociencias e investigador
Tengo 53 años. Vivo en Londres, en pareja, sin hijos. Soy director de
ciencias informáticas en Microsoft Research: investigamos sistemas
complejos, entre ellos el impacto de los seres humanos en el planeta. Tengo
poca fe en los políticos actuales. No creo en Dios.

Sobre nosotros.

Emmott consiguió hacerme llorar con su libro Diez mil millones (Anagrama).
Comprensible para niños de 10 años, imprescindible para cualquier
universitario y para cualquiera que quiera saber la verdad. Habla de todos
nosotros, de cómo caminamos hacia la autodestrucción. No es un libro
tendencioso; es claro, elemental, y los hechos que expone son
incuestionables. Sabemos de la gravedad del cambio climático, del derroche
de recursos, del exterminio de la biodiversidad, y aún así estamos mal
informados pensamos que los molinos de viento y los coches eléctricos nos
salvarán. Asumamos nuestro fracaso, es necesario un cambio radical en
nuestra manera de vivir.

Su visión del futuro es catastrófica.
Describo un panorama basado en la evidencia disponible. Durante este siglo
empezaron a ponerse de manifiesto problemas muy significativos que nos
destruirán, y parece que hayamos elegido no hacer nada.
La situación en que estamos ya es un peligro planetario sin precedentes.
Antes de que acabe el siglo seremos por lo menos 10.000 millones de
habitantes.

Necesitamos más comida y más tierra.
Necesidad que aumenta a un ritmo mucho mayor que el crecimiento de la
población. Durante los próximos 40 años, necesitaremos producir más comida
de la que ha dado la agricultura en los últimos 10.000 años.

Más transporte, más energía, más CO2.
Lo cual acelera aún más el cambio climático. Ya vemos síntomas de esa crisis
que se avecina: la sequía australiana (2008), la de Rusia (2010) y la de
Estados Unidos (2012) fueron consecuencia de temperaturas extremas. Se
perdió el 40% de la producción de cereales y decenas de millones de cabezas
de ganado. Subió el precio de los alimentos.

El agua también será un bien escaso.
Ya lo es; pese a ello consumimos el agua a un ritmo insostenible. El 70% del
agua potable del planeta se utiliza para regar cultivos. ¿Y sabe cuál es la
mayor ironía de todas?

¿Cuál?
Se necesitan cuatro litros de agua para fabricar una botella de plástico
donde envasar un litro de agua.

Que horror.
A mí lo que más me sorprende es que no hagamos nada frente a los problemas:
la degradación del ecosistema, el clima, el consumo de recursos, el hecho de
que sigamos utilizando implacablemente los combustibles fósiles para
conseguir energía...

Pensamos que a ustedes los científicos ya se les ocurrirá algo para
salvarnos.
Hay una confianza conmovedora en nuestra capacidad tecnológica, pero es una
fantasía. Fíjese en las desalinizadoras: consumen mucha energía y contaminan
muchísimo.

¿Y las energías renovables?
Deberíamos embarcarnos ya en un programa a escala planetaria. Y seamos
realistas: hay billones de dólares de beneficio en el carbón, el gas y el
petróleo que hay bajo el suelo. Pensar que las empresas van a dejar todo ese
dinero enterrado es ilusorio.

Entre otras cosas, usted investiga la fotosíntesis artificial.
Sí, aprender de las plantas a aprovechar y convertir la energía del sol
sería una solución global, y sin embargo somos muy pocos los que
investigamos en ese campo.

Pronto tendremos coches eléctricos.
Necesitan energía, no resuelven nada, trasladan el problema del tubo de
escape a la chimenea de una central eléctrica.

¿Y no hay solución que no sea volver a las cavernas?
La manera de vivir de los países ricos, que requiere un alto consumo de
energía y recursos, se está globalizando. Sólo los chinos duplicarán en el
2050 la demanda de alimento. ¿Cómo lo haremos si no tenemos un 70% más de
agua dulce para la agricultura?

Con todos los episodios climáticos extremos que provocamos, igual no
llegamos a los 10.000 millones...
Veremos desastres meteorológicos sin precedentes, pero seguiremos
aumentando. Lo que podría afectar a la población, de manera temporal, sería
una pandemia global.

¿Posible?
Muy posible. Hace 95 años, antes de que inventáramos los vuelos baratos, la
gripe española mató a 100 millones de personas. Una pandemia similar en
estos momentos acabaría con la vida de 1.000 millones.

La subida de la temperatura global a final de siglo será de entre 4 y 6
grados.
Aunque no llegáramos a esas cifras, hoy es casi seguro que por ejemplo
Bangladesh estará bajo el agua y grandes regiones de África serán zonas de
catástrofe permanente la selva amazónica se convertirá en un páramo y todo
el sistema agrícola se enfrentará a una amenaza sin precedentes.

Y nacerán los emigrantes del clima.
Sí, regiones más afortunadas, como gran parte de Europa, EE.UU. o el Reino
Unido, se convertirán en países militarizados con fronteras fuertemente
defendidas para que no entren esos millones de personas procedentes de
países que ya no serán habitables.

¿Qué será de nuestros hijos y nietos?
¿...?
Los gobiernos, pendientes de proteger las estructuras de poder, no están
haciendo nada. Sin un sentido radical de agencia colectiva, no hay solución.

Estamos mal informados.
No se nos explica la escala ni la naturaleza del problema. Frente a él, nos
piden cosas ridículas como desconectar el cargador del móvil, mear en la
ducha o comprar coches eléctricos. Los cambios de conducta que se necesitan
son radicales. Consumir menos (energía, comida, coches, móviles, agua...),
mucho menos. Pero el consumo global de los recursos sigue aumentando.

Ima Sanchís.
LaVanguardia.