Fichero publicado por Isabel Blanco

Chico Mendes.

          El 22 de diciembre de 1988 era asesinado en Xapurí, una pequeña ciudad de la Amazonía brasileña próxima a Bolivia, el seringueiro —recolector de caucho— Chico Mendes. Su muerte se había sumado a los miles de asesinatos de dirigentes sindicales, abogados laboralistas, militantes de izquierdas, sacerdotes de la teología de la liberación, ecologistas e indígenas, registrados en los últimos años en la Amazonia brasileña y que hoy aún
siguen estando al orden del día. Sin embargo, Chico Mendes había conseguido aglutinar a fuerzas tan dispares como partidos políticos, sindicatos de trabajadores del caucho, organizaciones ecologistas, la Iglesia, los grandes bancos y la comunidad internacional, alrededor de su proyecto de la defensa de la selva amazónica y de sus habitantes. El proceso que llevó a generar la atención de todo el planeta hacía la defensa de su principal pulmón, la selva amazónica, ha sido largo y es el mayor ejemplo de la continua destrucción llevada a cabo en el último siglo de la flora y la fauna de la Tierra y que a pesar de la toma de conciencia reciente sigue su camino de manera inexorable.

EL «DESARROLLO» AMAZÓNICO: PARADIGMA DE LA DESTRUCCIÓN
 
     En 1965, el Gobierno brasileño empezó a promover el «desarrollo» de la región amazónica, mediante un programa de colonización, así los fazendeiros (grandes terratenientes) adquirieron 6 millones de hectáreas de tierra en Acre con unos títulos ilegales de posesión, sin importar que fuesen territorios indígenas o estuviesen habitados durante décadas por familias de seringueiros.  Impusieron el terror para intimidar a los verdaderos propietarios, las tribus indígenas y las más de mil familias de seringueiros que allí vivían: sus casas fueron incendiadas, su ganado matado, sus mujeres violadas e iniciaron la destrucción de los bosques amazónicos. La construcción de una carretera Transamazónica, la BR 364 Porto Velho-Rio Branco, supuso el golpe de gracia para la región amazónica y sus pobladores. La colonización y las carreteras también impactaron directamente sobre 96 tribus autóctonas; por ejemplo, la tribu de los nambiqwara se redujo de 20.000 a 650 personas. La mortalidad infantil llegó a niveles superiores al ochenta por ciento. 
 
     La deforestación masiva y los incendios intencionados alentados por los fazendeiros y los garimpeiros (buscadores de oro) destruían rápidamente el bosque. Hacia 1975 habían desaparecido 180.000 seringueiras —árboles de caucho— y 80.000 castanheiras —castaños— a causa del madereo y del fuego, realizados con el fin de liberar tierras para la agricultura comercial y la ganadería. En el paroxismo de la destrucción, los aeropuertos de la zona deben cerrar debido a las grandes humaredas que impiden la visibilidad para el tráfico aéreo y la aportación de más de 500 toneladas de carbono a la atmósfera equivalió al 10% del aporte mundial de gases que producen el efecto invernadero en todo el planeta. Para la quema de los bosques los terratenientes no dudaron en incluso en utilizar napalm. Una vez quemada la selva, el suelo se erosionaba y aparecían nubes de mosquitos que transmitían letales enfermedades como la malaria. Los bosques milenarios eran reemplazados por haciendas y fincas de dudosa rentabilidad y duración. En el bosque amazónico la expansión agrícola es insustentable y la fragilidad del suelo desprotegido por los árboles talados o incendiados provoca la erosión con las primeras lluvias. Así, en pocos años, las fincas eran abandonadas rápidamente al agotar sus campos y convertirse en semidesiertos. Mientras, los indios y los seringueiros se veían empujados por la desertización a guettos y chabolas dónde viven hacinados y sin trabajo.

LOS EMPATES: LA SELVA SE NIEGA A MORIR
 
     En este ambiente aparecen los primeros «empates» —movilizaciones de seringueiros y pequeños productores que comprenden que van a perder su trabajo y su modo de vida si no defienden la selva— y Chico Mendes se convierte en uno de los principales organizadores de estos movimientos.
 
     Los empates consistían en el traslado de los seringueiros y de sus familias a diferentes lugares donde había amenaza de corta o de incendio de la selva, oponiendo resistencia pacífica. Considerando sus fuerzas materiales, los «empates» tuvieron un gran éxito y una gran repercusión internacional, convirtiendo la lucha por la supervivencia a nivel local como un amplio movimiento ambientalista, que abarcaba aspectos políticos, sociales y económicos.
 
     La política de desarrollo insostenible del gobierno brasileño quedó al descubierto gracias a las acciones de ecologistas de todo el mundo, que presionaban a las instituciones internacionales para que denunciasen los desastres medioambientales y sociales financiados por los grandes bancos, como el Banco Mundial. Un documental de un cineasta británico, Adrian Cowell, conmocionaba al mundo con una serie titulada «La década de la destrucción»; filmado en la Amazonía sacaba a la luz imágenes escalofriantes de los incendios y las consecuencias dramáticas de la ocupación de los terratenientes. Poco después el Banco Mundial, bajo la presión de los ecologistas, bloquea temporalmente los fondos para la construcción de nuevas carreteras.

LA ÚLTIMA ESPERANZA
 
     En ese momento, Chico Mendes relanza una vieja idea de los seringalistas, la creación de «reservas extractivas» —áreas dónde se aprovecha no sólo el caucho extractivo sino también la recolección de frutos y medicina silvestres que garantizan la conservación del bosque y de las poblaciones tradicionales—, y alentado por ecologistas norteamericanos, viaja a Estados Unidos a explicar a directivos del Banco Mundial y senadores del Congreso el proyecto, logrando una verdadera repercusión en la comunidad internacional, que se vio refrendada en la concesión del Premio Global 500 de las Naciones Unidas y del Better World Society creado por Ted Turner, magnate de las comunicaciones y dueño de la CNN. Aunque el gobierno de Brasil y los medios de comunicación tratan de esconder la noticia, la iglesia empieza a apoyar el proyecto de las reservas extractivas. Tras la intervención de Chico en la Asamblea Legislativa de Acre se inicia un empate histórico en el seringal Cachoeira frente a los intentos de tala y colonización agrícola que supone un nuevo éxito y la creación en Cachoeira y en otros tres seringales de las primeras reservas extractivas en Brasil.

     El éxito de los seringalistas desata la furia de los terratenientes y la violencia de los fazendeiros crece alarmantemente hasta alcanzar su punto álgido el 22 de diciembre de 1988 con el asesinato de Chico Mendes en su casa de Xapiru. El terrateniente Darly Alves de Silva y su hijo Darcy, miembros de la unión Democrática Ruralista, latifundistas brasileños con una larga experiencia de asesinatos en su haber fueron los autores del crimen. En un discurso premonitorio pronunciado unos pocos días antes del asesinato, Chico se expresaba así: «No quiero flores en mi tumba porque sé que irán a arrancarlas a la selva. Sólo quiero que mi muerte contribuya a terminar con la impunidad de los matones, los cuales cuentan con la protección de la policía de Acre, y que ya han matado a más de 50 personas como yo, líderes seringueiros, dispuestos a salvar la selva amazónica y a demostrar que el progreso sin destrucción es posible».

EL FUTURO DE LA AMAZONÍA

     La situación actual de la Amazonía es de continua destrucción, el precio internacional del caucho es cada vez más bajo lo que está desestimulando la producción y provocando que algunos seringueiros se vean obligados a desbastar el bosque para plantar arroz, maíz y feijao. En 1973 se habían deforestado 13 millones de hectáreas, alcanzando los 41 millones en 1990. Un reciente estudio de investigadores brasileños y norteamericanos ha calculado que en el año 2020 es probable que tan sólo un 5% de la selva conserve su estado salvaje. Algunos de los datos presentados por los científicos han dado la voz de alarma. Dentro de 20 años cerca del 50% de la selva estará muy degradada y más de un 90% perderá su carácter impoluto. La destrucción a la que se ha visto sometida habla de 20.000 kilómetros cuadrados de terreno destruidos al año. Y por si hay alguien que todavía dude de las dimensiones del desastre que tenga en cuenta que los investigadores han trabajado con imágenes tomadas por un satélite, ordenadores capaces de predecir la trayectoria de la destrucción forestal, basándose en lo que ha ocurrido en las últimas dos décadas en esta zona. El crimen sigue impune, los asesinos continúan en libertad y sigue la violencia contra los líderes rurales. Aún hoy en día, los asesinatos de sindicalistas, abogados laboralistas, misioneros y ecologistas siguen estando al orden del día y aunque estén en funcionamiento los espacios territoriales especialmente protegidos para el uso sostenible de los recursos y beneficio de las poblaciones locales, como la Reserva Extractiva Chico Mendes, la selva amazónica se está muriendo.

el hombre y su ambición de poder no tienen consiencia ni mira a quienes destruye, la lucha ambiental se a cobrado muchas víctimas, pero todabía existen personas que se levantan por esta causa, a pesar de los riesgos.