Texto publicado por Ma. Guadalupe Hernández Méndez

diario de un ciego 14

Un niño sin amor…

Anochece... el frío del otoño entra por mi ventana. No, no me gusta estar solo porque los recuerdos invaden mi mente y siento añoranza por lo que ya no tengo…
Un día de octubre en el que se sentía un friecito semejante lo conocí, al principio me daba un poco de temor pues era un hchico alto para la edad que tenía, muy peleonero,pero sus ojos reflejaban la inquietud de la vida y un poquito de tristeza. Por eso fue que aquella tarde me quedé mirándolo muy atento y descubrí que en realidad no era lo que aparentaba pues detrás de sus zapatos rotos, su camisa decolorada, su pantalón desgarrado en algunas partes y su cara de pocos amigos, había un niño crecido en el arrabal, lleno de angustias, miedo, hambre pero sobre todo mucho desamor , uno de aquellos niños que han crecido en una familia de la cual no forman parte por ser hijos de la madre solamente y por lo tanto el padrastro, aunque no los trate mal, tampoco les tiene el suficiente amor por lo que solo ve en ellos a un estorbo o en el mejor de los casos a un trabajador al que se le puede exigir todo pero sin darle nada a cambio. Me sentí tan identificado con él, pues mi situación era semejante. Yo también estaba solo aunque rodeado de familia, pues mi madre y padrastro salían a trabajar mientras me hacían responsable del cuidado y alimentación de mis hermanos, yo tampoco había usado jamás unos zapatos nuevos, mucho menos la ropa y mi vida transcurría entre peleas con los chicos del barrio y regaños de mi padrastro por no cuidar bien (según él) a mis hermanos. Pero yo estaba peor y eso solo lo entendí mas tarde, cuando él, que ya era mi amigo, me relató su vida. Vivía en un barrio miserable, con su madre y hermana solamente, pero como nunca estaban en casa, para no sentirse solo se salía a la calle todos los días y eso provocaba que tuviera qe defenderse de los demás, en cambio yo…
Ya anocheció, lo siento por el frío de la noche y el murmullo de los grillos, esos perros que no paran de ladrar vuelven a llevarme al pasado…
Mi historia era mas compleja y triste sobre todo cuando siendo mas pequeño mi madre me obligó a pasar unn fin de semana con un tío, éste era bombero y como todos los niños yo lo admiraba por serlo, hasta aquel fatal fin de semana en el que lo acompañé a su casa. Una vecindad de mala muerte con ocho o diez viviendas pero un solo sevicio de w.c., sucia, maloliente, que destilaba un hedor no solo de pobreza sino de infamia y promiscuidad. Aquel maldito que se decía mi tío abusó de mi no solo una vez sino las veces que mi madre me obligaba a que lo acompañara. Muchas veces le dije a ella lo que pasaba pero nunca me creyó, el ser pequeño significaba para los grandes ser mentiroso. Terminé la escuela primaria y mi padrastro consideró que ya no podía estudiar, por lo que me pusieron a trabajar, trabajos de los que no saqué mucho provecho pues los fines de semana llevaba a mis hermanos menores a pasear. Pasaron algunos años, no volví a ver a mi amigo y yo cambié de ciudad. Solo empezaría una nueva vida y otro destino, por lo que al encontrar un empleo lo primero que hice fue estudiar, superarme, casarme, tener mejores trabajos para buscar un lugar entre la sociedad y no solo eso, a cada nacimiento de mis hijos me propuse tener mejoreslugares y trabajando arduamente logré un buen capital, pero cuando pensaba que estaba en la cumbre me enteré que tenía una enfermedad, la cual menosprecié y nunca quise atender.
Si, ya es media noche, también siento que ya es la mitad de mi vida. Hoy supe de mi amigo, murió en una pelea en la cárcel.yo nunca conocí ese lugar pero la diabetes me ha encarcelado y también me tiene al borde de la muerte. Ahora ciego y en esta silla de ruedas me siento tan solo… aún mas solo que cuando era niño porque ahora ni siquiera cuento con la presencia de mis hermanos, parece que ya me olvidaron pues ni siquiera recibo alguna llamada telefónica de su parte. Creo que mi sino fue sufrir pero con todo y esto no me canso de agradecerle al creador todo lo que me ha dado y cada día repito “¡yo nunca me daré por vencido!”.