Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

El árbol seco: cuento.

EL ÁRBOL SECO 

Roberto Vilmaux 

Hay muchos de ellos en el Delta del Paraná. Son árboles de gran porte que se han secado, pero no son árboles comunes. En ellos habita un espíritu que a
veces los hace sumamente peligrosos.

No se sabe si el ente entra al árbol una vez que se secó o es él quien provoca la muerte de la planta. Generalmente elige grandes árboles, como los eucaliptos.
Fácilmente pueden distinguirse estos árboles sobresaliendo, desnudos, entre el resto de la vegetación. Altos. Sus ramas superiores, algunos dicen que se
mueven, forman extraños dibujos, en ocasiones parecen gigantes de muchos brazos. Su tronco va tornándose de un color blancuzco y tienen un característico
corte longitudinal rodeado por una zona de color oscuro, como quemado, que es por donde entra el espíritu.

Se los suele confundir con el "Falso Ceibo", otro habitante de la vida deltaica, pero no tiene nada que ver este.

Un árbol habitado por este ser, nunca será derribado, ni por el viento más fuerte o el hacha más afilada. Sus raíces siguen absorbiendo los nutrientes
del suelo con lo que se alimenta su intruso.

Se dice que para derribar a estos árboles, hay que cavar un pozo bien ancho a su alrededor, lo más profundo que se pueda. Luego cortar todas las raíces
que se vean en el pozo y por último arrojar cal en el pozo para hacer que seque bien la tierra. Pero aún así nadie sabe si el espíritu desaparece para
siempre o solo se muda de casa.  

Estos seres tienen un genio jocoso. Les gusta gastar bromas a la gente. Pero las bromas a veces suelen ser pesadas. Y los sustos muy grandes.

Según sea el poder del ente, y esto está dado por los años que permanece en el árbol, provoca alucinaciones en la gente. Sus víctimas suelen ver cosas
que no existen, escuchan ruidos extraños en la noche, y aún de día, y otras cosas peores.

Ocurrió cierta noche sobre el Río Carabelas: Un hombre caminaba hacia su casa por la orilla del río. De repente se vio rodeado por la niebla, era extraño
porque la niebla abarcaba solo unos metros alrededor de él. Entonces empezó a escuchar una voz gutural, que parecía salir de la tierra, que lo llamaba:
¡Don Alberto!. ¡Don Alberto!. El hombre se pegó un flor de susto cuando comprobó que no había nadie y salió corriendo perseguido por la niebla que lo acompañó
hasta la puerta de su casa. Mientras tanto unas carcajadas que le helaron la sangre reemplazaron a su nombre.

Los estudiosos de estos casos dicen que fue el árbol seco que está sobre el Río Carabelas. Quien navegue por ese río lo podrá ver. Un par de kilómetros
antes de llegar al Paraná de las Palmas. Sobre la margen derecha. Junto a la orilla. Sus raíces se hunden en el agua. Sus ramas superiores le dan un aspecto
fantasmagórico. Claramente puede verse de lejos la incisión en su corteza rodeada por una zona de color oscuro.  

Si va por ahí, no se detenga de noche.