Texto publicado por Ma. Guadalupe Hernández Méndez

la última hoja diario de un ciego

Diario de un ciego 18…
(hojas sueltas)
Quizá las fuerzas no me alcancen para escribir esta última hoja de un diario que he venido llenando con las notas de mi vida. Con él muchas noches he llorado, pero cuando releo algunas de sus páginas también he reído. En fin, que ha sido un compañero fiel, se que muchas veces lo he abandonado por largos periodos pero luego la urgencia de relatarle algo importante me hace buscarlo. Y ahora no es la excepción.
La noche está ya muy avanzada y como tantas otras veces el insomnio no me deja dormir, esta necesidad de dormir y descansar se hace cada vez mas esencial, durante el día soy un zombi que se mueve por inercia. ¿y que mas se puede hacer cuando la vida casi se aleja? No es la ceguera quien causa mayor negrura en mi, es la soledad quien corroe mi alma, estoy rodeada de personas pero nadie me ve, solo soy una sombra en la vida, ya no hay ilusiones, ni recuerdos, ni imágenes ni sueños en mi mente.
Esta noche tan especial el llanto no deja de fluir y correr como río sin fin por mis mejillas. Añoro lo perdido en el ayer, los amores, los amigos, la vista, la vida… si, yo dejé de vivir cuando mis ojos se cerraron a la luz y aunque quiero ser feliz con lo que aún tengo no lo he conseguido, creo que la felicidad siempre me fue negada por el destino.
Era una noche así, en la bóveda celeste brillaba una luna roja y triste, tan triste como mi alma. Yo tuve que realizar un trabajo extra por lo que salí dos horas mas tarde de lo acostumbrado de mi oficina, a esa hora ya no había nadie con quien cruzar uno de los subterráneos que por fuerza tenía que pasar para llegar a casa. Iba feliz, cansada pero satisfecha de haber terminado con éxito mis labores, al entrar en el túnel sentí un extraño escalofrío, por lo que traté de apresurar mis pasos, pero la sombra de la fatalidad me alcanzó… unas manos taparon mi boca impregnadas de alguna sustancia y no supe mas de mi.
Desperté en un hueco de aquel túnel semidesnuda y terriblemente golpeada, caminé como pude, nadie se detenía a auxiliarme y las luces desaparecían frente a mi de vez en vez…y aquel dolor en mi cabeza y en mi vientre era insoportable. Por fin alguien se apiadó, un carro se detuvo y me condujo hasta un hospital, ahí los médicos atendieron mi cuerpo pero no mi alma y era la que estaba mas deshecha. También dijeron que quizá con el tiempo perdería la vista pues el golpe recibido en la cabeza me estaba afectando los nervios ópticos. Después fui perdiendo gradualmente la vista y con cada rayito de luz que se iba llevaba en su resplandor pedazos de mi vida. Hace tanto tiempo de eso que los recuerdos llegan a mi mente envueltos en una densa neblina. Y esta noche en que la luna es roja otra vez, quise dejar constancia de mi dolor escondido, pero las manos casi no responden y los dedos entumecidos se niegan a seguir escribiendo, por eso me despido. Ya no habrá mas diario de un ciego, las últimas hojas las he quemado hoy bajo esa luna llena. …fin
…marylupis