Texto publicado por Jaime Nelson Arboleda Barrera

La obra trata aparentemente de una docena de ciegos llevados por su sacerdote a una excursión.

Revista Ñ
Las luchas contra la soledad. La compositora ruso estadounidense Lera
Auerbach estrenó “Los ciegos”, una ópera basada en una pieza de Maeterlinck
a la Lera Auerbach (Fred Conrad/NYT)

Ve!, ¡Ve! ¿Pero qué puede ver?”, canta uno de los no videntes en Los ciegos
, ópera a cappella de la compositora ruso estadounidense Lera Auerbach
estrenada en julio pasado en el Festival del Lincoln Center. “No son los
personajes los que están ciegos”, dice Auerbach. “El mensaje es que estamos
ciegos nosotros. Tenemos menos comprensión y compasión hacia otras personas.
Tenemos una pantalla entre nosotros.” Una nueva puesta en escena de Los
ciegos , basada en la pieza simbolista del mismo nombre del dramaturgo belga
Maurice Maeterlinck tuvo su première el jueves 11 y estuvo en cartel hasta
el domingo 14 en el Kaplan Penthouse; el público presente permaneció con los
ojos vendados a lo largo de toda la hora que dura la ópera. Escrita en 1890,
la obra trata aparentemente sobre una docena de ciegos llevados por su
sacerdote a una excursión. Cuando el pastor muere, los ciegos quedan
librados a su suerte en una isla, indefensos y asustados. El clérigo ha sido
el guardián de ellos durante muchos años, pero se dan cuenta de que nunca lo
conocieron realmente como persona, dice Auerbach.

Los ciegos es una de las primeras obras del significativo catálogo de Lera
Auerbach, que a los 39 es cada vez más requerida como compositora y que
equilibra sus plazos de entrega con su carrera de concertista de piano.

El catálogo de alrededor de 95 obras de Auerbach comprende 2 óperas, 8
conciertos y 28 piezas de cámara, que incluyen una sonata para cello y piano
encargada por el pianista Wu Han y el cellista David Finckel, quienes la
describieron como perteneciente “a una muy reducida liga de talento de
elite”. Sus obras ricamente construidas y a menudo líricas exploran
contrastes de sonido que van desde susurros solitarios hasta alborotos
frenéticos.

Interrogada acerca de cómo describiría su música en una sola palabra,
Auerbach dijo que el primer adjetivo en el que pensaba era “audaz”. Hija de
dos profesores universitarios, empezó a componer a los cuatro años en su
ciudad natal, Cheliábinsk, localidad rusa cerca de Siberia. A los doce
escribió su primera ópera. A los 17 años, luego de una gira de diez días por
Estados Unidos como concertista de piano, decidió desertar. Sólo llevaba
consigo equipaje de mano, no hablaba inglés y no conocía a nadie en el país.
Auerbach tenía vuelo para volver a su país el 4 de julio de 1991, al cual
llama su “día de la independencia personal”. Llamó por teléfono a sus padres
el 3 de julio para decirles que estaba pensando quedarse en Nueva York.
Ellos no sabían si iban a volver a ver a su hija pero la alentaron a que
persiguiera sus sueños. Los primeros años en la ciudad fueron duros.
Auerbach obtuvo su diploma pre universitario de intérprete de piano y su
diploma de grado en composición. Hizo estudios de posgrado de piano en
Alemania.

Escribió Los ciegos en 1994 en el Festival de Música de Aspen mientras era
estudiante. La partitura languideció en su cajón algo menos de dos décadas
antes de su primera representación en Berlín en 2011. Lectora voraz que dijo
que aprender la hace “sentirse viva”, Auerbach leyó la obra de Maeterlinck
cuando se la mandaron los padres. Pensó que su “crescendo emocional” se
llevaría bien con voces sin acompañamiento.

La pieza resultante, dice, es “casi como una anti ópera, muy íntima, muy
introspectiva”. Se inicia con una obertura en la que se escucha la única
música electrónica de su catálogo, y que va creando la atmósfera
posapocalíptica de la obra. Hasta los cantantes con oído absoluto dependen
del acompañamiento instrumental para orientar su tono, de manera que una
ópera a capella plantea desafíos atemorizadores. “Son necesarios cantantes
valerosos para atravesar la experiencia”, dice Auerbach.

Cuando el director John La Bouchardière, que experimentó con sonido
envolvente y canto a capela en The Full Monteverdi en el Lincoln Center en
2007, fue invitado a poner en escena otra obra, sugirió la ópera de
Auerbach. Quiso que al público se le vendaran totalmente los ojos. La
producción ha provocado algunas repercusiones, que involucran al escritor
ciego Stephen Kuusisto. En su blog, Kuusisto escribió que Auerbach “emplea
prácticamente todos los clichés discriminatorios que puedan llegar a
emplearse acerca de la ceguera”, agregando: “¿Cómo pudo Lera Auerbach
imaginar que en 2013 la ceguera puede usarse todavía como metáfora de la
falta de conocimiento o de sabiduría, la impotencia, la incapacidad
espiritual, la inmovilidad, o peor, plantarse como reducción metonímica de
la muerte misma?” Auerbach dijo que tales quejas implican malinterpretar su
obra: “Pasan por alto lo esencial”. La historia no trata de la ceguera
física, agregó, sino que es “una metáfora sobre nuestra existencia miope.” A
lo largo de la interpretación de Los ciegos , los cantantes y el director
musical Julian Wachner se desplazan por la sala; lo que el conductor busca
es mantener a todos en la tonalidad correspondiente. Según su descripción,
dirigir musicalmente Los ciegos es “un poco desconcertante”, ya que los
músicos generan la energía del público, cosa más compleja de discernir
cuando ese público tiene los ojos vendados.

Auerbach se describe como “una compositora muy intuitiva”, trata de componer
de la forma más propia para cada intérprete que le sea posible, capacidad
que le han facilitado sus estudios de violín y flauta en la Unión Soviética.
Cuando compone para orquesta se imagina ella misma tocando cada instrumento
de la partitura. Dice que tiene la suerte de que casi todos sus sueños
artísticos se hayan hecho realidad. Está casada con el músico clásico Rafael
DeStella, compone con frecuencia de noche tarde, después de días pasados
practicando y ensayando.

“No soy buena ni me siento cómoda con las charlitas de cortesía”, dice
refiriéndose a los encuentros sociales posteriores a los conciertos, que le
parecen extenuantes. “Tengo mucho de ermitaña, y me gusta la privacidad. Por
el otro lado, me encanta estar en el escenario frente al público.” Dice que
a menudo se orienta hacia la pintura y la poesía en busca de “postergación
creativa” cuando se enfrenta a los plazos máximos para entregar
composiciones. Poeta que cuenta al escritor ruso Joseph Brodsky entre sus
influencias, Lera ha publicado cinco volúmenes de poesía y dos novelas.

Además de hallar bienestar a partir de sus proyectos artísticos, dijo que su
perro Finek, un perro pomerania mezclado que viaja con ella, le proporciona
“la sensación de algo estable”. “El sabe si estoy conflictuada incluso antes
de que yo lo registre”, dice. “Viene y se echa a mis pies, como si dijera:
‘Aquí estoy para vos. No estás sola’.” La soledad y el aislamiento son temas
que emergen con frecuencia en los textos y la música de Auerbach; su perfil
en el servicio de blogs TypePad es “Hermitdom1 (fluctuando entre la soledad
y la falta de compañía)”. Al preguntarle qué le gustaría que los oyentes se
llevaran consigo de Los ciegos , Auerbach dice que espera que “experimenten
el mundo en un estado más vívido y despierto”. Tal vez, agregó, hasta
indaguen en sus propias luchas con la soledad.

© The New York Times