Texto publicado por SUEÑOS;

inteligencia del alma:

SANACIÓN

Las fuerzas naturales que se encuentran dentro de nosotros son las que
verdaderamente curan nuestras enfermedades. Hipócrates

La fuerza curativa de la propia naturaleza humana es tan sabia y
poderosa que supone un factor terapéutico de enorme y misteriosa
eficacia. Para la medicina tibetana, la esperanza del paciente en su
propia recuperación supone un factor tan fundamental como lo pueda ser
la fiebre o la tensión arterial. Se trata de un elemento emocional cuyo
destacado papel curativo no ha pasado desapercibido en las antiguas
culturas. La medicina ayurvédica de la India cuenta entre sus remedios
más eficaces, con la narración de cuentos de sabiduría que afirman
sintonizar con el alma del paciente, facilitando su retorno al estado de
salud. Por su parte, la milenaria medicina china enseña técnicas de
respiración para despertar las corrientes naturales de autocuración. Sin
duda, una concepción holística del cuerpo humano como totalidad que
posee claves de salud en el seno de su propio ecosistema.

Durante miles de años, los médicos han sido no sólo suministradores de
sustancias curativas, sino también verdaderos inspiradores de un estado
mental y emocional de vibración sanadora. Palabras bondadosas, tonos de
afecto y estima y, en definitiva, sabiduría en acción, tienden a
movilizar recursos insólitos que la naturaleza corpomental dispone. Tal
vez, muchas de las llamadas enfermedades sean un proceso de
transformación de la energía que se manifiesta a través de estados
críticos. ¿Acaso la crisálida es una "enfermedad" de la oruga y de la
futura mariposa?

Tal vez, lo importante no sea alargar la vida mediante grandes injertos
que juegan con el robot y sus partes intercambiables. Tal vez, la vida
se deba a un complejo conjunto de factores en los que el cuerpo y sus
fallos visibles son tan sólo la "punta del iceberg" de un amplio y
colosal meta-objetivo de la existencia. La muerte no debe ser el
problema, en todo caso, lo realmente importante es el sufrimiento. Morir
es tan natural como vivir y nadie puede decirnos que morir sea peor que
nacer.

Lo que sí conviene aspirar es a tener una muerte tan plácida y serena
como lo pueda ser un buen parto. Si el hecho de nacer es un
acontecimiento luminoso, el hecho de morir, ¿por qué no va a serlo
igual?, ¿acaso no merece la pena celebrar la muerte de igual forma que
celebramos la vida?

La medicina actual es cada vez más consciente de factores psicológicos
tales como la voluntad de vivir y los significados que la mente del
paciente procesa mientras duran los excepcionales cambios de vida que su
enfermedad conlleva. La técnica terapéutica más cartesiana y mecánica
está integrándose en una medicina del alma que contempla aspectos
desconocidos de recuperación que, a simple vista, se parecen más a un
milagro que a un proceso controlable y predecible por la ciencia.

El sentido profundo de la vida, la presencia del Espíritu y la visión
transpersonal de la existencia que hacemos en este psicocuerpo, se
manifiestan mediante una corriente intuitiva a la que se accede en el
silencio del alma. Se trata de un estado mental que aflora mientras dura
la llamada enfermedad. Cuando el psicocuerpo da señales de alarma y nos
llama al descanso y a la interiorización, algo más grande está
sucediendo en la conciencia. Algo que señala aspectos, hasta entonces
desconocidos, y cuyo alcance servirá para mejorar la calidad de vida y
la relación profunda con el núcleo del Ser. La enfermedad es la gran
oportunidad de reflexión y contemplación, un estado de conciencia que
"se libra" del despiste de lo esencial, un despiste propiciado por el
cotidiano afán de lucro y la neurosis inherente a un ritmo de vida
superficial y, muchas veces, sin rastro de alma.