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inteligencia y catolicimo - catolicimo y inteligencia;

Cuanto más inteligentes, menos creyentes
por Miguel Ángel Criado(eldiario.es)
15/08/2013

La ciencia tiene cada vez más claro que existe una correlación entre
inteligencia y religiosidad pero es negativa: los más inteligentes
tienen tendencia a ser menos religiosos. Al menos esa es la conclusión
principal de una investigación que repasa todos los estudios que han
analizado esta relación entre intelecto y fe desde comienzos del siglo
XX.

Para los autores de este metaanálisis, la religión cumple una serie de
funciones para el ser humano que explican su pervivencia a lo largo de
la historia. Pero, para un número creciente de personas, sus mayores
habilidades intelectuales hacen innecesario a dios.

El trabajo, publicado en Personality and Social Psychology Review, ha
recopilado todos los estudios que han encontrado sobre religión e
inteligencia. Consultaron los archivados en la base de datos de la
Asociación Americana de Psicología que se ajustaran a términos de
búsqueda como coeficiente de inteligencia, IQ, inteligencia o
habilidadess cognitivas y, también temas como religión,
espiritualidad, o creencias religiosas. Además revisaron uno a uno los
artículos aparecidos en revistas científicas especializadas en
religión y consultaron en Scholar, el buscador académico de Google,
con la combinación de palabras religión + IQ + inteligencia.

Encontraron 62 estudios. La mayoría medían la inteligencia con alguno
de los test IQ o, en particular en el caso de investigaciones con
estudiantes, mediante exámenes de aptitud. Las mediciones de la
religiosidad eran más heterógeneas, desde escalas de creencias
religiosas a preguntas del tipo vas a misa. Los científicos
codificaron todos esos valores para permitir una comparación
estadística.

“53 estudios mostraron una correlación negativa mientras 10
presentaban una correlación positiva”, dice el estudio. Es decir,
desde un punto de vista estadístico, altos valores en la variable A
(inteligencia) se corresponden con bajos valores en la variable B
(religiosidad). Además, en 33 de ellos la correlación negativa era
significativa: los valores difícilmente se pueden deber al azar o a un
error en el muestreo.

Pero correlación no significa causalidad. ”No sabemos si hay una
relación causal y no descartamos otros posibles factores que puedan
influir en la correlación”, dice el profesor del departamento de
psicología de la universidad de Rochester (EEUU) y coautor del
trabajo, Miron Zuckerman. Pero analizaron otras variables como edad,
sexo, raza o educación. Las tres primeras no afectaban a la
correlación y, en la última, sólo un estudio establecía que sí, pero
también era negativa.

La historia de esta problemática relación entre inteligencia y
religiosidad la inicia una serie de estudios de la universidad de Iowa
en 1928. Dos científicos examinaron por separado correlatos entre
sentidos, capacidades motoras y cognitivas con la religión. Se
incluyeron test de inteligencia en la batería de tareas a realizar por
los sujetos a estudio. Ambos trabajos encontraron que, a mayores
niveles de inteligencia, menores grados de religiosidad.

30 años después, el investigador Michael Argyle recopiló todos los
estudios publicados hasta entonces realizados con estudiantes y
jóvenes. Su conclusión fue similar: “los estudiantes inteligentes
tienden a aceptar menos las creencias ortodoxas y tienen una menor
probabilidad de tener actitudes pro religiosas”. Sin embargo, los años
60 concentran la mayoría de los estudios que encuentran una
correlación positiva o inexistencia de ella entre religiosidad e
inteligencia. En varios de los trabajos se destaca el papel mediador
del ambiente social en el que uno crece para explicar el ateísmo o
teísmo.

En la última década la ciencia ha vuelto a poner sus ojos en la
cuestión y, la práctica totalidad de los estudios apuntan a una mala
relación entre habilidades intelectuales y creencias religiosas. En
2009, un amplio estudio en 137 países mostró una relación de nuevo
negativa entre niveles medios de inteligencia y religión.

La inteligencia sustituye a la religión

En la segunda parte del trabajo, los investigadores, sin afirmar que
exista una relación causal, intentan explicar porqué los inteligentes
suelen ser menos religiosos. Tres son las hipótesis que se plantean.
Por un lado, el ateísmo sería una expresión de inconformismo. Los
inteligentes tienen una menor probabilidad de conformarse con la
ortodoxia religiosa. Una segunda posibilidad tiene que ver con las
habilidades cognitivas. Al inteligente no le basta, no puede aceptar
las creencias que no están sujetas a examen empírico o el razonamiento
lógico. Su estilo cognitivo, más analítico que intuitivo, les hace
refractarios a la religión. Esta es la tesis más aceptada en la
actualidad.

Pero los investigadores apuestan por lo que llaman equivalencia
funcional. Si la religión ha pervivido durante tantos milenios es
porque cubre una serie de necesidades humanas. Para los autores del
estudio, la inteligencia también las puede cubrir. Así, la religión
permite un encaje emocional, ofrece la visión de un mundo ordenado y
predecible. También ayuda a autorregular los impulsos, ajustando la
conducta en pos de objetivos. Otra de sus características es que eleva
la autoestima. Por último, ofrece un rincón, un sistema cohesionador
que da seguridad en tiempos de incertidumbre. La inteligencia, según
este trabajo, también puede prestar estos servicios.

“Una de las funciones de la religión es ofrecer respuestas a las
cuestiones existenciales. Yo creo que una alta inteligencia también
ofrece estas respuestas”, opina Zuckerman. Pero hay una de las
funciones que cumple la religión en la que la inteligencia no la puede
sustituir y por eso los investigadores no la han incluido en su
concepto de equivalencia funcional: “La única reserva que tenemos
sobre esto es que la religión, al responder a las preguntas
existenciales, alivia en cierta medida, el miedo a la muerte. Como
decimos en el estudio, no tenemos constancia de investigaciones que
demuestren que la inteligencia proporciona una función similar”.

El caso de los niños superdotados

Hay dos estudios que han merecido una especial atención por parte de
los investigadores. En 1921, Lewis Terman inició un estudio con niños
superdotados que aún sigue. Él buscaba las bases genéticas de su
inteligencia. Pero el seguimiento de 1.500 niños, con un IQ medio
superior a 135, a lo largo de su vida, incluía análisis en profundidad
de cada niño mientras crecía, también de opiniones y sentimientos
religiosos. En una escala de cero a cuatro (donde cero significaba que
no daban ninguna importancia a la religión o eran antirreligiosos),
los termitas presentan unos niveles muy inferiores comparados con los
de la sociedad estadounidense en general. Además, su religiosidad se
reduce con la edad. Así, los últimos datos diposnibles, de 1991,
muestran un valor medio de 1,45 entre los superdotados ya ancianos
frente a los 3,50 de la población.

En 1989, otro estudio con superdotados arrojó resultados similares. En
aquella ocasión, se investigó a los niños de la escuela elemental
Hunter College. En esta institución neoyorquina sólo van niños
superdotados. Los entrevistados tenían entonces entre 38 y 50 años.
Cuando entraron a la escuela, el IQ medio era de 140. Este estudio era
diferente al original de Terman. Aquí se les preguntaba por las
posibles fuentes de su satisfacción personal y en la lista aparecía la
religión. Sólo el 0,4% atribuyó a los valores religiosos parte del
mérito de su situación personal.
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"Las religiones, como las luciérnagas, necesitan la oscuridad para
poder brillar."
(Arthur Schopenhauer)
"Los católicos masacraron a los reformados ; los reformados masacraron
a los católicos: en eso consistieron los primeros progresos de la
libertad de pensamiento."
(Anatole France)
"Durante su vida, un hombre puede cambiar de mujer; de partido
político o de religión; pero, ... de lo que no puede cambiar es de
equipo de fútbol."
(Eduardo Galeano)