Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

Azul profundo: cuent, ahora si el legitimo.

Azul Profundo

Es el sueño compartido de legiones enteras de pintores crear una obra lo mas cercana a la realidad. En la historia de este mundo, sabemos de la demencia
que experimentaron varios artistas por perderse en sus artes, y podría agregar que este cuadro que tenemos aquí fue creado por las manos de un individuo
así.

Esta pintura reúne la obsesión y la depresión de un hombre por saberse perdído en esta sociedad, por sentírse mortal y débil, pero la metamorfosis que
sufrió durante la creación de este cuadro fue lo que marcó el espectacular giro de la historia que se le relaciona.

Azul. Depresivo, tranquilizante- y letal.  

Efemérides: Este fue mi primer cuento oficial. Lo escribí durante el verano de 1993, primeramente a mano, y pasé varios días trabajándolo. De ahí, lo escribí
en mi vieja máquina de escribir Olivetti. De esa máquina guardo varios recuerdos gratos, tales como que fue el primer (y único) regalo que me diera mi
hermano mayor, Mauricio... La compró en tiendas Coppel a crédito cuando él trabajaba ahí, para pagarla en abonos. Cosa curiosa, solamente pagó el primer
mes el muytruhan... ®

Recuerdo también que ese mismo año inicié mi carrera como licenciado en informática, y rescribí el cuento en el viejo procesador de palabras para PC llamado
PW, que para mí era una maravilla en aquel entonces (funcionaba en MS-DOS).  

iovanni fue sin duda un hombre obsesionado toda su

vida, poseedor de una ilimitada creatividad. A muy temprana edad, este hombre demostró tener un talento especial para ver las cosas de una forma muy distinta
a como las percibimos los demás. Creo que, a mi manera, llegué a amarle... sin importar que yo sea una lesbiana depravada.

¡Pero vamos, no os sorprendáis! En el mundo entero podéis encontraros con homosexuales como yo misma, que no soy la excepción. ¡Ah, pero que maleducada
soy! Permitid que me presente ante vosotros. Mi nombre es Marlene Gaetano, y soy estudiante de ballet aquí en Venecia, Italia. Conocí a Giovanni en Roma,
hace como tres meses. Recuerdo que todavía era verano, pues ahora. la hojarasca seca forma grandes alfombras sobre los parques y avenidas de la ciudad.
El frescor del Mediterráneo invade ya el ambiente, recordándonos a todos que el otoño está aquí.

Observo las hojas secas cuando caen, y suspiro con melancolía al contemplar los árboles desnudos, casi muertos. Muertos. como Giovanni.

***

- ¡Estás loca si piensas que volveré a follar contigo, drogadicta de mierda! - Marlene se irguió colérica del lecho donde había estado haciendo el amor
con Ana, su compañera de clases de ballet.

-P-Pero fue sólo una poca... para excitarme más - respondió Ana, que yacía completamente desnuda sobre su desordenada cama. Su largo cabello negro estaba
esparcido sobre su almohada como una mancha de brea derretida, y su nariz estaba tiznada con cocaina.

Marlene se colocó sus bragas en tanto miraba de soslayo a su amante rusa. Se sentía tan estúpida al haber caído en el juego de su exuberante condiscipula
de ojos azules (los cuales se veian dilatados e inyectados de sangre).

-Pensé que si me Venía a vivir contigo a tu dormitorio, te ayudaria a dejar tu maldito vicio, ¡y veo que me equivoqué! - Marlene empezó a sollozar mientras
se colocaba su sostén de encaje blanco - No voy a quedarme a mirar cómo te destruyes, Ana Karina. Hice lo que pude para salvarte. ¡húndete si quieres!
- la amonestó con saña, y salió de la habitación impregnada de sexo.

-Pecosa. no te vayas - empezó a suplicar Ana, y escuchó movimiento en el cuarto contiguo al suyo. Marlene había tomado su ropa y su maleta, y se largó
sin mirar atrás.

El calor de la noche abrasó a la pelirroja de veintiséis años en tanto caminaba por un solitario parque. Miró con tristeza el estrellado cielo nocturno
de Roma, meditando sobre lo acontecido en los últimos seis días. En verdad que le iba a costar trabajo olvidar las largas noches de pasión que compartió
con Ana en su dormitorio.

Tras caminar como zombi por las calles rumbo a su hogar, Marlene sintió que la frescura de la madrugada lamía su sedosa piel lentamente, como si fuera
un amante furtivo en la muerte de la noche. Cuando pensaba esto, la pecosa joven oscilaba su valija hacia delante y hacia atrás, valiéndose de su mano
derecha. Sin percatarse de lo que estaba haciendo, la distraída chica de ojos color avellana golpeó con su maleta la entrepierna de un muchacho que caminaba
en sentído contrario a ella.

-Mamma mía! - se exclamó Marlene al mirar lo que había hecho.

El joven se derrumbó sobre sus rodillas y se llevó ambas manos a su región púbica mientras se dolía sonoramente, agonizando.

-Figlia di cagna!, ¡¿Por qué no te fijas en lo que haces?! - gruñó dolido el rubio muchacho, que agachó su cabeza un poco.

-¡L-Lo siento mucho, de verdad! ... Yo. no me fijé. - empezó a disculparse la moza, sin fijarse que el joven estaba casi bajo su falda.

-Y-Yo... - el rubio ojiverde se sonrojó al verle las bragas a Marlene entre la negrura de los pliegues de su falda, y después bajó su mirada para no ser
pillado en el acto. -... No te preocupes, con este calor cualquiera andaría como sonámbulo - al hablar, el tipo se irguió lento pero seguro del suelo.

-¡Hey, yo te conozco! Tú eres Giovanni Rossi, el joven pintor veneciano - Marlene abrió los ojos como platos, y ayudó al artista a levantarse.

-Mmm, entonces te gusta el arte. ¡Ouch! - Giovanni se encorvó un poco tras sentír un espasmo en la ingle.

-Lo siento mucho, no quise lastimarte - sonrió en un intento por ocultar su vergüenza.

-Pierde cuidado. Ya pasó el dolor. Oye, ¿qué haces a estas horas en la calle? - preguntó él, que se sacudia las rodillas de sus pantalones grises con sus
manos.

-Tuve un pleito con... Regreso a mi casa, ¡eso es! - Marlene se sonrojó por estar próxima a revelarle su turbia intimidad al artista veneciano.

Giovanni olisqueó a Marlene sin que ella se percatara. Olia al sexo de otra mujer. Venía impregnada de un perfume que no era el suyo.

-¿Te molestaste con tu novia acaso? - la miró el pintor con picardía.

-¡¿Eres detective o qué?! - Marlene le posó una venenosa mirada.

-No, amore... Solamente soy un humilde pintor. Ciao - Giovanni giró sobre sus talones y dejó a Marlene sin palabras en la boca.

Ella lo vio alejarse, enfundado en aquel traje gris de diseño italiano. Aunque quisiera negarlo, fue la primera vez en su retorcida existencia que le había
llamado la atención alguien del sexo opuesto, y eso la incomodó. A Marlene no le gustaban las cosas rectas.

***

Y os preguntaréis, ¿por qué muerto?... Bueno, puedo confesaros que Giovanni Rossi falleció por su obsesión por la pintura. A pesar de ser un hijo de perra,
el muchacho era bueno. Y me refiero a muerto pero en el aspecto mundano, como si fuera una especie de monje u hombre santo que se desconectó de la realidad.
¿Cómo fue posible esto? ¿Cómo es que llegué a cambiar por él. para convertirme en lo que soy ahora? Son tantas las cosas que tengo que deciros. y en tan
poco tiempo.

Marlene volvió a casa, y en los días sucesivos se dedicó a olvidar a su amante. Muy a su pesar, tomó la sabía decisión de pedir un cambio en la escuela
de ballet, dado que ya no deseaba ver más a la estudiante rusa. Las drogas se habían llevado ya su encanto y belleza, dejando solamente un cascarón vacio.

-Iré a Venecia. - suspiró resuelta la pecosa pelirroja al mirarse al espejo tras haberse duchado. Fuera del sanitario, su madre barria el piso.

-¿Qué ocurrió en la escuela, Marlene? En lo personal, a mi me gusta más nuestra institución que la de Venecia. - opinó su madre cuando la vio salir del
baño envuelta en una bata rosa.

-Lo sé, pero tuve problemas con una compañera de clases, y no deseo volverme a topar con ella - respondió desdeñosamente mientras se secaba el ensortijado
cabello con una esponjosa toalla. Su madre la observó en silencio al dirigirse a su habitación.

-Si son los problemas que yo pienso, no me sorprendería tu actitud de ningún modo - la Sra. Gaetano intuyó que algo andaba mal. Sabía abiertamente de las
tendencias homosexuales de su única hija.

-Ese es mi negocio, ¿OK? No tienes nada que reprocharme

-masculló entre dientes la chica en modo defensivo.

-A tu edad, solía tener cientos de pretendientes. ¡Varones!, Capice?!. Tu abuela tenía que espantarlos a escobazos porque no me dejaban sola. ¡¿Qué no
puedes comprender que terminarás mal así como vives?! ¡Toda la gente nos mira a tu padre y a mí como si fuéramos demonios! ¡¿Por qué no te gusta follar
con verdaderos hombres?!. ¡Deja de andar metida en las faldas de tus amigas, que ese es trabajo de hombres! - la amonestó irascible y tiró la escoba al
suelo.

-Por qué no culpas a mi padre, ¡¿eh?! ¡Siempre se la pasó gritando, protestando! ¡Oh, Padre Divino, por qué no me diste un hijo varón!. Yo me largo mamma.
y nunca me volveréis a ver

-dicho esto, Marlene cerró la puerta de su recámara y se rompió a llorar.

Llegada la noche, Marlene aferró su maleta y se sumergió en la ciudad, en busca de la estación de autobuses. Hizo caso omiso de las protestas de sus padres,
que buscaban impedir su salida. Para Marlene ya nada importaba, solamente el llegar a Venecia.

-Salve, pelirroja, come sta lei?. - una voz masculina llamó la atención de Marlene, la cual lloraba desconsolada - ¿Te encuentras bien? ¿Qué te ocurre?
- era Giovanni, que salia en esos momentos de una galeria de arte.

Marlene lo miró hecha un guiñapo húmedo por las lágrimas. Al artista novel se le llenó el corazón de piedad y abrazó a la chica tiernamente. Ella se limitó
a llorar y gimotear con total abandono.

-E- Ellos nunca me quisieron. Deseaban un niño, y naci yo. Por eso soy lo que. - Marlene se ahogó en su pena y no pudo continuar. Giovanni se ocupó de
limpiarle el rostro con el dorso de su mano.

-Ya, bambina, ya. Todo estará bien - empezó a susurrarle al oido, y ella se calmó poco a poco.

-Tengo que irme a Venecia esta misma noche, pase lo que pase - le confesó con aplomo la bella pecosa, demostrando nuevos brios en sus llorosas pupilas.

-¿Tienes con quien llegar allá a estas horas?

-... No. No tengo a nadie. Tampoco tengo dinero suficiente - musitó Marlene con cierto temor.

-Si gustas, puedo llevarte a Venecia. Allá vivo. Podrias pasar la noche en mi estudio. Mañana tendrás tiempo para pensar mejor las cosas, y tal vez hasta
llegues a encontrar una posible solución a tu problema.

-¿Lo dices en serio, Giovanni? - Marlene abrió los ojos desmesuradamente. Él asíntió afirmativamente -... Creo que los hombres no son tan malos después
de todo. Vamos pues, que se hace tarde - sonrió Marlene, y Giovanni le enmarañó el cabello con su mano.

***

Vosotros no estáis para saberlo, ni yo para contároslo, mas he de confesaros que Giovanni era buen mozo, de un cuerpo esbelto y largo. Su cabello despedía
destellos dorados al recibir los rayos solares que se colaban por la celosia de los ventanales en su casona rústica.

Bueno. yo nunca había estado tan cerca de un hombre, ¡pero uno verdadero!, no un patán hambriento de coño como los que os topáis en las callejas de baja
estofa. No, Giovanni era algo. etéreo, inalcanzable, como un sueño encarnado en ese doncel de piel bronceada y de ojos esmeralda. Asemejaba al parsimonioso
céfiro que se cuela por debajo de la puerta y por las ventanas, trayendo consigo el salino aroma del mar. Ahora que lo pienso, Giovanni era como el mar,
o mejor dicho, era

parte de él. Adoraba su misterio.

***

La casa de Giovanni estaba situada en las afueras de Venecia. Su arquitectura era rústica, semejante a la de un viejo castillo. Sendas capas de moho alfombraban
tétricamente la argamasa de los muros y ennegrecian la roca, haciéndola parecer a la obsidiana. En las campiñas predominaban los olivos y la humedad del
Mediterráneo, así como el canto de los grillos y de otros tantos insectos que reptaban entre los arbustos del bucólico paisaje; esto último atestaba el
éter del aire nocturno, como una melancólica canción de cuna.

Aunque quiso evitarlo, Marlene sintió miedo y tristeza al unísono. La casona despedía una esencia de paz. Sí, pero una paz infecta de soledad y melancolía.
El hogar de Giovanni parecía una cadavérica mano salida del suelo, con sus huesudos dedos extendidos hacia el estrellado firmamento. La edificación constaba
de una nave con dos plantas, éstas dotadas de escasas ventanas sobre los oscuros muros. Además, la nave principal tenía adosadas cuatro torres en cada
esquina.

La chica oriunda de Roma sintió que alguien los veía llegar desde las ventanas de la planta alta. Giovanni la ayudó a bajar de su BMW con dulzura. Comprendíó
que Marlene no la estaba pasando bien.

-Bienvenida a mi humilde morada - dijo el pintor con tono macabro en tanto cargaba la maleta de su huésped.

-Siento como si estuviera en la película de Drácula. Mira, ya me pusiste la carne de gallina - Marlene le golpeó un hombro con el puño izquierdo.

-¡Pardiez, solamente bromeaba! - se disculpó Giovanni y sonrió amargamente.

Tras cerrar su automóvil a cal y canto, Giovanni le pidió a Marlene que lo siguiera. Los dos caminaron por un sendero estrecho que terminaba justo ante
la puerta principal de la casona. Dicho camino estaba empedrado, como pudo ver Marlene. Aunque las piedras eran blancas y grandes, lo que le sorprendió
a la bailarina era el hecho de que todas tenían la misma medida. Ella se percató de que una luz brillaba sobre la entrada principal (estaba tan sumida
en sus cavilaciones, que no había visto esa luz cuando llegaron), mediante la cual pudo apreciar con mayor detalle las supuestas rocas, que en realidad
no eran más que conchas de almeja. Sonrió para sus adentros, prometiéndose que se haria un examen de la vista en uno de esos días.

-Ya estamos en casa. Adelante - la voz jovial y dulce del pintor sacó de su estupefacción a la pelirroja, que por poco y se estrelló con su anfitrión.

Marlene abrió los ojos azorada. No cabia duda que el interior de la casa era una rotunda antitesis de sus sombrios exteriores. Por doquier había ornamentos
de porcelana, macetas con flores y plantas exóticas, una pecera que contenía a seis pececillos multicolores, y una cantidad considerable de muebles rústicos.
sin mencionar las bellas pinturas que pendían de los muros. Marlene comprendíó que Giovanni tenía gustos muy refinados.

-¿Te gusta el decorado?. Tuve que ocuparme de él, dado que no conocia a ningún decorador de interiores que quisiera venir por estos rumbos - aseguró orgulloso,
y se sentó en un esponjoso sofá tapizado en terciopelo rojo.

-Excelente. Simplemente excelente - aprobó anonadada Marlene, que no podía ocultar su admiración por el artista veneciano.

Las horas se fueron rápidas mientras los dos platicaban en la sala, y al rayar el alba, ambos se habían quedado profundamente dormidos. Ya avanzada la
mañana, Marlene fue la primera en abrir los ojos. Contempló con curiosidad su entorno, para verificar si aquello que había sucedido era un sueño. Se percató
de que estaba acostada sobre un acolchonado sillón, y su anfitrión dormía justo frente a ella, sobre el sofá de terciopelo rojo.

Marlene deseó despertar a Giovanni, pero decidió no hacerlo. Con el solo hecho de verlo dormir plácidamente tuvo suficiente para no molestarlo. En silencio,
la chica se irguió de su lugar y fue a subir su maleta al piso superior, pues necesitaba arreglarse para ir a la escuela de ballet a mediodía.

***

Aceptaré que al principio me sorprendí cuando decidí irme con él a su casona situada fuera de Venecia pero, en vista de la precaria situación en la que
me encontraba, no tuve más opción que aceptar su invitación, y creedme, fue la peor decisión que pude haber tomado en toda mi corta existencia.

Al principio todo fue bien. Tenía una habitación para mí sola en la planta alta, y Giovanni respetaba mi privacidad. Siempre me dijo que no había prisa
en que me mudara al dormitorio para estudiantes, que por cierto, rentaban cerca de la escuela de bellas artes. Afirmó que nadie vivía con él, a excepción
de su hermoso perro Husky siberiano al que llamaba Bambino, poseedor de un pelambre blanco y negro, y de unos ojos tan azules como el agua que corre en
el Danubio. El peludo canino era su única compañía.

Con tristeza me enteré que se habían agotado las habitaciones en el dormitorio para estudiantes, y tuve que regresar a la melancólica morada de Giovanni.
¡Ah!, pero he de deciros que no tuve muchos problemas con él debido a la escasez de vivienda, pues me ofreció casa, un trabajo como modelo en sus largas
sesiones de pintura, y buena paga.

En las primeras sesiones me costó mucho trabajo posar desnuda para él, dado que ningún hombre me había visto así en toda mi vida, solamente aquellas mujeres
que fueron mis amantes. Sin embargo, había algo especial en su forma de tratarme al momento de plasmar mi imagen sobre el lienzo. Parecía como si mirara
dentro de mi, sin prestar atención a mi desnudez. Mmm, y que bueno que digo esto. Ahora que lo recuerdo, durante las sesiones, él nunca me miró con morbosidad
o deseo. Es más, siempre me miró directo a los ojos. Solía decir que los ojos eran las ventanas del alma, y que podía ver a través de mis pupilas un alma
hermosa, jovial, con una fuerza vital gigantesca. Nunca olvidaré esa forma de mirar tan suya.

***

A Marlene le costó bastante trabajo ganarse la confianza de Bambino, pues al cánido animal no le gustaba la idea de que su amo compartiera más tiempo con
la recién llegada que con él. No obstante, el perro tuvo que ceder, y la hermosa pelirroja se sintió muy bien portal motivo.

Los días de verano transcurrian lentos. Marlene iba a la escuela en las mañanas, y por las tardes trabajaba para el pintor. Gradualmente, ella se percató
de que Giovanni la miraba de una forma muy peculiar.

-¿Sabías que tienes una manera de mirar tan única? - le preguntó al pintor la curvilinea pelirroja, que en esos momentos yacía desnuda encima de una pila
de cojines, recostada sobre su flanco derecho. La parte superior del cuerpo de Marlene descansaba encima de su antebrazo derecho, el cual estaba envuelto
en una sábana blanca que a la vez se enredaba como serpiente alrededor del esbelto talle de la bailarina. Su seno derecho pendía provocativo arriba de
la nivea tela como si fuera un fruto prohibido.

-¿Por qué lo dices?. ¿Es que acaso te molesta? - se sonrojó él al escuchar a Marlene, y empezó a sudar cuando percibió con sus ojos esmeralda que los pezones
de la chica se erguian lentamente. A Marlene le excitó ponerlo nervioso.

-Bueno. Cualquier hombre me comeria con la mirada, y tú.

-¿Insinúas que soy homosexual? - Giovanni dejó un tanto molesto el pincel y la paleta de pinturas sobre una mesa, y dirigió su atención a la aludida.

-No he dicho tal cosa. - murmuró sorprendida la bailarina aficionada al ver que Giovanni. ¿se había enfadado?

-Pero lo pensaste, ¿no es así? - se aproximó el rubio pintor a su modelo, envuelto en su bata de pintor, que lucia manchada en las mangas y en el flanco
derecho por colores rojos y dorados.

-. Si, no lo negaré. - enmudeció cuando Giovanni se plantó frente a ella.

Él se limitó a mirarla por una eternidad, en completo silencio. Marlene sintió que la cara se le quemaba. Se estaba poniendo roja por la vergüenza. Quiso
apartar los ojos de los de Giovanni, mas el pintor la tenía hipnotizada. La chica empezó a sudar de las sienes, y sintió que algo entre sus piernas comenzaba
a humedecerse. Marlene no podía creer lo que estaba ocurriendo. Se estaba excitando con un hombre.

El pintor olisqueó ese aroma que enloquece a todos los hombres. El sexo de Marlene impregnaba el ambiente del estudio con su picante olor. Él se limitó
a sonreír, y bajó la mirada como si hubiera sido castigado por la modelo.

-Qué ironía. Solías ser lesbiana y decidiste cambiar esa característica de tu persona, y ahora que te sientes atraída a un hombre. resulta ser que ese
hombre es impotente, y no puede calmar la pasión que bulle entre tus ardientes muslos - dicho esto, Giovanni giró sobre sus talones y se fue en silencio.

-Giovanni, yo no sabía. - empezó a murmurar la chica de cabello escarlata a modo de disculpa.

-Puedes tomarte el resto del día. Ya no necesitaré de tus servicios por el momento - el artista prosiguió su avance sin mirar atrás. Marlene sujetó la
sábana y la mordió con coraje

mientras lloraba desconsoladamente.

***

Tras revelarme su impotencia sexual, Giovanni optó por trabajar en otro cuadro totalmente diferente al que pintaba en aquel entonces. Os aseguro que sus
pinturas de desnudos y de paisajes palidecian ante la magnificencia y detalle que esbozaba su nueva creación.

Según recuerdo, el artista veneciano estaba obsesionado con el agua. Solía decirme que este era su elemento favorito, y le encantaba verlo manifestado
en el mar; Con el solo hecho de ver su tonalidad aguamarina, él se sentía sumamente relajado. Si, sin duda alguna Giovanni se obsesionó con el agua del
mar. ¡y vaya que lo demostró!

Quiso plasmar en su nuevo cuadro el oleaje del mar, su sinuoso e hipnotizante movimiento.

A mi la verdad no me gustó la idea de que Giovanni me dejara de lado por su nueva obra. Tal parecía como si hubiese estado con él una musa, que de tanto
en tanto le murmuraba instrucciones al oido para manipular el pincel y la paleta de colores. Este motivo, en lo personal, significó para mi el acabose.
Debido a que el muy bastardo me trató como un cero a la izquierda, elegi vengarme de él y de su jodida obsesión.

¡Oh, perdonad mi rudeza! De sólo recordar esto, siento que bulle mi sangre. Mmm, ¿en qué estaba?... ¡Oh, si!, en la venganza. Pues cada vez que podía,
me perdía en la ciudad y me iba a follar con otras chicas homosexuales. ¡vamos, no os molestéis conmigo!

Ahora que lo pienso, todo esto lo hice porque estaba celosa de esa maldita pintura.

Giovanni estuvo encerrado por casi dos meses en su estudio. Raras veces salia a pasear por las campiñas acompañado de Bambino, o iba al baño a satisfacer
sus necesidades fisiológicas.

Del hombre que creí sentírme atraída ni la sombra quedaba. Giovanni descuidaba demasiado su apariencia. Se bañaba y rasuraba una o dos veces por semana.

En lo que a nuestro acuerdo correspondía, él siguió pagándome y me permitió quedarme en la casa cuanto tiempo quise. Por ese lado, pensé que él se preocupaba
por mí, que muy dentro de su ser había un sentímiento amoroso para mi persona, ¡y vaya que lo demostró después!

Si mi memoria no me falla, era una tarde de agosto. El verano amenazaba con irse de Italia para darle entrada al otoño. y al terror. Aquel día de finales
de agosto él había

terminado su obra maestra, su última pintura.

Azul profundo.

***

Cuando Marlene regresó a la casa rústica de Giovanni, sintió que el otoño llegaba paulatinamente a aquella pacífica tierra. Al penetrar en la sala de la
casona, percibió con su oído que alguien cantaba a todo pulmón en la planta alta. Se limitó a dejar su bolso encima de la chimenea y acudió al pie de la
escalera de madera para oír mejor aquella voz.

-Giovanni, ¿eres tú? - gritó la recién llegada al subir al primer peldaño de la escalera. Arriba, el canto cesó en el acto.

-Sí. Soy yo, amore.. ¡y estoy muy feliz! - el artista asomó la cabeza por el marco de la puerta que se apostaba a la entrada del estudio, justo a la derecha
de la escalera. Marlene abrió los ojos como platos al ver que Giovanni se había acicalado tan bien como lo recordaba hace casi tres meses atrás.

La chica sonrió de oreja a oreja, y se mordió el labio inferior. Por un momento creyó que lloraría.

-¿Y a qué se debe tu repentino gozo? - le preguntó la bailarina a Giovanni, que en esos instantes la recibía en la cumbre de la escalera.

-¡He terminado el cuadro, Marlene! - el pintor la abrazó tiernamente, envuelto en un elegante traje negro. Marlene le respondió de igual manera, y sin
querer logró palpar algo que yacía sobre los hombros del artista. Era su cabello, largo, dorado como la miel de abeja.

El solo hecho de pensar en aquel largo cabello excitó a la chica por completo. Sin que Giovanni pudiera resistirse, Marlene restregó sus carnosos labios
contra los del pintor. El veneciano se puso tenso, pero segundos después se relajó y se dejó llevar por la emoción del momento.

-Nunca creí que me atreviera a decir esto pero. me gustaría acostarme contigo, Giovanni - murmuró Marlene, que sumergía sus largos dedos en la larga cabellera
del pintor.

-Bien sabes que yo no. - Giovanni no pudo decir nada, pues la chica insertó su lengua en la boca del rubio muchacho de ojos verdes, al tiempo que aferraba
con una de sus manos aquello que había entre las piernas del artista.

-No eres impotente. Lo que pasa es que nunca has jodido con una mujer. y tienes miedo, ¿cierto o no? - ella lo miró directo a los ojos. Giovanni se sonrojó.

-Nunca mezclo mi trabajo con mis sentímientos.

Marlene le indicó que guardara silencio al llevarse un dedo sobre los labios.

-Shhh, no digas nada. ¿qué no entiendes que necesito que me hagas mujer? Otras mujeres me han hecho sentír bien, pero nunca me complacieron realmente.
Necesito que me ayudes a salir del abismo en el que he caído. Necesito que me des la oportunidad de ver la luz que se me ha negado - los ojos de Marlene
se cuajaron de lágrimas, y Giovanni asíntió en silencio.

Pasados unos minutos, el dolor se convirtió en placer. Marlene yacía tendida en el suelo, con el fogoso cuerpo de Giovanni vapuleándose sobre de ella.
La lesbiana nunca creyó que un hombre la pudiera hacer sentír lo que experimentaba en esos instantes. Dolor y placer al unísono.

En las afueras, el viento rugia con violencia, azotando los muros del antiguo edificio y combando los escuálidos olivos. Bambino aullaba con un tono melancólico,
presagiando tiempos oscuros para los habitantes de la casona.

La pareja se revolcó por el suelo como un par de bestias cegadas por la lujuria. Hubo un momento en que Marlene quedó encima de su amante. Cabalgaba con
frenesi desmedido aquel falo que se hundía cada vez más en sus entrañas, y alcanzó a ver, entre la ligera oscuridad del estudio, la obra maestra de Giovanni.

Era una porción del mar, una reproducción fidedigna del serpenteante oleaje de sus aguas. Cada brillo, cada burbuja, cada cúmulo de espuma yacía representado
allí, sobre aquel trozo rectangular de lienzo.

Marlene ignoró la pintura al sentír que su amante se prendía de su pezón izquierdo, el cual succionaba como un bebé hambriento. La chica olvidó por completo
lo que vio, y se sumergió con total abandono en las caricias de Giovanni.

Las horas transcurrieron lentamente, y tanto Marlene como Giovanni no podían dejar de hacer el amor. La pareja, ya entrada la madrugada, dejó el penumbroso
estudio y se movió a la habitación del pintor. Allí continuaron con su lujuriosa faena hasta que la luz del sol bañó las campiñas.

A pesar de que todo estaba relativamente bien, había algo en el estudio que desafiaba las leyes de la naturaleza. El cuadro. Sin que nadie se percatara,
las olas dentro del lienzo empezaron a cobrar vida. Se movían lentamente, y despedían el sonido del mar. y hasta el olor. Incluso de vez en cuando graznaba
una que otra gaviota allí.

La puerta del estudio estaba abierta, y como a eso de las cuatro de la mañana, Bambino se aventuró a merodear en la oscuridad de dicho sitio. Ante sus
ojos parecía que veía un televisor que mostraba el sinuoso compás que bailaban las olas del mar. Bambino olisqueó el aire del estudio. Lo que captó era
la brisa marina.

El can se aproximó al lienzo y lo olisqueó, comprobando sorprendido que podía meter el hocico en la pintura, como si se asomara por una ventana. Más tarde,
se atrevió a introducir toda su testa en la obra de arte. y algo lo jaló hacia dentro del cuadro.

Bambino despidió un quejido infecto del más puro terror, en un intento desesperado porque su amo fuera en su ayuda; mas no le sirvió de nada. La puerta
del estudio se cerró, y la pareja no pudo escuchar sus lamentos. Después de todo, ambos estaban muy ocupados en otros asuntos.

Tras luchar unos instantes contra la fuerza que lo atenazaba, Bambino fue levantado del suelo y succionado por la pintura sin poder resistirse. Una luz
dorada brotó de la pintura luego de que el perro desapareció en su superficie. Acto seguido, reinó el silencio. Tal parecía como si nada hubiese ocurrido.

- Bambino, ¿dónde te metiste? - Giovanni llamaba preocupado a su mascota.

El pintor se había levantado de su lecho y se puso a buscar al perro, pues le extrañó que este no estuviera echado al pie de la cama como acostumbraba
hacerlo. Sin despertar a Marlene, se escabulló de sus brazos y se cubrió con una bata de algodón que pendía de una percha adosada a la pared.

Giovanni buscó al perro por todos lados, y no encontró ningún rastro de sus andanzas. Entristecido, comprendíó que el can se había ido de casa.

-... Maledizione, parece como si se lo tragó la tierra - gruñó,

sin saber que no andaba muy lejos de la verdad.

***

Y os preguntaréis, ¿qué ocurrió después?... No me andaré con rodeos. Giovanni buscó a Bambino como por una semana sin hallar rastro alguno. Decidió abandonar
su búsqueda, y siguió pintando el cuadro donde yo aparecía, el cual había dejado inconcluso desde que comenzó a crear Azul Profundo. Obviamente continué
siendo su modelo, pero ya no le cobraba. Es más, ¡pensábamos casarnos en octubre!

Sí, ya sé. A Giovanni se le hizo difícil corregir mis desviaciones, mas al final lo consiguió. Recuerdo que les avisé a mis padres que iba a casarme, y
mamá se desmayó. Gracioso, ¿verdad? así lo pensé al principio. Sin embargo, nuestra felicidad fue efímera. Ya os imaginaréis porqué. El cuadro.

Sí, el jodido cuadro. Al pensar en problemas, la maldita pintura tenía algo que ver en ellos. Siempre que me dirigía a mi habitación, tenía que pasar frente
al estudio, y la pintura allí estaba. Despedía un aura tan. cautivadora y melancólica al mismo tiempo; no podía pasar desapercibida si os aventurabais
por aquel pasillo. No, algo en ella os obligaba a mirarla de soslayo. Era tan real, os parecía como si vierais en el monitor de una TV, en el cual se trazaban
las olas del mar.

Le temía a esa pintura. Era una especie de miedo infantil. Cada vez que enfocaba mi atención en ella como por unos dos minutos, podría aseguraros que sentía
que una fuerza sobrenatural me jalaba a su interior. Y eso no era todo. Podía oler la brisa marina, sentír su frescor en mi piel. y oír graznar a las gaviotas.

En una ocasión, me tocó ver huellas de un animal cuadrúpedo en el suelo del estudio. Asemejaban las huellas de un gato o de un perro. Dichas huellas no
se constituían de tierra o lodo, sino de pintura azul. Pintura de óleo proveniente del cuadro. Nunca olvidaré aquella noche, la noche en que Bambino se
salió del lienzo y volvió a nosotros. Ese suceso marcó el principio del fin.

***

Un grito desgarrador brotó de los hermosos labios de Marlene al mirar ésta lo que parecía ser Bambino. - ¡Giovanni, auxilio!

El perro, que estaba todo mojado, gruñía ferozmente, y su lomo se arqueó de forma amenazadora. Marlene supo que el can la iba a atacar en cualquier instante.

-¡¿Qué diablos.?! - Giovanni irrumpió sorprendido al estudio, buscando la razón por la cual su amante se había aterrado. Y la encontró. - ¡Bambino, chico!
¿Dónde te habías metido, zoquete? - le preguntó eufórico el artista al perro.

Sin embargo, lo que recibió el pintor en respuesta fue una serie de ladridos ensordecedores. Las fauces de Bambino se abrían amenazadoras y babeaban copiosamente,
deseosas de despedazar las carnes del que alguna vez fuera su amo.

-¡No te le acerques, Giovanni! ¡Él ya no es el mismo de antes! - le advirtió Marlene al borde del colapso.

Giovanni se apoderó de un bate de béisbol y se preparó para atacar. Justo cuando el perro saltó a su yugular, Giovanni lanzó un golpe con su arma, y se
lo asestó al animal en pleno hocico. El perro despidió un lamento agónico y se convulsionó fuertemente al tocar el suelo. El pintor se paralizó asustado
al mirar que un charco enorme de sangre se regaba bajo el cuerpo de Bambino. Sangre azul.

-¿Qué demonios.? - enmudeció el rubio al ver aquello.

-Él salió de la pintura. - empezó a balbucear la pelirroja.

-Eso. ¡eso no puede ser, no es lógico!. Debe haber alguna explicación a. - él trató de encontrar una respuesta a aquello, pero Marlene lo aferró de los
hombros y lo zarandeó enérgicamente.

-¡¿Y cómo me explicarás de dónde salió la sangre azul?! ¡Contesta, maldito! ¡Contesta! - gritó montada en cólera.

Giovanni se liberó del yugo de la chica y se puso las manos sobre las orejas para no escucharla, mas él sabía que todo lo que estaba pasando era imposible.
Ella se refería al cuadro. No era cuestión de oir, sino de ver.

-De la pintura. - Giovanni dirigió su mirada hacia su obra maestra. Contempló enmudecido el movimiento de las aguas. La pintura tenía vida propia. - ¿Puedes
creerlo? He logrado lo que Da Vinci y Miguel Ángel no pudieron: He pintado algo tan real. Esto es una ventana a. Otro mundo.

-Ahora eres tú el que se ha vuelto loco - Marlene sonrió nerviosa, que observó cómo Giovanni se aproximaba al cuadro.

El pintor, que no se había librado del bate, optó por tocar con la punta de este la superficie del lienzo. y abrió los ojos desmesuradamente al ver que
se hundía sin alcanzar un limite.

-Marlene, tráeme una soga. Voy a entrar.

-¡Estás loco si crees que voy a dejarte ir a.! - Marlene guardó silencio al mirar que Giovanni se ataba un extremo de la soga alrededor de su cintura.
La otra punta la ató a la pata de un escritorio.

-Iré. ¡Averiguaré que fue lo que hizo cambiar a Bambino! - gritó, al tiempo que corría hacia el cuadro cuchillo en mano y se lanzaba a lo desconocido.

-¡No lo hagas, por favor! - Marlene hizo ademán de aferrarlo, pero ya era tarde. Giovanni se sumergió en la pintura, y el hilo que lo mantenía unido a
la realidad se tensó.

***

Como veréis, el muy imbécil se adentró en territorio desconocido, armado solamente con un mugroso cuchillo de cocina y atado a esta dimensión con una soga
de diez metros de largo. Por un momento llegué a pensar que nunca volvería.

Transcurrieron veinticuatro horas desde que Giovanni se había metido en el cuadro, y me tocó ser testigo único de algo asombroso mientras aguardaba su
regreso. El cadáver de Bambino se convirtió en agua de mar. ¡Sí, ya sé que suena fantástico!, pero eso no fue todo. Transcurrieron otras dos horas, y la
soga que amarraba al pintor a esta realidad se rompió. Pareció como si alguien o algo hubiera jalado violentamente a Giovanni.

Intenté lanzarme en su búsqueda, mas no encontré el valor suficiente para poder hacerlo. Tan sólo me limité a esperarlo.

Pasaron tres días, y comencé a pensar que él ya no volveríaa a mi lado. Fue entonces cuando, a medianoche, Giovanni regresó de su largo viaje.

***

El pintor salió de la pintura, envuelto en una sustancia viscosa y transparente. No traía el cuchillo consigo, ni tampoco ropa encima. Despedía estertores
muy hondos, dando a entender que había aguantado el respirar por mucho tiempo.

Marlene lo envolvió en una manta y se dio a la tarea de secarlo. Giovanni temblaba bastante, y bizqueaba con los ojos como si se le dificultara poder ver.

-¿Marlene?.. ¿Eres tú? - susurró él, desconfiado.

-Si, soy yo. Ya estás en casa. Todo estará bien - le respondió, y lo abrazó con fuerza.

-... Había agua por todos lados. No podía respirar. Ellos me recogieron. Cortaron la soga. Vi una luz dorada. Una ciudadela dentro de un domo. Dorada.
¡Como el sol! - el artista empezó a llorar en medio de los brazos de su amada como un crío. Marlene se limitó a besarle el cabello.

Llegada la noche, Marlene había conseguido llevar a Giovanni a su habitación para que reposara. Al estar sobre su cama, el pintor clavó su mirada en su
pareja, sin importar que las luces estuvieran apagadas dentro de su recámara.

-Te extrañé mucho, nena - musitó él. Marlene se sonrojó en medio de la oscuridad.

-Yo. también, ¿sabes? - sonrió la pelirroja.

Giovanni la tomó de la cintura y la recostó a su lado. Hambriento de su cuerpo, el ávido pintor desnudó rápidamente a Marlene, que no opuso resistencia
alguna. En el acto, los dos se dispusieron a follar sin pensar en todo lo malo que les ocurrió en los últimos días.

A Marlene le pareció un tanto extraño el comportamiento de su amado. Lo sentía más renovado, más apasionado incluso. A pesar de todo lo bueno, la pelirroja
presentía que algo no encajaba. era demasiado bello lo que experimentaba para ser verdad.

***

Si, si, si. Ya sé que estáis pensando. Venía caliente como el infierno mismo. A decir verdad, creo que duramos encerrados en su casona como dos días, e
hicimos el amor tantas veces como pudimos. He de deciros que, en lo personal, fueron los mejores dos días que pude haber vivido jamás.

No obstante, no fue sino hasta después de esos dos días cuando Giovanni inició sus cambios. Si. Recuerdo bien ese tercer día como si fuese ayer. A Giovanni
se le ocurrió narrarme

lo que le pasó al otro lado de la pintura.

***

Giovanni se sentó sobre el pasto del jardín que se apostaba detrás de su hogar. El enmudecido pintor miró con admiración cómo el sol se ocultaba tras las
montañas. Marlene se aproximó a él, que se hallaba sentado justo bajo un olivo. Al acercarse a su amado, ella pudo apreciar que Giovanni la observaba de
soslayo con su enigmática mirada que podía expresar tantas cosas. La chica se colocó a su lado y recargó su cabeza en el hombro del artista. Al hacerlo,
Giovanni la rodeó con un brazo. En silencio, los dos contemplaron la letanía de colores que iluminaban los alrededores. Marlene vio que las copas de los
árboles se coloreaban de naranja dorado, y las campiñas con tonos ocres y bermejos. El viento empezó a soplar, y se llevaba una gran cantidad de hojas
secas, además de mover con suavidad el pasto y enmarañar los cabellos de los amantes. Todo aquello le parecía a Marlene muy bello, y a la vez demasiado
melancólico.

- ¿Qué ocurre, guapo? ¿Acaso el joder tantas veces te bajó los ánimos? - preguntó con una sonrisa picaresca trazada en su rostro, y se recogió con la mano
un mechón de sus cabellos ensortijados que le caían como una cascada de llamas sobre el entrecejo.

Giovanni dirigió su mirada apacible a los ojos de Marlene. La chica pudo notar que su amado estaba a punto de llorar.

-... No me había atrevido a contarte lo que me sucedió en mi estancia al otro lado del Azul Profundo, pero pienso que ha llegado el momento de hacerlo
- suspiró hondo, y cerró los ojos por unos breves instantes.

-. Cuando atravesé la pintura. fue como si me hubiera echado un clavado al mar. No había aire. Aterrado, comprendí que no traía oxigeno suficiente en mis
pulmones para volver a tu lado y que me ahogaría. Fue entonces cuando me dediqué a mirar mis alrededores antes de morir, y divisé a lo lejos una ciudadela
dorada, con grandes torres y capiteles, cúpulas y edificios de varias formas, diseñados con una estructura arquitectónica desconocida para mi. Me asombré
aún más al vislumbrar un domo que contenía a la gigantesca ciudadela, el cual despedía destellos argénteos sobre su faz.

-Al mirar aquello, sonreí satisfecho y me dispuse a morir. Y me ocurrió algo increíble. Una luz cegadora bañó mi cuerpo, y sentí que varias manos me sujetaban
y me subían a una especie de vehiculo semejante a un submarino. Cortaron la soga que ataba mi cuerpo a este mundo y perdí el conocimiento. Tiempo después,
comprobé aliviado que podía respirar. Me habían conducido durante mi inconsciencia a una vasta habitación que se postraba en la cumbre del edificio más
alto de la ciudadela.

-Me topé más tarde con mis anfitriones, que eran de cabellos dorados y ojos verdes, y de piel color alabastro. tan blanca como la misma espuma del mar.
Si, eran humanos al igual que nosotros. Atlantes, para ser más exactos. Se habían tele portado a otra dimensión con el objeto de preservar su milenaria
especie. Me hablaban en una lengua muerta, la cual asombrosamente entendía cuando ellos charlaban conmigo.

-¿Sabes? Ellos me dijeron que yo era uno de su raza o que descendía de su estirpe. En realidad todo aquello no me sorprendió en lo absoluto. Adoro el mar,
y lo comprobé con mi creación. Cuando les hablé de mi talento y de lo que fui capaz de hacer respecto a las pinturas, me llamaron Señor de las Grandes
Aguas. En los días siguientes, me sometieron a una serie de estudios, en los que utilizaron toda clase de parafernalia computarizada. Gracias a esos exámenes,
los atlantes me dijeron que con mi talento podía alterar la realidad dimensional. Me catalogaron como un Dios.

El pintor hizo una pausa muy larga, eterna para Marlene, que no podía dar crédito a lo que oía. Y eso no fue todo. Poco después, Giovanni empezó a resplandecer
como un farol fluorescente de color azul claro. La chica se apartó en el acto de su lado, asustada y maravillada al mismo tiempo.

-La humanidad le teme a lo que no comprende. Por eso se extinguirá, y los atlantes regresarán a ocupar el lugar de los caídos - Giovanni se incorporó lentamente,
y Marlene comenzó a llorar por la angustia.

-¡Esas son patrañas, sólo patrañas! - gritó la chica pelirroja, que en esos momentos agarraba una piedra con su delicada mano.

-No lo son, ¡Y tú lo sabes!... Éste es el ocaso de la raza humana... ¡Es un designio de los dioses, Marlene! ¡¿Qué no lo entiendes?! Al igual que los dinosaurios,
la raza humana ya vivió su periodo... y éste ya terminó. Ahora vendrá un nuevo orden, una nueva forma de vida que regirá el planeta entero y desplazará
a los seres humanos. Esto es algo inevitable, Marlene. ¡Este es el destino de nuestro mundo!

-¡Aléjate de mí, monstruo! ¡Tú no puedes ser Giovanni! - gritó Marlene presa del horror, y le lanzó la roca que aferraba con la mano.

El misil golpeó con diabólica puntería la frente de Giovanni, quien reculó un poco por el impacto recibido... Pero no cayó. Sendos riachuelos de sangre
azul emanaban de la espantosa herida. Marlene creyó que iba a desmayarse en ese momento, mas no lo hizo. Ella poseía el carácter duro de los hombres. Después
de todo, su padre la había educado como si fuese uno... La chica no cedió al terror ni un ápice. No obstante, pensó que era mejor ir a la casona y buscar
una manera de detener a aquella pesadilla andante.

Corrió a toda prisa, sintiendo que el artista le pisaba los talones. Rápidamente sujetó el picaporte y abrió la puerta principal en un parpadeo. En verdad,
Marlene pensaba que todos sus movimientos ocurrían en cámara lenta.

-¡No puedes huír de mi furia, mujer! ¡Ahora verás! - un alarido colérico proveniente de Giovanni obligó a la pelirroja a mirar atrás.

Contempló a Giovanni trazar símbolos invisibles en el aire con sus manos, y un chorro gigantesco de agua salió del pozo cercano a la casa. El hilo acuoso
adoptó la forma de una serpiente gigante, que obedecía las maléficas órdenes del perverso pintor. La víbora se proyectó sobre Marlene, presta para devorarla
con apetito voraz. Instintivamente, la chica cerró la puerta y recargó su espalda contra ella. Para su desgracia, el chorro de agua poseía la fuerza de
un ariete e hizo volar tanto a la puerta como a la bailarina aficionada.

Marlene mordió el polvo, y el aire que se alojaba en sus pulmones se le escapó al estrellarse contra un sillón. La monstruosidad acuosa se asomó por el
marco de la puerta para ver su obra, y miró con desagrado que Marlene se había apoderado de un perchero y le presentaba batalla sin dar muestras de pánico.
Arremetió en numerosas ocasiones contra la víbora, sin causarle daño alguno.

La serpiente abrió las fauces, y se abalanzó sobre la chica, que ágilmente saltó a uno de sus flancos y se preparó para otro ataque. Entonces, la reptiliana
criatura de agua intentó darle un segundo golpe a Marlene, mas la chica ya la esperaba. Con un certero sesgo de su perchero, la pelirroja le conectó a
la criatura un golpazo en plena testa... ¡y la atravesó como si fuera mantequilla!

- ¡Al diablo contigo! - protestó Marlene, al tiempo que se deshacía del perchero y corría apresuradamente rumbo a la escalera.

El monstruo mordió vorazmente los peldaños, reduciéndolos a meras astillas. A pesar de ello, Marlene ejecutó un enorme salto y alcanzó a coronar la escalinata.

Giovanni irrumpió en la casa, y tan sólo bastó con un ademán suyo para hacer que la víbora se convirtiera en una escalera. Dando pasos agigantados, el
pintor trepó la burda parodia de lo que se suponía era el sustituto de la escalinata. Para ese entonces, Marlene ya había entrado en el estudio. Miró el
cuadro con una mueca de odio y frustración trazada en su rostro. Sujetó el mismo bate de béisbol que Giovanni utilizara alguna vez para liquidar a Bambino,
el cual reposaba sobre una pequeña mesa donde yacían colocados numerosos pinceles y tubos con pintura de óleo.

La chica descargó un potente golpe en uno de los costados de la obra de arte, tumbándola así boca arriba al quebrarse el trípode que la soportaba. Al mismo
tiempo, Giovanni arribó al estudio hecho una fiera, y se lanzó en pos de la que antaño fuera su modelo y amante.

-¡Vete al carajo, hijo de puta! - gritó la angustiada mujer, que arremetió con un violento abanicazo contra el pintor, quien evadió ágilmente el ataque
como un felino.

Giovanni le asestó un puñetazo en el pómulo derecho, y fue tal la fuerza enfocada en el golpe, que proyectó a Marlene hacia el cuadro. La aturdida chica
sintió que se hundía en la pintura que descansaba bajo su escultural humanidad, pero abrió las piernas y extendió los brazos para aferrarse a la realidad
que se le escapaba de las manos. La humedad del otro mundo alcanzó los pantalones y parte de la blusa de Marlene, avisándole que estaba al borde del abismo.
Pese al terror que apabullaba su alma, la temeraria pelirroja se oponía a dejarse ir, y se negaba a soltar el arma que afianzaba con su mano izquierda.

El artista se plantó ante ella, mirándola como se observa a una cucaracha que va a ser aplastada. Una diabólica sonrisa se trazó en el rostro de Giovanni,
y sus ojos despidieron un resplandor azul.

-Todo acabó para ti - se mofó Giovanni, y alzó uno de sus pies para dejarlo caer en el abdomen de la chica y hundirla en el cuadro.

-¡Olvídalo, zoquete! - gritó Marlene, al tiempo que levantaba su pie derecho y lo hundía en la entrepierna del villano.

Giovanni trastabilló adolorido, y se precipitó sobre su obra artística. Durante su caída, Marlene aprovechó para quitarse de la pintura. El perverso pintor
se hundió en el óleo, no sin antes recibir un estrujante porrazo que le propinó Marlene en la cabeza con el bate, y poco faltó para que le fracturara el
cráneo.

-¡Quédate allá, maldito demente! - vociferó ella, y la enloquecida bailarina golpeó varias veces el marco de la obra hasta quebrarlo, valiéndose de su
maciza arma. Luego, se apoderó de un bote de pintura blanca y desparramó su contenido encima del plegado lienzo.

-... Ahora pintate una salida, bastardo. Veremos si es cierto que eres tan bueno como dices - lo retó, y empezó a reir histéricamente.

***

... Y creo que eso es todo por el momento. Luego huí de la casa y me hospedé en el dormitorio para señoritas estudiantes allá en Venecia. Después de mi
confrontación con Giovanni, descubrí aterrada que la fisiologia de mi cuerpo había cambiado por el contacto sexual con el desquiciado pintor... Había quedado
embarazada.

Cuando me fui a hacer los exámenes, los doctores se toparon con algo asombroso. La pigmentación de mi sangre era azul. En un parpadeo, un puñado de científicos
me examinó como una rata de laboratorio. Desde entonces estoy encerrada aquí, en esta habitación de plexiglás a prueba de escape. Mi vientre se ha hinchado
bastante, avisándome que próximamente daré a luz al primer bebé de una nueva raza, una hibridación de un auténtico atlante y un ser humano. Temo por lo
que va a nacer. Siento un escalofrío cada vez que trato de imaginar que es lo que saldrá de mis entrañas. Debido a la estrecha relación que sostuve con
el pintor, la policía vino a interrogarme acerca del paradero de Giovanni, que ya tenía como tres meses sin mostrar signos de estar vivo. Buscaron por
toda la región y dentro de la casa rústica de Giovanni algún indicio de él o de su cadáver... Pero vosotros y yo sabemos muy bien donde está. Cuando mis
padres se enteraron de lo sucedido, negaron ante la prensa nacional e internacional que yo era su hija.

Seguramente Giovanni se resiste a aceptar que lo derroté. Para estas horas, creo que ha de estar pintando un cuadro dimensional para volver a por mí...
¡Uy, ni me percaté de la hora que es! Los científicos me harán un ultrasonido para saber cómo es el feto que alojo en mi vientre. Lamento tener que dejaros
así, aunque me dio mucho gusto haber charlado con vosotros. Mmm, espero que el bebé sea varón... Nosotras las mujeres sufrimos y trabajamos demasiado al
venir a este mundo, ¿no lo creéis así?