Texto publicado por Amín el argelino

Wilfried Hofmann, científico social y diplomático alemán: La historia de cómo un diplomático alemán y embajador en Argelia aceptó el Islam.

Doctorado en leyes por la Universidad de Harvard. Científico social y diplomático alemán. Abrazó el Islam en 1980.

El Dr. Hofmann, quien aceptó el Islam en 1980, nació en una familia católica en Alemania en 1931. Se graduó de la Union College en Nueva York y completó sus estudios de leyes en la Universidad de Munich, donde recibió el doctorado en Jurisprudencia en 1957.

Se convirtió en asistente de investigador para la reforma del proceso federal civil, y en 1960 recibió un diploma LL.M. de la escuela de Leyes de Hardvard. Fue Director de Información de la OTAN en Bruselas desde 1983 a 1987. Ocupó el puesto de embajador en Argelia en 1987 y luego en Marruecos en 1990, donde sirvió por cuatro años. Realizó la Umrah (la peregrinación menor) en 1983 y el Hayy (Peregrinación) en 1992.

Muchas experiencias claves llevaron al Dr. Hofmann al Islam. La primera de ellas comenzó en 1961, cuando estuvo en Argelia como agregado en la embajada alemana y se encontró en medio de una guerra de guerrillas entre las tropas francesas y el Frente Nacional Argelino, que peleaban por la independencia argelina hacía ocho años. Allí fue testigo de la crueldad y la masacre que sufrió la población argelina. Cada día morían cerca de una docena de personas ejecutadas sólo por ser árabes o por hablar de la independencia. “Fui testigo de la paciencia y la resistencia de la población argelina frente al sufrimiento extremo, su disciplina sorprendente durante Ramadán, su confianza en la victoria, así como su humanidad en medio de la miseria”. Sintió que era su religión lo que causaba eso, por lo tanto, comenzó a estudiar su libro religioso: el Corán. “Nunca paré de leerlo, incluso hasta el día de hoy”.

El arte islámico fue la segunda experiencia para el Dr. Hofmann en su viaje al Islam. Desde tempranas etapas de su vida fue amante del arte, la belleza y el ballet. Todo esto fue eclipsado cuando conoció el arte islámico, por el cual sintió una fuerte atracción. Refiriéndose al arte islámico, dijo: “Su secreto parece estar en la presencia íntima y universal del Islam como una religión en todas sus manifestaciones artísticas, la caligrafía, ornamentos para rellenar espacios, motivos de alfombras, mezquitas y la arquitectura de las casas, así como también el planeamiento urbano. Pienso en el brillo de las mezquitas que hace desaparecer cualquier misticismo del espíritu democrático de su diseño arquitectónico”.

“También pienso en la calidad introspectiva de los palacios musulmanes, su anticipación del Paraíso en los jardines llenos de matices, fuentes y riachuelos; de la estructura funcional social intrínseca de los antiguos centros urbanos islámicos (medinas), que alienta al espíritu de la comunidad y la transparencia de los mercados, atenúa el calor y el viento, y asegura la integración de la mezquita y los centros de bienestar adyacentes para los pobres, escuelas y hostales en el mercado y los barrios. Lo que experimenté fue tan alegremente islámico en tantos lugares… es el efecto tangible de la armonía islámica, el estilo de vida islámico y el tratamiento islámico del espacio viviendo en el corazón y en la mente”.

Tal vez más que todo esto, lo que tuvo un impacto significativo en su búsqueda de la verdad, fue su vasto conocimiento de la historia cristiana y las doctrinas. Se percató de que había una diferencia significativa entre las creencias cristianas y lo que el profesor de historia enseña en una universidad. Estaba particularmente confundido por la adopción de la iglesia de las doctrinas establecidas por San Pablo en lugar de las enseñanzas del Jesús histórico. “¡Él, que nunca conoció a Jesús, reemplazó con su cristología extrema la correcta y original visión judeo-cristiana de Jesús!”

Encontraba muy difícil de aceptar que la humanidad cargara con el “pecado original” y que Dios hiciera torturar y matar a su propio hijo en la cruz para salvar a Su creación. “Comencé a darme cuenta de cuán monstruoso, incluso blasfemo, era imaginarme que Dios se hubiese quedado corto con Su creación; que no hubiese podido hacer nada acerca del desastre, supuestamente causado por Adán y Eva, sino engendrar a un hijo sólo para sacrificarlo de esa manera; que Dios sufriera por la humanidad, Su creación”.

Volvió a la pregunta básica de la existencia de Dios. Después de analizar los trabajos de filósofos, como Wittgenstein, Pascal, Swinburn y Kant, llegó a una convicción intelectual de la existencia de Dios. La próxima pregunta lógica a la cual se enfrentó fue cómo Dios se comunica con los seres humanos para guiarlos. Esto lo llevó a reconocer la necesidad de las revelaciones. Pero, ¿qué revelación contenía la verdad: la judeo-cristiana o la islámica? Hofmann encontró la respuesta a esta pregunta en su tercera experiencia crucial, cuando se encontró con el siguiente versículo del Corán: “…nadie cargará con los pecados ajenos…” (53:38). Este versículo le abrió los ojos y encontró la respuesta a su dilema, pues rechazaba claramente y sin ambigüedades las ideas del “pecado original” y la esperanza de la “intercesión” de los santos. “Un musulmán vive en un mundo sin cleros y sin jerarquías religiosas; cuando reza no se dirige a Jesús, a María u otro santo intercesor, sino directamente a Dios –como un creyente totalmente emancipado– esta es una religión que no tiene misterios”. Según Hofmann, “El Musulmán es el creyente emancipado por excelencia”.
“Comencé a ver el Islam con mis propios ojos, como una inmaculada creencia no adulterada, en el único y verdadero Dios, que no engendró, ni fue engendrado, que no se parece a nada ni a nadie… En lugar del calificado deísmo de un Dios tribal y las construcciones de una Divina Trinidad, el Corán me mostró el concepto de Dios más lucido, más directo, más abstracto –y por lo tanto el más avanzado históricamente– y con menos antropomorfismo”.

“Las afirmaciones ontológicas del Corán, así como también las enseñanzas éticas, dieron la impresión de ser profundamente convincentes: “bueno como el oro”; por lo tanto, no había lugar para la menor duda acerca de la autenticidad de la misión profética de Muhammad. Las personas que comprenden la naturaleza humana no pueden dejar de apreciar la infinita sabiduría de “lo debido y lo indebido” que Dios le transmitió al hombre en la forma del Corán”.

Para el cumpleaños número 18 de su hijo en 1980, preparó un manuscrito de 12 páginas que contenía las cosas que él consideraba incuestionablemente verdaderas desde un punto de vista filosófico. Le pidió a un Imam musulmán de Cologne, llamado Muhammad Ahmad Rassoul, que observara el trabajo. Después de leerlo, Rassoul remarcó que si el Dr. Hofmann creía en lo que había escrito, entonces ¡era un musulmán! Y de hecho, unos pocos días más tarde declaró: “Atestiguo que no hay otra divinidad aparte de Dios, y atestiguo que Muhammad es el Mensajero de Dios”. Eso fue el 25 de septiembre de 1980.

El Dr. Hofmann continuó su carrera profesional como diplomático alemán y oficial de la OTAN 15 años después de convertirse en musulmán. “Nunca sufrí ningún tipo de discriminación en mi vida profesional”, dijo. En 1984, tres años y medio después de su conversión, el Presidente alemán de ese entonces, el Dr. Carl Carstens, lo premió con la Orden de Mérito de la República Federal de Alemania. El gobierno alemán distribuyó su libro Diario de un musulmán alemán a todos las misiones alemanas extranjeras en los países musulmanes, como una herramienta analítica. Los deberes profesionales no le prohibieron practicar su religión.

Antes disfrutaba de tomar vino tinto, pero ahora rechazaba educadamente los ofrecimientos de alcohol. Como Oficial de Servicio Extranjero, ocasionalmente organizaba cenas para invitados extranjeros. Participaba en esos eventos con un plato vacío frente a él durante el mes de Ramadán. En 1995, renunció voluntariamente al Servicio Exterior para dedicarse a las causas islámicas.

Discutiendo acerca de los males causados por el alcohol en la vida individual y social, el Dr. Hofmann mencionó un incidente causado por el alcohol en su propia vida. Durante sus años de estudio en Nueva York, en 1951, en una ocasión viajaba desde Atlanta a Mississippi. En Holly Spring, Mississipi, de repente un vehiculo aparentemente conducido por un conductor alcoholizado apareció frente a su auto, fue un accidente muy serio que hizo que se le cayeran 19 de sus dientes y se desfigurara su boca.

Después de cirugías en su mentón y en el labio inferior, el cirujano del hospital le dijo que “bajo circunstancias normales, nadie sobrevive a un accidente de este tipo. ¡Dios tiene algo especial en mente para ti, mi amigo!” Mientras rengueaba por Holly Spring después de dejar el hospital, “con un brazo lastimado, una rodilla vendada y la cara vendada con color a yodo”, se preguntaba cuál sería el significado del comentario del cirujano.

Lo llegó a conocer un día, pero mucho más tarde. “¡Finalmente, treinta años más tarde, en el mismo día en que profesé mi fe en el Islam, comprendí el verdadero significado de haber sobrevivido!”

Una declaración acerca de su conversión:

“Desde hace un tiempo ya, buscando más y más precisión y brevedad, intenté escribir, de manera sistemática, todas las verdades filosóficas que, desde mi punto de vista, pueden ser establecidas más allá de toda duda razonable. En el curso de este esfuerzo, me percaté de que la típica actitud de un agnóstico no es inteligente; que el hombre simplemente no puede escapar de una decisión para creer; que la creación de lo que existe a nuestro alrededor es obvia; que el Islam indudablemente se encuentra a sí mismo en la mayor armonía dentro de la realidad. De este modo, me di cuenta, no sin sorprenderme, que paso a paso, a pesar de mí mismo y casi inconscientemente, me hubiera convertido en musulmán en sentimientos y pensamientos. Sólo quedaba un último paso: formalizar mi conversión… Hoy soy musulmán. He llegado”.
Fuentes del artículo:
http://www.islamreligion.com/es/articles/124/viewall/