Texto publicado por Fátima Osores

MI CUENTO, PUBLICADO ESTE AÑO

EL TIEMPO DE GUSTAVO

Era como una ceremonia; él era parte de un grupo y de un rito, con los cuales cumplía. Luego, casi sin transición, dejaba todo eso para acercarse amablemente a mí y ofrecerme su ayuda. Quizá aquello era parte de su misión; quizá la contravenía; no lo sé.

Tres de la mañana
No puedo dormir, y tengo que contar esto. Hoy se ha cruzado conmigo (¿o me he cruzado con él?); creo que se llama Gustavo, que es Gustavo. Me dijo algo, muy amable; después, no sé.

Jueves 8 de abril
Hoy he estado en la Facultad. Me encontré con Gustavo; no recuerdo lo que me dijo, pero tuve la impresión de vivir un dejabú.

Viernes 9 de abril
¡Otra vez!: deja su diálogo (su rito o lo que sea) y se acerca a mí; todos los días –ahora estoy segura- me dice lo mismo. Pero hoy me ha dicho algo más: “¿nos vemos el lunes?” “¿el lunes?” pregunté un tanto asombrada, y él repitió: “sí, el lunes”. “¿Aquí?” pregunté, porque de repente me di cuenta de que siempre nos encontramos (o siempre me encuentra) en el mismo lugar, y dijo: “sí, aquí”…

Que este sobre sea abierto si algo me pasa
El lunes, ese día infinitamente lejano, va a llegar de un momento a otro; por eso hoy, sábado 10 de abril, debo contar esto: un joven chico llamado Gustavo me ha dado una especie de cita para el lunes. Es raro: no él, sino lo que pasa con él: todos los días me dice lo mismo; es como si todos los encuentros fueran el mismo, pero, a la vez, yo tengo una baga conciencia de que no lo son. El lunes, sin embargo, va a pasar algo diferente; tal vez será algo maravilloso, pero tal vez será algo terrible. Por eso escribo esto, por si algo me pasara…

Dejó su ceremonia y vino a hablar conmigo. Esta vez nos sentamos. Estaba tranquilo, como si nada hubiera pasado, como si nada fuera a pasar. Empezó a hablar; dijo lo mismo de siempre, ¡algo tan trivial! Yo empezaba a tener miedo. Él esperaba mi respuesta. Le dije: creo que estás loco.

Le pedí a Alejandra que lo filmara.
—ahí está: Baila; tiene los ojos rojos; parece fuera de sí. Baila entre toda esa gente; ¡qué extraño es todo esto!
—¿Cómo puede ser que no se dé cuenta de que lo estoy (de que lo estás) filmando? ¿Cómo puede ser que no lea lo que estoy pensando?

Va a haber una fiesta –dijo-. En realidad es una especie de reunión. ¿Cuándo? El 25 de julio. Me sentí aliviada pero también decepcionada. Para eso falta mucho, dije. No tanto –replicó él.
Un vaso de agua y el 25 de julio había llegado. Ahora hacía frío, realmente hacía frío, a pesar del hacinamiento. No habíamos comido en mucho tiempo, estábamos terriblemente débiles. Pero él quería otra cosa. Debía tener hambre. Quería otra cosa, ¿cómo te lo tengo que explicar? ¡Quería otra cosa!
Era una pesadilla. ¿Qué había pasado con nosotros, entre nosotros? Era una pesadilla. Luego no, fue otra vez bueno, quiso ayudarme, quiso ayudarme como antes.
Y luego nos separamos. Y yo pensaba: me van a torturar, me van a cortar hasta no dejar de mí más que un despojo con conciencia. O quizá sabrán que me gusta escribir y se conformarán con cortarme las manos. Y yo pensaba: pero no tendré miedo: seré valiente y si preguntan, no me callaré.
En un momento hubo mujeres; hubo una mujer… Y una voz terrible que decía cosas terribles, cosas que yo nunca hubiera soñado. Pero ella me ayudaba, ella quería protegerme.
Alguien hizo la pregunta. Yo dije sí, ¿y qué? Fue una respuesta osada, pero pronto me arrepentí.
¿Y él?
No sé qué pasó con él, ni siquiera sé qué ha pasado conmigo.

Fátima Osores

En: "Poesía, Cuentos y Vos" - Antología Internacional 2013